Armando Manzanero: artista y fenómeno

Oct 7 • Conexiones, destacamos, principales • 2061 Views • No hay comentarios en Armando Manzanero: artista y fenómeno

 

“Renacentista” del bolero en los años 60, compositor de éxitos como A mi amor… con mi amor, productor premiado por su carrera, al yucateco se le debía un homenaje editorial de altura, tras su muerte durante la pandemia por Covid. Hoy se materializa en un libro que lleva su nombre. El editor y el investigador del material conversan sobre el legado del maestro

 

POR DONOVAN KREMER
“Viajé a la Ciudad de México un 5 de mayo de 1957, para establecerme en ella, y no quise regresar a mi ciudad natal, Mérida, hasta no haber realizado el sueño de ser un compositor de éxitos grabados”.

 

Animado por el compositor yucateco Luis Demetrio, Armando Manzanero despegó de Yucatán rumbo a la Ciudad de los Palacios a los 22 años para conseguir su objetivo central: dar a conocer sus canciones. A los ocho años Manzanero comenzó a estudiar música en la escuela Bellas Artes de su estado; a los 12, cuenta el artista, ya vivía de ella. A esa edad su padre, Santiago Manzanero, un afamado trovador que hizo carrera en Estados Unidos, le regaló un piano que, para los años 40, le sirvió para componer sus letras: la primera “Nunca en el mundo”, la escribió a los 15.

 

Ese acercamiento a la música desde temprana edad creó en Manzanero una afinidad que reinventaría en distintos ámbitos musicales. A partir de su llegada a la capital del país, el compositor del álbum A mi amor… con mi amor cosechó fama: su figura se proyectó a nivel internacional, sus canciones se volvieron éxitos, incluso tuvo un papel importante en el fortalecimiento de la música mexicana en lo que se denominó “la oleada moderna”, en 1967, cuando el rock era traducido en covers al español.

 

Esta es una de las múltiples facetas que aborda Armando Manzanero, el primer libro iconográfico sobre el destacado compositor del México contemporáneo, desde 1950 hasta la actualidad. Se trata de una publicación impulsada por el gobierno de Yucatán y la Secretaría de Cultura y las Artes del estado, en colaboración con otras instituciones, entre ellas la Fonoteca Nacional, que, de acuerdo con el editor del material, Alberto Tovalín, abrió las puertas a la colección del artista, compositor, productor y promotor yucateco.

 

El periodista e investigador Enrique Martín Briceño hace una aproximación a la prolífica carrera de Manzanero, a quien se le atribuye el renacimiento del bolero, un “yucateco universal” homenajeado con el premio Grammy por su trayectoria (73 años de carrera), un galardón que también ostentan los Beatles. El prólogo es del investigador Pável Granados.

 

Armando Manzanero estaba pensado desde 2020, cuenta el editor sobre el proyecto, “cuando estaba por inaugurar su museo-casa en Yucatán, un amigo Alberto Allende, que era el encargado de hacer el guion museográfico, le comentó a la hija del maestro, Martha (Manzanero): oye, no hay un libro sobre la historia de tu papá, por qué no se lo comentas. Al maestro le interesó mucho, pero lamentablemente no pudo verlo porque falleció a finales de diciembre de ese año por la pandemia de Covid. Pero lejos de desdibujarse este proyecto, con la partida de Manzanero se hizo inaplazable”.

 

Tanto Enrique Martín Briceño como Alberto Tovalín conversan sobre las implicaciones del libro, la investigación documental que hubo detrás, la recopilación del archivo fotográfico y de manuscritos y notas periodísticas. Además, citan declaraciones del compositor que expresó en distintas entrevistas y se incluye un apartado “Manzanero por Manzanero” donde de propia voz el artista cuenta su parecer sobre diversas temáticas, entre ellas la política y cultura, o el amor, tema toral en su obra, así como el fenómeno musical que encabezó.

 

¿Cómo fue el desarrollo documental y hemerográfico de Armando Manzanero, teniendo en cuenta las múltiples facetas que tuvo el maestro?

 

(Tovalín). Me ayudó mucho un amigo, Arturo Ávila, el director de la revista Alquimia del INAH, con quien también he realizado otros libros importantes, y José Antonio Rodríguez, un gran historiador de la fotografía mexicana. Tuvimos un equipo bien armado de investigadores. Laura Blum, quien fue productora de Armando Manzanero durante más de 25 años, fue clave para darle un rumbo inequívoco a esta publicación. Ella nos abrió su archivo privado, llena de joyas y maravillas, que fortalecieron la parte iconográfica. Se fueron alineando los astros porque también la familia nos cedió material gráfico. Blum lo hizo sin ningún tipo de menoscabo: tomen lo que quieran. Y, por ejemplo, contar con el periodista Ricardo Rocha, me interesaba publicar parte de sus expresiones, algunas dilaciones que realizaron otras figuras en torno a Manzanero, entre ellos Carlos Monsiváis, Emiliano Buenfil Mendoza, Omar Guzmán: un caleidoscopio que nos permite reconstruir la figura de Manzanero.

