El teatro de la impostura

Sep 10 • destacamos, principales, Reflexiones • 3941 Views • No hay comentarios en El teatro de la impostura

POR GERARDO ANTONIO MARTÍNEZ

@gerar_martinezv

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A diferencia de los políticos, el impostor no vive de la promesa, vive de tomar prestado: identidades, fortunas, amores, afectos y trabajo ajeno. En la literatura abundan historias de imposturas y falsificaciones, dramas psicológicos y desfile de personajes confeccionados a partir de la mejor picaresca. Desde Casi el paraíso de Luis Spota, El Consejo de Egipto de Leonardo Sciascia, sin olvidar Memorias de un impostor. Don Guillén de Lampart, Rey de México de Vicente Riva Palacio, la narrativa se ha alimentado de estos personajes.

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A seis décadas de su publicación, la novela de Luis Spota es un “abecé” para la manufactura de un personaje a costa de la ignorancia, las ambiciones y la complicidad de sus víctimas. La historia tiene como protagonista a Ugo Conti, raterillo de postín del ambiente nocturno de Nápoles, que en realidad se llama Amadeo Padula, que un día decide convertirse en miembro de la aristocracia italiana con la sola licencia de su astucia y capacidad de seducción. Para Amadeo el objetivo es claro y a éste dedicará sus máximos esfuerzos: embaucar a mujeres millonarias, vivir de sus rentas y dejarlas en la bancarrota para buscar otro prospecto más prometedor. Así, luego de exprimirle y robar las joyas de una solitaria viuda norteamericana, Ugo Conti llega a Acapulco, su puerta de entrada a México, casi el paraíso.

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En esta novela de Spota abunda la impostura, pues para mantener la verosimilitud de su mentira, el flamante Ugo Conti recurre a cualquier medio y herramienta a su alcance: la ignorancia de los círculos en los que busca influencia, pues en ello radica parte de su poder, en que ignoren su mentira y en que carezcan de los medios e información para descubrirla. Padula conoce algo que el resto de sus víctimas mexicanas ignoran: el Almanaque de Gotha, compendio anual de la realeza europea que tiene entre sus vacantes al verdadero Ugo Conti, príncipe lombardo del que se ignora su paradero. Ese es el momento oportuno que aprovecha para usurpar una identidad que le dará grandes dividendos a partir de la ambición e ingenuidad de sus víctimas.

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Casi el paraíso está poblada por falsarios dispuestos a ser estafados con tal de mantener o aumentar sus privilegios. Desde Carmen Pérez Mendiola, socialité que se ofrece como asistente voluntaria de Ugo –con la esperanza de que el príncipe se enamore de ella–, hasta Frida von Becker, aristócrata “balín” especialista en “sangrar” a los generales revolucionarios y nuevos ricos. Entre estos últimos figura Alonso Rondia, al que su espíritu de trepa le impide percatarse de la falsedad del título nobiliario de Ugo Conti. A Conti no sólo le provee de una vida, sino que –impulsado por un arribismo de campanario– le ofrece la mano de su hija con tal de que en su casa del Pedregal ondeen los gallardetes de la heráldica italiana.

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La novela de Spota toma su nombre de la declaración perversa de un pillo con la seguridad de que el cinismo es corolario de la impunidad: “México es casi el paraíso”. Este regodeo con el que lleva semanas embaucando a la pretenciosa burguesía mexicana es para Ugo Conti una declaratoria de principios. México es un país de oportunidades, un terreno virgen, apto para la colonización por medio de la impostura.

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La mentira por acuerdo

En 1963 se publicó en Italia El Consejo de Egipto, de Leonardo Sciascia, historia de un engaño en la Sicilia del siglo XVIII, escrita en clave de novela palaciega sobre la falsificación de la historia oficial por parte de fray Giuseppe Vella, dueño de una habilidad innata para detectar la testarudez de la nobleza local y de la que se aprovecha durante diez años con la promesa de incluir a cada una de las familias nobles en el que da por llamar “Códice San Martino”, y que en realidad es una copia de El Corán en caracteres arábigos y dialecto maltés.

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A partir de la empresa que ofrece al virrey, el abate se convierte en protagonista de una gran impostura. Peor que leguleyo y con provecho de ser el único en Sicilia que asegura dominar la lengua árabe, Giuseppe Vella comienza la traducción de lo que rebautiza como El Consejo de Egipto, émulo de las crónicas que legitimaron a la monarquía británica. Narra Sciascia:

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“Aquellos barones y juristas afirmaban que el rey Ruggero y sus barones, durante la conquista de Sicilia, habían sido algo así como socios de una empresa comercial, constituyéndose el rey en una especie de presidente de la sociedad; que los vasallos debían la misma obediencia a los barones y al rey y así por el estilo. Pues bien: fray Giuseppe elaboraría un códice árabe en el que se hablase de los sucesos de la Sicilia normanda, a través del testimonio directo y desinteresado de los árabes, a través de cartas de los mismos reyes normandos, pero de acuerdo con un orden muy distinto: todo a la Corona, nada a los barones”.

