Boris Berman: tan regio como sus anfitriones

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El pianista moscovita deslumbra con su maestría al interpretar piezas de Mozart, Debussy y Prokofiev

 

POR LÁZARO AZAR
Este 29 de agosto inició la vigésimoséptima edición del Festival Internacional de Piano que organiza Jorge Gallegos a nombre de su negocio, establecido hace más de medio siglo: la afamada Sala Beethoven de Monterrey. Serán cuatro los programas que, espaciados hasta el 22 de noviembre, Día de Santa Cecilia, se sumarán a los 181 conciertos ofrecidos hasta la fecha, con pianistas provenientes de 34 países. La participación de un artista a quien profeso gran admiración y respeto, el moscovita Boris Berman (1948), motivó que me diera una escapadita exprés para escucharlo en el Auditorio San Pedro.

 

Me reconozco su fan desde finales de la década de los 80, cuando inició un ambicioso proyecto discográfico que culminaría en 1995 al amparo del sello Chandos: grabar la totalidad de las piezas para piano solo de Prokofiev, proeza que superó la realizada por Gyorgy Sandor en 1967, ya que aquella omitía una considerable cantidad de obras. Su (no tan) Complete Solo Piano Music está contenida en cinco discos compactos, a diferencia de los nueve que contienen la serie de Berman. Años después, en 2008, la Yale University Press le publicó Prokofiev’s Piano Sonatas: A Guide for the Listener and the Performer, referente indispensable con el cual se consagró como la máxima autoridad en la obra pianística de este compositor.

 

Desde mucho antes, el Maestro Berman ha estado al frente del Departamento de Piano de la Escuela de Música de dicha universidad, a la vez que da clases magistrales por todo el mundo y ha sido nombrado Profesor Honorario en los Conservatorios de Copenhague, Beijing y Shangai; entre sus discípulos más destacados, me viene de inmediato a la cabeza el español Juan Carlos Fernández-Nieto, ganador de innumerables premios en certámenes tan prestigiados como el Paloma O’Shea y el Iturbi.

 

 

Supongo que, aunque al interés de Berman por la docencia se debe el freno en su actividad discográfica —que incluye también toda la música para piano de Schnittke y Silvestrov, además de las Sonatas de Scriabin y mucha música que va de Mozart a Cage—, este año ha repartido sus presentaciones entre diez países, y la oportunidad de escucharlo ameritó viajar a La sultana del norte. Su programa inició con la Sonata en Si bemol K. 333 de Mozart. Impecablemente articulada, tuvo su mejor momento durante el Andante cantabile y construyó muy bien el clímax que —cual si fuera un concierto con orquesta—, desemboca en la cadenza conclusiva del Allegretto grazioso (compases 171 a 198). Sin embargo, su concepción de Mozart, propensa a destacar “à la Gould” los bajos de Alberti no me convenció del todo.

 

Mejor impresión me dejó su interpretación de los seis Épigraphes Antiques de Debussy: cuán sensuales fueron las sonoridades que logró durante Pour que la nuit soit propice y cuán evocadora fue su versión de Pour l’Egyptienne, aunque, lo mejor y lo más esperado por mí fue la segunda parte, íntegramente dedicada a Prokofiev.

 

La inició con las Visiones fugitivas, Op. 22 y, con todo y que el instrumento distaba de ser óptimo y se veía medio traqueteado, su versión fue un dechado de refinamiento, muy distante del malentendido cliché que ha llevado al naufragio a tantos pianistas que creen que, en Prokofiev, todo debe ser percutido, para acabar agarrando el piano a trancazos. Por el contrario, aquí se notó toda una vida conviviendo con estas poéticas miniaturas y, para muestra, un botón: la maestría con que manejó el rubato durante la segunda de ellas, tocando con plena libertad las figuraciones de la mano derecha, sin perder el pulso en la izquierda.

 

Dada su aparente simplicidad, estas piececitas suelen ser abordadas por jóvenes alumnos. Craso error. Para hacerles justicia precisan un artista cuyos recursos técnicos estén a la par de una imaginación ilimitada. Berman lo es. Pudimos corroborarlo durante su interpretación de la Quinta Sonata, Op. 135 que eligió para cerrar la velada, la menos tocada de las nueve. Antecedente inmediato de la trilogía de “Sonatas de Guerra”, ésta es mucho menos acrobática pero no menos compleja en cromatismos. Requiere dedos de acero y un mínimo empleo del pedal para abordar la motórica coda de su movimiento final con la transparencia deseada por el autor. Ante el entusiasmo del público, Berman se mantuvo fiel a Prokofiev a la hora de elegir un bis y ofreció Montescos y Capuletos, el inciso más popular de su Romeo y Julieta, Op. 75.

 

Salvo por la presencia de un par de sus invitados, veo la programación del Festival Blanco & Negro que se lleva a cabo durante este mes en el Centro Nacional de las Artes, y no saben las ganas que me dan de vivir en Monterrey para disfrutar de su programación pianística, que no se limita al Festival de Sala Beethoven. Esta semana, ConArte retoma los festejos que la pandemia postergó para celebrar el 250 aniversario del sordo de Bonn: del miércoles 7 al domingo 10, Stephan Möller, ganador del Premio Beethoven de Viena en 1985, se echará un respetable maratón en el Teatro de la Ciudad al hacer las 32 Sonatas en el orden como aparecen catalogadas por número de Opus, salvo las Op. 49, que tocará después de la Patética.

 

Y aunque estaré por ahí, lamento una vez más que todavía no logro chiflar y comer pinole, ya que no podré presenciar el Don Giovanni de Mozart que dirigirá Felipe Tristán para el Tec los días 8 y 10. Eso sí, espero volver a fin de mes para verle dirigir alguna de las funciones en que el Ballet de Monterrey presentará el estreno mundial de Maximiliano y Carlota, con coreografía de Thiago Soares y música de Caleb Ruiz.

 

Más adelante, el 7 de noviembre, volverá a escucharse por allá la Hammerklavier en manos de otro extraordinario pianista invitado por Jorge Gallegos: Jean-Frédéric Neuburger, y mejor ni les cuento de los grandes planes que, aprovechando que durante mi viaje relámpago fui invitado a su comida de Consejeros, me enteré tiene ConArte para celebrar los 200 años de la Fundación de Nuevo León, o los que ésta admirable institución que preside Verónica González Casas está fraguando para el 2025, cuando conmemorará sus tres primeras décadas de apoyar decisivamente el Arte y la Cultura en esta región del noreste, al grado de ser un referente para el resto del país.

 

Me queda claro que, además de ser muy trabajadores, cuando los regios se proponen hacer algo, ¡vaya que lo hacen en grande!

 

 

 

FOTO: Boris Berman (1948) se presentó el Auditorio San Pedro por el Festival Internacional de Piano, en Monterrey. Crédito de imagen: Bob Handelman /Borisberman.com

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