En el corazón del siglo: Osip Mandelstam
El poeta y ensayista ruso Osip Mandelstam fue también un gran crítico del régimen stalinista, situación que le valió el destierro a Siberia, donde murió en 1938
POR BENJAMÍN BARAJAS
El gran poeta y ensayista ruso Osip Mandelstam padeció la desgracia de ser inteligente y sensible, situado en el corazón de un siglo liderado por dos personajes de infeliz memoria: Adolfo Hitler y José Stalin, quienes llevaron a sus pueblos a la antesala del exterminio e inocularon el veneno de la duda sobre la bondad del género humano, capaz de perpetrar, por instrucciones superiores, enormes crímenes en nombre de la razón de estado. “La banalidad del mal”, como concibió la filósofa Hannah Arendt esa actitud de indiferencia hacia el horror y el sufrimiento de los demás, pareciera una secuela que aún subsiste en el inconsciente colectivo de nuestra sociedad.
Como se sabe, la desventura de Mandelstam empezó con la publicación de un poema donde compara al camarada Stalin con el oso siberiano: “Vivimos sin sentir el país a nuestros pies, / nuestras palabras no se escuchan a diez pasos. / La más breve de las pláticas gravita, quejosa, al montañés del Kremlin. / Sus dedos gruesos como gusanos, grasientos, / y sus palabras como pesados martillos, certeras. / Sus bigotes de cucaracha parecen reír/ y relumbran las cañas de sus botas.” Desde luego, el retrato certero incomodó al tirano, quién decretó su fusilamiento en 1934, pero luego le conmutó la pena por el destierro y los trabajos forzados y, finalmente, murió en Vladivostok, Siberia, en 1938.
Pero en esta corta existencia —que sin embargo fue un poco mayor a la de García Lorca y López Velarde—, Mandelstam logró convertirse en uno de los mejores poetas rusos del siglo XX, por su capacidad para asimilar la tradición grecorromana, eslava, el simbolismo decimonónico y las vanguardias posteriores, cuya influencia él continúa con la creación de su propia escuela poética que recibe el nombre de acmeísmo, la cual pretende la sobriedad y la claridad, producto de los manantiales clásicos que nuestro poeta frecuentaba y manejaba con soltura.
Una obra que refleja la reflexión lírica de Mandelstam es Gozo y misterio de la poesía, vertida al castellano por Víctor Andresco, donde el poeta denuncia el espíritu cabrío de sus contemporáneos, siempre ajenos al placer de las palabras, pero, a la vez, celebra la poesía porque “es un arado que revienta el tiempo de tal forma que las capas más profundas, su humus, quedan en la superficie.” De este modo, la lírica se convierte en un discurso atemporal y propicia la convivencia de los autores del pasado, con los del presente, en virtud de que “la poesía clásica es la poesía de la revolución” vanguardista.
Mandelstam reivindica el sonido de la poesía y rechaza, por igual, la rusticidad del lector sin ninguna preparación, como el estilo del erudito o el esnob, que parecieran más bien justificar sus manías sin acercarse verdaderamente a los textos, y prefiere entonces al pueblo de limpia ignorancia porque, a pesar de todo, ha “conservado su sano olfato filológico”, y ha encontrado una forma de habitar la poesía y de gozar las palabras.
FOTO: Osip Mandelstam (1891-1938)
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