De arte y mecánica

Mar 14 • Lecturas, Miradas • 2847 Views • No hay comentarios en De arte y mecánica

 

 

POR NOÉ CÁRDENAS

 

 

Hoy la duración de los gadgets es efímera, pero hubo un tiempo en el que las máquinas consiguieron cambiar la sensibilidad y alterar la visión del mundo.

 

En el ensayo Máquinas de vanguardia el historiador de la cultura Rubén Gallo estudia el impacto de la domesticación de las primeras máquinas sofisticadas, que en México coincidió con el final del periodo violento de la Revolución y con el surgimiento de las vanguardias. La cámara fotográfica, la máquina de escribir, el radio, el cemento armado y los estadios son los adelantos tecnológicos a los que alude el título de este libro, y sus repercusiones en la imaginación y en el reacomodo social posrevolucionario constituyen la trama que le da unidad.

 

Si Diego Rivera pintó murales sobre la tecnología de punta en Detroit utilizando técnicas antiguas como el fresco, Tina Modotti pronto supo sacarle provecho a su cámara para experimentar con ángulos insólitos y registros mecánicos innovadores. En contraposición, hubo fotógrafos prestigiosos, contemporáneos de Modotti, como Hugo Brehme o Gustavo Silva, que retocaban sus fotografías, más bien de tema pintoresco, aboliendo por completo toda posibilidad de innovación, pues para ellos la foto sólo era un soporte para imitar a los maestros de la pintura.

 

Rubén Gallo deja claro que los fotógrafos más adelantados se dieron cuenta de que los rascacielos, las grandes estructuras industriales y hasta los postes de luz o telégrafos y su respectiva maraña de cables, símbolos de la nueva era moderna, sólo podían ser apreciados en su justa dimensión a través de las tomas oblicuas de una cámara fotográfica.

 

El autor explica que en los procesos de producción artística emanados del uso de la máquina de escribir se dieron muestras de trabajos “mecanográficos” y “mecanogénicos”. Los primeros sólo mencionan, positiva o negativamente, la experiencia de usar uno de estos aparatos; los segundos van mucho más allá e incorporan a la escritura los cambios mecánicos y mentales de la fragmentación de ideas y   palabras hasta transmitir la experiencia de teclear letra por letra que exige el uso de una máquina de escribir.

 

Mariano Azuela en Los de abajo y Martín Luis Guzmán en el ensayo “Mi amiga la credulidad” produjeron textos mecanográficos en los que la máquina de escribir es sólo un asunto, mientras que el poeta estridentista Manuel Maples Arce teorizó sobre la necesidad de producir textos mecanogénicos, que sólo conseguiría magistralmete su colega brasileño Mário de Andrade en el poema “Máquina de escrevere”, donde el poeta incluye hasta “dedazos”. La escritura se aleja de la mano y sufre un proceso de serialización, como en la cadena de montaje.

 

Como en ningún otro país, el radio se aclimató con mucha solidez en México debido los altos índices de analfabetismo. La primera Feria de la Radio se llevó a cabo en el Palacio de Minería en 1923, con edecanes que llevaban una diadema en forma de antena y una canasta llena de cajetillas de Radio, de la cigarrera El Buen Tono, que era dueña de una de las primeras estaciones del país, así como mecenas de la revista estridentista Irradiador. La otra estación pionera perteneció a El Universal Ilustrado. El refresco Radio, y la cerveza XX (las dos letras juntas simulaban los rayos de las ondas radiales) dan cuenta de este entusiasmo.

 

Dos muestras radiogénicas descritas por Gallo son: la del poeta estridentista Kyn Taniya que en su poema “IU IIIUUU IU” recoge la experiencia cosmopolita y azarosa de sintonizar un radio. La otra es el poema de Apollinaire “Lettre-Océan”, donde el escritor francés hace innumerables referencia a México y que desconcertaría a Octavio Paz por su aparente caos. Sin embargo, Gallo desmenuza su estructura y da con el origen del mismo, sin dejar de subrayar su genial aportación radiogénica.

 

Federico Sánchez Fogarty fue un publicista visionario que tuvo la difícil encomienda de convencer a los constructores acerca de los beneficios del cemento para las estructuras modernas. Sánchez Fogarty dirigió revistas, organizó concursos artísticos y, finalmente, a él se le puede atribuir la adopción por muchos arquitectos en México del funcionalismo.

 

Fue con cemento armado que se construyó el Estadio Nacional de José Vasconcelos. Inaugurado el 5 de mayo de 1924, en este estadio hubo actos “estadiogénicos”, es decir, reuniones de masas ordenadamente que sólo en estos recintos pueden tener lugar. Si el Estadio Nacional era el umbral del último grado evolutivo de la raza cósmica, el autor no tarda en relacionar los actos estadiogénicos con los de los líderes fascistas en el mundo. Rubén Gallo ve en el Estadio Nacional las primeras tendencias pronazis que más tarde Vascocelos haría patentes al frente de la revista Timón.

 

¿Estamos presenciando ya entrado el siglo XXI algún cambio de sensibilidad como la que documenta Rubén Gallo? Los libros moldeados por tuits, por ejemplo ¿son muestra incipiente de este cambio? ¿O de plano estamos tan adormecidos e indolentes como para construir una “imaginación wi-fi” como en su momento hubo obras de “imaginación inalámbrica”? A saber.

 

 

 

 

*Rubén Gallo, Máquinas de vanguardia. Sexto Piso / Conaculta, México, 2014, 292 pp.
**En Máquinas de vanguardia, Rubén Gallo da razón de las relaciones que se han formado entre el hombre y la máquina / Foto: Especial

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