La Sabiduría ancestral de Confucio

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Los aforismos atribuidos al filósofo chino fueron recopilados por sus discípulos a lo largo de 200 años, y a la fecha es visto como una guía de ética para preservar la buena vida y la cultura heredada

 

POR RAÚL ROJAS
Al filósofo Confucio se le ha comparado con Cristo o con Buda por el número de personas a las que ha motivado con sus enseñanzas a lo largo de los siglos, especialmente en Asia. Pero habría que comenzar advirtiendo que el nombre del pensador es en realidad Maestro Kong, que en chino sería algo así como Kong fuzi. Se cree que editó o completó los llamados Cinco Clásicos, cinco escritos chinos que recogen enseñanzas y saber tradicional transmitido a través de generaciones, libros que pasaron a formar parte del llamado “Canon confuciano”. Sin embargo, mucho de lo que conocemos del filósofo chino fue realmente recopilado por sus discípulos a posteriori y durante siglos (como le ocurrió a Sócrates). Precisamente una de las antologías más conocidas son las llamadas Analectas de Confucio, que consisten en 20 breves libros de aforismos atribuidos al Maestro Kong. La palabra analectas es occidental, tan occidental como el nombre Confucio, y quiere decir colección, del griego analekta. En chino el libro se llama Lun Yu.

 

De la vida de Confucio no se sabe realmente mucho. Se piensa que vivió del año 551 al 479 antes de nuestra era, es decir, ya hace más de 25 siglos. Se sabe que era un filósofo y que estuvo activo en la política de su época, pero más a través de sus discípulos que directamente. Con el tiempo los escritos de Confucio, entre ellos las Analectas, se transformaron en lectura obligada para las élites chinas. El Examen Imperial, que era obligatorio en China para poder convertirse en servidor público, incluía preguntas sobre las obras de Confucio, incluidas las Analectas. De todos los aspirantes que tomaban el examen, sólo el 1% era aceptado para servir en la burocracia gubernamental. Los estudiantes chinos de la actualidad aprenden las máximas de Confucio desde que pasan por la primaria. Las deben memorizar y saber repetir cuando se dan las circunstancias apropiadas. Ese solo dato muestra la importancia que el confucianismo ha tenido y sigue teniendo en el Reino del Medio.

 

Todo aquel que alguna vez ha leído recopilaciones de citas de Confucio sabe que usualmente giran alrededor de la vida diaria, la ética y la moral, así como el modo de poder alcanzar lo que los griegos llamaban “la vida buena”. No es diferente en las Analectas, aunque como decía arriba, la recopilación es posterior a Confucio y hoy se cree que la obra tomó casi 200 años en alcanzar su volumen actual. De hecho, hay dos versiones, una dividida en 20 y otra dividida en 22 libros. Más relevante para el lector occidental, es que existen múltiples traducciones de los ideogramas chinos, lo que en Occidente puede producir variadas interpretaciones. En mi copia de las Analectas, tres líneas de ideogramas se transforman en siete líneas en inglés, además de múltiples notas a pie de página, advirtiendo de las traducciones alternativas. Pero si se prescinde de todo ese aparato crítico, las Analectas se pueden leer en una tarde.

 

La lectura, sin embargo, es al principio desconcertante. Los aforismos no están organizados de una manera coherente, desfilan uno tras otro. Hay algunos importantes y otros verdaderamente anodinos. Entre los más importantes encontramos la llamada “Regla de Oro”, explicada en el libro quince, párrafo 24 (abreviado 15.24) de las Analectas: “¿Hay alguna máxima que deba ser seguida hasta el final de nuestros días? El Maestro respondió: Es shu, no le hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti”. Entre las citas obscuras encontramos ésta: “El fénix profético no aparece; el Río Amarillo no entrega su tabla mágica”. Amigos chinos que consulté no me pudieron explicar la cita, ni en el original chino, hasta que en otra edición de las Analectas encontré la aclaración: la cita se refiere a un mítico rey sabio que alguna vez llegará como el ave fénix, una profecía hecha por diagramas mágicos provenientes del Río Amarillo.

 

Ya habiendo leído una parte de los aforismos comienza a surgir una especie de estructura implícita. El aforismo 7.25 ayuda mucho. Respecto a las enseñanzas de Confucio se puntualiza ahí: “El Maestro enseñó bajo cuatro categorías: cultura (wen), la conducta correcta (xing), cumplir al máximo (zhong) y hacer valer la palabra empeñada (xin)”. Y así es, leyendo a los aforismos se les puede clasificar en estas cuatro categorías, incluyendo además todo lo que corresponde al amor filial y respeto a los padres, así como máximas relativas al buen gobierno y a la educación.

 

Bajo esa perspectiva, los aforismos son una especie de guía ética y moral para regir el comportamiento individual, como miembros de una comunidad y de una familia. En ese sentido hay varios conceptos que se repiten una y otra vez, y que resultan centrales para entender las máximas. El que aparece más frecuentemente es dao, que como verbo se puede entender como guiar, dirigir. Como sustantivo se puede traducir como el camino; en ese sentido el verbo dao se refiere a adoptar el camino existente (la cultura heredada) como algo propio y que se debe enriquecer. Ensanchar y perfeccionar el camino es la forma de realizarse como humano: “Si desde el amanecer aprendes y cubres el camino (dao), bien puedes fallecer al atardecer” (4.8). Las personas que cumplen con estos y otros preceptos morales son “personas ejemplares” (junzi), es decir actores morales ideales, y muchos aforismos las describen. Las personas ejemplares “saben cuál es la conducta apropiada, observan los ritos, se expresan con modestia y cumplen su palabra” (15.19). Esas personas, “se exigen a sí mismos, personas mezquinas exigen de otros” (15.21). Y combinando los dos conceptos: “Es la persona la que ensancha el camino, no el camino el que ensancha a la persona”. Esas personas ejemplares deben además mostrar respeto a los padres, una máxima ética central: “Mientras tus padres vivan, sírveles de acuerdo con los rituales. Cuando mueran, entiérralos y haz sacrificios de acuerdo con los ritos” (2.5). En ese sentido, las personas ejemplares son sinónimos de comportamiento virtuoso. Por eso hay tres conductas que los junzi evitan: “Cuando son jóvenes y vigorosos evitan el libertinaje, en su punto más alto, con el máximo vigor, evitan los conflictos, y en la vejez, cuando su vigor declina, evitan la codicia” (16.7).

