David Fincher y la crimisuavidad sigilosa

Nov 18 • destacamos, Miradas, Pantallas • 3341 Views • No hay comentarios en David Fincher y la crimisuavidad sigilosa

 

Protagonizado por Michael Fassbender, El asesino explora los conflictos de identidad de un asesino tras un inusual error; basado en las novelas gráficas de Alexis Nolent

 

POR JORGE AYALA BLANCO
En El Asesino (The Killer, EU, 2023), concentrado film 12 del estilista denveriano exvideoclipero y también TVserialista de 61 años David Fincher (Se7en-los siete pecados capitales 95, Zodiaco 07, Mank 20), con guion original de Andrew Kevin Walker basado en la serie de novelas gráficas homónimas del francés Alexis Nolent Matz ilustradas por Luc Jacamon, el gélido francotirador Asesino a sueldo con mil identidades y ninguna (Michael Fassbender impasible) se aburre, divaga, medita y practica yoga durante días dentro de una habitación en París, mientras aguarda el momento propicio para dispararle con su rifle de mira telescópica desde un cercano edificio a su concertado objetivo viviente (Endre Hules) dentro de un cuarto de hotel, pero al hacerlo una dominatrix se interpone, falla el tiro, algo imperdonable en su oficio, y gracias a sus mil pasaportes e identidades debe volar de inmediato a esconderse en Santo Domingo para evitar la venganza de sus empleadores y después localizarlos, pero hasta allí se han manifestado ya un par de sicarios enviados contra su amada pareja Magdala (Sophie Charlotte) recuperándose de un violento atentado, por lo cual el Asesino a la contraofensiva y vuelto imparable ejecuta de inmediato a quemarropa al taxista local Leo (Gabriel Polanco) que le daba pistas sobre los criminales, engrapa torturantemente el pecho de su exmentor el abogado Hodges (Charles Parnell) en New Orleans, previo a lanzar piadosamente por las escaleras de su casa a la secre con preocupaciones hereditarias Dolores (Kerry O’Malley) que le ha revelado más datos, acribilla en Florida a un colega bruto (Sala Baker) luego de luchar cuerpo a cuerpo con él dentro de una sórdida cabaña aislada, liquida en New York a la sarcástica experta (Tilda Swinton albina) tras departir con ella en un lujoso restaurante y, después de burlar los más sofisticados filtros de seguridad, acaba perdonando en Chicago al multimillonario cliente Claybourne (Arliss Howard) porque admite haberlo contratado por intermediarios pero lo convence de nada tener en contra suya, para que el Asesino pueda regresar con su chava a Santo Domingo, siempre en medio de una inalterable crimisuavidad sigilosa.

 

La crimisuavidad sigilosa se estructura en seis capítulos desprendibles y un epílogo caracterizados por un sitio geográfico distinto y cierta fundamental criatura eliminable en una travesía exterior/interior, al seguir las inveteradas deambulaciones del héroe con azulosa u ocre fotografía muy precisa de Erik Messerschmidt, una música estreñida de Trent Reznor y Atticus Ross, y un ritmo nervioso producto de la des- lizante edición de Kirk Baxter en malvado continuum superelíptico, que remiten más bien a la época silente con algún sucedáneo envilecido del kafkiano cara-de-palo Keaton o de los disciplinados matarifes distantes Delon y Depp con implícita/explícita disciplina japonesa (El samurái de Melville 67/Ghost Dog-el camino del samurái de Jarmusch 99), extremando la frialdad homicida de Lee Marvin en A quemarropa (Boorman 67) y el cosmopolitismo agorero de la cacería humana internacional del agente de la CIA Damon en el tríptico sobre La supremacía Bourne (Greengrass 04), con un probado virtuosismo jamás en el vacío y un paradójico narcisismo de resonancias trascendentales, para redimir un antithriller discursivo de suspenso engañoso cuyas imágenes falsamente vehiculares crean conflictos incesantes con el diseño sonoro y el discursivo monólogo en off, ahíto de recitados de todo género, a través de máximas (“El único camino de la vida es el que ya recorriste”/ “El estoicismo escéptico no es el cinismo”) y aforismos (“La crueldad de uno es el pragmatismo del otro”), como si el Asesino, tu semejante, tu hermano, estuviese rumiando otros rocks retro de The Smiths.

 

La crimisuavidad sigilosa aplica y renueva las técnicas del ancestral behaviorismo cinematográfico hasta llevarlas a sus últimas consecuencias narrativas y observacionales del comportamiento de un personaje negativo aunque neutro y políticamente incorrecto (sólo homologable con los concertadores malsanos de El club de la pelea de Fincher 99) que dicta y se dicta sus machaconas reglas de conducta en off (“Anticípate, no abandones tu plan”), mostrando gran sapiencia de su oficio y ostentando una falta completa de empatía hacia alguien, erigiéndose en el héroe posmoderno-posthistórico fake perfecto de ese cine de sensaciones puras que maneja el antihéroe con sañosa crueldad expedita, ufanándose de su carencia de empatía en su larga deriva inimaginable, atravesando secuencias autoirrisorias como la compra de somníferos en la farmacia para narcotizar al pitbull guardián que de cualquier manera termina atacando a media fechoría, reflejándose espiritualmente en la parábola (narrada por la retadora experta) del cazador pronto acostumbrado a que lo sodomizara un humillador oso siempre ileso, y debatiéndose, deshaciéndose o rehaciéndose en subrepticios y roídos conflictos de identidad que le ha hecho nombrar y florecer la maldita experta sabia a la que deberá recordar en el instante de su muerte cual si fuese su único pasado.

 

La crimisuavidad sigilosa se convierte entonces en una meditación límite sobre el azar, esa sobrehumana voluntad proteica de abolición mallarméana del azar, el azar emancipado como utopía o distopía moral poskantiana, el azar de los impulsos líquidos y del deseo (diría Bauman) para evitarse el esfuerzo de lanzar una red sobre la eternidad.

 

Y la crimisuavidad sigilosa culmina con la cínica imagen del Asesino satisfecho, en calma y disfrutando sobre idílicas sillas de playa unas bien ganadas vacaciones perpetuas al lado de su guapísima pareja antillana, pero con tiempo para seguir filosofando a la gringa, con irónica voz fuera de campo por fin ostentando una identidad conquistada (“En el poco tiempo que se nos otorga no puedes aceptar esto, quizá no seas uno de los pocos, tal vez eres como yo, uno de los muchos”).

 

 

 

FOTO: El asesino fue nominada al León de Oro en el Festival de Venecia de este año. Crédito de imagen: Especial

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