Cate Blanchett: Una actriz camaleónica en constante evolución

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La protagonista de TÁR habla sobre el lugar de las mujeres en la industria del cine y la visibilización de los derechos humanos. Esta entrevista fue publicada originalmente en la revista BOCAS, en diciembre de 2022 

 

POR MARIO AMAYA 
GDA/ EL TIEMPO

No hay un personaje en la prolífica y multifacética carrera de Cate Blanchett que le quede grande. Desde su primer gran papel como la reina Isabel l en Elizabeth (1998), pasando por la reina elfa Galadriel en la trilogía El Señor de los Anillos: la comunidad del anillo (2001), o su adaptación del cantautor Bob Dylan en I’m Not Here (2007), hasta la temida villana en Thor: Ragnarok (2017) de la saga Marvel, la genial actriz australiana ha sabido brillar. Hoy, a sus 50 años, ha sumado una carrera que la ha puesto en el altar de Hollywood y que le ha dejado el sobrenombre de camaleónica y versátil. Pero no siempre ha recibido elogios.

 

Durante sus inicios, en 1993, con su elegante actuación en Kafka Dances y su interpretación de una estudiante universitaria que presenta cargos de acoso sexual contra su profesor (Geoffrey Rush) en la obra de David Mamet, Oleanna (1993), generó muy buenas críticas. Como una premonición de lo que sería su futuro, enseguida recibió el premio a Mejor revelación y Mejor actriz en el equivalente australiano al Premio Tony.

 

En 1996, hizo su debut cinematográfico en el corto Parklands (1996), pero pronto obtuvo su primer papel como una de las mujeres internadas en un campamento japonés en el drama de la Segunda Guerra Mundial Paradise Road (1997), donde atrajo aún más la atención. Con su aparición en la comedia oscura Thank God He Met Lizzie (1997) recibió el premio a Mejor actriz de reparto del Instituto de Cine Australiano de 1997.

 

Su estatus de estrella en ascenso se confirmó cuando consiguió el papel principal en la película biográfica Elizabeth (1998), al lado de Geoffrey Rush y Joseph Fiennes. Blanchett entregó un papel brillante con una creación multidimensional que obtuvo numerosos elogios, incluida una nominación al Óscar como Mejor actriz.

 

Sin embargo, cuando Blanchett hizo su debut en los escenarios de Londres en 1999 con la obra Plenty de David Hare, las críticas sobre la obra fueron mordaces, tanto contra la obra como contra su actuación. Esto hizo que por mucho tiempo se negara a leer reseñas de su trabajo. “Aprendí que uno tiene que saber leer entre líneas lo que se debe mejorar en este trabajo a través de los propios compañeros y del público, pero no de la crítica”, comentó al respecto.

 

La actriz continuó alternando entre vistosos papeles secundarios y protagonistas. Mientras tanto, tuvo un papel pequeño, pero significativo, como la reina elfa Galadriel en la épica trilogía de El Señor de los Anillos: la comunidad del anillo (2001), Las dos torres (2002) y El retorno del rey (2003).

 

La australiana, a quien Leonardo DiCaprio en ese momento se refirió como “la versión femenina de Daniel Day-Lewis” por sus cualidades camaleónicas, abordó dos papeles muy diferentes en el 2004. Primero como una periodista embarazada atrapada en un triángulo romántico en la comedia de Wes Anderson The Life Aquatic with Steve Zissou. Luego, capturó el carisma jovial de la superestrella de Hollywood Katharine Hepburn, una de los amantes de Howard Hughes (DiCaprio), en la película biográfica del magnate dirigida por Martin Scorsese, El aviador. Blanchett fue ampliamente reconocida por su actuación y ganó varios premios a mejor actriz de reparto, incluido, por fin, el Premio Óscar de la Academia. Su victoria le dio la distinción única de convertirse en la primera actriz en ganar un Premio de la Academia por interpretar a una actriz ganadora del Óscar.