 

Además de la veneración de los antepasados, un aspecto de las Analectas que salta inmediatamente a la vista, es la importancia que Confucio le da al aprendizaje. Ya mencionamos que este debe iniciarse desde el amanecer. Confucio refiere este precepto a sí mismo: “Perseverar en silencio acumulando lo aprendido, continuar estudiando sin descanso, instruir a otros sin cansancio —¿no soy yo así?” (7.2). Y añade que le preocupa fallar alguna vez “en cultivar la excelencia y en practicar lo que he aprendido” (7.3). Aconseja: “Estudia como si no lo fueras a alcanzar y con el temor de ir a perderlo” (8.17). En su papel de maestro, Confucio comenta: “No le abro el camino a estudiantes que no están motivados por la ansiedad de saber, no les proporciono un vocabulario a estudiantes que no están tratando desesperadamente de encontrar el lenguaje para sus ideas. Si les muestro una esquina y no regresan con las otras tres, no me repetiré” (7.8). Hoy en día, con los grandes avances económicos de países como China, Japón y Corea, con el gran índice de alfabetización que tienen, y con los logros en investigación que han acumulado, se discute si la herencia confuciana no tiene mucho que ver con esos éxitos. Es cierto que los proverbios de Confucio provienen de otro mundo, uno en el que 99% de la población no sabía leer ni escribir, son aforismos para una élite civil y gubernamental, pero encajan perfectamente en la sociedad del conocimiento del siglo XXI. Es esa quizás una de las cosas que más sorprenden leyendo las Analectas a la distancia de los siglos.

 

Hay un segundo concepto que, después de dao, aparece muy frecuentemente en el texto: me refiero a ren. Se le traduce como benevolencia, virtud o humano. En las Analectas, ren es un proyecto, es una forma de ser y de tratar de ser, siempre mejorando. El ideograma chino que corresponde a ren contiene el símbolo de una persona y dos líneas paralelas, lo que literalmente significa dos personas, pero se refiere a las personas en sociedad. Vivir de acuerdo con el precepto de ren significa respetar a todos y vivir en paz en la comunidad. “A través de la autodisciplina y observando las tradiciones” (12.1) se alcanza la virtud. Además “no hagas nada que contravenga la observancia de las tradiciones” (12.1) y “no le impongas a otros lo que tú mismo no quieres” (12.2).

 

Todas esta reglas éticas y morales culminan en las observaciones acerca de lo que constituye un buen gobierno, y sobre eso Confucio tiene mucho que decir: “Zigong preguntó acerca de gobernar de manera efectiva. El Maestro le dijo: ‘Asegúrate de que haya suficiente de comer, suficientes armas para la defensa y de que el pueblo tenga confianza en sus líderes’. ‘¿Pero si tuviéramos que prescindir de una de las tres, cuál sería?’. ‘Prescinde de las armas’, dijo. ‘¿Si tuvieras que prescindir de una de las otras dos, cuál sería?’ ‘Prescinde de la comida’, dijo (…) ‘Si el pueblo no tiene confianza en sus líderes, la comunidad no perdurará’” (12.7). No cualquiera puede ser un gobernante, y por eso sus discípulos le preguntaron a Confucio a quién se le deberían dar las riendas del gobierno, a lo que él respondió: “A una persona que posea las cinco virtudes y rechace los cuatro vicios se le pueden dar las riendas”. Interrogado sobre las cinco virtudes agregó: “Los junzi son generosos, pero no extravagantes, hacen que la gente trabaje duro sin que se fastidien, desean cosas, pero no son ambiciosos, tienen orgullo, pero no son arrogantes, son dignos, pero no son agresivos” (20.2).

 

Después de 20 libros, las Analectas concluyen sin realmente concluir, no hay una frase final o de despedida. Quizás eso se deba a que éste es, al final de cuentas, un libro circular. Ya llegado al último aforismo siente uno la urgencia de comenzar de nuevo. Decía arriba que el libro se puede leer en una tarde, pero no es cierto, se regresa al principio. Así me ocurrió y la relectura de cada aforismo puede ahora tomar mucho tiempo, porque el tejido del escrito y de sus máximas revela cada vez nuevas profundidades de contenido: al enfocar la atención en cada párrafo, vemos de pronto al escrito en su conjunto, flotando por detrás de la página impresa. Las Analectas son un libro que nos acompañará por meses, si lo tomamos en serio. Por eso, para concluir sin concluir, dando sólo qué pensar, citemos otro de los aforismos del Maestro Kong sobre el conocimiento: “Saber algo no es tan bueno como amar ese saber, amarlo no es tan bueno como disfrutarlo” (6.20).

 

FOTO: Las enseñanzas de Confucio fueron oficializadas durante el reinado del Emperador Wu (141-87 a. C.)/ Tomada de Britannica encyclopedia of world religions, 2006

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