La leyenda antes de la leyenda

Oct 17 • destacamos, principales, Reflexiones • 4169 Views • No hay comentarios en La leyenda antes de la leyenda

POR PEDRO ÁNGEL PALOU

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Es fácil imaginarse a la reclusa autora de Matar a un ruiseñor, en silencio por el resto de su vida. Harper Lee consiguió muy joven escribir un clásico del sur, un libro que se convirtió en lectura obligatoria de todos los colegios de su país, un honor compartido sólo con La cabaña del Tío Tom y Moby Dick. Un libro que es más que un libro, un manifiesto. La película en que Gregory Peck inmortalizó a su personaje central, el abogado Atticus Finch terminó de consagrarla. Lo que no es tan sencillo imaginar es el posible dolor de esa reclusión, su carácter de Bartleby femenino gritando a los cuatro vientos Preferiría no hacerlo antes de volver a escribir una línea. Harper Lee tiene hoy 89 años y vive en una casa de asistencia. Ahora tenemos este libro que ella no quiso editar nunca, porque siempre contestó ante las reiteradas preguntas de por qué no habría otra obra que ya había dicho lo que quería decir y no quería decirlo de nuevo.

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Cinco décadas y media después, aparentemente senil y ya sin la protección de su hermana que la cuidó y recluyó toda la vida en el pueblo –Montgomery, Alabama– que hizo célebre como Maycomb, aparece su segundo libro, Ve y pon un centinela, que se lanzó mundialmente como uno de los grandes hallazgos bibliográficos de la historia moderna. ¿Es su primer o segundo libro este recién publicado? Desde el punto de vista de la trama es una secuela, pues narra las vidas de la familia Finch: Atticus, la hija Scout, su hijo Jem y la sirvienta Calpurnia después de ocurrido el terrible juicio por violación que llenó la trama del primer libro. Los críticos se han apresurado a investigar, sin embargo, para darse cuenta que Ve y pon un centinela fue escrita antes que Matar a un ruiseñor, que no es una novela más, una secuela, sino un borrador previo. La pregunta que el lector ahora se hace es para qué publicar un libro que su autora –a pesar de haberlo podido hacer– decidió guardar para siempre. Quizá lo que temía Harper Lee es que su heroico abogado, Atticus Finch, es en realidad más complejo que el cruzado por los derechos civiles que pintó su libro publicado. ¿Qué pensarían los lectores ahora que pudieran leer, por ejemplo, su verdadera visión de lo que el mundo afroamericano es para los estados del sur?

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¿Tuvo que ver algo el editor de Matar a un ruiseñor en el hecho de que este borrador haya dado lugar a la novela publicada? La pregunta es válida porque se trata de dos libros totalmente distintos, con los mismo personajes. Mientras que el libro publicado en 1960 trata algo ocurrido en los años treinta narrado además en primera persona por la hija, la nueva novela que tenemos entre las manos está escrita en tercera persona y Scout tiene ahora veintitantos años, ya no es la adolescente de Matar a un ruiseñor. Aún más, el Atticus de 72 está enfermo de artritis. Las escenas que se repiten en los dos libros, sin embargo, nos llevan a pensar que el editor probablemente sugirió a Harper Lee (o fue su amigo Truman Capote, no lo sabremos), ampliar el caso de violación y esto dio lugar a la novela clásica. Son especulaciones que el estado mental de la autora nos impedirá comprobar.

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Muchos lectores, decepcionados han regresado a las librerías de Estados Unidos a pedir su dinero a cambio. Esto no es Matar a un ruiseñor, reclaman. Es un problema no de los lectores, aunque parezca, si no de la manera en que se vendió el libro, como la posibilidad de reunirse con la familia Finch de nuevo. La hija pródiga regresa pero el libro es otro, el tono es otro y el héroe es una persona común con grandes problemas raciales. Uno entiende la recepción equivocada de una novela que si bien no es Matar a un ruiseñor, es una obra interesante desde el punto de vista histórico o para los especialistas y críticos literarios, no para el lector común que el mercado ha hecho receptor de un único producto predigerido.

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Si el lector en cambio, está dispuesto a sumergirse en la nueva (¿o es más vieja?) aventura literaria de Ve y pon un centinela, tendrá ciertas sorpresas gratas. Scout ha regresado de Nueva York para darse cuenta de que la realidad es muy distinta que su recuerdo de Maycomb. Que su padre es también muy distinto y además está enfermo. Jean Louise –Scout– sigue siendo un personaje entrañable y su desencuentro es quizá la clave de esta novela que en realidad trata de la imposibilidad del sur norteamericano de sumarse a la industrialización capitalista y su modernidad. Son los años cincuenta, ya no los treinta, y sin embargo el supremacismo sigue siendo un lastre. La novela desbarranca al final y se diluye pero aún así, como un descubrimiento bibliográfico, vale la pena visitarla. Y luego, con otra visión, regresar a la verdadera obra maestra, Matar a un ruiseñor, que se nos revelará entonces llena de sutilezas desconocidas.

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Ve y pon un centinela. Harper Lee, Ed. Harper Collins, 2015, 350 pp.

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*FOTO: En 1962, dos años después de la publicación de Matar un ruiseñor, Gregory Peck (izquierda) personificó al abogado Atticus Finch en la adaptación fílmica de esta novela. En la imagen, a lado del actor Brock Peters/Especial.

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