En la sala de la casa de mis padrinos
Compartimos un adelanto de su más reciente libro Función de Mandelbrot, recientemente publicado por el Fondo Editorial Universidad Autónoma de Querétaro
POR JOSÉ HOMERO
En la sala de la casa de mis padrinos
colgaba la fotografía de un niño con fleco, un niño
sonriente, no sé si con un perro o con un amigo.
La fotografía lucía centrada con ese efecto ovular
que asociamos a las películas muy antiguas
(un fade), como si los bordes incipientemente amarillentos
tal las ramas del cilantro cuando empieza a podrirse
////indicaran que en efecto un niño se había desvanecido,
/////un niño como aquel Oliver que no volvió a casa
///////demorado en un brocal del pozo o
/////arrebatado por un súbito vendaval
////una Nochebuena de penumbra y frío.
¿A dónde van todos esos niños que desaparecen?
¿Esos niños que salen de excursión a Málaga
////o se demoran afuera de una disco y nunca regresan?
¿Hay un país donde los niños juegan y no crecen,
donde corren incesantes detrás de un aro y no tropiezan
con la bestia acezante de Mr. Hyde en cada esquina?
¿Hay niños que alcanzan el disco de la Luna
y lo devuelven con un golpe certero a la Tierra,
a la órbita donde la niebla confunde las siluetas
y el tiempo cede espacio a la duda,
al desvanecimiento donde intuimos otra vida,
////otro espacio?
Me intrigaba ese rostro,
///////////////////////reo en óvalo,
aislado en su ínsula de nimbo, en su nube de olvido,
//////en su ópalo de nido,
presente y nunca ido, en el seno de la sala,
expuesto a todas las visitas, a la mirada
de sus padres, siempre triste, como si los vigilara
impidiendo que continuaran sus vidas,
niño tácito, recluso en su cárcel
de nitrato, en su sonrisa imberbe, sabio,
más sabio a cada año que transcurre,
que celebraba el cumpleaños atroz
de crecer como raíz, hacia dentro
de la húmeda tierra del pantano.
Ese niño
//////corre en mi memoria,
buscando refugio
/////////////////donde paliar
ese ardor súbito,
/////////////////ese calor bíblico,
niño cegado por un rayo, mordido
por la serpiente aviesa de un cable eléctrico
una noche de tormenta
cuando perseguía la esfera solar de su balón,
Faetón caído en el traspatio de su casa,
//////como una piedra
//7//////////que indica a los transeúntes
que alguien acaeció/ aquí / que los vivos
no escapan a la mirada de los muertos,
que sonríen porque conocen ya aquello
que en la noche, en la madrugada ansiosa,
//////nos despierta. Una sed que no sacia el agua.
FOTO: Portada del libro Función de Mandelbrot, de José Homero/ Crédito: Cortesía Fondo Editorial Universidad Autónoma de Querétaro.
« “Escribir es un acto completamente irracional”: Eduardo Halfon El libro de los gatos »