Las fronteras del cuerpo

Sep 23 • destacamos, Lecturas, Miradas • 601 Views • No hay comentarios en Las fronteras del cuerpo

 

Cosmética del enemigo se adentra en los dilemas del alter ego; camino que iluminó el alemán E.T.A Hoffmann

 

POR BENJAMÍN BARAJAS
La separación corporal del hombre en una parte física y otra mental representa una de las grandes dicotomías en la historia de la humanidad. La mitología griega consideraba el “eidolon” como la imagen fantasmal o el doble de la figura de la persona; idea que se popularizó en el cristianismo, a partir de San Agustín, quien subdivide al ser en cuerpo, que es el espacio de los deseos terrenales, y alma, que representa la vida espiritual y el vínculo con la divinidad.

 

Dicha bifurcación subsistió durante la Edad Media como un elemento fundamental de la teología, pero empieza a diluirse durante el Renacimiento y el advenimiento del Racionalismo, que pretende “objetivar” la presencia del hombre y la mujer en el mundo, sin la necesidad de justificar su existencia mediante las fantasías religiosas. El extremo de estos movimientos culmina con la Revolución Francesa de 1789, cuyos filósofos revolucionarios, de la talla de Voltaire, esgrimían la bandera del ateísmo, como un principio de liberación.

 

Pero en el seno del esplendor del siglo de las luces aparece el romanticismo, que elogia el mundo de las sombras, de la imaginación y el sueño, como sustancias que constituyen al ser humano y se refuerza, entonces, la ambivalencia en un solo sujeto de la doble personalidad, lo cual da cuenta de que el bien y el mal pueden subsistir en un individuo. Las novelas Los elíxires del diablo y El hombre de arena del escritor alemán E.T.A Hoffmann (1776-1822) ponen al descubierto estos dilemas de la psique humana.

 

Después de Hoffmann, el tema se popularizó a lo largo de los siglos XIX y XX. Edgar Allan Poe escribió “William Wilson”; Dostoievski hizo lo propio en El doble; más tarde sobresalen obras emblemáticas como El extraño caso del doctor Jekyll y mister Hyde, de Stevenson; El retrato de Dorian Gray de Wild y, en el siglo XX, destacan La metamorfosis de Kafka y el relato de Julio Cortázar “La noche boca arriba”, entre muchas otras.

 

En este contexto, se inscribe Cosmética del enemigo de la autora belga Amélie Nothomb, traducida al castellano por Sergi Pàmies y publicada por Anagrama. Esta espléndida novela se construye en torno a un solo personaje, desdoblado en su alter ego de nombre Textor Texel, quien habla desde la conciencia de Jérôme Angust y de manera progresiva e inmisericorde revela los instintos, las pulsiones y el crimen cometido por el protagonista.

 

En la obra predomina el discurso directo a través de los diálogos que constituyen una sola y prolongada escena, desarrollada a lo largo de tres horas en la sala de espera de un aeropuerto. El narrador aparece en raras ocasiones y sólo para dar breves instrucciones, a la manera de las acotaciones y didascalias en las obras dramáticas; quizá por eso la novela se ha llevado al cine y al teatro, pues tiene la rara característica de reunir las tres condiciones que Aristóteles había certificado para la tragedia: las unidades de acción, lugar y tiempo.

 

Cosmética del enemigo pone al descubierto la soledad mental del hombre y la mujer en este mundo posmoderno. Las faenas rutinarias, el sedentarismo, la imposibilidad de establecer relaciones afectivas con los otros, conducen a las personas al infierno interior, lugar donde merodean los demonios más temidos.

 

 

 

FOTO: Ilustración de Miguel Navia para el clásico El magnetizador, de E.T.A Hoffmann, Editorial Bambú, 2010. Crédito de imagen: https://miguelnavia.net/

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