La historia en blanco y negro

Sep 12 • destacamos, principales, Reflexiones • 4589 Views • No hay comentarios en La historia en blanco y negro

POR JAN DE JAGER

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La historia de África está tristemente entrelazada con la de Europa. A lo largo de los siglos, los europeos se han servido del llamado continente negro como si se tratara de un enorme depósito de recursos y mano de obra gratuitos. Esclavitud, colonialismo y explotación de recursos fueron la norma. Y en el siglo XXI se consolida un nuevo capítulo en las asimétricas relaciones bilaterales entre ambos continentes: la inmigración “ilegal” entre las costas del norte de África y el sur de Europa, que ya se ha cobrado arriba de 10,000 víctimas.

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Klaas de Jonge realizó el mismo viaje que los colonizadores, pero con un objetivo diferente: tratar de comprender cómo los africanos viven en carne propia el racismo y la explotación: y más que comprender, contribuir a modificar esa situación.

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Hechos, no palabras

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Las paredes del departamento de Klaas de Jonge en Ámsterdam están tapizadas de libros y de obras de arte, en su mayoría esculturas africanas. A primera vista, se podría sospechar que se trata el hábitat de un intelectual de escritorio. Sin embargo, nada más alejado de la realidad. Antropólogo y sociólogo de vastos conocimientos teóricos, desde hace más de cincuenta años que De Jonge no duda en procurar transformar en hechos sus conclusiones teóricas, principalmente en el continente africano. “Si se me atraviesa algo que me parece que está muy mal, no dudo en ponerme en acción para hacer algo al respecto.”

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De Jonge nació en Groninga, Holanda, en 1937. Se doctoró en Ciencias Sociales en la Universidad de Ámsterdam, luego de lo cual hizo sus primeras experiencias en África. Cuando regresó a Europa, completó sus estudios en la École Pratique des Hautes Études de París donde realizó su tesis con base al trabajo socio-demográfico realizado en Tanzania. Escribió numerosos ensayos y artículos como “Desarrollo demográfico antes de la ocupación colonial”, “Francia en África”, “África y América: el tráfico negrero y la gestación del racismo”, “África del sur: apartheid y resistencia” y “África tropical durante el período del neocolonialismo”.

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Sudáfrica

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Episodio insoslayable, anécdota fundacional de una leyenda…

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De Jonge, que formó parte del movimiento Umkhonto we Sizwe, el brazo armado del Congreso Nacional Africano, lo recuerda así: En el año 83 estábamos trabajando en Mozambique para el Ministerio de Comunicación y para la Universidad local, realizando tareas sociales en comunidades rurales, instalando escuelas, policlínicas y radios comunitarias. En ese período viví de cerca los desastres que ocasionaban en territorio mozambiqueño los grupos militarizados financiados por el gobierno sudafricano. Después de ver incendiados ómnibus llenos de escolares, aldeas destruidas y gente torturada, tomé conciencia de que lo que había que hacer era empezar a militar directamente contra el régimen racista sudafricano. Tenía amigos sudafricanos y comencé a trabajar con ellos. Como yo era blanco, nunca tenía problemas para entrar con armas, explosivos -escondidos, obviamente, hasta que fui descubierto y detenido.

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Cuando me detuvieron vivía en Zimbabue, donde daba clases de historia africana durante la semana y me dedicaba a llevar armas a Sudáfrica en auto los fines de semana. Me arrestó la Policía secreta, en 1985, porque una persona con la que me contacté estaba bajo vigilancia, pero inmediatamente después de ser detenido planifiqué mi fuga. Les aseguré a mis captores que les iba a mostrar depósitos secretos de armas, y logré que me llevaran desde Johannesburgo, donde yo estaba detenido, hasta Pretoria, donde se encontraba la embajada holandesa, en un edificio con muchas otras oficinas. Los hice ingresar al edificio y aun con los pies encadenados logré meterme dentro de la embajada holandesa, pero los policías me sacaron a rastras de la sede, lo que generó un conflicto diplomático entre Holanda y Sudáfrica, por lo que los sudafricanos no tuvieron otra opción que devolverme a la representación holandesa. Así fue que durante 26 meses estuve viviendo en dos o tres piezas de lo que había sido la embajada, que entre tanto se había mudado. Como no confiaba mucho en las gestiones de mi país para sacarme de prisión, metí mucho ruido, hasta que finalmente me sacaron del país mediante un intercambio de prisioneros.

