Anatomía del asco

Nov 15 • destacamos, principales, Reflexiones • 3153 Views • No hay comentarios en Anatomía del asco

 

POR RUBÉN SALAZAR MALLÉN

 

Coincidiendo con la afirmación de que no puede ver la luz, el libro de la Revolución ha salido de ella. Es Los muros del agua, obra tremenda de inmensidad.

 

Mucho puede decirse acerca de Los muros de agua y haría falta un largo ensayo para decirlo, por que cada página y cada tema sugieren otros y otros. Baste, pues, decir que se trata de una anatomía del asco y del horror, de una terrible descripción de cinco relegados políticos a las Islas Marías.

 

No se trata de una novela, sino de una crónica y, en cierta medida, de una autobiografía, pues Revueltas fue un relegado político. Fue un comunista, pero no de éstos de ahora, voraces, oportunistas, innobles, sino de aquellos otros que con romántica inocencia se entregaban a su error y se sacrificaban a él. Esa época y esos seres pronto serán incomprensibles o, mejor dicho, increíbles. Sin embargo, existieron.

 

Fue la época en que cada minuto de cada hora era un reto, en que cada comunista de los de la “base” buscaba el peligro y el dolor a cambio de servir a un ideal que no se aparecía en su inexactitud y falsedad a la exaltación. En aquella época, Consuelo Uranga, recién llevada al Partido, hablaba todavía de Cristo y de Tagore bajo los árboles de San Sebastián; Juan de la Cabaña lloraba, “burguesamente” enamorado; Evelio Vadillo, el pobre Evelio que Stalin asesinó en la URSS, apelaba a los más extraordinarios recursos por servir al Partido. Fue una época, de la que ya sólo queda el recuerdo, en que un puñado de gente sincera y generosa se dejó asir por el monstruo que los estrujó a todos y acabó por depravar a algunos, los que no encontraron fuerzas ni seguridad para ver en el comunismo una traición al hombre.

 

En el clima de esa época romántica fueron concebidas las líneas de Los muros de agua, que hasta ahora, diez, doce años después, consiguen carne en la letra.

 

De un modo general, sin detenerse en pormenores, y quizás forzando un poco la verdad, Los muros de agua da la impresión de ser una intención de novela; pero le falta la arquitectura propia del género y se queda en nada más crónica; en qué extraordinaria crónica. Sin exagerar, puede afirmarse que el libro de Revueltas es el más valioso fruto literario de los últimos años.

 

Repleto de un oscuro y siniestro realismo, no elude ninguno de los temas que te salen al paso, ni los mas sucios, como aquel de la batalla de los presidiarios en la bodega de barco. Da horror seguir paso a paso el camino que Revueltas traza y abre en esa selva de inmundicia, da horror y al mismo tiempo un poco de asombro porque la crónica rescata con su sabiduría y su poesía, con su poética sabiduría, los temas y los asuntos más repugnantes, más asquerosos.

 

Cierto que, en ocasiones se asoma a las páginas una ruda crudeza. Es algo que no se puede evitar si se quiere ser fiel a la descripción del mexicano. Poco a poco, desde aquella Cariátide que en 1932 provocó un proceso ruidoso y una gazmoña indignación, los escritores mexicanos se han ido percatando de que la cruzada del idioma no es en México algo vano y sin sentido, sino algo cargado de significación. Eso no quita poesía, sino la aumenta y la precisa, la concreta a un campo de mexicanidad, propicio para encontrar la universalidad.

 

Revueltas, sin asir en su integridad ese proceso, sin comprenderlo quizás, lo intuye finamente y acierta a describir en la procacidad al oficial aquél que aplica la “ley fuga” a Gallegos. El “Miles”, tipo de ternura, también consigue en la procacidad su perfil exacto, su ternura ruda e inconsciente de si misma.

 

Por encima de todo, Revueltas ama a México, lo quiere con exaltado cariño. Sin darse cuenta tal vez, vuelve la espalda al comunismo en esto: en querer a México. Por eso lo interpreta y lo siente tan profundamente, por eso puede extraerlo, puro, del asco que es el tema principal de Los muros de agua.

 

Claro está que la simplicidad y la mala fe han de decir que el libro de Revueltas es una protesta y una acusación a la sociedad capitalista, han de querer convertir en panfleto lo que es obra literaria.

 

No podrían. El que quiera ver en la descripción de la vida en las Islas Marías una referencia a la corrupción de la vida capitalista, apenas habrá visto la astilla de un ángulo incoloro. En realidad, toda obra valiosa es una protesta contra la organización injusta de la sociedad. No hay que detenerse en Zola, porque, menos directo, ya Balzac criticaba a la sociedad de su época. Es que la obra inevitablemente tiene siempre una actitud crítica hacia el medio de que surge; pero se trata de una especie de fatalidad, de un fenómeno de índole sociológica y no literaria.

 

Por otra parte, Los muros de agua no indica en ningún momento un propósito político sino que procura y persigue el interés descriptivo independientemente de todo prejuicio y de toda intención que no sea la de lograrse como obra literaria.

 

De otra suerte, su virtud sería muy menor de la que es. Puesto que los resultados, las actitudes extraliterarias, son una consecuencia de la preocupación literaria y se llega a ellas sin esfuerzo siempre que el ser esté lleno de abundancia.

 

En lo que se detiene y se obstina, quizás con un poco de sadismo, Revueltas es en la tortura del hombre, en el sufrimiento que a fuerza de serlo tan simplemente, llega a ser extrahumano. Y es aquí, aunque, claro, no con la profundidad misma, en donde Los muros del agua tiende la mano a El sepulcro de los vivos, de Dostoyewsky.

 

Acerca de las resonancias dostoyewskianas en el libro de Revueltas, podría decirse mucho; pero no es preciso, dedicarse a pescar semejanzas es, muchas veces, vanidad, y coleccionar ecos no vale cuando se tiene cerca la voz.

 

*Publicado originalmente en El Universal el jueves 22 de mayo de 1941.
*Fotografía: En 1941 se publicó “Los muros de agua”, primera novela de José Revueltas / Especial.

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