 

En el 2005, protagonizó el thriller australiano Little Fish, para después, en el 2006, protagonizar la compleja Babel, de Alejandro González Iñárritu. Ese mismo año apareció en The Good German y en Notes on a Scandal, interpretando a una nueva y atractiva profesora de arte en una escuela secundaria de Londres que se involucra en una aventura ilícita con un estudiante de 15 años, en un papel que le valió una nominación al Globo de Oro y al Óscar a Mejor actriz de reparto.

 

En el 2007, Blanchett se transformó para interpretar al cantautor Bob Dylan en I’m Not Here. Tan impresionante fue su transformación en un hombre que ganó el Globo de Oro a Mejor actriz de reparto, allanando el camino para una nominación al Óscar.

 

Por ese tiempo, fue elegida como una agente soviética que lucha contra Harrison Ford en Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal (2008). A partir de ahí, volvió al drama con El curioso caso de Benjamin Button (2008), donde interpretó al amor de toda la vida de un hombre (Brad Pitt) que misteriosamente rejuvenece en vida.

 

Siguió con un papel protagónico como Lady Marian en Robin Hood (2010), para volver a interpretar a una villana en el thriller de acción Hanna (2011). Luego repitió su rol de Galadriel en la muy esperada adaptación de El Hobbit, de Peter Jackson. Al año siguiente, ganó elogios como una mujer rica que atraviesa un giro de historia personal y financiera en Blue Jasmine, de Woody Allen, con la que ganó el Óscar a Mejor actriz. Su siguiente actuación en el drama romántico de Todd Haynes ambientado en la década de 1950, Carol (2015), volvió a ser nominada a varios premios.

 

En el 2017, protagonizó la obra Platónov de Antón Chéjov, dirigida por John Crowley, que marcó el debut de Blanchett en Broadway, e interpretó a la villana Hela en la película de Marvel Thor: Ragnarok, dirigida por Taika Waititi. En el 2019, protagonizó Where’d You Go, Bernadette, una adaptación del libro del mismo nombre, por la que recibió su décima nominación al Globo de Oro por su actuación en la película.

 

Debido a su amplia trayectoria, Blanchett ha sido galardonada con la Medalla del Centenario por Servicio a la Sociedad Australiana por parte del gobierno australiano, así como fue nombrada dama de la Orden de las Artes y las Letras por el gobierno francés en el 2012. Recibió un doctorado en Letras de la Universidad de Nueva Gales del Sur, la Universidad de Sídney y la Universidad Macquarie en reconocimiento a su extraordinaria contribución a las artes, la filantropía y la comunidad. En el 2015, fue honrada por el Museo de Arte Moderno y recibió la Beca del Instituto Británico de Cine en reconocimiento a su destacada contribución a la industria.

 

En el 2017, fue nombrada Compañera de la Orden de Australia por “servicio eminente a las artes escénicas como actriz internacional de teatro y cine, a través de contribuciones fundamentales como directora de organizaciones artísticas, como modelo a seguir para mujeres y artistas jóvenes, y como partidario de causas humanitarias y medioambientales”.

 

 

En suma, la actriz ha aparecido en más de 70 películas y más de 20 producciones teatrales. Al momento, las películas de Blanchett han recaudado más de 9 mil 900 millones de dólares en la taquilla mundial.

 

Cate Blanchett nació el 14 de mayo de 1969 en Melbourne, Australia, y creció en los suburbios de esta urbe. Su madre, June, era maestra de escuela y su padre, Robert, un marinero de la Armada nacido en Texas que terminó en la tierra de los canguros cuando su barco se averió. Allí, asistió a la escuela nocturna e hizo una carrera en publicidad. Pero cuando Blanchett tenía sólo 10 años de edad, éste murió de un repentino ataque al corazón, a los 40 años.

 

Desde pequeña, la actriz desarrolló una pasión por las películas y durante la secundaria participó en algunas obras de teatro. Empezó sus estudios en economía y artes en la Universidad de Melbourne, pero los abandonó al descubrir su verdadera vocación. Entre 1990 y 1992 estudió en el Instituto Nacional de Arte Dramático, y con su actuación como Clitemnestra en una producción de Electra, de Sófocles, desarrolló una reputación temprana como una talentosa actriz.

