Arnold Toynbee en México (1954)

Ago 31 • destacamos, principales, Reflexiones • 5537 Views • No hay comentarios en Arnold Toynbee en México (1954)

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El filósofo e historiador inglés descubrió hace más de 70 años un campo fértil para entender las tradiciones culturales así como los conflictos políticos y sociales que sacudieron a nuestro país. Con la revisión de este artículo descubrimos que el tiempo ha transcurrido, sin embargo las problemáticas de la nación siguen en el mismo compás

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POR EDGARDO BERMEJO MORA

En 1954, a los 65 años de edad y poco antes de jubilarse como profesor emérito de la London School of Economics, el célebre historiador británico Arnold Toynbee (1889-1975) visitó México por primera y única vez. Era un viaje largamente pospuesto a un país que estudió a la distancia, y del que analizó su etapa prehispánica en los primeros volúmenes de su Estudio de la Historia, ese portento de macro historia al que dedicó una vida y donde se planteó el reto de construir una teoría general del auge y la caída de las civilizaciones.

 

La civilización maya del periodo clásico y la mexica del postclásico mesoamericano, fueron dos de las 21 experiencias civilizatorias que Toynbee revisó en su obra descomunal. El estudio de estos dos casos no superó la prueba del tiempo, tanto por la desproporción de la empresa, como por el hecho de que muchos de los hallazgos fundamentales para el estudio de las civilizaciones mesoamericanos saldrían a la luz décadas más tarde.

 

Como lo mencionó el arqueólogo mexicano Ignacio Bernal: “Nadie interesado hoy en día en la arqueología mesoamericana aceptaría casi ninguno de los puntos de vista expuestos por Toynbee, pero en su defensa debemos decir que escribió (los primeros seis volúmenes de la obra) en la década de los treinta, y aún entonces utilizó obras frecuentemente caducas”. No obstante, se pregunta Bernal: “¿Debemos condenar todo el gran edificio toynbeano porque no se ajusta a los datos que conocemos —o creemos conocer— sobre las civilizaciones americanas? Seguramente no. Creo que vale la pena tratar de ver si el esquema de Toynbee —o su filosofía de la historia— es aplicable a los hechos tal y como los entendemos hoy”.

 

Lo mismo podemos decir del breve artículo que escribió como resultado de su visita a México, y que fue publicado por el periódico El Nacional el 28 de marzo de 1954. Aquí Toynbee llega a conclusiones que hoy nos resultan insostenibles, como la supuesta armonía y unidad racial del país, o bien se deja encantar por el discurso demagógico del priismo en el arranque del sexenio de Adolfo Ruiz Cortines. Con todo, el texto tiene sin duda un valor historiográfico por sí mismo, tratándose de una lectura subjetiva y parcial, escrita en un momento específico del medio siglo mexicano, del puño y letra de uno de los grandes científicos de la historia de todos los tiempos.

 

 

Impresiones de una visita

Durante la primavera y principio de verano de este año (1954) pude pasar de cinco a seis semanas en México, gracias a la generosa dotación de la Fundación Rockefeller de Nueva York, y esta fue una gran oportunidad para mí. Una visita a México había sido una de mis grandes ilusiones por muchos años, porque sabía que arrojaría luz sobre innumerables asuntos que son del mayor interés para cualquiera que esté interesado por los problemas humanos en general.

 

Sabía, por ejemplo, que desde el principio de la actual Revolución Mexicana de 1910, los mexicanos han tratado de resolver dos de los principales problemas humanos del mundo contemporáneo. Han estado haciendo activos y continuados esfuerzos para lograr un incremento en la justicia social, mayor de la que se ha obtenido por el mayor número de civilizaciones hasta ahora, y también sabía que los mexicanos han alcanzado un gran éxito en lo que se refiere a resolver los problemas que existen cuando personas de distintas razas están entremezcladas las unas con las otras como habitantes de una misma nación.

