Lee un adelanto de “Cuadernos de patología humana”, del poeta Orlando Mondragón
Poemas tomados de Cuadernos de patología humana (Visor Libros-Círculo de poesía, 2022)
POR ORLANDO MONDRAGÓN
El mundo entero es nuestro hospital
T. S. Eliot
Voy hacia lo que menos conocí en mi vida: voy hacia mi cuerpo
Héctor Viel Temperley
I
Le tomo la mano a mi enfermo
para saber que sigo vivo
Ha muerto unos instantes
después de que mis manos
buscaran despertar su sangre.
Oscuras turbulencias
revolvían su pecho.
Su vida coagulada
detenía el oxígeno.
No funcionó.
Su corazón ya no podía hablar,
tartamudeaba.
Dentro de las costillas,
un ritmo incompasible, atropellado,
un código sin traducción.
Le tomo la mano a mi enfermo
sin que otros miren,
El monitor de pulso
sigue chillando con su alarma.
Una enfermera lo apaga. Silencio.
II
Lavo mis manos
y borro la lectura de los cuerpos.
Desnudas, palpan las costillas,
percuten, se detienen.
Cada centímetro que toco
deja en mis dedos su escritura.
Traduzco ese idioma
escondido entre el silencio y la carne.
Lengua de ciegos.
Cinco letras para leer
el cuerpo en cada mano.
Ahora respire. Diga treinta y tres.
Treinta y tres. Diga uno.
Inhale y exhale.
Tosa.
¿Aquí duele?
7777777777777¿Y aquí?
SUTURAS
El rojo es un color más fiable que el blanco. Su llegada siempre es súbita. Apenas se requiere de una gota para desatar su escándalo, su grito de apremio. Nadie puede cuestionar su presencia. En la escala cromática de la urgencia, el rojo domina al resto. Su aparición indica que la condición del paciente amenaza los signos vitales y es necesaria su atención inmediata. En la mayoría de los casos, rojo significa resucitar.
III
Avanzo entre camillas
que no acaban de enfriarse.
Por encima de cloros y lavandas
reconozco el olor de mis enfermos.
Cada uno posee un registro propio.
Pero no es la corrupción a lo que huelen,
no es a mugre o corrupción.
Sigo su huella hasta la cortina
donde hallaré la siguiente.
Tres camas. Una misma habitación.
El aroma me alerta.
Y aunque no sabe cómo
mi olfato reconoce
quién está próximo a morir.
IV
Desechar jeringas, guantes y errores.
Acomodar los rostros en bolsas de basura
para no llevarlos conmigo a casa.
Miro alrededor. Todo me cerca.
Llevo por dentro habitaciones
repletas, donde alguien
camina arrastrando los pies.
Finísimas agujas atraviesan el aire,
bolsas de suero cuelgan como ubres.
¿En qué ojos buscar una gota
para la sed?
¿Dónde humedecer una gasa
para sorber desesperado?
El tiempo gira, loco,
sobre sí mismo.
El tiempo que me deja.
¿Qué palabra decir entonces?
¿Qué consuelo queda para nadie
si la vida nos hace desafiarla en su juego
y al mismo tiempo
no admite ningún sobreviviente?
SUTURAS
La vida inicia en rojo. La oscuridad abriendo su acueducto. El líquido amniótico se derrama entre las piernas y el útero empuja al nuevo ser. La vida comienza con ese exilio. Tomas al bebé en tus manos. Está sucio. Tus guantes se manchan con la sangre de la madre. Luego de los gritos, un breve silencio. Aunque puede ser largo. Puede durar toda una vida, el silencio. Callarnos antes de poder llorar a todo pulmón.
FOTO: Portada de Cuadernos de patología humana
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