Lee un adelanto de “Cuadernos de patología humana”, del poeta Orlando Mondragón

Abr 23 • Ficciones • 884 Views • No hay comentarios en Lee un adelanto de “Cuadernos de patología humana”, del poeta Orlando Mondragón

 

Poemas tomados de Cuadernos de patología humana (Visor Libros-Círculo de poesía, 2022)

 

POR ORLANDO MONDRAGÓN

El mundo entero es nuestro hospital
T. S. Eliot

Voy hacia lo que menos conocí en mi vida: voy hacia mi cuerpo
Héctor Viel Temperley

I
Le tomo la mano a mi enfermo

para saber que sigo vivo

 

Ha muerto unos instantes

después de que mis manos

buscaran despertar su sangre.

Oscuras turbulencias

revolvían su pecho.

Su vida coagulada

detenía el oxígeno.

 

No funcionó.

 

Su corazón ya no podía hablar,

tartamudeaba.

 

Dentro de las costillas,

un ritmo incompasible, atropellado,

un código sin traducción.

 

Le tomo la mano a mi enfermo

sin que otros miren,

 

El monitor de pulso

sigue chillando con su alarma.

Una enfermera lo apaga. Silencio.

 

 

II

Lavo mis manos

y borro la lectura de los cuerpos.

Desnudas, palpan las costillas,

percuten, se detienen.

Cada centímetro que toco

deja en mis dedos su escritura.

 

Traduzco ese idioma

escondido entre el silencio y la carne.

Lengua de ciegos.

 

Cinco letras para leer

el cuerpo en cada mano.

 

Ahora respire. Diga treinta y tres.

Treinta y tres. Diga uno.

Inhale y exhale.

Tosa.

 

¿Aquí duele?

7777777777777¿Y aquí?

 

 

SUTURAS

El rojo es un color más fiable que el blanco. Su llegada siempre es súbita. Apenas se requiere de una gota para desatar su escándalo, su grito de apremio. Nadie puede cuestionar su presencia. En la escala cromática de la urgencia, el rojo domina al resto. Su aparición indica que la condición del paciente amenaza los signos vitales y es necesaria su atención inmediata. En la mayoría de los casos, rojo significa resucitar.

 

 

III

Avanzo entre camillas

que no acaban de enfriarse.

Por encima de cloros y lavandas

reconozco el olor de mis enfermos.

Cada uno posee un registro propio.

Pero no es la corrupción a lo que huelen,

no es a mugre o corrupción.

Sigo su huella hasta la cortina

donde hallaré la siguiente.

Tres camas. Una misma habitación.

El aroma me alerta.

Y aunque no sabe cómo

mi olfato reconoce

quién está próximo a morir.

 

 

IV

Desechar jeringas, guantes y errores.

Acomodar los rostros en bolsas de basura

para no llevarlos conmigo a casa.

Miro alrededor. Todo me cerca.

Llevo por dentro habitaciones

repletas, donde alguien

camina arrastrando los pies.

Finísimas agujas atraviesan el aire,

bolsas de suero cuelgan como ubres.

¿En qué ojos buscar una gota

para la sed?

¿Dónde humedecer una gasa

para sorber desesperado?

El tiempo gira, loco,

sobre sí mismo.

El tiempo que me deja.

¿Qué palabra decir entonces?

¿Qué consuelo queda para nadie

si la vida nos hace desafiarla en su juego

y al mismo tiempo

no admite ningún sobreviviente?

 

 

SUTURAS

La vida inicia en rojo. La oscuridad abriendo su acueducto. El líquido amniótico se derrama entre las piernas y el útero empuja al nuevo ser. La vida comienza con ese exilio. Tomas al bebé en tus manos. Está sucio. Tus guantes se manchan con la sangre de la madre. Luego de los gritos, un breve silencio. Aunque puede ser largo. Puede durar toda una vida, el silencio. Callarnos antes de poder llorar a todo pulmón.

 

FOTO: Portada de Cuadernos de patología humana

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