 

Por otra parte, fue mi deseo ver por mí mismo las civilizaciones que en México alcanzaron su esplendor y su ocaso antes de la llegada de los conquistadores españoles, porque las civilizaciones precolombinas del Nuevo Mundo son particularmente interesantes para todo aquel que desee hacer un estudio de la civilización mediante el método comparativo.

 

En el Viejo Mundo las civilizaciones locales se habían encontrado y mezclado desde los primeros estadios de su historia; pero aquí en el Nuevo Mundo son reliquias de civilizaciones que han desarrollado sus propias vidas y han recorrido su propio camino, virtualmente en un completo aislamiento de la vida del Viejo Mundo hasta una fecha aproximada de hace unos 400 años; y un recorrido por los restos materiales de estas civilizaciones del Nuevo Mundo eran de un enorme valor para mí como historiador.

 

Fui a México lleno de expectación. Sin embargo, a pesar de ser ella tan grande fue sobrepasada por lo que encontré en los lugares que visité. No solamente aprendí más de lo que esperaba sobre los tópicos concretos que me incitaban a ir a México, encontré igualmente otras cosas del más alto interés y de los cuales ni siquiera tenía yo idea. Hallé, por ejemplo, los riquísimos monumentos del imperio español de las Indias, en el que México figuró como virreinato de la Nueva España. Igualmente observé los resultados de los primeros misioneros católicos, en especial de los franciscanos, y pude apreciar y gozar la belleza del paisaje mexicano que no puede ser captado por las descripciones de segunda mano o por las fotografías.

 

Aprendí mucho de mi estancia en México, tanto que un alud de impresiones acude a mi memoria. ¿Cómo podré revelarles todas mis impresiones? Principiaré por un epigrama sobre la historia de México. “México, os dicen los mexicanos de hoy día, fue conquistado por los indios y liberado por los españoles”. Esto parece paradójico, pero, no obstante, encierra una verdad útil para la interpretación del México actual.

 

México fue conquistado por los indios en el sentido de que, si el imperio azteca había dominado a todo México antes de la llegada de los españoles, no hubiera podido ser destruido por Cortés y un puñado de hombres y caballos si no hubiera obtenido la ayuda de todos los indios sometidos y enemigos del imperio azteca. En ese sentido la destrucción del imperio azteca en México, y el establecimiento del imperio español en su lugar, puede explicarse con toda justicia como el resultado de una guerra civil entre indios e indios —entre los aztecas de un lado y sus vecinos aborígenes y víctimas del otro lado— en la cual los españoles desempeñaron el modesto papel de mercenarios al servicio de los adversarios indios de los aztecas.

 

Esto es lo que los mexicanos quieren decir cuando afirman que México fue conquistado por los indios. Y cuando afirman que México fue liberado por los españoles, quieren decir que la Revolución Mexicana (de Independencia) que liquidó la dominación española a principios del siglo XIX fue hecha por los colonos españoles, fue una revolución, en la que la mayoría india de la población mexicana asumió una actitud pasiva.

 

El hecho de que los indios tomaran una parte activa y efectiva en la liquidación del imperio azteca por los españoles, hace más de cuatro siglos, explica perfectamente porque las relaciones entre las distintas razas en México son armoniosas hoy en día. Y el hecho de que los indios tomaran una pequeña o ninguna parte de la caída del imperio español en México, hace más de cien años, explica por qué, en 1910, México inició una nueva revolución que aún en nuestros días tiene actualidad.

