“Escribir es un acto completamente irracional”: Eduardo Halfon

Sep 25 • Conexiones • 1154 Views • No hay comentarios en “Escribir es un acto completamente irracional”: Eduardo Halfon

 

En Canción, el autor guatemalteco explora la construcción de la identidad como algo que se adapta según su conveniencia y su necesidad de supervivencia, además de permitirse jugar con la mente del lector a través de trampas literarias

 

POR FRIDA JUÁREZ 
En Canción (Libros del Asteroide, 2021), Eduardo Halfon (Guatemala, 1971) cuenta la historia de Eduardo Halfon, un escritor, de ascendencia libanesa que asiste a un congreso sobre literatura libanesa, donde expone la vida de su abuelo libanés. Lo curioso es que Halfon no es precisamente Eduardo Halfon, tampoco es exactamente libanés y ni siquiera era tan cercano a su abuelo… Y es que esa es la cuestión, la identidad del escritor Eduardo Halfon es y no es a la vez.

 

Para el autor e ingeniero guatemalteco —que tampoco se considera precisamente como una persona de Guatemala—, la identidad es como un fluido que se adapta según a su conveniencia y su necesidad de supervivencia, y goza de jugar con la mente del lector cuando de identidad se trata.

 

Lo cierto es que Halfon inició este juego sin darse cuenta; es más, ni estaba enterado que el tema de la identidad es una constante en su obra, hasta que alguien más se lo señaló. El asunto es que él ignoraba esto porque, al final, la realidad que vive como persona siempre ha sido así: sin echar raíces, viajando y adaptándose a las circunstancias al grado de comparar a la identidad con un “armario de disfraces” que se pone y quita según la situación, explica en entrevista. Y pese a considerarse como una persona desapegada, el carácter de nómada le viene de familia, por sus abuelos que vivieron en éxodo hasta llegar a Guatemala.

 

Este viaje disperso también lo vive Halfon en su proceso de escritura, al que define como “improvisada” y sin objetivo, porque al final, la literatura es “inútil”, asegura. Pero esta definición, que para algunos podría parecer ofensiva, no significa que demerite las emociones que causa el acto de escribir.

 

“Tiene que ser algo muy fuerte que te lleve a sentarte y hacerlo en esos primeros momentos”, afirma. Y así fue con Canción, un libro donde cuenta la historia del secuestro de su abuelo a finales de la década de los 60, en el que participó un hombre apodado “Canción”, con el objetivo de sacarle dinero a la familia y así seguir financiando a la oposición armada de los gobiernos militares en Guatemala desde 1960 hasta 1996.

 

Canción me pareció un libro muy transparente y en la lectura me surgió esta pregunta: ¿a quién estoy leyendo, a Eduardo Halfon escritor o a Eduardo Halfon personaje?

 

Sería lo mismo que preguntarle a un marionetero si es su voz o la de la marioneta. Es una analogía similar la que se da en este caso, hay un personaje que lleva mi nombre y que quizá por eso confunde, porque si llevara otro nombre la división entre autor y personaje estaría más clara, pero en este caso se borra esa división y ya no sabes la voz de quién estás escuchando y eso es lo que quiero. No quiero que te confundas, pero quiero que creas que somos los mismos, que autor y personaje son lo mismo. No sé realmente por qué lo hago, así empecé a escribir. Este personaje lleva ya seis libros, nace en 2008 con unos cuentos en un libro que se llama El boxeador polaco, que se reeditó apenas hace un año. Este personaje nace en España, nace este otro Eduardo Halfon, que lleva mi nombre y comparte ciertas características biográficas mías, pero no soy yo. Él fuma, por ejemplo, pero yo no fumo para nada. Él es más intrépido, tiene una voz muy propia, que no es la mía. Él es mucho más inseguro en sus deambulaciones… Yo sé que hay cierta diferencia entre los dos, pero él llegó así. Supongo que pude haberlo disfrazado un poco, haberle puesto un velo, cambiarle el nombre, pero yo quería jugar este juego con el lector, quería que me acompañara en esta región tan gris, tan incierta y misteriosa que es la ficción y que se dejara llevar por una historia creyendo que es absolutamente verdadera, cosa que no es. Es ficción, pero el lector olvida eso.

 

En esta novela, Eduardo Halfon es buscado para participar en eventos porque es un escritor polaco, guatemalteco, francés, estadounidense, y en Canción porque es un escritor libanés… En fin, ¿qué es? ¿Cuál es su identidad?

 

Todas las anteriores, sería la respuesta corta. De todas partes y de ninguna, sería otra respuesta, o Eduardo Halfon es del lugar de donde esté, o soy del lugar de donde estoy.

 

Yo he tenido una vida muy itinerante, nómada, de muchas mudanzas y de nunca realmente pertenecer a ningún lugar. Incluso esto viene desde mis abuelos, que cayeron en Guatemala de una forma muy azarosa y que tuvieron sus historias de éxodo muy particulares; y yo que empecé la mía desde niño, porque estuve en una Guatemala ajena a mí y luego me fui a Estados Unidos, y ese viaje siguió en España y Francia. Por eso cuando me invitan a eventos siento que tengo todos estos disfraces en el armario, que puedo ponerme y quitarme dependiendo de la situación.
Nunca he visto esto como un fenómeno negativo, siempre he visto esto como mi realidad. Siempre he sido así y siempre ha sido así, y por supuesto esta realidad la plasmo en mi obra: un personaje muy cosmopolita, nómada, que vive en una diáspora permanente.