 

Recientemente, Blanchett protagonizó la serie dramática australiana de televisión Stateless, que se basa en el controvertido caso de detención obligatoria migratoria en Australia, donde también se desempeñó como creadora, directora y productora ejecutiva. Además, encabezó y produjo la miniserie de drama histórico Mrs. America como la activista conservadora Phyllis Schlafly. Luego participó junto a Bradley Cooper en la adaptación de Guillermo del Toro de Nightmare Alley, de William Lindsay Gresham.

 

Ahora con TÁR, del director Todd Field, vuelve a ser la actriz más nombrada en el momento en los círculos de la prensa especializada del cine en Hollywood. Cate Blanchett ha estado despertando muy fuertes rumores de una nominación a los Óscar por su interpretación como Lydia Tár, una brillante directora de orquesta alemana que encuentra su carrera descarrilada por un escándalo. Su vida da un vuelco cuando encuentra interés en la última incorporación a la orquesta, una joven violonchelista rusa, Olga (Sophie Kauer). Desde ese momento, la vida de Lydia Tár, construida bajo las columnas de ser una figura pública, comienza a desmoronarse de manera salvaje, en una historia que deja la inquietud de si todos los grandes artistas tienen una sombra monstruosa detrás de ellos y que, al final de cuentas, también son humanos.

 

La estrella australiana comentó al respecto: “Definitivamente Lydia está obsesionada por su pasado, por ella misma, por hechos pasados. Era alguien ajena a sí misma. Y creo que, en cierto modo, probablemente todos los personajes lo son. Todos lo somos, es humano. No es necesario ser concertista de piano o director de la mejor orquesta del mundo para experimentar ese sentimiento. Simplemente es un retrato muy humano”.

 

En la película, Field no sólo arrojó luz sobre lo que puede suceder detrás de escena de las orquestas de todo el mundo, sino que también elaboró una historia moderna sobre el movimiento #MeToo y el examen del poder en la sociedad. En Venecia, el director dejó claro que el guion y el personaje fueron escritos específicamente para Cate. “Pasé unos meses con Cate Blanchett antes de empezar a hablar con ella del asunto y dejarle saber que estaba construyendo un personaje que encajara perfectamente para ella”, señaló.

 

Los talentos casi ilimitados de Blanchett también se muestran en esta película: toca el piano y dirige una orquesta de manera impresionante. También habla muy bien alemán. “Cada personaje viene con algo nuevo que aprender y demostrar. Nunca pensé en mi identidad como algo estático. Creo que todavía estoy en el proceso de convertirme en quien soy”.

 

¿Cómo fue interpretar a Lydia, una mujer tan poderosa?
Ella es una gran artista, pero como ser humano sabe que el único camino a seguir es hacia abajo y eso requiere una enorme cantidad de coraje, y eso en sí mismo tal vez haga que parezca que sea una película de suspenso con tinte de terror. Lydia puso su pasado en una caja y a través de su gran talento ha tratado de reinventarse y ser salvada, cambiada y transfigurada por la música, pero algo la persigue. Todd es el rey de hacer sufrir a sus personajes de la mejor manera posible. Creo que eso es lo que lo convierte en un gran, gran cineasta. Cuando todos pensamos en los hilos realmente integrales de la película, de pronto él los deja ir. “Necesito dejar que existan homeopáticamente dentro de la película”, son sus palabras.

 

¿Cambió su visión o comprensión de Lydia desde que Todd le habló de ella hasta que terminaron de rodar la película?
Creo que es un sello distintivo de las películas de Todd, que son profundamente humanas y te invitan de una manera íntimamente inquebrantable con las maquinaciones internas de las personas. Supe desde la primera sílaba del guion, tan bellamente elaborado, que era un personaje realmente complejo. Y es una película de proceso. Entonces, la experiencia de hacerlo fue un proceso y evolucionó y cambió. Ella está en una serie de contradicciones, Lydia Tár es muchas cosas y ha tenido una carrera variada. Entonces, el truco es la dificultad de tratar de tejer la psicología entre esas experiencias.

