Descifrar a Mussolini. Entrevista con Antonio Scurati

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Con M. El hijo del siglo, el escritor napolitano fue acreedor en 2019 del Premio Strega, el más importante en lengua italiana. A lo largo de esta novela, ahora traducida al español, narra el fascismo desde la vida de su líder más representativo. En entrevista, comparte claves para entender las motivaciones que tuvieron varios de los dirigentes de este movimiento político y los ecos que se dejan sentir como una amenaza a las democracias modernas

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POR LEONARDO CURZIO
Hay libros que tienen la capacidad de sacudir a un país. Es el caso de M. El hijo del siglo. Hay plumas que consiguen penetrar en lo más recóndito del alma nacional y a partir de su introspección arrojan luz a lectores de otros países que descubren que la historia política italiana, por ejemplo, tiene mucho que aportar para entender la naturaleza de la política, las ideas, los conflictos y en última instancia comprender nuestra propia circunstancia. Es el caso del escritor italiano Antonio Scurati (Nápoles, 1969).

 

El espléndido libro de Scurati ha reformulado el debate sobre el fascismo1. Las corrientes políticas que circulan en estos años le han dado una rabiosa actualidad a esa doctrina política de la Italia de los años 20. Madeleine Albright, por ejemplo, escribió una suerte de libro advertencia2 para prevenirnos sobre esa doctrina de la rabia y el miedo, los dos elementos mejor explotados por Mussolini, como ahora lo han hecho los regímenes populistas desde Trump hasta Bolsonaro pasando por Erdogan. El fascismo es el mejor caso de estudio de las consecuencias que puede tener en el alma nacional la utilización machacona de una retórica nacionalista y el fervor popular con la obediencia frenética y psicoactiva al hombre fuerte, al duce. Conocer la historia de Italia permite valorar el impacto que tiene, en el largo plazo, el manejo del pasado con fines propagandísticos y legitimadores. La exaltación de la grandeza del pueblo que una pandilla de enemigos a modo (judíos, burgueses mórbidos y mezquinos) se empeña en desviar con retorcidos métodos se debe denunciar, se debe estigmatizar. Se debe proclamar, desde los púlpitos del poder, que esas minorías son los enemigos que impiden la refundación del Estado. Esa retórica nutre una polarización crecientemente agresiva.

 

A los fascistas les gusta mucho esa suerte de adanismo político que plantea que antes de ellos imperaba el caos, la mezquindad, el oprobio y lo combinan con esa poderosa retórica del fin de la historia, que sugiere que todo estaba encaminado para que el tren que tripula Clío llegara a la gloriosa estación que es el nuevo régimen. A diferencia de los demócratas, que consideran que un gobierno es un eslabón en la cadena de la historia, los fascistas se instalan en el poder con la lógica de un orden único e intolerante y para preservarlo avasallan e intimidan a los críticos y opositores, después los encarcelan, los destierran y los matan, y para culminar su “hazaña” cambian las leyes del corrupto y debilucho estado liberal para perpetuarse en el poder. Ellos se asumen como la única barrera para contener el avance de la degradación nacional.

 

Sobre el fascismo se ha escrito mucho y sobre Mussolini también, en particular por su vinculación con Hitler. El desastroso final que tuvo la participación italiana en la Segunda Guerra ha monopolizado la mirada que tenemos sobre ese régimen. Su declive, derrota y ridícula fuga con la Petacci son las estampas más conocidas. Hay muchas series y películas sobre ese personaje teatral y patético que, como recordaba de forma inoportuna nuestro presidente en la ONU, debe su nombre a la devoción que su padre tenía por Benito Juárez. Pero ese es un detalle. El declive y muerte de Benito ocurre entre 1943 y 1945, pero antes hay 25 años de historia que nos resultan menos claros.

 

El personaje, repelente por su autoritarismo, tiene elementos personales y doctrinarios que han despertado interés. Curzio Malaparte lo llamó el Gran Imbécil y lo ridiculizó a posteriori, pero no siempre fue la piltrafa a la que colgaron de los genitales para escarnio popular. Su origen socialista, su ateísmo agresivo, su habilidad política para someter y seducir merecen una nueva lectura. Su relación con D’Annunzio merece ser revistada.