 

El maestro fue un artista que enfocó sus letras en el amor, lo acompañó todo el tiempo. Pero me parece que es un amor de época, romántico, que el bolero y las baladas adoptaron perfectamente. Ese amor ha mutado con el tiempo, los nuevos géneros musicales pasan de largo o lo repelen. ¿Cómo podría enseñarnos el amor al que canta Manzanero?

 

(Briceño). En efecto, el amor ya no se vive hoy como a fines de los años 50, cuando Manzanero lanzó “Voy a apagar la luz”, ni como se vivía en los años 70, cuando triunfó en Mallorca con “Señor Amor”, ni como en los 90, cuando Luis Miguel hizo un hit de “Por debajo de la mesa”. Y es verdad que, cada vez más, los géneros como el reggaetón o la llamada música grupera nos hablan de relaciones muy distintas de las que fueron referente en las canciones de Manzanero (cuya concepción del amor, por cierto, también ha sido cuestionada desde el feminismo por perpetuar una cultura en la que la mujer es un objeto de veneración e incluso un bien, propiedad del hombre). Sin embargo, el amor —ese genial invento de los trovadores medievales— tiene aún gran fuerza en nuestra cultura y, aunque ya ninguna pareja de novios se dedica a “recordar de qué color son los cerezos”, muchas canciones de Manzanero siguen siendo adecuadas para describir situaciones que viven cotidianamente las parejas aquí y en muchas partes del mundo. Quizá, llegará el momento en que escuchemos las canciones de Manzanero como escuchamos hoy los madrigales renacentistas o las canciones del Porfiriato, es decir, solamente por su interés estético, pero, por lo pronto, varias generaciones hemos sido moldeados sentimentalmente —para bien o para mal— por las composiciones del yucateco y me parece que estas todavía tienen mucho que decir a los jóvenes. En todo caso creo que, como afirmó el compositor cuando le preguntaron sobre el futuro del bolero, mientras haya parejas enamoradas habrá Manzanero.

 

Es interesante cómo Manzanero, el “yucateco más universal”, nunca se olvidó de su terruño, de su pasado y origen. ¿Qué hay detrás de esa identidad?

 

(Briceño). La universalidad de Manzanero tiene que ver con la trascendencia de su obra en el tiempo y el espacio y con los millones de personas que han cantado y cantan sus canciones en el mundo hispánico y más allá. No por nada García Márquez se aventó la boutade de llamarlo “uno de los más grandes poetas de la lengua”. Al mismo tiempo, a Manzanero se le identificó siempre con su patria chica, ese Yucatán al que volvía con frecuencia para disfrutar de la compañía de personas queridas, del peculiar paisaje peninsular —su mar sobre todo— y de su singular comida. La identidad yucateca de Manzanero incluía su identidad maya —era hablante pasivo de la lengua autóctona, que aprendió de su abuela, y en el seno familiar participó de tradiciones mayas como la indumentaria y el baile de jarana. A la vez, conoció de primera mano, a través de su padre, la trova yucateca de la época de oro y la de los años 40 y 50. Todo ello, con el acento característico de la región, era parte de él y, aunque no es evidente en su obra, lo lucía orgulloso en sus presentaciones públicas y en sus programas de radio y televisión. Por ello, se ha vuelto un auténtico ícono de Yucatán.

 

(Tovalín). Es interesante, porque para la portada del libro le mandé varias opciones de fotos a Martha. ¿Cuál representa más a tu papá?, le pregunté. Y la que aparece es la que ella eligió. Es que ese era mi papá, me dijo, los últimos 20 años se vistió con su guayabera blanca, su sombrero; a todo el mundo le decía: “Yo soy un indio maya y lo seguiré siendo toda mi vida”. Si tú abres el libro, la primera imagen que te vas a encontrar es un mural hecho en la fachada de una casita, muy pobre, en la ciudad de Conkal, Yucatán. Édgar Cruz, su productor de radio, vio ese mural, tocó la puerta y el lugareño le contó la siguiente historia: él trabajaba en el club de golf donde Manzanero tenía su casa, y cuando salía la cuadrilla de trabajadores, siempre que los veía, los llamaba y le decía: “Vénganse chamacos, les invito una jarra”. Los sentaba y les convidaba agua de limón y algo de comer. El lugareño decía que platicaba y platicaba, y era tan amable que quisimos rendirle un homenaje: ese mural se lo hizo la gente del pueblo.

