Claves para entender la literatura peruana: entrevista con el profesor Marcel Velázquez

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Perú, país invitado de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara 2021, tiene una fuerte tradición literaria en la poesía, la novela y la crónica. En entrevista, Marcel Velázquez, profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en Lima, ofrece una breve guía de las letras peruanas, de las nuevas plumas a los clásicos ineludibles

 

POR GERARDO ANTONIO MARTÍNEZ 
En las letras peruanas hay un mundo más allá de Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010, una figura tutelar que ha eclipsado otras tradiciones literarias y poéticas de ese país. Para Marcel Velázquez, profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en Lima, especialista en literatura latinoamericana, no existe una sola literatura, sino varias literaturas peruanas. En entrevista, comparte un panorama de su tradición poética, en la que destacan César Vallejo, Blanca Varela y, entre los autores más contemporáneos, Mario Montalbetti, un autor que ha apostado por romper los moldes no sólo de la poesía en español, sino de la lengua misma.

 

Velázquez, autor del libro Hijos de la peste: Historia de las epidemias en el Perú (Taurus, 2021), análisis cultural y social de las epidemias, también rescata los géneros de la novela y la crónica. Llama la atención a obras y autores como El espía del inca, de Rafael Dumett; De dónde venimos los cholos, de Marco Avilés; y el nuevo auge que vive la literatura tradicional en lenguas Quechua, Ashaninkas y Shipibo-Konibo.

 

Hoy por hoy, ¿cuáles son las nuevas propuestas de la literatura peruana?

 

En el caso de la novela, ésta suele ser el género emblemático para identificar reflexiones y exploraciones estéticas de la identidad nacional. En lo que corresponde al siglo XX, no se puede entender la obra de Mario Vargas Llosa sin su contraparte: José María Arguedas. Este es un autor que trenzó el castellano y el quechua, que nos dio una visión desde el mundo indígena. La tradición de Arguedas es también una tradición muy poderosa narrativamente que a veces no tiene la misma visibilidad. Desde la década de los 90 tenemos una inflexión en la novela peruana con tres novelas ejemplares que no han trascendido como sí lo ha hecho la obra de Mario Vargas Llosa. ¿Cuáles son? Ximena de dos caminos, de Laura Riesco; País de Jauja, de Edgardo Rivera Martínez; y La violencia del tiempo, de Miguel Gutiérrez. Esas tres novelas, de alguna manera, cierran un ciclo y abren otro porque se atreven a reflexionar sobre la heterogeneidad peruana. Tienen una voluntad de convertirse en novelas totales al incluir la totalidad mítica, histórica, onírica y del conflicto político. En Ximena de dos caminos Riesco lo hace a través de un diálogo con una niña del pasado en la localidad de Huancayo, en la zona andina de Perú.

 

De manera más contemporánea, las líneas se decantan por distintas propuestas, formatos y exploraciones de lo íntimo, como el tema de la familia, que se explora desde diferentes aristas. Quizá la novela más significativa en las últimas dos décadas, según críticos literarios, académicos y los mismos lectores peruanos, es El espía del inca, de Rafael Dumett. Es una novela imponente. Primero por la cantidad de páginas (más de 700). Ya nadie escribe novelas de esa envergadura, además de la reconstrucción y el trabajo lingüístico qué hay detrás. Rafael ha trabajado más de 10 años en esa sola novela. Por primera vez tenemos una novela que se ocupa de ese mundo incaico, de la descomposición, de la crisis, de la primera vez que Pizarro pisa estas tierras. Es una novela de una solvencia y una universalidad impresionantes. Pero en la actualidad, La distancia que nos separa, de Renato Cisneros, es la novela más difundida y traducida a varias lenguas. Explora la relación con el padre, que siempre ha sido un motivo universal. Cisneros lo hace desde un tono sentimental pero conservando una distancia a veces humorística. Otra exponente es Karina Pacheco, una escritora cusqueña muy importante que ha vivido en España, al igual que Renato Cisneros y Raúl Tola. Su novela se llama Las orillas del aire. Otro eje transversal que atraviesan estas narrativas recientes es el conflicto armado interno que vivimos prácticamente durante dos décadas por la guerrilla de Sendero Luminoso. Rosa cuchillo, de Óscar Colchado Lucio, es una novela notable porque en ella aparece una serie de temas y motivos del mundo andino por su manera de tratar a los muertos, distinta a la del mundo citadino, desde la idea de que el muerto nunca se va. La otra novela sí está netamente vinculada al tema urbano de Lima, a la música subterránea, al punk, es Generación cochebomba, de Martín Roldán. Son las dos grandes novelas para entrar a la literatura reciente.

