La resurrección de Pérez Prado: “El sueño de ayer”, de Emilio Maillé

Ene 28 • destacamos, Miradas, Pantallas, principales • 1509 Views • No hay comentarios en La resurrección de Pérez Prado: “El sueño de ayer”, de Emilio Maillé

 

El sueño del ayer, de Emilio Maillé, se inspira en el Rey del mambo, quien después de 33 años de muerto, recibe una segunda oportunidad de vivir

 

POR MARTÍN SOLARES
La descabellada y regocijante historia que se cuenta en esta película es una de esas maravillas que sólo el cine nos puede ofrecer: por un motivo que permanecerá en el misterio hasta el momento decisivo en la película, el legendario músico Dámaso Pérez Prado, el famoso Rey del mambo, el hombre que puso a bailar a todo el mundo con el ritmo que desarrolló y popularizó con su orquesta a partir de los años 50, abre los ojos en un vagón del metro de la Ciudad de México y comprende que debido a uno de esos secretos bien plantados que nos ofrece este guión, algo o alguien le ha dado la oportunidad de salir del purgatorio en que se encontraba y regresar a la tierra. El que fuera uno de los compositores más admirados en todo el orbe, elogiado incluso por el mismo Stravinski, el letrista que inspiró a Carlos Fuentes algunas de las líneas más enloquecidas de La Región más transparente, el músico que deslumbró Fellini y a decenas de cineastas, el artista que compuso tantos hits que en lugar de titularlos terminó por numerarlos, el creador de “Qué le pasa a Lupita” y “El Mambo del Chafirete” despierta con los jirones de ropa con que fue enterrado, una melena y una barba tremebundas en un solitario vagón de metro que está a punto de llegar a la estación final —él, que fue uno de los artistas más carismáticos y atildados de su generación—. En las siguientes horas, quien fuera uno de los rostros más conocidos del planeta, el célebre Cara de foca, el inconfundible Macalacachimba, el Icuiricui en persona, constata que nadie parece reconocerlo, que es imposible contactar a ninguna de sus amistades por teléfono, que el dinero que carga ya no se encuentra en circulación, y han pasado 33 años desde que, todos lo aseguran, él falleció en la Ciudad de México. Pero Dámaso está vivo y un reloj en su antebrazo, que anuncia una angustiante cuenta regresiva le recuerda que no puede detenerse si quiere salir avante durante su segunda oportunidad de vivir.

 

 

Con ese punto de partida se podría contar lo mismo una extravagante película de zombis al estilo del reciente Jim Jarmusch que una aventura psicodélica con su propio multiverso, en la línea de Todo en todas partes al mismo tiempo, pero por fortuna otro fue el rumbo que eligió Emilio Maillé (CDMX, 1963), el guionista y director de esta cinta. Conocido por su afición a seguir tanto los pasos de un torero magistral como las huellas de Luis Buñuel en sus anteriores documentales (Un Buñuel mexicano, 1997), Maillé había contado historias realistas a través de los documentales que ha dirigido, entre ellos su ópera prima, Los años Arruza (1996), y el muy ambicioso Poetas del cielo (2018), pero fue su multipremiada adaptación de Rosario Tijeras (2005) la que le valió el Goya a la mejor película extranjera de habla hispana. Según dicen quienes lo conocen, hace años que el director fantaseaba con revivir a Dámaso Pérez Prado, pero nadie se imaginó que en El sueño de ayer Maillé abandonaría el territorio seguro del realismo y realizaría la más arriesgada y personal de sus producciones.

 

 

A una película con el carácter de un sueño parece imposible comentarla por partes, porque la sabrosísima música, la impecable fotografía nocturna y el ritmo sereno de la narración están amalgamados de modo que el espectador disfrute cada minuto en pantalla. La cinta combina grandes divas y promesas seguras: Ofelia Medina, Arcelia Ramírez, Adriana Llabrés y Mikaela Monet provocan una química instantánea con el espectador, al igual que sucede cada vez que el muy simpático Francisco Rueda y Benny Emmanuel se enfrentan en escena en sus divertidas discusiones. Pero los recorridos de Rubén Albarrán por el centro histórico y en particular los momentos en los que el resurrecto Pérez Prado se entrevista con la vampiresa interpretada por Blanca Guerra en la torre latinoamericana son de lo más genuino y disfrutable de la cinta. Se necesitaba a alguien que efectivamente tuviera la música por dentro, que bailara y disfrutara de modo ostensible lo mismo los acordes de una salsa que de un reggaetón, que vibrara con cada nota de una melodía para dar vida a uno de los monstruos sagrados que decidieron el rumbo de la música contemporánea. Lejos, muy lejos de los personajes que ha interpretado en los conciertos de Café Tacuba, y con un acento y un vocabulario corporal muy novedoso, cada vez que Albarrán aparece en pantalla consigue una empatía instantánea hacia este desconcertado Pérez Prado que resucita en la época del perreo y el reggaeton.

 

 

Quienes vayan a ver esta película deben ir preparados a disfrutar la sensualidad de la música y las imágenes, así como su calculada trama, editada con precisión de torero, pero en particular la libertad buñuelesca de la historia; deben contemplar que recibirán sorpresas de toda índole aquí y allá, a medida que el protagonista es engullido por sus problemas, pero sobre todo deben prepararse para disfrutar una de las películas que, en mi opinión, quedarán como un refugio seguro cada vez que alguien quiera experimentar la magia de una historia bien contada sobre los monstruos musicales de América Latina a través de la pantalla grande. Yo en estos días la he visto dos veces, la volveré a disfrutar muchas más y les recomiendo que si desean gozar de una experiencia muy placentera, y descubrir a un cineasta buñuelesco, vayan a ver El sueño de ayer. Saldrán flotando o bailando mambo.

 

FOTO: Cortesía Emilio Maillé/ El sueño del ayer se exhibe ahora en la Cineteca Nacional y puede verse también por Prime Video.

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