Bong Joon-ho y el parasitismo social

Ene 4 • Conexiones, destacamos, principales • 5350 Views • No hay comentarios en Bong Joon-ho y el parasitismo social

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Una familia acostumbrada a aprovecharse de sus vecinos, traza un plan perfecto para vivir a costa de una pareja de clase alta

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POR JORGE AYALA BLANCO

En Parásitos (Gisaengchung, Corea del Sur, 2019), detonante opus 6 del maestro sudcoreano de enardecido culto mundial a sus apenas 50 años Bong Joon-ho (El huésped 06, El expreso del miedo 13, Okja 17 sólo para Netflix), con guion suyo y de Kim Dae-hwan y Jin Won-han, la muertadehambre familia nuclear Kim sobrevive malarmando cajas de pizzas en un semisótano, hasta que su miembro chavo Kim-woo (Choi Woo-shik) obtiene, por cómplice recomendación amistosa y falso certificado universitario, una chamba como profesor particular de inglés de una chava rica (a quien de inmediato seduce) en la suntuosa mansión ultramoderna de la afluente aunque crédula e ingenua familia Park y entonces, poco a poco, usurpando una presunta formación como terapeuta de trauma y de arte o usando los trucos más ingeniosamente viles, cada uno de los miembros de los jodidos Kim va a conseguir puestos nuevos, empezando por la habilidosa hermana como maestra-terapeuta artística del chavito genio esquizofrénico Park, o a desplazar de sus puestos a los fieles sirvientes de los Park: el hiperresentido patriarca Kim como chofer del paterfamilias ejecutivo Park y la manipuladora matriarca Kim como ama de casa milusos de la cursilaza madre Park, o sea todos los pobresdiablos Kim escondiendo sus verdaderos vínculos familiares y ganándose insidiosamente la confianza de los opulentos Park, e incluso siendo encargados del cuidado de la casa a propósito de una ausencia finsemanaria de amos e hijos, motivando una edénica autocelebración dionisiaca a lo grande por parte de la satisfecha familia arribista Kim, pero ninguno de sus miembros contaba con la intempestiva aparición de la vieja criada despedida Moon que ha mantenido medio alimentado durante años y oculto en calidad de topo dentro del laberíntico sótano-búnker de la edificación a su marido acosado por prestamistas, lo que producirá feroces enfrentamientos físicos, amenazas delatoras con un simple click del celular, ataduras y amordazamientos sucesivos, intentos de escape desesperados y así, a raíz del regreso inesperado de los Park a su residencia, que provoca la fuga de los Kim hacia la ciudad inundada por tormentas, y la organización a la carrera de una fiesta de cumpleaños para el niño artista Park, se producirá una prolongada persecución/escamoteo entre los Park, los Kim y los antiguos criados Moon, como entre crueles gatos y ratones traidores, que desembocará en una sanguinolenta orgía de acuchillamientos y mortandad a granel y a lo bestia entre los tres núcleos familiares, rumbo a sus fieros exterminios parciales cual exasperada exaltación y castigo del parasitismo social.

 

El parasitismo social disemina sabios y bien dosificados aunque siempre sorprendentes detalles inusitados, a lo largo y a lo ancho del film, cual reguero de pólvora para pequeños y grandes infiernitos e infiernotes, pero ¿cuáles son cuáles?, como el respiradero del promiscuo subsuelo vuelto meadero para indigentes encrespados, la temprana fumigación-nube blancuzca pestilente que envuelve en su refugio a los Kim dejándolos impregnados de un característico hedor perceptible por todos los Park (y casi por el espectador) durante el resto del relato, una atesorable roca alegórica de la prehistoria coreana que funge también como aplastante arma mortal, unas pantaletas aviesamente dejadas en el auto como delatoras de una violación no cometida, las pelusas de durazno para producir alergias deliberadas, el dominio sobre los ricos débiles que bordea las relaciones amo-esclavo invertidas de El sirviente (Losey 63), la orgía familiarista de Nosotros los Pobres Innobles en el mejor estilo Las criadas de Genet en contraposición con el hipócrita escarceo de Ustedes los Nobles, el celular usado como arma de combate y delación, la aceptada condición inhumana de los Topos sudcoreanos equivalente a la de los excombatientes republicanos ocultos en sus moradas durante toda la dictadura franquista, y last but not least una lluvia diluvial y unas inundaciones a modo de catástrofe merecida/inmerecida, apenas aliviada por un punitivo refugio colectivo dentro de un gimnasio nocturno como ignominiosa posibilidad única de experiencia solidaria-comunitaria.

 

El parasitismo social crea para sí una auténtica y crispada estética de lo insólito, una plástica de elegantes planos lindando con la asepsia abstracta en los interiores de la personalizada arquitectura ostentosa en contraste con las nauseadas atmósferas fuliginosas donde anidan los menesterosos, con portentosa fotografía bipolar de Kyung Pyo-hong y sarcástica música barroca-guiñol de Jaeli Jung, es decir, Marx-Engels releído por Lovecraft, otra vez la estratificación social de El huésped y El expreso del miedo en una huxleyana distopía de Un mundo feliz a la oriental moderna dividida en planta, semisótano y sótano, para agitación de seres y subseres asumidos como tales, dentro de lo que deberá convertirse en una enardecida tragicomedia insaciable, una acería carnavalesca de paroxismos a la altura de la emuladora insania del niño ricón obsedido por los pielesrojas westernistas, por acampar en mitad del jardín y para quien todos los simulacros conquistadores han de ponerse en escena por sus infantilistas progenitores complacientes, mientras el atropello social establecido oscila entre el desempleo demencial y la especulación inmobiliaria, buscando su redención a través de un apremiante discurso sublimador de la iniciativa privada más individual y caricaturesca, fuente de escepticismo absoluto, porque “El único plan infalible es carecer de planes”.

 

Y el parasitismo social, yendo sin cesar de la infestada violencia latente a la hiperviolencia virulenta sin nada en medio, se torna al final del monólogo interior-guía off del chavo ultraconsciente Kim-woo, desmembrado por flashbacks y por un flashforward del deseo encarnado, en una lírica reunión suya con el padre vuelto nuevo topo de búnker en el subsuelo, una elegía irrealizable.

 

FOTO:  Parásitos recibió la Palma de oro del Festival de Cine de Cannes en 2019./ Especial

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