El rebozo de Soledad, una novela de película

May 1 • destacamos, principales, Reflexiones • 6593 Views • No hay comentarios en El rebozo de Soledad, una novela de película

/

Ganadora de nueve premios Ariel en 1953, esta cinta está basada en la novela homónima del escritor michoacano Xavier López Ferrer, autor de una breve pero significativa obra narrativa que fue opacada por la fama de este filme dirigido por Roberto Gavaldón

/

POR NOÉ ISRAEL BORJA
Xavier López Ferrer publicó El gallero a los 27 años y El rebozo de Soledad a los 31. Las dos novelas, poco tiempo después de su publicación, fueron llevadas al cine: la primera en 1948 y la segunda en 1952. El gallero la protagonizaron los actores Tito Guízar y Rita Macedo. El rebozo de Soledad, mejor película, ganadora de varios Arieles, contó con un reparto que no deja de asombrar: Stella Inda, Pedro Armendáriz, Arturo de Córdoba, Domingo Soler y Carlos López Moctezuma. Fue dirigida por Roberto Gavaldón, quien junto con José Revueltas, hizo la adaptación del argumento.

 

Las películas cuentan con su fama, más El rebozo de Soledad, la cual se puede ver en Youtube; y bien podría decirse que con el tiempo apabullaron a las obras escritas. En estos tiempos, Xavier López Ferrer hubiera sido un escritor caído en el olvido si no hubiera sido por la audacia del escritor y editor Viliulfo Gaspar Avellaneda (San Lucas, Michoacán; 1942-Ciudad de México, 2019) de ponerlas en circulación bajo su editorial Garabato. El rebozo de Soledad, después de una reimpresión en 2013, está agotada.

 

López Ferrer nació en la Ciudad de México el 9 de abril de 1919. Fue hijo de María del Rosario Ferrer y Félix Cantalicio López Treviño; éste era descendiente de una familia adinera de San Lucas, Michoacán; venida a menos, entre otros motivos, por pleitos entre hermanos y por los trastornos que causó la Revolución mexicana.

 

Xavier, desde niño, durante sus vacaciones visitaba la casa de sus abuelos. Estudió la carrera de medicina en la UNAM, y luego que se recibió, en 1943, se fue a vivir a San Lucas, donde ejerció su carrera y escribió sus dos novelas. Su presencia por esos lugares no deja de causar admiración. Un pueblo, si bien cabecera y municipio desde 1925, pero con los inconvenientes de la Tierra Caliente de la cuenca del río Balsas: tierra inhóspita y doblada, de grandes calores, con el mal del pinto, llena de sabandijas y moscos. Una tierra olvidada y pobre. Por esos años apenas se avizoraba el progreso. En 1941 se había inaugurado la carretera brecha de Zitácuaro a San Lucas. Todo transcurría en una tranquilidad agobiada por el calor, la escasez y la pobreza.

 

Pero Xavier López Ferrer volvió a la tierra de sus ancestros para reencontrarse con la voz que dialogaba con él de un pasado majestuoso e idílico. Volvió al lugar que en su infancia y primera juventud se le presentó como un escenario de personajes rudos, misteriosos a punta de vivir en el surco. Hombres y mujeres que se enhebraban en los trabajos del campo y que se les veía como poseedores del secreto de la raza mexicana. Además de su comida tan sencilla como suculenta, “aporreado”, comen sus personajes; y beben infusiones de “hojitas” (¿de limón?) con su piquete de alcohol por las mañanas. Sus bailes y su música tocada en violines, guitarras y tamborita. López Ferrer, quien gustaba de las peleas de gallos, de la baraja y la bebida, sucumbió al encanto de ese pellejo seco pero lleno de savia que es esa tierra.

 

Su abuelo Perfecto López Gutiérrez, criollo español, había llegado a San Lucas proveniente de Chumbítaro, una población cercana, alrededor de 1870. Ahí hizo su casa al estilo valenciano que trajeron los españoles: “Techo de teja a dos aguas, paredes altas de adobe, cuartos cuadrados y rectangulares con sus tapancos y pasillo interno o corredor aireado, con pretil lleno de macetas pintadas de rojo y pilastras dando al patio interior (…) Al patio con jardín le seguía el tecorral separado por una barda y puerta de tranca para alojar a las bestias de montura”1. Perfecto López y sus hermanos, con quienes había llegado, hicieron el cuadro principal del pueblo: “Con sus portales públicos en su frente y largas filas de pilares para ofrecer señorialidad a la plaza”2. Don Perfecto mandó pintar un venado justo arriba de las puertas, por lo que fue conocida como la casa del venado hasta después de la mitad del siglo xx. Hizo fortuna mediante la labranza de la tierra, era lo que se conocía como un terrateniente, pero también por medio de la usura y el despojo. El populacho le achacaba que tenía una corona de oro puro y que nada más le hacía falta el bastón de oro para ser rey de toda esa región.

