La danza eterna de Maurice Béjart

Jul 19 • Escenarios, Miradas • 5170 Views • No hay comentarios en La danza eterna de Maurice Béjart

 

POR JUAN HERNÁNDEZ

 

La compañía Béjart Ballet Lausanne volvió a México a presentar obras de su fundador y coreógrafo: el fallecido Maurice Béjart, renovador del lenguaje de la danza en el siglo XX. Una compañía que, como otras en el mundo, difunde el legado artístico de su creador, un hombre cuya huella en la historia del arte universal es imborrable.

 

Maurice Béjart nación en Marsella, Francia, el 1 de enero de 1927 y su deceso ocurrió en Lausana, Suiza, el 22 de noviembre de 2007. Fue bailarín y coreógrafo creador de un estilo propio, en el que resaltó su sentido del humor, el disfrute del movimiento y un punto de vista enamorado sobre el mundo a pesar de que le tocó vivir los horrores de la Segunda Guerra Mundial.

 

El coreógrafo francés y naturalizado belga encontró libertad en el eclecticismo del lenguaje y construyó obras que han resistido el paso del tiempo. Obras eternas. Para Béjart la música era un himno de batalla y sus bailarines, los protagonistas de una lucha que se libra en el escenario, en donde la violencia es transformada en una exploración heroica de la hermosura de la existencia; una épica para la danza del siglo XX y de los que vienen.

 

Es reconfortante volver a ver sus danzas, sobre todo porque tienen las costuras de lo perenne. Obras monumentales, con bailarines dotados, cuya técnica clásica es impecable —tanto, que todo lo hacen parecer fácil—, y que se expresan ya sea grupalmente, en quintetos, en duetos o en solos para revelar el carácter divino de lo humano.

 

La compañía vino a México a presentarse en el Palacio de Bellas Artes, en el marco del festejo de los 80 años del máximo recinto cultural del país, organizado por el Instituto Nacional de Bellas Artes. Actualmente dirigida por Gil Román, la agrupación trae a México las obras Lo que el amor me dice (1974), Siete danzas griegas (1983), y Bolero (1961); tres momentos en la evolución de Maurice Béjart, en las que la mano del genio compuso de manera monumental y utilizó el espacio con un acento mítico: creó la luz, la atmósfera, los elementos de la naturaleza y, en el centro de todo, colocó al ser humano.

 

Cuando compuso estas obras Maurice Béjart había recorrido ya un largo camino y tenía en su repertorio dos obras maestras: Sinfonía para un hombre solo (1955), su primer coreografía de relevancia, y La consagración de la primavera (1956). Cuando realizó Bolero, en 1961, con la también emblemática obra del compositor francés Maurice Ravel (1875-1936), gozaba de una sabiduría respecto a la importancia de la composición en el espacio, de un lenguaje y un estilo gestual grandilocuente que darían identidad a sus creaciones dancísticas.

 

Bolero fue interpretado esta vez por la solista española Elisabet Ros, en el papel de La Melodía —es decir la bailarina que sobre el círculo rojo hace latir el corazón de la creación—, y El Ritmo, por todos los varones de la agrupación, además de algunos mexicanos seleccionados para estas presentaciones.

 

La pieza tiene un desarrollo ascendente, la bailarina solista sobre ese sol rojo es el centro de la creación, los demás intérpretes se van uniendo al palpitar de ese corazón que irradia sensualidad, magia y una idea orgiástica y orgásmica del ritual. Lamentable resultó el tropezón de la intérprete, quien no pudo levantarse de un arco, porque detuvo por un instante la perfección de la obra, la cual depende de la puntualidad de su ejecución en el tiempo y el espacio. Inevitable no extrañar al argentino Jorge Donn (1947-1992), quien hiciera una de las máximas interpretaciones de Bolero y a quien Maurice Béjart le profesó homenaje siempre.

 

Lo que el amor me dice, con música de Gustav Mahler, es una pieza en la que Béjart desarrolló un lirismo para expresar la pasión amorosa. El creador requirió a un tipo de bailarín etéreo, que fuera al gran gesto pero con una suavidad imperturbable; exploración de las emociones sin que estas se desboquen, de la sensualidad sin arrebatarse. En esta obra, el coreógrafo hizo algunos guiños a las culturas de oriente que tanto admiró.

 

En Siete danzas griegas el coreógrafo se regocijó con el movimiento. Los bailarines gozaron en escena sus ejecuciones y se desplazaban rompiendo la rigidez de la técnica clásica para incursionar en otras manifestaciones culturales del lenguaje corpóreo, como son las raíces griegas, con cierto toque popular, propuestas en la música de Mikis Theodorakis, nacido en Grecia en 1925.

 

La compañía Béjart Ballet Lausanne mostró una vitalidad y un estado de salud gozoso. Mirar de nuevo en ese espejo que Maurice Béjart creó para la humanidad, permite observar el carácter perenne de las obras de uno de los genios de la danza de todos los tiempos.

 

*La Béjart Ballet Laussanne se presenta en el Palacio de Bellas Artes el 20 de julio, a las 13 horas, y en el Teatro de la Paz de San Luis Potosí, en el marco del Festival Internacional de Danza Contemporánea “Lila López”, el 22 de julio, a las 20 horas.

 

*Fotografía: La compañía Béjart Ballet Lausanne se presentó en el Palacio de Bellas Artes con las coreografías “Lo que el amor me dice”, “Siete danzas griegas” y “Bolero”./ CORTESÍA INBA

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