Carlos Arouesty: retrato de un erotómano
Entrevista con Huberto Batis
POR GERARDO ANTONIO MARTÍNEZ
En México, la historia del desnudo fotográfico se construye a partir de anécdotas individuales. Con un pie en la publicidad y otro en la fotografía artística, Carlos Arouesty Robert abrió espacios para la exposición del cuerpo femenino en publicaciones periódicas de circulación nacional durante las décadas de los 80 y 90.
Erotómano propositivo, publicista innovador, poeta por afición, sus colegas en el terreno del advertising lo consideraron un enfant terrible, creador de frases llegadoras, con arrastre. “Estás de a cuervo” y “Aeroméxico: la línea aérea que va para arriba” se caracterizaron por su arrojo, sencillez y efectividad. Ante el ojo de la crítica fotográfica se le calificó de “comercial” mientras que los publicistas lo señalaban como “demasiado artístico”. Muy pocos, quizá sólo Enrique Gibert, compitieron con Arouesty en la publicidad, uno de los terrenos que dominó hasta su muerte trágica el 1 de noviembre de 1994, víspera del Día de muertos en la mitología mexicana.
Huberto Batis, periodista cultural y editor durante más de veinte años del suplemento cultural Sábado del periódico Unomásuno recuerda a Carlos Arouesty. Lo define: fue un amante de la belleza femenina, la exploró y retrató como pocos.
¿Cuáles fueron las circunstancias en las que conoció y se relacionó con Carlos Arouesty?
Tuvimos un trato muy cercano. Él hizo fotografías estupendas. Era publicista pero también era fotógrafo de arte y fotografiaba sobre todo bailarinas en acción. Usó mucho una técnica que despliega la figura similar al Desnudo bajando una escalera de Marcel Duchamp. Era un fotógrafo muy bueno. Podía tomar la imagen a toda velocidad y congelar en la misma placa una figura que caminaba o bailaba. Las exhibió en Bellas Artes y en el Museo de Arte Moderno. Ese es el tipo de fotos que él admiraba. A muchos no les interesaba. Decían que eran muy comerciales, que él no era artista. Arouesty sufría mucho porque sabía valorar su trabajo y quería que lo reconocieran. Muy poca gente le hizo caso, por ejemplo Andrés de Luna, que es buen crítico de arte, le publicaba artículos. Luego René Avilés Fabila y yo también. Empezó a mandarnos fotografías. A mí me mandaba unas muy grandes, enmarcadas. Me las traía la propia modelo que había fotografiado. Inés Lemus era una de sus modelos predilectas. Seguramente ella apareció en muchas de sus campañas publicitarias. Tengo una foto de una mujer con chaqueta de torero, el resto de su cuerpo está desnuda y el vello del pubis tiene pintada la cabeza de un toro. Se le ven los cuernos.
¿Sólo explotó este tipo de fotografía?
Lo que yo conocía fue esto. Le publicábamos tanto René Avilés en el suplemento de Excelsior, como yo en Sábado, suplemento de Unomásuno. Un día hizo una fiesta muy elegante, con embajadores, gente de primer nivel, artistas, pintores. Entonces nos invitó y nos pidió que fuéramos. Nos dijo que era muy importante. Tenía una casa muy hermosa en San Ángel, muy hermosa, muy lujosa. Al llegar nos enteramos de que nos quería agradecer la publicación de sus fotografías y artículos en los suplementos. Nos condecoró a René Avilés y a mí con una medalla diseñada por él mismo que tenía la inscripción en latín Semen retentum venenum est (El semen retenido, veneno es). Entonces nos hizo esa condecoración. Dio un discurso, seguido por nosotros dos. Hizo una exposición ese día. Eso fue en fechas muy cercanas a su muerte.
La atracción púbica
Prenda sencilla, bordado en oro sobre tela caqui: una imitación del traje de gala usado por los toreros. La modelo, recostada en una sábana con estampado de claveles rojos, sujeta una de esas flores en la mano izquierda. Rompe la geometría. Los senos permanecen ocultos tras el bies de la chaqueta. Abajo unos cuernos de toro nacen en el pubis.
Las pocas fotos que se encuentran dispersas en internet, muestran a la modelo en tres escenas de desnudez: disfrazada de torera, con un saxofón a la medida del ombligo y una más con el nopal patrio en la entrepierna y trazos de body painting con la figura del águila del Primer Imperio Mexicano sobre la superficie del vientre.
Como publicista, Arouesty entendía el reto de enfrentarse a los lugares comunes y crear otros nuevos. Durante la década de los 90 su propuesta de desnudos femeninos acompañados de instrumentos musicales u objetos domésticos pero sugerentes, con iluminaciones en claroscuros, se convirtió en un recurso habitual en el desnudo fotográfico en México.
El 3 de diciembre de 1994, el suplemento Sábado informó de su deceso sorpresivo.
Esto lo convirtió en una especie de mito. El diseñador Gonzalo Tassier ha dicho que fue un personaje muy particular de la publicidad. ¿Cómo fue su muerte?
Él tenía en su escritorio una pistola y uno de sus hijos pequeños estuvo jugando con el arma. Se disparó y se mató. Él sufrió tanto esa pérdida que se dio un tiro, se suicidó. Ese fue el final de Arouesty.
¿Cómo fue su trabajo en el área de la publicidad?
No recuerdo porque a mí me interesaba más su fotografía como artista. También exploró la poesía.
Carlos Arouesty se formó un nombre en la publicidad desde los años 60. Tiene muchas frases famosas que se integraron en el habla popular. Fue tan importante que después abrió su propia agencia.
Su agencia estaba muy cerca de la esquina de Insurgentes y Reforma, en un edificio que tenía unos mosaicos muy parecidos a los del Sanborns de los Azulejos. Es una pequeña cuchilla. Las calles forman una pequeña manzana en forma de triángulo. La casa es un monumento. Es muy misteriosa. Alguien me contó que había sido un burdel muy famoso en tiempos de Porfirio Díaz. Ahí duró su agencia hasta su muerte, que fue muy sorpresiva y nos dejó muy pasmados a todos. Lo recordamos con gratitud por habernos invitado a esa fiesta a René Avilés y a mí. Fuimos los únicos que tomábamos su trabajo en serio.
*FOTO: El publicista Carlos Arouesty abrió en los años 80 y 90 espacios para el desnudo fotográfico en los medios impresos de mayor circulación en México / Especial