“El libro electrónico no quitará el gusto de la lectura en papel”
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Valerie Miles, editora de la revista Granta en español, que busca acercar las tradiciones literarias en lengua española y el mundo anglosajón, habla sobre de la relevancia de las revistas literarias en Latinoamérica, el futuro del libro impreso y la presencia de Roberto Bolaño en la obra de los jóvenes escritores estadounidenses
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POR MALENA RODRÍGUEZ GUGLIELMONE
Junto a Aurelio Major fundó la edición española de Granta: la revista narrativa bianual, “hija” independiente de la legendaria publicación inglesa de la Universidad de Cambridge, fundada por sus alumnos en 1889. Valerie Miles es norteamericana y además de tener a su cargo esta revista en Barcelona, colabora con la editorial Galaxia Gutenberg, publica crítica y ensayo en The New Yorker, The New York Times y The Paris Review. Se prepara con las mejores armas en el terreno de la ficción, mientras traduce al inglés autores españoles como Rafael Chirbes y Juan Eduardo Cirlot. Durante una visita a Montevideo en ocasión de la Feria Internacional del Libro 2019 para conversar con Ida Vitale sobre traducción y creación poética. En diálogo con Confabulario, se refirió a la industria editorial internacional, su manera de armar cada número de Granta, la magia insospechada al traducir a un gran escritor y la fuerza de Roberto Bolaño para cambiar el curso de la literatura latinoamericana.
¿Cómo surge Granta en español?
La lanzamos en el año 2003. Consideramos que era interesante empezar un diálogo entre la literatura en inglés y la literatura en español. Vimos que era un poco difícil introducir escritores del español en el mundo en inglés, entonces pensamos que a través de una revista podría ser un poco más fácil.
¿Por qué son importantes las revistas literarias?
Las revistas literarias cumplen una función primordial en la vida literaria de un lugar. Es donde los escritores emergentes tienen una primera salida, pueden probar sus terrenos literarios antes de ser editados. Pero también, las revistas literarias establecen conversaciones. Aquí en el Centro Cultural de España (de Montevideo) se está exhibiendo una muestra sobre Ida Vitale. Aquí pudimos ver toda la época cuando ella estaba trabajando en las revistas y están sus traducciones, sus críticas, sus primeros poemas, su prosa. Y ves esta conversación: cómo está ella al lado de los poetas de su tiempo, poetas de otros países. Ella estaba trabajando con Max Jacob, estaba traduciendo muchas cosas. Y se crea como una fotografía de una época. También las revistas literarias son muy importantes como una plataforma para poder experimentar, para los escritores más veteranos, para hacer cosas nuevas y diferentes sin que sea un libro entero. Cuando hay muchas revistas literarias en un lugar quiere decir que hay mucho que decir. Además, en las revistas es donde tienes la oportunidad de ver todas las formas de expresión juntas: poesía, relato, crónica, pero también pintura, puedes ver muchas manera de expresiones, todos juntos.
La tradición de las revistas literarias en el mundo hispano, ¿es muy distinta al inglés?
No, es bastante parecido. La razón por la que yo quería empezar con Granta es que realmente vi un lugar para esta revista. Hay muchas muy buenas revistas literarias latinoamericanas, desde Gatopardo a Etiqueta Negra, y en Colombia, Malpensante. Hay muchas revistas “rompedoras” pero no están dedicadas a la imaginación. Y eso es lo que nos distingue en Granta. Nosotros quizás publicamos alguna crónica, pero no es la información lo que importa. Es cómo está contado. Aplicamos a la crónica las técnicas de la ficción y de la imaginación. Nos parecemos a The Paris Review en ese sentido.
¿Cómo arma cada número de Granta?
Pues, es un proceso artístico. Empiezo investigando un poco, leyendo, viendo con la antena puesta en cuáles son nuestros sueños, miedos, temas actuales de lo que estamos hablando, y miro esta temática desde una perspectiva del arte, de las expresiones. Y luego empiezo a pedir textos. También miro en el archivo de Granta de Inglaterra, tengo acceso. Empiezo diciendo, bueno, me interesa la temática de tal cosa. He estado haciendo una serie que tiene que ver con los elementos, aire, tierra, agua, fuego…
Estamos hechos de esos elementos. ¿Es una forma de encontrar patrones?