 

José María Arguedas recibe el Premio Inca Garcilaso de la Vega. Lima, 18 de octubre de 1968. Crédito: El Comercio

 

¿Qué tenemos en la poesía?

 

En la poesía me gusta mucho lo que hacen Victoria Guerrero y Rocío Silva-Santisteban. Ambas han construido un lenguaje propio y tratado de simbolizar a través de la palabra poética el conflicto armado interno. Al lado de Montalbetti también hay que ubicar la poesía de Mirko Lauer, otro poeta de la generación del 60 que sigue produciendo y dirige la revista literaria más importante de Perú, Hueso húmero, toda una institución dentro de las revistas culturales de Perú. Otro poeta es Roger Santiváñez. Por otro lado, en Perú el mercado de lectores de poesía es muy reducido. Por eso hay ediciones artesanales y libro-objeto. De otra forma no hay manera de tener una circulación de poesía. Hay mucha autopublicación. En general las editoriales son débiles y están muy atomizadas. Hay una gran cantidad de editoriales pequeñas con catálogos muy cortos y que distribuyen básicamente en las ciudades. Siempre propongo hablar de las literaturas de Perú porque los circuitos de producción y de consumo de estos objetos estético-verbales son distintos.

 

¿Qué relevancia tiene en fechas recientes la literatura oral?

 

Está muy ligada a las reivindicaciones étnicas que se han reactivado en las últimas décadas. Como una manera de afirmar una pertenencia a un grupo social que se distingue de la mayoría de la población por su lengua, costumbres, tradiciones; se ha revitalizado mucho la poesía. Hay una reapropiación de sus propios mitos. Eso está pasando en todos los espacios amazónicos con los Ashaninkas, los Shipibo-Konibo, que son lenguas y el nombre genérico de grupos étnicos. Está pasando también con el Quechua, en Lima. Lo mismo pasa con la lengua Aimara. Muchas veces son actos performativos que no dejan registro en papel como estamos acostumbrados nosotros. En determinadas fiestas, de pronto irrumpe esa literatura oral que tiene tanto arraigo en un país tan fracturado entre la escritura y al oralidad desde el encuentro de Pizarro y Atahualpa.

 

¿Qué características tiene el ecosistema editorial?

 

Como en muchos países, tienes a las grandes corporaciones. Las que lideran el mercado son Planeta y Penguin Random House. Tienen los catálogos de autores más completos, profesionales, formales. Por otro lado, hay editoriales muy pequeñas, de culto. Por ejemplo, Álbum del Universo Bakterial, una editorial de poesía dedicada el libro-objeto. También Estruendomudo, que toma su nombre de un verso de César Vallejo, y Mesa Redonda. Por un lado, el sistema editorial peruano es muy activo, pero muy frágil. Los tirajes son cortos, venden poco y están siempre en la supervivencia. En Perú tener dos ediciones de un libro ya es un hecho insólito. Tres mil ejemplares en un país de más de 30 millones es algo insólito.

 

Hay nombres ineludibles en la poesía peruana: César Vallejo, Blanca Varela, Eduardo Chirinos, Antonio Cisneros…

 

También está José Watanabe. De todos los géneros, la tradición poética de Perú ha sido la más rica y universal. César Vallejo es una figura sin parangón, pero también tenemos a Martín Adán, Carlos Germán Belli. Una de las voces más complejas es la de Mario Montalbetti, quien desafía las capacidades referenciales del lenguaje. Él tiene formación de lingüista y sus poemarios siempre son una fiesta verbal. Me gusta mucho la intensidad de Rocío Silva. Ella pone por delante los temas de género pero no de una manera puramente propagandística sino interiorizada desde la palabra misma, desde un lugar de enunciación marcadamente femenino que apela a lo universal.

 

Un género en el que Perú se ha distinguido es la crónica. Tenemos presente la revista Etiqueta negra.

