La Pasión. Vía Crucis en el Coliseo

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Estos versos solemnes son traducidos por Ernesto Lumbreras y forman parte de la sección “Continuidad de la yedra” del libro Encaminador de almas, una antología poética qu acaba de publicar la editorial tapatía Tedeium Vitae

 

POR MARIO LUZI
Bate palmas la turba de mis semejantes,
se excitan entre sí, se emborrachan de venganza,
me desean en la cruz
puesto que han arrancado al procurador mi sentencia.
¿En qué los he ofendido que me odian de tal forma
que su rencor lo desahogan en mí que soy el más vulnerable?

 


“Venga tu reino, hágase tu voluntad” —esto enseñé a decir.
“Como en el cielo así también en la tierra” añadí.
Tu reino todavía no ha llegado,
por eso, me han puesto a cargar una cruz
entre insultos y escupitajos. Oh Padre,
no veo llegar hacia mí a ninguno de tus ángeles.

 


Lo ves, Padre mío, y callas. ¿También tú me has abandonado?
Por aquí pasa el camino de la resurrección
en estos parajes de terror.
Todavía pregunto: ¿Es esta tu voluntad, o bien, ante este castigo
no has puesto remedio porque no hay remedio? A veces mi pensamiento
se pierde
si el tuyo no acude a socorrerlo.

 


¿Por qué mi madre me sigue y no pone distancia?
Así su corazón se atormenta
y el mío no puede sostener su martirio.
Porque no retornan a su mente
las palabras de Simón: “Él está aquí para la caída
y el levantamiento de muchos en Israel,
señal de la contradicción para que sean revelados
los pensamientos de muchos corazones.
También a ti una espada atravesará el alma”.

 


He caído bajo el peso,
a un tal Simón de Cirene han obligado a carga mi cruz,
temieron que sucumbiera,
alguien se ha arrepentido pero sólo fue por un instante.

 


La canalla me ultraja, me insulta, se ríe de mí
pero no puedo evitar
la queja de los píos por guardarme: es débil,
pero llega hasta ti si quieres ponerle atención.
Sólo que tu voluntad es inescrutable.

 


He caído de nuevo bajo el peso de la cruz
entre escupitajos, insultos y burlas;
aunque más penoso es el camino que cruza
la provincia de mi debilidad humana.
Se trata de un camino solitario, sin doliente de piedad, para llorarlo.

 


“Por mí no deberán llorar”,
he dicho a las mujeres compasivas,
“mas por vuestros hijos y por vosotras mismas,
la Tierra se convertirá en un lugar de dolor”,
aunque mi sacrificio, está escrito, los absolverá.

 


El paño húmedo sobre el rostro
me concedió un alivio momentáneo.
He caído por tercera ocasión,
un brazo bienhechor me ha sostenido para levantarme
sólo que la carga es demasiada para mis miembros.
La deshonra y el castigo de la carne,
otorga placer a su ferocidad.

 


Has querido, Padre, que conociera hasta el final
la malquerencia de los hombres, que mirara
su desamor transformarse en odio y en aversión.
En verdad no los conocía lo suficiente.

 


Me aferran, me suben a la cruz incrustada sobre la colina,
allí, Padre, me clavetean las manos y los pies.
En realidad aquí concluye el camino.
La deuda de la iniquidad se paga a la iniquidad.
Pero tú conoces este misterio. Sólo tú lo sabes.

 


Jesús ha muerto.
El cielo se oscurece, el aire se cubre de tiniebla,
un boato desmedido, un sobresalto inquietante, el terremoto
sacude y desgarra la tierra. La vida se contrae en sí misma.

NOTA: Los fragmentos del libro La Pasione. Via Crucis al Colosseo de Mario Luzi los tomé del catálogo Vía Crucis de Lucio Fontana publicado por Gangemi Editore en 2007. Para el lector de poesía en México, el nombre de Luzi resultará hasta cierto punto familiar gracias a un par de antologías traducidas por Guillermo Fernández: Poemas (El Tucán de Virgina, 1982) y En la obra del mundo (Universidad de Guadalajara, 1994). Antes del asesinato del infatigable traductor, en Toluca a finales de marzo de 2012, se sabía que el también poeta jalisciense había traído al castellano toda la obra de Luzi; después de once años de impunidad respecto del brutal crimen, ese trabajo de traducción y otros más, permanecen en el limbo del disco duro de una computadora en poder de las incompetentes autoridades del Estado de México. La Pasione luziana se leyó el Viernes Santo con motivo del jubileo de 1999 durante una solemne procesión encabezada por el Papa Juan Pablo II; se trata de un poema “demasiado humano” en torno de la desventura fatal del Hijo de Dios. Reto mayúsculo por el tema fundacional de la cultura de Occidente, el texto es una mise-en-scène que discurre a través de cuadros narrados por el protagonista de Los Evangelios; encendido monólogo interior, pero también prédica y exordio a los testigos de su martirio, la voz del Cristo de Luzi pone otra vez la sal sobre la herida en torno a las aberraciones y crueldades de los tiempos modernos.

Ilustración: Ani Cortés /El Universal

 

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