 

En un momento en que los derechos LGBT+ están bajo ataque en todo el mundo, ¿cuál es la importancia de crear realmente estos retratos dinámicos de mujeres?
Creo que es importante que exista a nivel social. La homogeneidad en cualquier forma de arte es la muerte, pero soy muy cautelosa al juntar la palabra importancia con la palabra arte porque no veo que la práctica artística sea una herramienta educativa. Creo que lo que la gente hace con ella después del hecho —que se disgusten, se ofendan, se inspiren— está fuera de nuestro control. Pero creo que estamos obligados a hacerlo. Se siente urgente e innegable.

 

La última vez que la vimos encarnar un personaje gay fue en Carol.
Extrañamente, no pensé en el género del personaje, ni en su sexualidad en absoluto. Creo que eso me encanta de la película. Simplemente es un retrato muy humano. Tal vez hemos madurado lo suficiente como especie para poder ver una película como esta y no convertir su preferencia sexual en el tema principal. Simplemente es. Creo que encontré eso muy, muy emocionante. Por supuesto, como dice Todd, esto es una especie de cuento de hadas porque todavía no hay una directora que dirija la gran orquesta antigua alemana en todo el mundo. Sigue siendo una estructura muy piramidal. Es muy patriarcal. Ese es el canon. Generalmente las mujeres llegan a dirigir una música más romántica. Ahora ese panorama está cambiando. Pero ¿necesitamos seguir politizándolo, para que el cambio se vuelva continuo y normalizado porque es una forma de arte mucho más saludable? Cada vez que un director toma una partitura está reinventando la rueda con su instrumento, la orquesta.

 

¿Es importante mostrar diversos ángulos humanos en el cine?
En el momento en que hice Carol me di cuenta de lo importante que se volvió para la gente. Era algo que teníamos que hacer; fue igual con TÁR. Aunque hay muchos temas candentes que surgen en esta película, no se trata de ninguna de esas cosas. Son dispositivos de trama, son la textura porque la película está hecha en el tiempo en que vivimos. Hay muchas cosas explosivas en la película, pero, sin querer sonar demasiado presumida, creo que para mí es mucho más existencial que eso.

 

Dado que esta película también trata sobre la dinámica y la injusticia de los poderes, ¿se sintió impotente de alguna manera al comienzo de su carrera?
El panorama ciertamente ha cambiado. Cuando entré en la industria del cine, lo que parece fue hace mucho tiempo, hubo una sensación en la que recuerdo que mi esposo me dijo de una manera increíblemente comprensiva: “Disfrútalo, cariño. Tienes cinco años si tienes suerte”. Ya había trabajado en teatro y nunca esperé tener una carrera cinematográfica, porque así era para las mujeres. Creo que hay muchas personas que han estado cambiando ese panorama, además de las actrices pioneras que traspasaron los límites. Lo interesante es que teníamos hombres increíbles a nuestro lado y un hombre al frente dirigiendo. Pero es muy difícil lograr que nuestros hermanos en el llamado “Hollywood” desempeñen los papeles secundarios que nosotras interpretaremos muy felizmente en una buena historia y con un buen director. Eso todavía es difícil.

 

¿Y siente que personalmente está evolucionando?
Estás en constante evolución. Quiero decir, eso es lo maravilloso de los humanos: tenemos la capacidad de cambiar tanto individual como colectivamente, lo que me da esperanza sobre el futuro del planeta, podemos cambiar esta nave. Es una relación muy interesante. La dinámica de poder es cambiante, es decir, cuando trabajas con personas, en cualquier contexto, la relación es muy íntima. Y, en esencia, sin importar en qué negocio uno se encuentre, la discreción lo es todo. Entonces, creo que algo que es realmente primordial en la relación es la confianza. Como metáfora de la película, la confianza es muy importante en cualquier empeño creativo, en cualquier relación, ya sea interpersonal o profesional. Hablamos mucho con Todd sobre la historia de fondo, y creo que Lydia Tár fue muy, muy acosada. Entonces, la traición es una gran cosa para ella, así como la confianza. Confiar en las personas es un gran acto de fe. El perdón es bastante difícil, creo.

