Más allá de la frontera: reseña de “En la llanura de las serpientes”, de Paul Theroux
En la llanura de las serpientes narra el viaje de su autor, Paul Theroux, por todo México, describiendo un panorama realista y las problemáticas sociales, contrapuesto a la visión aséptica de las agencias de viajes
POR ALEJANDRO BADILLO
Después de la lectura de En la llanura de las serpientes. Viaje por los caminos de México (Alfaguara, 2022) de Paul Theroux (1941), surge la pregunta: ¿cuál es el lector ideal para el libro? El autor estadounidense, famoso por sus obras sobre viajes (aunque también es prolífico en ficción), debe buscar el asombro en cada una de sus aventuras. En el caso de su nuevo título, es perceptible la intención de mostrar aquellos elementos de nuestro país que evitan el estereotipo mostrado en películas, series y una infinidad de productos culturales. De esta manera, queda claro que Theroux tiene en mente a un público ajeno a México y que desea tener un acercamiento un poco más complejo. Esto no es, necesariamente, un lastre para los lectores mexicanos del libro, pues nos gusta vernos a través de la mirada extranjera. En internet hay canales de videos en los que youtubers de varias partes del mundo cuentan sus anécdotas en el país para deleite de nosotros y, quizás, interés de un turismo que quiere alejarse de los tours asépticos que ofrece una agencia de viajes. Parecería que, a través de estas perspectivas más auténticas, logramos combatir los prejuicios que existen sobre nosotros y que, muchas veces, reproducimos acríticamente.
El viaje que emprende Paul Theroux inicia en la frontera. Visita Ciudad Juárez, Tijuana, Mexicali, Nuevo Laredo, entre otras ciudades. Desde ahí recorre el país teniendo como objetivo el sur. Theroux forma parte de una larga genealogía de autores extranjeros que han retratado México a través de novelas, crónicas, cartas o diarios. La ruta de su viaje, en particular, recuerda la que hizo Graham Greene en 1938 durante el periodo presidencial de Lázaro Cárdenas, cuando aún no cicatrizaban las heridas de la Guerra Cristera. Greene, católico converso, usó su experiencia en México para escribir una de sus novelas más famosas, El poder y la gloria y, por supuesto, para quejarse del clima, de los caminos apenas transitables y, en general, de los mexicanos. Theroux, muchas décadas después, mira con mejor talante la realidad mexicana: pregunta, observa y trata de ir a aquellos lugares que no frecuenta el turismo convencional e, incluso, los mismos mexicanos, como los altares dedicados a la Santa Muerte y pueblos que apenas aparecen en el mapa.
Una de las primeras lecturas interesantes del libro es la crónica del viajero sobre la violencia en la frontera y la manera en cómo se influyen, mutuamente, el lado estadounidense y el mexicano. El primer elemento tiene imágenes que, por desgracia, son comunes a los mexicanos: migrantes explotados enfrentándose al desierto, cazados por las autoridades fronterizas. Por otro lado, Theroux describe las ciudades fronterizas como una sola comunidad, aunque con diferencias perceptibles en infraestructura. La línea divisoria —con el famoso muro o, mejor dicho, los vestigios del muro propuesto por Donald Trump— es un mero accidente y un pretexto para crear un estado de excepción para los migrantes. Alrededor de este fenómeno coinciden organizaciones de ayuda, refugios y, por supuesto, una narrativa que, como afirma Theroux, es manipulada por los medios de comunicación estadounidenses, pero también por muchos escritores e intelectuales mexicanos que buscan legitimar su obra a partir de una mirada paternalista acerca de la migración. Al final, tenemos un mito que sólo se puede aclarar conociendo los hechos de primera mano y, sobre todo, compartiendo las penurias de los que arriesgan su vida en el desierto.
En el camino hacia el sur, Theroux descubre —ignoro si éste es su primer viaje a México— que el país cambia: de los terrenos desérticos pasa a las tierras fértiles y, también, a las grandes aglomeraciones urbanas. Durante su estancia se sorprende de las múltiples realidades que coexisten en nuestro país: por un lado está la urbe y, en la periferia, asoma la cultura antigua que, de facto, sigue latiendo en muchos rituales y costumbres de la mayoría de mexicanos. En ese trayecto, Theroux se interroga a sí mismo y se vulnera: intenta perfeccionar su español sin saber que sus compañeros de clase lo interrogarán acerca de su papel como escritor y viajero; compara los peligros que vive en este viaje y se pregunta si podrá superarlos. Como una suerte de caleidoscopio, entreteje los comentarios hechos en el camino y la información que recaba de sus conocidos mexicanos. Una vez que llega a Oaxaca, conoce a Francisco Toledo, visita iglesias, museos y mercados callejeros. Todos los días surge la misma constante: el país y, sobre todo, la gente que ha viajado a Estados Unidos y las historias que le cuentan sobre su trabajo en restaurantes, hoteles, fábricas y comercios.
Retomando la pregunta que formulé al inicio de esta nota: ¿a quién está dirigido En la llanura de las serpientes? Creo que se puede añadir una idea: el lector que tuvo en la mente Paul Theroux, es un álter ego de él, es decir, un estadounidense con buenas lecturas, pero con poca experiencia vital sobre México. Por esta razón, me parece, hay pocas menciones a Estados Unidos más allá de las historias que cuentan los migrantes. Uno desearía encontrar más paralelismos entre ambos países, pero el interés principal es descubrir aquello que está más allá de la frontera. El sentido final del libro, como dice el autor, es que “viajar no tiene tanto que ver con los paisajes como con las personas”. Por esta razón, a pesar de que conozcamos el marco de referencia, las historias que recopila Theroux son lo más valioso de la lectura.
FOTO: El autor destaca el estado de excepción que padecen los migrantes/ Alfaguara
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