Gasançon: vibrante con la OFUNAM

Ene 30 • Música • 2900 Views • No hay comentarios en Gasançon: vibrante con la OFUNAM

POR IVÁN MARTINEZ 

De los triunfadores del extinto Concurso de Dirección de Orquesta Eduardo Mata organizado desde Instrumenta, Sylvain Gasançon (edición 2005) es el único que ha mantenido una presencia constante con orquestas de México. Tristemente por los otros ganadores y extrañamente para otras latitudes, donde el francés no ha logrado todavía consolidar su presencia, a pesar de haber ganado también un importante premio en el concurso del influyente Jorma Panula, el reconocido maestro de directores que, entre otros, le ha enseñado a él.

 

Nacido en Metz —se trata de un director discreto, racional, preciso, que actúa sin batuta—, Gasançon estuvo el pasado fin de semana como director huésped de la Orquesta Filarmónica de la UNAM. El segundo programa de una primera temporada 2016 estuvo dedicado al contraste del sinfonismo de Johannes Brahms con la obra concertística para piano de Sergei Rachmaninov, en esta ocasión conjugando variaciones, aquellas sobre una tema de Haydn (no realmente de Joseph Haydn, como se sabe), del primero, y las trabajadas sobre el Capricho no. 24 para violín de Nicolo Paganini, del segundo. Luego se concentró en la Novena Sinfonía, en mi menor, op. 95, “Del nuevo mundo”, de Antonin Dvórak.

 

Se trata de un programa que ciertamente puede parecer más efectista que complejo al que este director, quien sigue asombrando por su menuda figura juvenil a pesar de acercarse a los 38 años, ha sabido potenciar con vigor, llevando al ensamble a un equilibrio de técnica y fogosidad.

 

A lo elaborado por Brahms sobre el Coral de San Antonio, Gasançon acudió con firmeza y un trabajo muy pulcro en la concepción de cada variación, dejando sobresalir a cada sección de la orquesta y elaborando con sutileza en cada una de las posibilidades colorísticas.

 

Amplitud en el fraseo y bien delineados los contrapuntos fueron las características de esta moderada pero orgánica lectura a las Variaciones sobre un tema de Haydn, op. 56, en el que destacaron por separado los solos del cornista Silvestre Hernández, de sonido generoso y canto limpio en la ejecución de esta pieza, del concertino Manuel Ramos, así como del extraordinario oboísta Daniel Rodríguez (¿alguien ha escuchado un sonido más bello de su instrumento entre las orquestas mexicanas?), quien regresó a su silla luego de una larga ausencia en la que se perfeccionó estudiando en Berlín.

 

A la Rapsodia sobre un tema de Paganini de Rachmaninov que continuó en el programa se presentó como solista la pianista Wonmi Kim (Seúl, 1961), también de muy discreta trayectoria.

 

Grandiosa la lectura orquestal dirigida por Gasançon, al cuidado preciso de la colorística orquestal, del fulgor temático, y de una solista —en tempi y, hasta donde pudo, de volumen— que con endeble técnica, poco pudo hacer artísticamente con tan popular pieza.

 

De sonido débil, limitadísimo en matices, ofreció fraseos sin mucho orden y una articulación la mayoría de las veces barrida, que se hizo más evidente luego de la tímida interpretación que ofreció de la entrañable décimo octava variación, a partir de la cual a cada inciso ocurrió un balbuceo mayor, llegando a un final casi imperceptible e incomprensible de su instrumento.

 

Kim todavía ofreció como “regalo” un preludio del mismo compositor ejecutado, para acabar pronto y en lenguaje popular, “muy por encimita”; sin solidez en su toque.

 

Lo más sobresaliente, ha sido la Sinfonía de Dvórak, ese amanecer sinfónico, como fue descrita tras su estreno en Nueva York en 1893, que funge como manifiesto de la sonoridad del continente, palpitante de melancolía y energía incesante.

 

Transparentemente bella y emocionante fue la lectura de Gasançon. No recuerdo una ejecución así de vibrante y ordenada, coherente en su estructura total, que me emocionara tanto, desde la que le escuché a la Orquesta Sinfónica de San Francisco, con Alondra de la Parra al frente, en el 2010.

 

Incluso con sus traspiés técnicos, de elementos que se habrían destacado en el inicio del concierto, la sinfonía corrió con unidad y vehemencia: una fila de cornos descuidada, pero aun poderosa, o varios pasajes tropezados en la flauta del legendario Héctor Jaramillo y en el fagot del maestro Manuel Hernández, que no comprometieron el ensamble de la fila de maderas, tan bien trabajada como ente en afinación, articulaciones y fraseos.

 

Mención especial habría que hacer a la espléndida fila de violonchelos por el generoso cuidado con que hicieron la frágil introducción, a la de metales por el lujo con que trajeron cada pasaje del tema principal, de manera tan determinada en cada movimiento.

 

Y si bien podría decirse que al Largo faltó lirismo o que al Scherzo ostentación rítmica, que el sonido no es el más pulcro en algunas secciones a las que el cambio generacional no ha llegado por completo, la energía estuvo ahí y emociona escuchar a una orquesta tocando con inquietud, intensos. Y juntos. Con un afán que, como he dicho en otras ocasiones, ya difícilmente consigue su director titular.

 

*FOTO: El segundo programa de temporada de la OFUNAM, con Sylvain Gasançon como director huésped, incluyó temas de Brahms, Rachmaninov y Dvórak/ Especial.

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