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La vida de Giuseppe Vella da un giro afortunado. De interpretar los sueños a los carniceros en las barriadas de Palermo pasa a reescribir la historia “oficial” de Sicilia con licencia del virrey y a endulzarle el oído a los jefes de familias nobles que buscan figurar en la que se perfila como la relación cronológica que dará legitimidad a su linaje.

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Del brazo de su mujer pasaba el duque de Villafiorita, que los saludó agitando una mano, cordial. Pero su sonrisa estaba dirigida con toda intención hacia la persona del abate Vella, que le había puesto un antepasado en el normando Consejo de la Corona”, narra Sciascia al describir la relación entre la nobleza y su nuevo amigo, el ex paupérrimo capellán de Palermo, ahora amanuense de una nueva tesis que cambiaba la historia de Sicilia.

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En muchos casos la desgracia de los impostores por lo regular surge de los claustros académicos, escrutadores del trabajo entre pares. Bajo su lupa, la consistencia intelectual adquiere solvencia, se le ubica a media tabla o se descubren apropiaciones indebidas. Rosario Gregorio y Joseph Hager, afamados orientalistas, son finalmente los catedráticos a quienes el virrey encarga la revisión del manuscrito, en el que descubren tal cantidad de sandeces que los lleva a afirmar que se trata de una obra apócrifa, producto de la fantasía del abate y con la que los descendientes del consejo de la Corona han adquirido privilegios y canonjías.

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Sin embargo, los más notables del claustro no siempre son los más convincentes, pues a veces eligen el púlpito equivocado. La respuesta de la nobleza es significativa, ya que ante el peso de las pruebas, desestiman su relevancia y deciden ocultar la impostura del abate mientras ésta garantice la permanencia de sus privilegios.

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Escritas con siete años de diferencia, El Consejo de Egipto y Casi el paraíso son dos historias imprescindibles para entender la naturaleza de las imposturas, de la pequeñez intelectual y el cinismo palaciego. A partir de la reconstrucción de un hecho real registrado en Sicilia en el siglo XVIII y la aventura ficticia de un latin lover napolitano en la Ciudad de México de los años 50, Leonardo Sciascia y Luis Spota retoman el género del roman à clef y arrojan claves para exhibir a los farsantes a la más vergonzosa desnudez.

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Nuevas imposturas

Entre 2013 y 2015, los casos de Rodrigo Núñez Arancibia, Juan Antonio Pascual Gay, Cuauhtémoc Calderón y Boris Berenzon concentraron la atención del gremio académico. Los dos primeros dejaron importantes antecedentes en los mecanismos para sanción de faltas éticas. Aun cuando carecía de precedentes, en un acto de solvencia ética El Colegio de México decidió retirar el título de doctor en Sociología a su ex alumno Rodrigo Núñez, quien había plagiado casi la totalidad del libro La revolución empresarial chilena de la socióloga Cecilia Montero. Suerte similar tuvo Pascual Gay al ser despedido de El Colegio de San Luis luego de que el escritor Guillermo Sheridan lo señaló de haber plagiado un texto de su autoría publicado originalmente en 1993 en la revista Vuelta y que el investigador publicó con su nombre en el año 2000 en la revista Arrabal, de la Universidad de Barcelona.

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Los otros dos casos documentados por EL UNIVERSAL –Cuauhtémoc Calderón, de El Colegio de la Frontera Norte, sede Tijuana, y Boris Berenzon, de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM– revelaron los malabares legales y pactos de confidencialidad con que académicos parapetados en las instituciones mitigaron las consecuencias legales de esos plagios. Personajes todos ellos de una picaresca de toga y birrete, su virtud está en exhibirse como modelos de la minuciosa labor del engaño. Aun así, las pruebas nunca son suficientes cuando cuestionan la prosperidad de aquellos que se benefician o viven secuestrados por una impostura.

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¿Qué diferencia hay entre Ugo Conti y Rodrigo Núñez, además del sigilo y la mentira calculadora con las que sostuvieron su impostura? ¿En qué se distinguen personajes como Giuseppe Vella y Cuauhtémoc Calderón?

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Casi el paraíso, El Consejo de Egipto y los casos recientes de plagio académico pueden leerse como un perfecto manual del impostor. Su poder radica en que el engaño quede en las sombras, en la seducción, en la fabricación de pruebas y finalmente en la usurpación de identidades y de ideas ajenas. Su diversión está en disfrutar de las ganancias mientras duren, su penitencia en la angustia de llegar a ser exhibidos y su vocación está en hacer de los colegas y sus víctimas corresponsables del engaño. Sólo así se mantiene el teatro de la impostura, pues como dijo uno de los escrutadores del abate Vella: “Cada sociedad genera el tipo de impostura que, por así decir, se merece”.

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FOTO: En la imagen, “Isaac bendiciendo a Jacob”, óleo sobre tela de Govert Flinck (1638) que reproduce el pasaje bíblico en que Jacob se hizo pasar por su hermano Esaú para recibir de su padre ciego la bendición como primogénito (Génesis 27: 1-29). / Especial

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