 

El éxito de los mexicanos al resolver su problema racial es un ejemplo que los demás deberían estudiar e imitar. Aun cuando en México, como en otros países civilizados, hay diferencias notables de riqueza, poder y posición social, estas diferencias no coinciden con diferencias de raza, como desafortunadamente sucede en otros países que están habitados por dos o más diferencias de razas. En México, encontrarán en la posición más elevada personas que son ostensiblemente de raza india casi pura, con personas que tienen sangre europea casi pura a su servicio, de una manera natural. Se encontrará también en los extremos de la escala social, gente cuya sangre es casi pura; sin embargo no forman sino la minoría de la población. La mayoría está formaba por los que tienen mezcla de sangres, y en ella hay todos los grados, de tal manera que la población está compuesta desde indios hasta europeos puros en grados apenas perceptibles. Gracias a la tradición de la igualdad social y de la mezcla de razas, México es una nación unida. Los únicos habitantes de México que no se han incorporado todavía a la unidad nacional, son unas cuantas tribus indias que viven en lugares muy alejados, y actualmente el gobierno está tomando medidas adecuadas para la asimilación total de estas primitivas tribus. Se están construyendo caminos, estableciendo escuelas primarias, clínicas y cooperativas, además de elevar el nivel de vida gracias a los trabajos de irrigación.

 

Si se quiere encontrar el meollo del porqué de la armonía racial en México, se debe visitar la Basílica de Guadalupe, en las afueras de la ciudad de México. La Guadalupana es la patrona de todos los mexicanos. Se pueden ver blancos, mestizos e indios, postrados juntos ante su altar. La Virgen de Guadalupe es la santa patrona de toda la nación mexicana y tiene todo el derecho de ocupar esta posición en la vida de México, ya que su culto ha sido la fuente y el símbolo de la unidad nacional mexicana. La leyenda dice que pocos años después de la conquista española, en el lugar donde se encuentra actualmente su altar, la Virgen se apareció repetidas veces a un indio que había sido uno de los primeros convertidos al cristianismo por los misioneros católicos.

 

Este puente tendido sobre el abismo psicológico que existe entre seres humanos que son de distinta raza es una inmensa conquista social, pero no puede automáticamente acabar con las injusticias y las diferencias sociales. Aunque las diferencias sociales no coinciden con la de una distinción de razas, la injusticia social subsiste en parte, constituyendo un daño notorio. En México, la injusticia social todavía era enorme hasta 1910, y la revolución que comenzó ese año, y que aún sigue, ha sido la consecuencia.

 

Esta revolución contemporánea ha pasado por distintas etapas en estos 43 años. La primera fase, en la que los grandes latifundios fueron divididos, la tierra dada a los campesinos y nacionalizada la industria petrolera, fue violenta y sangrienta. En la segunda etapa decreció el ímpetu de la revolución y el movimiento se hizo sensiblemente burgués (nunca fue comunista). En la fase actual que comenzó con la toma de posesión del presidente Ruiz Cortines, la revolución cobra nuevos ímpetus, pero sin tomar la forma violenta de la primera fase. El recuerdo de la sangre derramada durante esa etapa es aún vivo y doloroso, y la presente generación de mexicanos no tiene ningún deseo de revivirla. El movimiento actual esta tomando la forma eminentemente práctica y altamente civilizada de una campaña para limpiar la vida pública de México de su tradicional corrupción. En todos los países ésta ha sido siempre una empresa difícil, pero de cualquier manera es eminentemente valiosa. En México, hoy en día, no existe probablemente ninguna otra reforma que pueda levantar más la moral del pueblo, lo mismo que aumentar su prosperidad, en el caso de que tenga éxito.

 

México es un país interesante de visitar, porque es un pueblo en transición. La rapidez de su cambio social se simboliza por el contraste entre las diferentes clases de transporte que uno ve en los caminos, junto a carretas tiradas por mulas, los peatones y los autotransportes. México esta llevando a cambo experimentos y sufriendo experiencias que se registran también en otros países del mundo contemporáneo —no solamente en América Latina sino también en Asia y África— y es ésta otra razón más por la que México es tan interesante actualmente”.

 

FOTO: Especial / Arnold Toynbee, profesor de la London School of Economics, dedicó toda su vida a escribir Estudio de la Historia, obra de 12 volúmenes.

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