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Ruanda y Congo

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Con posterioridad, De Jonge también fue investigador y asesor para Impunity Watch, una organización holandesa sin fines de lucro, en temas de justicia transicional, y para Global Rights, una ONG que busca combatir la violencia contra los sectores más vulnerables en África y Asia. Colaboró con Unicef durante el conflicto armado en la República Democrática del Congo. Durante tres años coordinó la investigación sobre el genocidio ocurrido en Ruanda, junto a otra ONG, Penal Reform International.

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Conocí a Klaas en Buenos Aires, en 2013. Yo estaba en la Feria del Libro participando de la promoción de dos antologías de literatura holandesa, en calidad de traductor. Alguien se me aproximó diciendo que necesitaban un intérprete para una serie de conferencias, y así fue que tuve el honor de acompañar a Klaas en varias de sus conferencias, en el Centro de estudios legales y sociales, en el Espacio para la Memoria, entre otros. Y desde entonces, nos encontramos cada tanto para conversar, en Buenos Aires o, como ahora, en su casa de Ámsterdam.

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A pesar de estarse aproximando a los ochenta años y una enfermedad casi mortal, Klaas de Jonge sigue siendo una figura imponente. Recientemente ha retornado de Burundi, donde se está filmando una película sobre la historia de su vida.

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Para nuestra conversación de hoy, cervezas de por medio, le propuse a Klaas la siguiente metáfora: “La Fortaleza Europa y su actitud ante los refugiados reproduce hoy a nivel global lo que el apartheid sudafricano imponía en aquel entonces a nivel local, nacional.”

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Klaas: Hay varios paralelismos. Creo que primeramente habría que distinguir entre el “Apartheid grande” y el “Apartheid pequeño”. Con la expresión apartheid grande me refiero a que los sudafricanos blancos habían confinado a los negros a ciertos territorios, que llamaban “Bantustan”, y los dejaban salir de esos “estados” solamente para ir a trabajar en minas, fábricas o trabajo doméstico, cuando hacían falta, y cuando no hacían falta, los mandaban de vuelta. Era un sistema que permitía contar con todas las ventajas de la mano de obra disponible, sin ninguna de sus responsabilidades.

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Del mismo modo, ya desde los años sesenta del siglo pasado, la sociedad europea ha considerado al inmigrante un “residente temporario”, al cual se podría enviar de vuelta a su país de origen en el momento en que no hiciera más falta su mano de obra. El término al uso aquí en Holanda era “gastarbeider”, trabajador huésped, trabajador invitado. Lo mismo en Alemania, Bélgica, Francia, Inglaterra. De más está decir que muchos “huéspedes” no solamente se quedaron, sino que trajeron a sus familias o formaron una familia aquí. Pero a menudo no se sienten bienvenidos. Y los nuevos, más recientes inmigrantes, ya sean refugiados o “ilegales”, no es que no se sientan bienvenidos, sino que directamente son deportados…

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Con “Apartheid pequeño” me refiero a la discriminación cotidiana que los no-blancos tenían que soportar: ser empujados si no se apartaban del camino de un blanco, transportes y servicios públicos segregados, necesitar un pase para transitar por “barrios blancos” etc. Y por supuesto también el control máximo de las subjetividades y los cuerpos: la prohibición de matrimonios “mixtos”, o sea matrimonios entre blancos y negros.

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El apartheid pequeño, en Europa se ve ciertamente en los frecuentes roces, especialmente contra los musulmanes y los africanos. Hay una evidente diferencia entre las condiciones de empleo de los europeos versus los no europeos, tanto en contratación como en remuneración.

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A nivel legislativo se ha dado el caso siguiente: en 2010 el parlamento holandés se pronunció en contra del registro de huellas dactilares de la población en general. En cambio en 2013 se aprobó que se aplicara ese registro para el caso específico de los extranjeros. Del mismo modo, los partidos xenófobos quieren que aquellos extranjeros que cuentan con dos pasaportes, deban renunciar a uno de ellos. Pero, claro, como la nacionalidad marroquí, por ejemplo, es irrenunciable, lo mismo que muchas nacionalidades latinoamericanas, eso significa que estas personas, muchas de ellas nacidas en Europa, deberían por lo tanto renunciar a su pasaporte europeo…

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Europa en este momento se perfila como una especie de barrio privado donde quienes allí habitan tienen determinados privilegios que no desean compartir con el resto de la humanidad.