 

Es el gran género que se ha desarrollado en los últimos 20 años. Mencionas Etiqueta negra, que dirigió Julio Villanueva. Quizá el primero que empieza a desarrollar la crónica moderna, con elementos estéticos es Eloy Jáuregui. Es un especialista en salsa y otras manifestaciones populares. No puedo dejar de mencionar otro libro muy completo en el campo de la crónica: Guerras del interior, de Joseph Zárate. Este libro se compone de tres crónicas que describen distintos sistemas de explotación de recursos naturales y el impacto que esto ocasiona en la vida de una persona en particular pero que alegoriza a la comunidad. Otro muy bueno es De dónde venimos los cholos, de Marco Avilés. Cholo es una palabra muy fuerte en Perú porque ha sido usada desde la autoridad para marcar el desprecio al otro. Con este libro se asume el cholo de una manera positiva, como se asume mucha población con determinadas características y formas de entender las cosas. Una novela que retoma recursos de la crónica es Huaco retrato, de Gabriela Wiener. Huaco es un típico insulto racista contra la población chola o con ancestros indígenas. Estación final, de Hugo Coya, narra la experiencia de distintos peruanos que estuvieron relacionados con la lucha de la Segunda Guerra Mundial, como la resistencia en París.

 

¿Qué representa hoy Vargas Llosa para los lectores y escritores peruanos?

 

Es una figura tutelar, sin duda, pero que se ha ido desvaneciendo con el tiempo, sobre todo con el decaimiento en la calidad de sus últimas novelas. La última gran novela de Vargas Llosa fue La guerra del fin del mundo. Después de eso ha tenido altibajos. Pero en general sus últimas novelas no le hacen honor a su tradición: La casa verde, Conversación en la catedral. Los narradores son conscientes de eso, se reclaman herederos de esa gran tradición de Vargas Llosa pero no de su presencia. Es un autor que ha sobrevivido malamente a su obra. Publica profesionalmente una novela cada dos o tres años, pero honestamente la mayoría de sus novelas recientes no tienen la misma calidad que su gran obra. Hay otro tema que se mezcla. Como es un escritor muy político, eso genera resistencias de algunos lectores. Se da el caso de estudiantes que no quieren leerlo. Lo llaman reaccionario y lo relacionan con el partido Vox, pero yo les pongo un alto. Olvídate de las opiniones políticas. Lo que importa son sus novelas que nadie puede dejar de reconocer, pues significaron un quiebre tremendo dentro de la novelística en Perú. Hay este tema contemporáneo que no distingue al autor de la persona.

 

Me gustaría cerrar la entrevista con tu lectura de algunos autores ineludibles: Julio Ramón Ribeyro, Blanca Varela y César Vallejo.

 

Ribeyro es el cuentista más importante de la literatura peruana y uno de los más relevantes en Latinoamérica. Tiene una obra que reunió bajo el título de La palabra del mudo. Ahí están todos sus cuentos, más de un centenar. Escribió cuentos emblemáticos para la identidad nacional. Por ejemplo “Los gallinazos sin plumas”, muy impactante porque tiene que ver con la pobreza urbana. Tiene cuentos mucho más metafísicos, como “Silvio en el rosedal”, en el que se pregunta por el sentido de la existencia y lo resuelve de una manera muy profunda. También con cuentos como “Alienación” que tiene que ver con el tema del racismo y la discriminación. Fue muy versátil. No es un escritor netamente fantástico ni es un escritor realista que se pregunta por temas universales.

 

La poeta Blanca Varela. Crédito: El Comercio 

 

Blanca Varela es la primera poeta que ingresa por méritos propios y por la calidad de su obra a lo más alto de la poesía peruana, que vaya si es competitiva. Es una escritora que juega muy bien con la ironía, con los valses criollos, con el tema del cuerpo, la maternidad. Tiene unos poemas, desoladores, desgarradores, intensos. No es una poesía que siempre construya a su hablante lírico desde lo femenino, pero a veces lo hace y reflexiona sobre la condición humana con muchísima agudeza. Tiene una concreción y aparente simplicidad en sus versos que esconden un trabajo enorme con la palabra.

 

La obra de Vallejo nos daría para una entrevista. Es el poeta en español más importante del siglo XX. Lo digo sabiendo que hablo con alguien que aprecia a Octavio Paz, pero los poemarios de Vallejo, sobre todo Trilce, España, aparta de mí este cáliz y Poemas humanos te interpelan, conmueven y apelan sin importar nacionalidad, origen, tradiciones literarias y culturales. Trilce es la concreción material de la palabra para desvirtuarla, modelarla, arrugarla, estirarla, trajinarla. Como poemario vanguardista es insuperable. El poemario de Neruda (que me perdonen mis amigos chilenos) está escrito ad hoc para la Guerra civil española. Vallejo logra convertir ese conflicto en una tensión entre fuerzas mucho más abstractas y universales. Poemas humanos, que es póstumo, está en otro registro pero es un ingreso en la dimensión material de la humanidad. A todos los que buscan adentrarse a a literatura peruana, les recomiendo iniciar por Vallejo.

 

FOTO: El poeta César Vallejo hacia 1929 / Crédito: Especial

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