 

¿Se considera una mujer feminista?
Yo fui criada por una madre soltera, y mi abuela estaba en casa, lo cual era genial. Mi mamá no se identificaba como feminista, porque había crecido en otra época. Creo que, en los años 70, la noción era que si eras feminista, eras antifamilia y, por supuesto, todos entendemos que la familia es el bloque de construcción básico de la sociedad. Mi madre creció con esa sensibilidad, así que a pesar de que era una madre soltera que trabajaba, con todos los desafíos que eso conlleva, yo, su hija, me identifiqué como feminista, pero ella no. Había un estigma en torno a identificarse como una mujer autorrealizada que sentía que podía lograr cualquier cosa en línea con sus contrapartes masculinas. No entendía el problema, pero me doy cuenta en retrospectiva de que hubo un estigma real que surgió del movimiento de liberación de la mujer.

 

¿Siente que la sociedad se ha sofisticado en su actitud hacia la mujer?
No creo que nada haya cambiado; creo que ha habido un profundo retroceso. Pienso que en los cismas dentro de la sociedad estadounidense, donde vivo con mi familia, todavía hay personas que se identifican a sí mismas como mujeres tradicionales, casi como un acto de desafío a la noción del movimiento #MeToo, que trata sobre la igualdad. No quieren ser marginadas o entrar en una etapa que sucedió en los años 70, donde las mujeres tradicionales, amas de casa, se sintieron extrañas, alienadas y marginadas por la ola del feminismo.

 

¿Cuáles han sido las mujeres más influyentes en su vida?
Dios mío, tantas voces; a menudo son las voces de las personas marginadas, que no son necesariamente teóricas, en las que encuentro más consuelo. Pero encuentro que para mí personalmente, siendo australiana, la escritora Germaine Greer me ha conmovido profundamente. Miras sus reuniones en el ayuntamiento y sus discursos, sus escritos, su audacia y el hecho de que ella era australiana en una especie de paisaje australiano suburbano aparentemente cortés, simplemente voló todo fuera del agua. Así que tendría que decir que ella sería una de las más profundamente influyentes. No necesariamente estoy de acuerdo con todo lo que ha dicho a lo largo de los años, pero siempre vale la pena escucharla.

 

Otra producción que toca fibras sociales fuertes ha sido Stateless (Desplazados). ¿Qué la movió a producir y actuar en una serie sobre migrantes en Australia?
Es muy interesante la forma en que la noción de personas que buscan asilo —que es un derecho humano fundamental— y las nociones de igualdad —que están en la base de varias constituciones— se han politizado. En realidad, no veo esas cosas como cuestiones políticas; creo que todos en ambos lados de la ecuación deberían ver esas cosas como parte del ser humano. No teníamos idea de cuán relevante se volvería, cómo surgiría cuando estábamos filmando, y cómo Trump sería elegido presidente, la Marcha de las Mujeres, el numeral #MeToo y todas las complicaciones relacionadas, todas esas cosas pasaron después de la decisión de hacerlo. Pero creo que cuando reaccionas instintivamente al trabajo como lo hago yo, de alguna manera aprovechas una vena más profunda.

 

¿Siente entusiasmo por el mundo en el que van a crecer las nuevas generaciones de mujeres en el futuro?
En cierto nivel sí. Tienes que vivir con esperanza, particularmente cuando tienes hijos, hijas o sobrinos o nietos. Lo que le estamos haciendo al planeta realmente me molesta. Creo que esta generación tiene una cantidad increíble de dificultades con las que estoy muy triste de que tengan que lidiar; por ejemplo, los efectos de la pandemia. Eso alterará su relación consigo mismos y con el mundo. Pero con suerte, porque los seres humanos somos criaturas inventivas todos los días, con suerte eso los llevará no a la desesperación, sino a la invención. Quiero enfatizar eso, con suerte.

 

FOTO: Cate Blanchett, aquí caracterizada como Lydia Tár, ganó en 2014 el Oscar a mejor actriz por su interpretación en Blue Jasmine, de Woody Allen/ Especial

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