 

Como ya se dijo, por divergencias con uno de sus hermanos y por la Revolución, su fortuna se vino abajo. Su hijo Félix Cantalicio se enroló en la Revolución por 1911 y con los años alcanzó el grado de general del ejército mexicano. Él respaldó al comité que se formó para que San Lucas alcanzara la categoría de municipio. Iba seguido al pueblo y se hacía acompañar de sus hijos, uno de ellos, Xavier, quien le heredó el cariño y el arraigo por su tierra.

 

María Soledad García Corona, mejor conocida como Stella Inda, fue una actriz que nació en 1913. Es recordada por su participación en la película Los olvidados (1950), dirigida por Luis Buñuel, y por la cual ganó el Ariel a la mejor actriz. Ella siempre dijo que nació en Pátzcuaro. Pero hubo versiones que sostenían que ella nació en Santa Cruz de Villagómez 3, pequeña población que florece a la margen derecha del río Cutzamala y que colinda con el estado de Guerrero. Su padre era capitán primero y por órdenes superiores tuvo que cambiar de residencia.

 

Algo que ayudó a retomar esta idea fue que seguido iba a Huetamo a visitar a su primo José Trinidad Ugarte García, dueño del Cine Tariácuri de ese lugar. Además de que en la película El rebozo de Soledad, la historia se sitúa en un lugar llamado Santa Cruz y no en San Lucas, como la novela la sitúa. Como fuera, ella fue el vehículo para la realización de las dos películas. Conoció a López Ferrer en una fiesta que Ugarte García le organizó en Huetamo. Se enamoraron y luego se casaron. Ella misma escribió la adaptación de El gallero y protagonizó el papel estelar de El rebozo de Soledad, por el que obtuvo su segundo Ariel.

 

El objetivo de este texto es revalorizar las obras escritas y a su autor. Las películas tienen quien las defienda o mejor dicho se defienden solas. No así la literatura, cuyo diálogo, por tratarse de lectura, es más difícil. Si estas líneas llegan a prender el interés de algún lector por buscar las obras nos daremos por satisfechos. Más allá del atractivo que representa para los lectores de aquella región, las obras guardan un registro no despreciable de la vida rural de la posrevolución. El lector puede asomarse a ellas tal como López Ferrer lo hizo en aquellas tierras: con asombro y admiración.

 

El gallero cuenta la historia de Gabriel, hombre dedicado a los trabajos de su rancho El Potrero; y, además, a la cría de gallos de peleas. Vive con su padre Aurelio y su hermano Silvestre. Se roba a Rosa, su novia, la deposita y luego se casa con ella. Todo parecería ir por el buen camino, pero aparece Froylán, hombre que de zacatero se había convertido en cacique y que manipulaba el poder local gracias a algunas influencias que se había hecho con los gobiernos que surgieron después de la Revolución. Tiene un rencor desmedido contra Gabriel, porque él también pretendía a la guacha Rosa. Mediante triquiñuelas, le quita El Potrero y, posteriormente, viola y mata a su mujer.

 

El narrador no se admira tanto del abuso de los caciques cuanto de los hombres que se matan a machetazo limpio por conservar el honor. Gabriel, quien obtendrá la venganza, hará decir al narrador: “El valor es suprema divinidad de estas tierras.”

 

El rebozo de Soledad cuenta la historia de una mujer de 28 años que junto con su hermano Mauro llegan a San Lucas para buscar una mejor vida. Ella es una mujer resuelta porque por esos años una mujer soltera a esa edad se le consideraba quedada. Se le aparecen dos personajes de los cuales habrá de tomar partido: Alberto, el médico que salva la vida de su hermano, y Roque, quien la corteja desde el primer momento que la ve. Ella cede ante este último, porque ve en Alberto algo imposible por ser ella una analfabeta. Roque termina por engatusarla y hacerse de ella, no la viola (como ocurre en la película); si ella no sigue con él y si le oculta que ha quedado embarazada es porque Roque nada más la quiere como amante. Éste termina asesinado por la espalda a mandado del cacique Julián para quitarle sus tierras. Soledad queda más pobre, con un hijo de brazos que muere de hambre. Sin embargo, a diferencia de Gabriel, quien termina por perderse en los vericuetos de los galleros que buscan un pretexto para morir, ella de pronto siente una voluntad para mantenerse en aquella tierra y sobreponerse a las calamidades junto con su hermano, quien representa el trabajo y el amor por la tierra; y también junto al médico Alberto, quien representa la posibilidad de perpetuar la vida.

