Enunciado poético sobre la memoria biológica

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La escritora María Baranda recién publicó Un leve aullido bajo la arena, una propuesta que resalta los poderes liberadores del lenguaje

 

POR JOSUÉ RAMÍREZ
María Baranda (Ciudad de México, 1962) es una de las poetas mexicanas más reconocidas y publicadas en los últimos treinta años. Es una poeta consolidada, tanto por la calidad de su obra poética como por la crítica y el público lector de poesía hispanoparlante que reconoce su voz en la escena contemporánea. Además de libros de poemas, ha escrito literatura infantil, traducciones del inglés y tiene un libro-ensayo sobre la poesía, qué es, cómo es y cuándo sucede.

 

Su libro más reciente, Un leve aullido bajo la arena, es un poema sin puntos ni comas que inicia y termina con minúsculas. Compuesto en verso rítmico, corto y estrofas fractales, está dividido en cuatro cantos que evocan y convocan la memoria de su madre y tienen como referencia plástica una pintura de Francisco de Goya, Perro semihundido, y un envío al amado. Este libro es un solo poema que, en el discurso que subyace a su figuración, elabora un enunciado sobre la importancia de la memoria biológica depositada en las palabras.

 

Desde el inicio de su obra poética en 1989 con El jardín de los encantamientos, María Baranda ha puesto sobre la mesa los ejes rectores de su aventura poética: el poema es el lugar predilecto para el uso de la imaginación, para la recreación y actualización de los mitos y de la fábula, el canto fragmentado, la yuxtaposición de planos entre pensar y sentir, percibir y adivinar, entre lo impersonal y lo íntimo. En más de treinta entregas de su poesía, el lector puede estar seguro de estar frente a poemas escritos desde la interiorización de la realidad y la exteriorización de un mundo propio, un amor e interés incansable sobre los poderes liberadores del lenguaje en la poesía.

 

Una de las particularidades de la obra lírica que María Baranda ha construido sin pausa es que no escribe desde la suposición de lo que es la literatura femenina o a partir del género como condición temática o postura política de su poética. Para ella, el género no determina ni limita la creación, sino suma a las mujeres que están presentes, que han estado, las que han sido y las serán; desde un reconocimiento implícito de sí misma. En su obra, no hay poemas que hagan del cuerpo femenino una denuncia política o del poema una militancia feminista per se, por el contrario, llena de su ser mujer libre, consciente y crítica, sus personajes poéticos se tejen claramente con su historia personal: ha sido niña, adolescente, joven, adulta, madre; y con las historias de otras mujeres que lo mismo han sido hijas, madres, abuelas o deidades mitológicas. (“Yo era tierra. / Yo era calle, polvo, casa. / Yo era el padre y el hijo, la hija y la madre y el tiempo, / el lodo y la sombra y su largo camino de madres”. (Arcadia, 2010).

 

Otra particularidad es que, aun cuando en sus poemas se hace uso de diversos recursos expresivos y técnicas de composición, no es un poeta obsesionado con la forma. Su verso es moderno y responde a la tradición del poema moderno. Desde la asimilación de sus reglas y sus momentos, desde el simbolismo francés, las vanguardias históricas de la primera mitad del siglo XX y las nuevas alternativas experimentales de finales del XX y principios de XXI, han adquirido su tesitura y profundidad.

 

En el panorama actual de la poesía mexicana, María Baranda ocupa sin duda un lugar central. Más allá de preferencias personales y tendencias colectivas, la riqueza de su lenguaje e imaginación, así como su creatividad, contribuyen a la buena salud de nuestro idioma. La complejidad de sus composiciones aborda tanto la historia de la humanidad en su dialéctica con la naturaleza y el cosmos, como, desde una perspectiva autobiográfica, hace referencia al entramado de símbolos antiguos y actuales que conforman el imaginario colectivo.

 

Desde el inicio de su carrera, la madurez de su obra ha sido constante. Cada poema o libro de poemas garantiza al lector una experiencia placentera y vital, a la vez que reflexiva y lúdica. Leer uno de sus libros, varios de ellos, o toda su obra, pone al lector en contacto con una de las más finas sensibilidades poéticas que combina imágenes fuertes y terribles con momentos de ternura y delicadeza.

 

Un leve aullido bajo la arena es un libro vibrante y ágil; rapidez y ligereza son dos valores literarios —siguiendo a Ítalo Calvino— que encuentro presentes en su creación. En los tres primeros cantos, María Baranda interpreta un réquiem por su madre, que se ha convertido en una voz presente en la memoria, “un leve aullido” que hace vibrar los cristales, inaudible, cuyo lenguaje es el del corazón, es decir, lo que se siente adentro y busca irrigarlo todo como un sonido, como un piano en una habitación.

 

La densidad de la elegía y el duelo es aligerada por el ritmo del verso y la anécdota, cifrada en unos sucesos oníricos, donde las notas del piano se transfiguran en palomas, donde las voces, o sus ecos, dialogan. Son las voces de la madre y el padre y la hija que se sueña en el jardín, escuchando “un leve aullido”. En el último canto, la figura del amado consuela o más bien recibe ese rumor que se convierte en lenguaje en las venas, en la escritura de una memoria compartida. (“soñé / con un leve / aullido / bajo la arena / al fondo / de la casa / en el jardín”).

 

FOTO: Además de libros de poemas, María Baranda ha incursionado en la literatura infantil y en traducciones del inglés. Crédito de foto: Archivo El Universal

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