 

Cierto es que hay mucho material disponible. Entre las entrevistas que forman parte de la historia está esa obra emblemática del periodismo literario que fueron las conversaciones de Emil Ludwig3 y por supuesto muchas biografías de muy diverso alcance y profundidad y otras sistemáticas y muy delimitadas por etapas muy precisas, como la muy prolífica de Renzo de Felice. Hay también un buen número de obras sobre la naturaleza del fascismo, como la de Milza y Bernstein4 que sigue siendo una referencia.

 

Pero no teníamos una novela. Una obra literaria que, además de gozosa, nos permitiera entender la génesis del movimiento fascista y que lo hiciera además con tal gracia y maestría, pero sin perder el rigor. Estamos ante un libro extraordinario porque se sitúa, sin prejuicios ni juicios, a posteriori en la formación de los fascios de combate, es decir en el parto de un movimiento político de delirantes y desamparados, un grupo de veteranos de la guerra, de supervivientes y de desechos. El movimiento es un fracaso en su despertar, pero Mussolini –hombre de pensamiento y en especial de acción, escritor eficaz, incisivo y orador persuasivo y vivaz, como lo describía Giovanni Gasti– estaba persuadido de que en su puño estaba el destino de Italia. Unos años después esa banda de facinerosos, osados, matones y demagogos, amigos de la macana y el acoso, iban a protagonizar la marcha sobre Roma. A lo largo de las páginas de M. El hijo del siglo vemos cómo termina con el control férreo de Italia con la complicidad de élites asustadas, un Rey inepto y cobarde y revolucionarios amenazantes. Todos trabajaron para allanar el camino a Mussolini y garantizar su permanencia.

 

El fascismo y Mussolini, con toda su diabólica teatralidad, su repelente estética y su nacionalismo delirante se merecían una novela y eso es lo que ha hecho Antonio Scurati. Ésta es la conversación que tuve con él.

 

¿Por qué ha elegido la novela como método para reconstruir el fascismo? Hay libros de historia, memorias o diarios, como el de Ciano, el libro de Indro Montanelli Italia en camisa negra. ¿Por qué eligió la novela como método para reconstruir a Mussolini y el fascismo?
¿Por qué? Por una razón muy simple y radical. Porque nunca se había hecho: no se había escrito un texto con los medios específicos de la novela, que son potentes, únicos y también peligrosos. Yo tenía la ambición de contar el fascismo a través de los fascistas, poniendo en el centro de la escena a los fascistas, empezando por su fundador: Benito Mussolini. Esto no se había hecho porque el fascismo era una especie de tabú, un aspecto de prohibición no explícita hablar del mismo; hoy ha cambiado algo en la atmósfera. El fascismo ya no es un tabú y regresa peligrosamente a ganar el terreno en la escena política italiana y no sólo la italiana, obviamente no en la forma original, pero en formas renovadas. Yo creí, como antifascista que soy, que tal vez había llegado el momento de contar –con la verdad de que es capaz la literatura– quién fue en verdad Benito Mussolini y hacerlo como una novela. Porque la novela es el género literario más democrático que existe. No requiere que los lectores tengan un título de estudio, ningún estudio anterior, no se necesita la carta de identidad, no requiere saber quién eres, dice: entra, todos pueden saber.

 

 

Lo que me parece interesante en su novela, bella, muy ágil, es que usted reconstruye con cuidado al personaje y al contexto. Creo que es muy importante en estos tiempos entender las dos cosas.
Sí, ciertamente. Algunos autores dicen que Dios está en los detalles, que es en el fondo lo que significa que la verdad humana, la verdad a la altura de los hombres, no la de los historiadores, pueden considerar como menores o prescindibles los detalles, pero que en cambio son básicos y reveladores para el novelista. Estos detalles que componen el escenario tumultuoso, formidable de los años 20, apenas terminada la primera guerra mundial fue un momento histórico en que los hombres de ese momento sienten que todo es posible en esa coyuntura… y tienen razón. Estamos habituados a pensar en el fascismo como un periodo sombrío, desolador, porque lo miramos, obviamente, con una lente futura. Sabemos lo que ocurre después de que han acontecido los grandes desastres, el apocalipsis de la Segunda Guerra Mundial. Pero los años 20 son un momento abigarrado en el que todo podía ocurrir. Para mí era importantísimo colocar a Mussolini y a los otros fascistas sobre el fondo de un escenario tumultuoso y variopinto.

