El suicida frustrado

Abr 20 • destacamos, Lecturas, Miradas • 916 Views • No hay comentarios en El suicida frustrado

 

POR BENJAMÍN BARAJAS
Las obras del arte literario tienen la función de estremecer al lector, de enfrentarlo a sus creencias y valores previamente asumidos para obligarlo a ver la realidad de otra manera, más allá de la comodidad de los lugares comunes que suelen brindar una especie de placidez reconfortante.

 

En este contexto irrumpe El adversario (Anagrama, 2023), novela del autor francés Emmanuel Carrère que de golpe se convierte en una lectura perturbadora para quienes hemos creído en los preceptos, cada vez más relativos e inasequibles, de la verdad y la justicia.

 

En principio, la obra hace honor a la hibridez del género y puede asociarse con la autobiografía, la crónica y la narrativa no ficticia, debido a que muchas de sus páginas se nutren de la investigación periodística donde confluyen entrevistas, cartas y retazos de cables informativos.

 

El autor hace un trabajo de campo a la manera de sus antepasados naturalistas del siglo XIX, pero además se mantiene atento a las notas de los periódicos y a los noticieros televisivos para crear el sustrato de su historia, la cual tiene como telón de fondo el quíntuple homicidio perpetrado por Jean-Claude Romand, el 9 de enero de 1993, en contra de su esposa, sus dos hijos y sus padres.

 

Desde luego, ante un crimen como este –que podría estar a la altura de Medea, en la obra de Eurípides– sobrevino la conmoción de la sociedad francesa porque no pudo explicarse cómo un hombre en apariencia pacífico, siendo a los ojos de sus vecinos y amistades buen hijo, buen padre y ejemplar marido se había atrevido a algo semejante.

 

Las respuestas a estas inquietudes se develan con lentitud a lo largo de las páginas de El adversario, a través de la reconstrucción de la vida anodina de Jean-Claude durante los 18 años anteriores al crimen. En ellas, destaca la transformación de un muchacho, sin atributos notables, en un mitómano profesional, capaz de hilar una historia paralela a su realidad, para volverla creíble entre sus allegados.

 

Desde luego, la crisis sobreviene cuando la trama de su fábula alternativa empieza a diluirse y toma la decisión de acribillar a sus familiares, cosa que logra exitosamente, pero falla por omisión o cobardía en quitarse la vida y entonces enfrenta la justicia, ante los reflectores del gran público.

 

En la técnica narrativa de la obra, aparece la voz del narrador omnisciente, vinculada al propio Emmanuel Carrère, quien asiste a la prisión, al tribunal y se cartea con el asesino, para conocer las motivaciones profundas de su crimen. Aunque estas pesquisas no parecen aportarle las certezas anheladas, pues siempre subyace la duda sobre el arrepentimiento o la conversión iluminada del reo, acostumbrado a engañar.

 

También es evidente el juego de perspectivas como recurso para esclarecer los hechos. El narrador-autor recurre a los documentos oficiales, a los amigos, a los discursos del fiscal, de la presidenta del tribunal y a los análisis de los psiquiatras. La crítica ha visto en esta técnica la influencia de Truman Capote, con su novela A sangre fría y también recordamos Crónica de una muerte anunciada de García Márquez.

 

En el ámbito de los valores, la novela nos vuelve a exhibir la banalidad del mal –expresión acuñada hace tiempo por Hannah Arendt– y la im-posibilidad del perdón. ¿Se puede perdonar a un homicida semejante? Después de cumplir su condena, Jean-Claude Romand se refugió en una abadía benedictina porque se considera a sí mismo un muerto en vida.

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