 

“Yo soy el nieto de un libanés que no es libanés”, es la frase que Eduardo Halfon dice en un congreso al que fue invitado por ser libanés. El leer eso me hizo preguntarme ¿para Halfon qué define la identidad, el decirlo o el vivirlo?

 

Qué buena pregunta,yo creo que se necesita un sociólogo para responderla. Yo no pretendo responderla en lo que escribo porque lo que hago es algo más misterioso, hablando de la literatura. O sea, no es más que contar historias, no hay premeditación ni una postura sociológica o una respuesta sobre cómo funciona la identidad.

 

De hecho, la palabra “identidad” me provoca cierta incomodidad y siento que me persigue porque es obvio que alrededor de esta palabra está viviendo este personaje, y mis historias y libros se acercan al concepto de identidad, pero no es una palabra que yo tenga presente cuando escribo, ni siquiera sabía que estaba escribiendo sobre el tema de la identidad hasta que un día un periodista me lo mencionó hace como 10 años. Lo noto ahora que veo en retrospectiva.

 

Pero, ¿qué forma la identidad o qué hace la identidad? No lo sé, tengo nociones, pero de mi relación con la identidad, que es muy distinto al concepto general porque para mí no es permanente o fijo, sino algo que me quito o me pongo según las circunstancias. Pienso mucho en una película de Woody Allen que se llama Zelig, donde el protagonista cambia físicamente, dependiendo de su entorno, y es esta idea camaleónica de la identidad de poder transformarse para sobrevivir, esa es mi relación con la identidad.

 

Creo que esto tiene una resonancia con los lectores, no sé por qué esta idea mía, tan íntima, de la identidad la entienden lectores de otros países y otras culturas. Quizás esa es la magia de la literatura, de poder llevar algo muy individual a algo universal, a través de la ficción.

 

Entonces, bajo esta línea, ¿qué te motiva a escribir?

 

Ahora creo que es pura inercia, llevo tantos años haciéndolo. La pregunta mas bien sería qué me llevó a escribir hace 20 años, porque yo no era escritor, no era ni siquiera lector, yo era ingeniero y vengo de un mundo muy distinto a este.

 

¿Qué me llevó a escribir? Quizás una incomodidad personal, el no estar del todo bien con uno mismo, con el mundo. Creo que todo arte viene de esa incomodidad, de un momento de oscuridad muy íntimo. Luego empiezas y se empieza a volver oficio y olvidas un poco esos primeros impulsos que te hicieron sentarte a hacer algo completamente irracional. Escribir es un acto completamente irracional, no tiene sentido económico ni de utilidad. Estás jugándote la vida ante algo muy extraño, inventar mundos y contar historias… es algo muy extraño y has decidido entregarle tu vida a este oficio. Tiene que ser algo muy fuerte que te lleve a sentarte y hacerlo en esos primeros momentos.

 

Mi manera de trabajar es todo menos una ingeniería. Yo me siento a escribir y no sé de qué voy a escribir ni a dónde va a ir la historia. No hay un plan, simplemente empiezo y me dejo llevar, a veces es un cuento corto, otras uno largo y la mayoría de las veces es nada, simplemente no llega a cuajarse.

 

Cuando escribo es porque se me impone la historia y así ha sucedido con todos mis libros. Canción fue así, un libro que se llevaba gestando varios años sin que yo lo supiera, hasta que de pronto lo vi. Es un proceso muy misterioso para mí la escritura porque es improvisado, es como estar en un cuarto a oscuras, donde no sabes hacia dónde está la puerta, pero tienes que caminar. Yo creo que por eso recalco y vuelvo constantemente a esta palabra: “misterio”. Escribir no es un proceso de fórmula ni de planificación.

 

También es muy importante que esta improvisación en mi escritura es un primer momento, porque en un segundo momento, viene el ingeniero Eduardo Halfon, que pone orden y ese para mí es el gran trabajo, en términos de importancia. Ahí es donde paso la mayor parte del tiempo: ordenando, cortando y reordenando las frases. Hay una ingeniería lingüística en cada párrafo, página y fragmento, es un trabajo muy meticuloso. Ese trabajo, para un libro tan pequeño lleva años; Canción me llevó escribirlo dos años.

 

¿Dirías que ese es el secreto para contar tanto en tan pocas páginas?

 

Yo no sé cuál sea el secreto, pero en mi caso el secreto no es tan secreto: es el oficio, el sentarse y hacerlo. Trabajo el lenguaje para lograr decir lo que quería decir con tan pocas palabras, hay una economía del lenguaje en mi obra. Le dedico días a una frase, sin exagerar. Ese es el oficio para mí, no la inspiración, ni una musa que viene y te lo lanza, es sentarte todos los días a trabajar.