 

¿Qué canción recomendarías a quienes no han escuchado a Manzanero, cuál cala con hondura?

 

(Tovalín). Mientras el amor exista y haya un gusto por las canciones románticas: (recomendaría) toda su discografía, desde lasbaladas hasta los boleros. En eso ahonda Enrique Martín Briceño. Hay, sin embargo, una historia interesante. Un día Luis Miguel se encuentra en la casa de Manzanero, están ensayando las romances, y hay una canción “No sé tú”, que había grabado el maestro un par de años antes: no le había gustado mucho, pero la escuchó Luis Miguel y le encantó. La acabó cantando y se volvió un boom: el primer año vendieron 30 millones de copias. Ese es un ejemplo de a dónde llega y a qué corazones toca la música de Manzanero.

 

En la escena musical y cultural, su figura representó una grandilocuencia, lucidez y versatilidad. ¿Manzanero es más un fenómeno que un artista?

 

(Briceño). Todo artista es un fenómeno. El hombre —con sus virtudes y defectos, con sus pequeñas y grandes miserias—, en el escenario, en una grabación o en una partitura, adquiere otra dimensión. La de Manzanero es excepcional. Esa vocación de futuro que, según John Berger, distingue a las canciones, la hallamos en decenas de grabaciones y composiciones del cantautor, que no han dejado de conmovernos. Como se suele decir de Gardel —ídolo del yucateco—, Manzanero cada día canta mejor.

 

A Monsiváis le gustaban los boleros. Me dijiste que tú consideras que el bolero fue el género con el que el maestro lució. ¿Qué secreto oculta el bolero de Manzanero?

 

(Briceño). El secreto de ese bolero al que Manzanero fue fiel desde su primera canción está en el contenido y la forma literaria —deudores en alguna medida de la poesía romántica y modernista de la canción yucateca—, pero ante todo en la música, más compleja armónicamente —una característica del filin cubano y el bolero moderno mexicano— y arreglada siempre de acuerdo con su tiempo (recuérdese su famoso disco de 1967, en el que los arreglos de Magallanes incorporan instrumentos electrónicos y batería). Sutilmente, en muchos de los arreglos “modernos” de canciones del compositor escuchamos en el bongó la figura rítmica característica del bolero, lo cual revela su filiación. Y es que en gran parte de ellas puede hallarse esa conjunción de tiempo, ritmo y fraseo que el musicólogo cubano Leonardo Acosta llamó “sabor a bolero”.

 

Las entrevistas de perfil, bien hechas, cuando uno las lee o visualiza, aportan mucho al esbozo de un personaje. ¿Te ocurrió esto cuando acudiste a las fuentes? ¿Qué frase podrías decir que contiene la esencia del maestro?

 

(Briceño). Sí, claro. Vi varias veces las entrevistas que le hizo Cristina Pacheco a Manzanero. En una de éstas, ella le pregunta si se considera un poeta y él le responde que no, que tan solo era “un decidor de historias de pareja”. Creo que allá hay una frase clave. La propia vida sentimental del compositor y, en menor medida, las de otras personas cercanas a él fueron siempre el referente de esas historias de amor que cuentan sus canciones. De ahí, el amplio abanico de situaciones que abarcan.

 

¿Qué huella, de manera profunda y personal, deja Manzanero?

 

(Briceño). Antes de escribir este libro no había tratado a Manzanero más que en un par de ocasiones, y de manera superficial. Ahora, siento que lo conozco mejor que muchos de quienes fueron cercanos a él. He vivido con él esa Mérida de los años 40 y 50 en la que dio sus primeros pasos como músico y en la que nació su deseo de triunfar y superar aquel medio hostil para los pobres y los mayas. Lo he seguido a lo largo de su larga y brillante carrera, con admiración ante su fuerza de voluntad y su raro talento, que le permitieron abrirse paso en un medio muy competido y mantenerse vigente a lo largo de más de sesenta años. Me he maravillado con muchas canciones de su autoría que no había escuchado antes y con grabaciones tan excepcionales como poco difundidas. En fin, valoro hoy de otra manera al personaje y su legado. Y, claro, como investigador, me he quedado con ganas de profundizar en algunos aspectos tanto de su vida como de su obra.

 

(Tovalín). Para mí representa un pasaje memorable, el darte cuenta de la estatura de una persona como Manzanero. A mí me sorprendió la foto de Armando sentado junto a Yoko Ono. Es el músico más internacional y reconocido que ha tenido México por encima de Juan Gabriel, José José y José Alfredo Jiménez, en el sentido de impacto internacional.

 

 

FOTO: Armando Manzanero, ca 1969. Crédito de imagen: Colección Archivo Fotográfico Heraldo de México Gutiérrez Vivó-Balderas (AFHGV) 13345

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