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Otro aspecto terrible del “apartheid pequeño”, que ya mencioné antes, era la prohibición de los matrimonios, o aun cualquier relación de pareja, entre blancos y negros.

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Jan: La situación actual en Europa con respecto a los matrimonios o la formación de parejas entre europeos y no-europeos no es demasiado diferente, como puede atestiguar cualquier europeo que haya tenido la ocurrencia de enamorarse de alguien de fuera de Europa. El criterio es eminentemente racista, ya que la complicación para obtener un permiso de residencia en un país de la Unión Europea no incluye a los ciudadanos de los países del así llamado “Espacio económico europeo”, tales como Suiza o Islandia, que en realidad tampoco pertenecen a la UE.

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Klaas:: Y otro detalle: la exclusión de los negros de muchos empleos, carreras, estudios.

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Jan: En Bélgica se da la siguiente paradoja: Los partidos xenófobos acusan a los extranjeros de ser parásitos del sistema de seguridad social: que viven sin trabajar y con un subsidio por desempleo. Ahora bien, si un extranjero quiere ocupar un puesto de trabajo legal, debe demostrarse primero que ningún belga podría ser más idóneo en ese puesto… Un circulo vicioso si los hay.

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Klaas: Pero volviendo al tema de los refugiados que intentan ingresar a Europa: en 1973 yo hice la travesía del Sahara con un grupo de hombres y mujeres de Costa del Marfil que tenían por objetivo migrar a Europa. Esto existe ya desde entonces. Lo que muchos no saben es que a menudo es una aldea entera, o toda una familia, que junta dinero para pagar la travesía: los sobornos que hay que pagar a las tribus del desierto, falsificación de documentos, el cruce del Mediterráneo. Los que llegan a Europa no solamente tienen que lograr subsistir, sino que envían dinero desde Europa, primero para pagar la deuda, y luego para ayudar a sus familiares en el país de origen. Es un esfuerzo descomunal. Y existe un compromiso muy grande, una deuda de honor: los que cruzan el Mediterráneo no son individuos aislados, son miembros de una comunidad que los respalda, pero ante la cual sienten la responsabilidad de triunfar o morir en el intento… Así es como seguimos y seguiremos viendo miles de muertes, a pesar de lo desesperado del cruce. Y a estos refugiados, llamémoslos económicos, se suman los refugiados políticos que vienen huyendo de la situación en Siria. Es este grupo el que en las últimas semanas ha mostrado un crecimiento exponencial en números, y en la atención del mundo entero, pero el tema es estructural y existe desde hace más de treinta años.

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Por supuesto que no tendría sentido que toda la población del planeta venga a vivir a Europa, pero las alternativas son diversas. Personalmente estaría a favor de una política de fronteras abiertas, pero con la salvedad de que hay que hacer todo lo necesario para que las enormes diferencias económicas entre las regiones del planeta se vean resueltas, o en todo caso que las regiones de origen de los inmigrantes resulten mínimamente habitables, libres de guerra invasivas pero también libres de las enormes carencias que se observan en Medio Oriente o en el África subsahariana. Y no estoy pensando tanto en “ayuda” o en “cooperación para el desarrollo” sino más bien en dejar de despojar a esas regiones de sus recursos, y que puedan beneficiarse y disfrutar de lo propio… Pienso por ejemplo en el Congo, uno de los países más ricos del mundo en recursos, y sin embargo con una de las poblaciones más pobres y convulsionadas del planeta, y una expectativa de vida de cuarenta y pocos.

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Seguimos conversando de bueyes perdidos. Al final, me llevo prestado el libro Congo de David van Reybrouck, una historia del Congo escrita por un belga, y Klaas me muestra en su computadora una foto, me dice “Este cartel está acá a la vuelta, detrás del Hermitage: creo que sería una buena imagen para redondear este diálogo” En mi camino de vuelta a la estación central de Amsterdam, capturo la imagen que dice Demos una plena bienvenida a los refugiados.

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*FOTO: La frase Let’s fully wellcome refugees (Demos una plena bienvenida a los refugiados) forma parte de la campaña de la organización Fully Wellcome, asentada en Ámsterdam, encargada de brindar apoyo a las familias de migrantes/Especial.

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