Lenguaje y literatura

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Una discusión entre Mallarmé y Degas desata una disertación sobre las posibilidades del lenguaje verbal y las imágenes para la expresión de las ideas

 

POR BENJAMÍN BARAJAS 
Paul Valéry solía recordar la conversación sostenida entre el pintor Edgar Degas y el poeta Stéphane Mallarmé, a propósito de las palabras, pues el primero se quejaba de que a pesar de tener buenas ideas para escribir poemas no lograba concretarlos, a lo que le responde el segundo: “No es con ideas, mi querido Degas, con lo que se hacen los versos. Es con palabras”.

 

La anécdota anterior pareciera disponer en colisión dos sistemas de signos o dos maneras de sentir y de expresar el mundo: el lenguaje verbal y las imágenes, sin embargo, como dice Felipe Garrido en su obra Inteligencias, lenguaje y literatura, precisamos de los diversos lenguajes como las matemáticas, los colores, la música, los códigos de señales para relacionar lo que sucede adentro de nosotros con lo que ocurre afuera, y a este proceso de relación y síntesis le llamamos pensamiento.

 

En tiempos recientes, el psicólogo Howard Gardner reconoció la existencia de las inteligencias múltiples, lo cual serenó los ánimos de quienes no habían podido alcanzar las cimas del pensamiento abstracto, tan propio de las ciencias duras y de la filosofía. Nuestro psicólogo descubrió ocho de ellas: lingüística, matemática, visual, musical, cinestésica, intrapersonal, interpersonal y naturalista; a las que se han sumado muchas otras, sobre todo para las personas que suelen disponer de un don corporal no clasificado.

 

Para nuestro caso, podríamos decir, con un dejo de humor, que Mallarmé poseía la inteligencia verbal y Degas la visual, no obstante, como dice Garrido, “es más frecuente que pensemos con palabras: una leve vibración del aire o del pensamiento; sonidos, imágenes, símbolos, ideas”, pues el pensamiento es “probar diversas formas de ordenar las palabras y decidirnos por alguna de ellas”.

 

Pero si el pensamiento da forma a nuestra estructura mental, mediante el uso del lenguaje científico, que parte de Aristóteles con el descubrimiento de la lógica; continúa con René Descartes, célebre instaurador de la duda metódica, hasta llegar a Francis Bacon, quien imaginó el método experimental, según el cual sólo los hechos que se prueban son verdaderos, entonces, ¿cuál es el papel que se reserva al lenguaje literario?

 

En principio, debemos aceptar que el conocimiento científico del mundo pareciera efectivo, pero limitado. Tener más certezas y un cierto desarrollo material, no nos hace felices. La verdad de la ciencia y el frío razonamiento de la filosofía del lenguaje, por ejemplo, parecieran haber paralizado el corazón del hombre, cuyo mundo emocional se nutre de la fantasía y la imaginación, que se forman a través de la expresión literaria.

 

El lenguaje literario es el arte colectivo de la expresión, pensaba Sapir, “Y la literatura, la forma más evolucionada y compleja del lenguaje —dice Garrido— nos humaniza, nos construye, contribuye de manera decisiva a formar múltiples inteligencias.”

 

Saludamos, pues, en este abrazo fraternal, la suave discusión entre Degas y Mallarmé, dos espíritus modelados por el lenguaje.

 

FOTO: El poeta Stéphane Mallarmé/ Crédito: Especial

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