 

 

Benjamin Carter ha escrito un ensayo histórico explicando como Hitler y el partido Nazi conquistó el poder. Usted explica que para entender de una forma bastante clara a Mussolini y el fascismo se necesita entender el socialismo revolucionario de la Italia de la primera postguerra.
Ciertamente, Mussolini venía del socialismo revolucionario. Hasta la víspera de la primera guerra mundial era de los más radicales, por cierto, muy apreciado por grupos de ese socialismo revolucionario; de hecho, por esa intemperancia lo expulsan del partido. Como venía del socialismo revolucionario sabía dos cosas: a) que los líderes burgueses del partido no habrían hecho la revolución. La habrían evocado, pero no la habrían hecho, y b) que existía una pasión política más potente que la esperanza. La esperanza era la gran pasión política del socialismo, el sol del porvenir, la idea era que la vida de nuestros hijos sería mejor que la nuestra, que el futuro habría rescatado a generaciones de las injusticias. Él ha sido expulsado de la esperanza y entonces, ¿Qué cosa hace? Apostó todo al miedo en lugar de la esperanza. Ve que en el crepúsculo de la primera guerra mundial existe una humanidad asustada que vivió en las trincheras el miedo… aprendió a dormir con el miedo, comer con el miedo, del miedo del socialismo, de odio, de hastío de las clases dirigentes y Mussolini apuesta todo al miedo y gana la apuesta.

 

 

De 1919 a 1924 pasaron muchas cosas. En el 22, entre otros hechos, pasó la marcha sobre Roma.
Sí, mire, la primera página de la novela abre con la fundación de los fascios de combate en plaza del Santo Sepulcro en Milán en marzo del 19. Hay menos de 100 personas, es un fiasco: mutilados, locos, desolados. El partido del nuevo movimiento de los fascios de combate sólo obtuvo tres mil votos y los socialistas un millón trescientos mil; hay una desproporción enorme. Mussolini parece un hombre acabado políticamente. Piensa en retirarse de la política, pero en el plazo de tres años, arrebata con fuerza el poder con la complicidad del rey, de la burguesía. ¿Qué sucede? Sucede que él entendió que no sólo en Italia, sino en el mundo, la política se convertiría en la política de las masas que entonces se abrió camino y hoy continúa. Cuando vemos a nuestro alrededor y pensamos en el fascismo esperamos a los fascistas con camisas negras que desfilan, pero no fue así al inicio. El fascismo vuelve sobre estructuras cambiantes en estos tiempos. Hoy se presenta bajo la forma en que llaman a algunos populismo o soberanismo. Porque Mussolini no fue sólo el fundador del partido fascista, fue también el inventor de la tipología del líder populista que hoy, años después, se difunde de nuevo en Europa y en el resto del mundo.

 

 

Mussolini es un personaje interesante. Las mujeres tuvieron un papel importante en su vida. En su opinión, Margarita Sarfatti tuvo una función muy especial.
Sí, Margarita Sarfatti fue la única mujer que Mussolini, en los 20, trató con respeto, de igual a igual. Es la mujer que tomó al provinciano Mussolini. Él era rudo y sin modales. En ella encuentra a su mentora.

 

 

Lo refinó en cierto sentido.
Lo educa para la buena sociedad, porque Margarita Sarfatti era una extraordinaria intelectual, que provenía de la alta burguesía. Le escribe los primeros discursos, lo da a conocer con las personas importantes y tal vez es la única mujer a quien Mussolini amó. A las otras las trató como un misógino, con machismo despreciativo que era típico del hombre fascista, pero en general –seamos honestos– del hombre de ese tiempo.