Exacto, es una manera de decirlo. Porque empiezo a intuir pautas. Empiezo a decir, “ah, mira, estas miradas funcionan de esta manera”. A veces pido, me entregan y no funcionan en lo que estoy haciendo, entonces mantengo el texto en el frigorífico, siempre tengo un frigorífico de textos. Voy armando un collage y empiezan a emerger estructuras orgánicas. Por ejemplo, en el número de Agua armé un juego en el cual hago la misma pregunta a escritores de muchos países y generaciones diferentes, para ver qué hay de común. Porque de repente puedes ver el subconsciente colectivo funcionando con algo de lo cual todos estamos hechos, como el agua. Entonces cada número termina teniendo eso, pero no te puedo decir cómo lo hago. Si le preguntas a un pintor, cómo pinta el cuadro, pues el cuadro de alguna manera empieza a susurrarle y a pedirle que haga tal cosa. Entonces hago borradores, voy poniendo y juntando las cosas y cuando veo que falta algo, quizás nuevamente salgo y pido a un escritor: necesito una pieza que trate de esto. Y sabes, todo es azar, todo es juego en un momento en el tiempo.
Ha trabajado mucho con el archivo de Roberto Bolaño. ¿Qué lugar ocupa este autor en la historia de la literatura latinoamericana?
Mira, Roberto Bolaño fue y ha sido muy importante para la literatura latinoamericana, porque después de la época del boom hubo un espacio de tiempo donde era como que el interés se había saciado. Algo así como “ya entendemos Latinoamérica porque ya conocemos el boom”. De repente entra un escritor como Bolaño que es otra cosa, viene de otro lugar, es chileno, es mexicano, vive en España, escribe sobre todos estos lugares, pero también Bolaño tenía una lectura amplia de las vanguardias de la generación Beat americana, del Nouvelle Roman francés. Entonces toda esta inmensa erudición que tenía Bolaño también era lo que llamamos en inglés “cool”. Cuando irrumpe la obra de Bolaño en Estados Unidos lo hace de tal manera que los jóvenes escritores estadounidenses no pueden escribir si no han pasado primero por Bolaño. Esto interesa muchísimo y demuestra un cambio, una conversación con la tradición, con los escritores que el público americano conoce. Y eso ha sido realmente lo que volvió a abrir las puertas, las compuertas de las editoriales y las del interés del público lector.
En general, ¿cómo está cambiando la industria editorial?
Evidentemente hay grandes cambios en el mundo y por ello, grandes cambios en los gustos y en las formas de leer. Se han abierto muchísimos nuevos canales para la venta de libros. Pero la verdad es que todo esto está calmándose; ahora sabemos que el libro electrónico no va a quitar el gusto de la lectura en papel, y esto yo creo que ha calmado de alguna manera a los editores. Conviven las dos cosas, una persona que se va de viaje pues le conviene bajar un libro para no tener que llevar varios libros, pero hay mucha gente que todavía siguen queriendo leer en papel. De hecho, no he visto los números aquí, pero en Estados Unidos están repuntando bastante las estadísticas de ventas en librerías, con lo cual, como todo cambio, siempre causa ondulaciones, pero luego se tranquiliza, y ahora tenemos muchas más posibilidades. Por otra parte, hemos vivido el proceso de concentración de grandes editoriales, cada vez más grandes, lo cual deja espacio para editoriales independientes. Entonces ahora estamos experimentando en el mundo, no sólo aquí en Latinoamérica o en España, sino en Estados Unidos, en París, Francia e Italia, un resurgir de muchas editoriales independientes, pequeñas y de escritores apasionados que son como “unieditores”. Porque ahora tenemos acceso a la tecnología para poder crear un libro, se han abierto formas de distribución nuevas, tenemos también audio libros. La gente me dice: “escuchar un libro no es leer un libro”. Y yo siempre digo: “Y Borges, ¿me quieres decir que no leía o qué?” O sea, que no estoy de acuerdo con eso. En audio libro yo leí El mono gramático de Octavio Paz, escuchándolo. Lo recomiendo, hasta se puede ver como dibujos en la mente porque juega mucho con la sintaxis. Si cierras los ojos y escuchas, suceden cosas maravillosas.
Como periodista y crítica literaria ha trabajado para medios muy grandes en Estados Unidos, entre otros The New Yorker y The New York Times. ¿Cómo perciben la literatura latinoamericana allí?