 

¿Por qué elegiste titular el libro con el apodo del secuestrador de tu abuelo, Canción?

 

Siempre me han gustado los títulos que despistan al lector. Me gusta esta idea de empezar a leer un título con una idea de lo que tratará y luego te enteras de que va por otro lado. Canción es una palabra que puedes interpretar de una manera y luego cuando entras a la lectura ves que en realidad era el apodo de uno de los secuestradores de mi abuelo. Entonces el título se puede leer de varias maneras, como el apodo de esta persona o más metafóricamente, el libro como una canción.

 

El libro no es una historia ligera, trata el secuestro de tu abuelo. Pero nunca se percibe alguna sensación de rencor o enojo en el libro.

 

No, de ninguna manera. Para mí era muy importante entrar al tema del conflicto armado interno en Guatemala de la manera más objetiva posible. No quería emitir juicios ni tomar posturas. Si iba a entrevistar a guerrilleros tenía que hacerlo desde la misma postura. Eso siempre lo tuve claro cuando estuve escribiendo el libro, por eso da esa sensación de ligereza con víctimas y verdugos.

 

Hablas de que eres nómada y que esa es una herencia de tus abuelos, quienes al igual que tú, viajaron por varias partes del mundo y en algún punto conectaron con Guatemala, un país que, dices, te es ajeno. ¿Ha cambiado tu relación con este lugar?

 

Sigue siendo muy compleja, porque sigue siendo mi país, obviamente aquí nací y pasé mi infancia y aquí sigue mi familia. Pero yo ya llevo muchos años fuera, entonces cuando escribo de Guatemala siempre lo hago con una mirada de fuera, no se trata de un guatemalteco escribiendo de Guatemala. Creo que eso lo corroboran mis compatriotas. Es la mirada de un extranjero. Y mi relación personal es así: para mí es un país que me atrae mucho y me repele al mismo tiempo porque es un país violento, extremadamente pobre y corrupto. No es un país fácil.

 

Hay una diferencia con México, sí ves patriotismo, el mexicano es muy mexicano y lo lleva en el corazón. El guatemalteco no, siente amor, pero a la misma vez siente vergüenza hacia su patria porque es un país en muchos sentidos fracasado, con índices de analfabetismo, desnutrición y pobreza altísimos. Si ves la realidad de Guatemala, no puedes sentir orgullo. Entonces ese sentimiento de patriotismo que tiene el mexicano aquí no existe.

 

Sobre este mismo tema de Guatemala, parece que contar la historia de tu abuelo implica contar la historia del país, aunque también da la impresión que él se siente ajeno a esa nación.

 

Sí, la relación de mi abuelo con Guatemala no era tan distante. Era un migrante, llega aquí ya tarde en su vida, sin saber el idioma, siendo un judío libanés en un país totalmente católico. No llega a insertarse en el tejido cultural, entonces también tuvo una relación precaria con Guatemala.

 

La sensación de distancia también es perceptible entre tú y tu abuelo, porque a los 10 años te distanciaste de él y Guatemala cuando te fuiste a EU. ¿Con Canción reconectaste con él o no era necesario hacerlo?

 

No, no era necesario, e incluso creo que Canción es lo más lejano que existe a un libro nostálgico, es lo opuesto a nostalgia. Yo no tenía una buena relación con mi abuelo, él era una persona muy iracunda, le teníamos miedo. Era muy distante y ecuánime con sus amigos y familia. Este libro no es un intento de acercarme a mi abuelo, creo que es más un intento de acercarme a la historia de mi país. El tema del conflicto armado era un tema que estuve evadiendo durante muchos años, porque no consideraba a Guatemala un país mío ni una guerra que viví, yo estaba fuera. Pero lo abordé hasta que descubrí esta historia de mi abuelo y a este secuestrador, que fue la puerta de entrada a esta historia.

 

Después de toda esta conversación me surge una curiosidad, ¿para ti qué significa sentar raíces?

 

Nada (dice entre risas). No entiendo esa expresión. Es un fenómeno que me encantaría conocer; anhelo una ciudad y quedarme ya quieto y estable en algún lugar del mundo, pero esa no es mi realidad. Yo sigo viviendo con las maletas hechas, con las cajas sin desempacar. Es un estilo de vida que pesa, pero es la única forma en la que sé vivir.

 

Yo no tengo un Dublín como Joyce, ni un París como Hemingway… Anhelo tener una ciudad de la cual tener que escribir, pero como no la tengo, puedo escribir de la que yo vaya y quiera.

 

Y ¿qué significa la palabra distancia para ti?

 

No sé, supongo que está relacionada. Vivo en una permanente distancia, no me permito acercarme a nada ni a ningún lugar. Estoy ahí, pero estoy distante a la vez, en la periferia.

 

¿Estos términos, distancia, periferia también implican algún tipo de comodidad?

 

Sí, me siento más cómodo en la periferia, estaría más incómodo quieto y echando raíces.

 

FOTO: El escritor Eduardo Halfon, autor de Canción/ Crédito: Rosa Cruz/ Cortesía Libros del Asteroide

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