¿Con qué me quedo del 2023?

Dic 9 • destacamos, Miradas, Música, principales • 3157 Views • No hay comentarios en ¿Con qué me quedo del 2023?

 

Las orquestas que lucieron, así como los festivales y óperas que deleitaron por su versatilidad y dominio; el autor también destaca a los jóvenes cantantes

 

POR LÁZARO AZAR
Tras la somnolencia que abrazó nuestros escenarios durante la pandemia, este año la Música se hizo presente en gran cantidad de eventos, propiciando, también, una variada gama de impresiones. Para bien… y para mal. He aquí lo más destacado.

 

En el ámbito sinfónico, las mejores orquestas siguen estando en provincia. De las que se desempeñan en la capital del país, las que más escuché son las que tienen por sede la Sala Neza y ¡vaya diferencia que hay entre la OJUEM y la OFUNAM! De esta última rescato un par de programas, entre los que no contamos ni su tibia interpretación de la Sinfonía Turangalîla con su titular, ni la soporífera Scheherezada que cometió Constantine Orbelian. Me refiero a los dirigidos por Srba Dinić, cuya atractiva propuesta fue de Bliss a Prokofiev, y Enrique Diemecke, quien ofreció una apabullante Primera Sinfonía de Mahler —Blumine incluido— que cosechó la ovación más larga del año en esta sala.

 

Con todo y su carácter estudiantil, la OJUEM es la joya de la corona musical universitaria gracias a los buenos oficios de Gustavo Rivero Weber, paradigma de pedagogo y director a quien también le debemos el rescate de la obra del gran Alfonso de Elías, tan injustamente relegado. Atesoro el recuerdo de haber escuchado por última vez a nuestra querida Erika Dobosiewicz interpretando el Bruch con ellos, así como, apenas el domingo pasado, a Daniela Liebman debutando el Schumann.

 

En su momento, cité a Rogelio Álvarez diciendo que “la existencia de un conjunto sinfónico profesional implica notables repercusiones que trascienden el ámbito cultural de la sociedad que tiene la fortuna de poseerlo. Una orquesta estable y en actividad (…) es fiel indicador del nivel cultural” y de vida de sus habitantes. El desempeño de la Filarmónica de Jalisco amerita el viaje para escucharla. La Novena Sinfonía de Mahler que le dirigió José Luis Castillo en Bellas Artes y los conciertos que ofrecieron durante el Festival de Mayo son prueba de ello.

 

Desde su creación hace poco más de medio siglo, la Orquesta Sinfónica del Estado de México se mantiene a la cabeza de nuestras orquestas y no ha sido fácil para Rodrigo Macías delinearle un nuevo perfil, incursionando en el repertorio lírico e incluyendo autores antes poco abordados por dicha agrupación. Más aún, considerando cuán castigado ha estado su presupuesto en los últimos años. De este año, aplaudo su Séptima Sinfonía de Mahler y su Cuarta de Bruckner, la puesta semiescenificada por Oswaldo Martín del Campo de Il Signor Bruschino que presentaron en El Oro, Toluca, Tenango y Huixquilucan, y el estreno mundial del Concierto para siete timbales de Kai Stensgaard con Sergio Quesada como solista.

 

Volviendo al comentario de Álvarez, lamento que un estado como Nuevo León carezca de la orquesta profesional que se merece; y en un ámbito donde el único criterio que debería imperar es la búsqueda de la excelencia, la situación que están padeciendo las orquestas de Sonora —ante el acoso de su secretaria de Cultura—, Sinaloa —que tras quedarse acéfala a raíz del escándalo protagonizado por su extitular, está siendo presionada para aceptar a un mediocre cuyo mayor mérito es su filiación política—, Yucatán —encomendada a un pegachicles de cuestionada aptitud profesional- y Acapulco —abandonada a su suerte— es motivo de preocupación. Artística y social.

 

Ante la queja constante del nivel que ha perdido el INBA, los esfuerzos por parte de la iniciativa privada deben ser justamente valorados. Las mejores puestas operísticas que vi este año ocurrieron en provincia y fueron la magna producción de Aida, que presencié en Culiacán y estuvo a cargo de la Sociedad Artística Sinaloense, la Madama Butterfly y el estreno en México de La bella durmiente del bosque que presentó el Centro Santander de Artes Escénicas de la capital tapatía, y la deslumbrante puesta de Carmen que, con sus becarios, realizó el MOS (México Opera Studio) en Monterrey revelándonos, también, el acucioso el trabajo de Rennier Piñero como regista y que Alejandro Miyaki se perfila para ser considerado, junto con Enrique Patrón de Rueda y Rodrigo Macías, como un respetable concertador operístico.

 

Este año tuve oportunidad de escuchar por primera vez y poner en la mira a jóvenes cantantes tan talentosos como Yunuén Laguna, Daniela Cortés e Isaac Herrera; volví a deleitarme con las voces oscuras de Rosa Muñoz y Oralia Castro, refrendé la versatilidad del extraordinario Rodrigo Urrutia, a quien aplaudí lo mismo como Gaudencio que como Leporello y durante las canciones de Saariaho que tuvo el privilegio de que le dirigiera el Maestro Dinić.

 

Mención aparte merecen Ana Rosalía Ramos y Carlos Felipe Reynoso. A su brillante desempeño durante el concierto Resonancias: 200 años de Ópera mexicana realizado el 20 de agosto en el Teatro de la Ciudad, se suma el rescate del repertorio lírico que han emprendido a través de su asociación Ópera: nuestra herencia olvidada. Lo he dicho antes: lo que han logrado es, “sin duda, la aportación más valiosa del sexenio. Sin embargo, falta mucho por hacer. Ojalá y algo intenten en la Ópera de Bellas Artes, que lo tienen todo, ¿y qué han hecho?”.

 

Mención obligada en este recuento es la presencia en México de media docena de virtuosos del piano. La UNAM se lució con el recital de Pierre-Laurent Aimard tocando las Vingt regards sur l’enfant-Jésus de Messiaen, pero tuvo tremendo traspié con Daniil Trifonov, quien masacró el Tercero de Rachmaninov que pintaba para ser el concierto del año. En Guadalajara, el Festival de Mayo ofreció las actuaciones con orquesta y en recital de la legendaria Lilya Zilberstein y sus hijos, Daniil y Anton Gerzenberg —quien recién ganó el prestigioso Concurso Geza Anda—, y el Festival Internacional de Piano de Sala Beethoven llevó a Monterrey a Boris Berman y Jean-Frédéric Neuburger, quien, a mi parecer, tocó el mejor recital que se escuchó este año en México.

 

Hablando de festivales, cierro este comentario lamentando el nivel al que ha sido reducido el Cervantino, a la vez que celebro el crecimiento que, en sólo un par de años, ha logrado el Festival Paax-GNP de la mano de Alondra de la Parra. Haber escuchado a Paquito D’Rivera estelarizar The Journey y a Omar Massa su Concierto para bandoneón, ser testigos del virtuosismo con que Alexis Cárdenas abordó Tzigane y Thomas Enhco el Concierto en Fa de Gershwin, o deslumbrarnos con Fabrizzio Ulloa bailando Palladio fueron, sin duda, de los hitos del 2023.

 

¿Y Usted, coincide con este con este personalísimo, incompleto y arbitrario listado?

 

 

 

FOTO: La OFUNAM en la Sala Nezahualcóyotl, Centro Cultural Universitario en la tercera temporada del año.

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