Pues yo creo que a la gente le interesa mucho. Cada vez me piden más información, más críticas de libros, la traducción está en aumento. Sobre todo en Estados Unidos que es la antena desde donde se irradia a otras partes del mundo. Hay interés pero desconocimiento, entonces yo creo que es muy importante el trabajo de traducción. Creo que ven un mundo muy grande, de muchas variedades, fascinante, que quieren conocer más, pero hay un muro entre lenguas.
Usted, además de editora, periodista y profesora, es traductora.
Sí, soy una especialista serial. Creo que es curiosidad y no paro en una curiosidad superficial, si no que me meto en los lugares donde quiero sentir lo que es. Cuando era editora veía que mis traductores a veces se rompían y era una cosa extraña, no entendía por qué. Tenían como breakdowns y problemas y de repente desaparecían… Luego a mí también me pasó.
En el taller que dio en Centro Cultural de España contó que le ocurrió eso con Rafael Chirbes. ¿Al traductor le sucede como al actor que después le cuesta sacarse el personaje?
Lo que puedo decir es que no soy la única, a la otra traductora de inglés también le pasó, incluso más que a mí. Chirbes tiene una manera de escribir… es muy honesto, muy sincero, viene de un lugar… Es como que abre su ser totalmente, y entonces cuando le estás traduciendo pasas a un lugar como más allá de la palabra, pasas al lugar de la conciencia. Yo tengo que llegar a la intencionalidad de la frase a través de su gramática y su sintaxis. George Steiner tiene un ensayo maravilloso que se llama La gramática de la creación, y en él dice que una de las cosas que diferencia al ser humano del animal es el hecho de poder decir “if” (si…). Sólo esto nos permite crear ya un mundo simbólico, un mundo alternativo a la realidad. Es como una puerta a las posibilidades de la imaginación.
¡Qué belleza!
Sí, es maravilloso y esta compuerta que puedes abrir con una palabra y una composición de una frase, es una pequeña parte de lo que es la sintaxis y de lo que es la gramática. Y cuando estás jugando con la gramática también es una forma de alquimia, y cuando estás reconstruyendo la gramática y la sintaxis de un escritor y buscando estas intencionalidades y hay una honestidad total, es casi como si esta alquimia te abriera una puerta a la conciencia pura. Y es una comunión incorpórea con el momento de creación. La creación, ¿qué es? Es entrar en el caos y ordenarlo. Entonces el traductor está siguiendo de alguna manera la entrada en el caos del escritor y cómo ha ordenado este caos. Normalmente sí, el proceso es técnico y estás trabajando con lo que son las intenciones del escritor. Pero de vez en cuando es como que de alguna manera esta alquimia pasa y abre la compuerta y ¡rassss!, te lleva despacio. Es una sensación casi de magia, de entrar en un espacio muy particular y tener una conversación sin palabras con un escritor. Y en este caso me pasó con Chirbes. Es como Bolaño en El espíritu de la ciencia ficción. Comenta que el ánima del escritor muerto existe todavía en el texto de su novela y pulula ahí como un fantasma en su propio texto. Pues, traduciendo a Chirbes me topé con este fantasma pululando ahí detrás de esta compuerta y entonces la comunión es tal, que es espiritual. Era como si cada día me despertara, entrara en un jardín, me sentara en el banco y hablara con Chirbes. Y de repente un día terminé, y ¿qué haces? No hay vuelta a este mundo porque terminé y ya está. El primer día me puse a llorar a lágrima viva. Al siguiente, me desperté y me dije, ¿dónde está Chirbes? ¿Cómo voy a hablar con Chirbes? Y sí, puedo volver a leerlo, puedo volver a traducir, pero no sé si se va a abrir esta compuerta otra vez.
¿Será que acompañó para que lo tradujera bien?
Las palabras tienen poder y cuando lees y sientes ese poder entonces sabes que el escritor es bueno. ¿Cómo lo puedes explicar? No lo sé, pero, como decía Nabokov: “hay que leer con la espina dorsal”. Nada de corazón, nada de cabeza. Con la espina dorsal: hay que sentir ese leve subir del pelo en la nuca. Es lo que busco cuando leo a un escritor.
FOTO: Valerie Miles con los escritores Juan Francisco Ferré y Eliot Weinberger en el Hay Festival de Xalapa en 2013. /Daniel Mordzinski
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