 

Decir que estas novelas tocan el tema de la violencia de ese tiempo, como se suele decir de la narrativa actual del país es no decir nada. Pues ¿de qué creen que trata la literatura sino de la imaginación y los impulsos del hombre que persigue algo para su fama o beneficio?: “La cólera canta, oh diosa, del Pelida Aquiles…” Desconfío del escritor o escritora que se ponga a escribir sobre la violencia. Se escribe de personajes o de imágenes que derivarán en ellos, y que explorarán todas las posibilidades de las pasiones humanas.

 

Tanto Gabriel como Soledad se abren camino desde la miseria, desde una tierra olvidada, y esto quiere decir, donde no hay justicia, donde manda quien se ha hecho de influencias y poder mediante las armas.

 

De refilón se tocan varios temas muy presentes en la sociedad de aquellos años: el alcohólico que en un principio no hace daño, pero que al último roba el dinero que estaba destinado para mantener al niño de brazos, el cual termina por morirse de inanición. La brujería, otra muestra del sincretismo de la raza del español y la aborigen, que algún personaje, “indio puro”, se define; presume y la efectúa para acabar con la vida de quien lo molesta y oprime. El fervor religioso que hace que la gente saque a las calles y al campo la imagen de la Virgen para invocar la lluvia. El rebozo de Soledad transcurre en seis meses. El gallero, que supera en estructura a la primera, para rematarse deben transcurrir cinco años.

 

En las novelas abundan los diálogos. El narrador emprendió la tarea de trasladar el habla de los campesinos tal como estos lo hablaban. Algo muy común entre los autores de la posrevolución. El rebozo de Soledad se publicó en 1951. Faltaban dos años para que Juan Rulfo, con El llano en llamas, por decir nada más su primer libro, nos enseñara la recreación poética del lenguaje popular de los campesinos.

 

Algo bueno resultó de aquella no fácil tarea, porque en las dos novelas de López Ferrer podemos vislumbrar la esencia del habla de la Tierra Caliente. La sencillez y la relación de las palabras con el entorno. Ese español antiguo que se fue fortaleciendo, imbricado por las palabras aborígenes, ante las sequías y la tierra tan caliente como feraz. No todo está perdido en estas dos obras que acaso sigan subyugadas a la sombra de las películas.

 

¿Por qué Xavier López Ferrer, hombre ilustrado y culto, ya no escribió ninguna otra obra? Toda respuesta queda en la penumbra del escritor que renuncia a publicar y más aún en escribir. Su figura es importante porque fue uno de los primeros que escribió

 

literatura sobre personajes de la Tierra Caliente. Su paisano y contemporáneo Celedonio Martínez Serrano (Tlalchapa, Guerrero; 1913- Ciudad de México, 2001) publicó al
parejo, en 1951, El Coyote, corrido de la Revolución.

 

En 1963, luego de romper con Stella Inda y casarse con Josefina Rentería, lugareña adinerada, veinte años después de su llegada a San Lucas, se regresó a la Ciudad de México para nunca jamás volver.

 

López Ferrer fue de la generación de los médicos, por no decir que un precursor, que en Tierra Caliente le tocó lidiar con la mentalidad de los pobladores, quienes mil veces preferían al curandero y otras tantas al hechicero. De él se puede decir lo que dice el corrido: “Tú llegaste operando cuando nadie se atrevía/ algunos agonizando tú le salvaste la vida…”

 

Lo último que se supo de él fue que por años fue director de un centro de salud. No hizo mucha vida con su segunda esposa, de quien luego se separó. Se llevó a una tercera, enfermera de profesión. Le dio una embolia en 1982 que lo mantuvo recluido en su casa. Sus últimos años los vivió acompañado de botellas que él mismo pedía que le arrimaran4. Murió en 1986.

 

 

Notas:
1. Gaspar Avellaneda Viliulfo. Relatos y leyendas de Tierra Caliente, Garabato, 2006. Pp. 148.
2. Ibid., pp. 148.
3. Gaspar Avellaneda Viliulfo. Un sanluquense ilustre: Xavier López Ferrer. Garabato 2002, pp. 49. Conrado García, padre de la actriz, se lo contó a José Rentería Oregón en su casa en Zacatenco.
4. Ibid., pp. 34. Testimonio de María del Refugio Arias, quien trabajó en la casa del médico Xavier López Ferrer hasta 1982.

« »