 

 

La Italia del 1919 y 1920 se proyectaba hacia la revolución de izquierda, pero el campo del nacionalismo de derecha era una especie de sistema binario de dos estrellas: Mussolini-D’Annunzio y en un tercer plano tal vez, Marinetti. Pero hay que entender también la personalidad de D’Annunzio.
D’Annunzio fue sometido, al menos en Italia, durante varias décadas, a una suerte de olvido por su belicosidad y su involucramiento con el fascismo. Pero fue una figura cósmica-histórica. Él no tenía mucho talento político y Mussolini lo sabía, pero en los primeros años de los 20, la figura referente de toda la derecha nacionalista y también de cierta izquierda revolucionaria, era D’Annunzio, no Mussolini.

 

 

Incluso antes del Estado libre de Fiume.
Incluso antes de Fiume, D’Annunzio era el hombre providencial. Mussolini era la sombra de D’Annunzio. Cuando D’Annunzio marcha sobre Fiume [hoy Rijeka, Croacia] y funda allí su personal versión de la utopía al crear ese extraordinario laboratorio de experimentos sociales se anticipa 50 años lo que ocurrió a finales de los años 60. En Fiume florecen los nuevos derechos de los progresistas partiendo del divorcio, la libertad de las costumbres sexuales, de orientación sexual…

 

 

Marconi fue a buscar el divorcio allí.
Es un caso muy divertido porque Guillermo Marconi fue enviado por el primer ministro para convencer a D’Annunzio de que abandonara Fiume y evitar así la tragedia. Pero D’Annunzio fue tan seductor y cautivador que Marconi, que fue allí con el Electra –el barco laboratorio con el que hizo la primera transmisión sin cables– quedó tan impresionado por el poeta que le prestó el barco para que radiara una de sus proclamas al mundo. Imagine, él que tenía el mandato de que el poeta depusiera su actitud le sirvió de megáfono… pero, en efecto, aprovechó la ocasión para pedir el divorcio, que no era permitido en la Italia de entonces…

 

 

Sí, sí muy interesante. Pero Fiume en realidad, ¿qué significa? ¿Un desafío a Wilson y a todo el sistema o digamos o un último grito teatral de una Italia de Risorgimento que no encuentra su camino después de la guerra?
Las dos cosas. Fiume se anticipó al lema del mayo francés: “la imaginación al poder”. Fiume, esa pequeña roca en el Adriático, como en un momento Mussolini la definió con desdén… en esta pequeña ciudad de poca importancia, D’Annunzio desafía al nuevo orden mundial constituido por los poderosos de la tierra después del fin de la primera guerra mundial y crea un laboratorio de experimentación social y cultural, extraordinario y delirante también. Mussolini ve el enorme potencial, pero también ve el peligro. Mientras permanezca D’Annunzio en la escena, él será el jefe, mientras que Mussolini es una figura secundaria, Mussolini tenía una larga historia de traiciones en el partido socialista y en esa línea de comportamiento acuerda con Giolitti aislar a D’Annunzio políticamente.

 

 

Porque el poeta no tenía sentido político práctico.
Cierto. De hecho, Mussolini un día dijo a uno de sus colaboradores: D’Annunzio escribió Alcyone, que es su recopilación de poesía más importante, pero el poeta no entiende un carajo de política. Mussolini lo sabía. Si no entendemos la política de este modo significa que el genio político de Mussolini era el que miraba la base, la intriga y la mezquindad, mientras D’Annunzio pensaba en la idealización, la utopía, la revolución. Por lo tanto, en el escenario de las intrigas y las mentiras que es la política era un inocente, un niño de pecho.

 

 

El libro es fascinante. Quien tenga el tiempo para leerlo, vale la pena. ¿El segundo volumen ya muy pronto, Antonio?
Dentro de poco estará en español y me complace mucho decir que se está traduciendo en 42 países. En España y espero también en México. En los países de Centro y Sudamérica ha tenido una acogida extraordinaria y un interés muy fuerte, esto es algo que me da un gran gusto.

 

 

Notas:
1. Scurati, Antonio: M: el hijo del siglo. Alfaguara, 2020.
2. Albright, Madeleine: Fascism a warning. Harper, 2018. (Ya hay una versión en español).
3. En español se publicaron en numerosas ediciones por la Editorial Juventud.
4. Milza, P y Berstein S: Le fascisme italien. Seuil. 1980.

 

FOTO: El escritor italiano también es autor de la novela El padre infiel (Libros del asteroide, 2015)./Foto tomada de su página de Facebook

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