Lo que no dije cuando entrevisté a Villa: Regino Hernández Llergo

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POR ANTONIO SIERRA GARCÍA

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM

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Regino Hernández Llergo nació en 1896 y murió en 1976. Su vida fue como un relato novelesco y su contribución en el periodismo nacional alcanzó prestigio y fama. Perteneció a esa camada de reporteros formados en la vieja escuela: la redacción de diarios y revistas. Generación cultivadora del ejercicio memorístico. La influencia de su trabajo se extendió hasta finales del siglo XX. Hernández Llergo, con su extraordinaria vocación, contribuyó al desarrollo de los medios impresos de la época. Los reportajes y entrevistas aparecidos en las páginas de EL UNIVERSAL son una muestra representativa de su vena reporteril; entre ellos, sobresalió la entrevista realizada a Francisco Villa en 1922 y publicada por entregas en las páginas del moderno diario de Félix Fulgencio Palavicini (1).

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Las aportaciones de Llergo quedaron registradas como ejemplo del oficio periodístico, y de una época donde emergieron sólidos cuadros de las industrias periodísticas. Aunque la práctica de Regino fue relevante, también se debe considerar su mirada aguda para descubrir talentos. Además tuvo gran sensibilidad política para establecer relación con los hombres poderosos de México en los años cuarenta y pasada la mitad del siglo XX. Desde su juventud, practicó un periodismo sensacionalista, lo cual, con el paso de los años, le redituó importantes resultados económicos. Supo, con certeza, llegar a las audiencias.

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Sin duda, la gran transformación a lo largo del tiempo fue el paso de reportero a empresario. En este sentido, el periodista originario de Tabasco mantuvo una influencia de Félix Fulgencio Palavicini, también tabasqueño. Maestro y discípulo coincidieron, con entrega y pasión, en dedicar parte de su vida al periodismo. Cuando el discípulo alcanzó reconocimiento, invitó a su mentor a colaborar en la mayoría de proyectos que inició a partir de 1937. Para reiterar la influencia de Palavicini, basta echar una mirada a varios de los manifiestos en torno al periodismo de Llergo; en ellos, hubo siempre un reconocimiento al fundador de EL UNIVERSAL.

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En estas páginas me referiré a sus primeros momentos en EL UNIVERSAL y a la entrevista con el Centauro del Norte, texto con elementos del guiño sensacionalista característico de Regino Hernández.

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El contexto cultural que enmarca el nacimiento de Llergo tiene como sello distintivo el surgimiento de El Imparcial en 1896 y, con este periódico, el inicio de la prensa moderna en México, como lo apuntó Stanley R. Ross:

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Reyes Spíndola inauguró la era moderna del periodismo mexicano con la fundación de El Imparcial, que marcó el principio del periodismo informativo, industrial en México. Encarado con la necesidad de vender barato, Reyes Spíndola orientó el periodismo hacia el industrialismo. Importó el primer linotipo que hubo en México…El Imparcial fue la primera publicación que dio a los diarios de mayores precios algo de qué preocuparse (2).

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Mientras estos acontecimientos emergían en el contexto histórico, Regino respiraba el aire fresco de Balancán, donde vivió su infancia. Su padre, José Hernández León, fundó uno de los primeros diarios de Tabasco: La Bolija. Como se observa, el ambiente familiar lo involucró desde temprana edad con el periodismo. A la edad de 16 años, Llergo tuvo el ingenio y la iniciativa de fundar el periódico El Estudiante, un medio de difusión para los alumnos del Instituto Juárez, escuela donde estudió la secundaria. En 1912, Regino dejó su lugar de origen y se trasladó a la Ciudad de México para ingresar como cadete del Colegio Militar y respirar el olor a pólvora que dejaban las diferentes banderías revolucionarias (3).

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Al cerrar el Colegio, algunos alumnos se marcharon; pero otros no tuvieron esa fortuna, porque, de acuerdo con Regino:

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las comunicaciones estaban paralizadas y nos quedamos en México por algún tiempo. Me fui al Ejército Federal porque la mayor parte de los generales del Ejército Federal habían sido mis maestros. Era yo teniente entonces y me habían dado ese cargo las fuerzas del estado de Guerrero, que eran federales, pero naturalmente, como la revolución había triunfado, nos hicieron un consejo de Guerra después de un combate en el que nos derrotaron. Nos trajeron a México, a la cárcel de Belén. Ahí me salvé porque los fusilaban casi a todos, los llevaban al paredón (4).

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Aquel día, Regino salió de la cárcel de Belén, con el uniforme militar, sin un centavo y con el aliento apenas recuperado. Caminó por las calles del centro de la ciudad, cimbrándole un perdón que él no había solicitado. Llegó a la Alameda, buscó alguna banca y se acomodó con el propósito de descansar. El joven todavía traía arraigada en su memoria la instrucción militar: ¡Absuelto! En efecto, la mayoría de sus compañeros cayeron frente al pelotón de fusilamiento; pero de manera extraña, Hernández Llergo estaba vivo.

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En ese instante se delineó el porvenir del joven tabasqueño. De acuerdo con algunas crónicas, en la Alameda durmió algún momento. Más tarde caminó por las calles desiertas del centro. El mismo Llergo evocó: “por la calle que hoy es Avenida Madero y que entonces era Plateros, me puse a buscar una puerta de un restaurante, una zapatería o algún lugar para pedir un trabajo de lo que fuera –mientras tanto–, pero la única puerta abierta que me encontré a esa hora fue la de El Universal.” (5) En entrevista con Bertha Hernández, hija de Regino, precisó detalles sobre esa noche: al llegar a la puerta del diario, el ex cadete pidió permiso para quedarse. Un trabajador de la empresa le contestó: “puedes dormir ahí entre los recortes de papel”.

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Ese día definitivamente marcó su destino. El joven resumió a los colaboradores del diario sus últimas experiencias y, de manera adicional, comentó su apremio por conseguir trabajo.

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Me dijeron que solamente con el dueño, con el ingeniero Palavicini, pero que llegaba hasta las once de la mañana, y que si quería verlo, tenía que esperar, y en efecto, así fue. Mientras tanto, los mismos prensistas me invitaron a desayunar con un grupo de viejas que todas las mañanas siempre estaban en las aceras preparando comida, hasta que llegó la lucha para poder hablar con Palavicini, porque era un hombre muy prominente en aquella época, un gran revolucionario. Y cuando me recibió ocurrió entonces que nos dimos cuenta de que él era tabasqueño y yo era tabasqueño. Ahí la conexión se hizo inmediatamente… Palavicini mandó llamar al jefe de prensa para que me pusiera a trabajar, que barriera, batiera la tinta, limpiara las rotativas después de la impresión del periódico… (6)

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En 1917 inició su participación en los cuartos de máquinas de EL UNIVERSAL. Más tarde se convirtió en office boy de la redacción. Existen varios relatos sobre el nacimiento de Regino como periodista en el prestigiado diario. No obstante, todos convergen alrededor del juicio al general Lucio Blanco. La noche del 20 de septiembre de 1917, el reportero responsable de la cobertura informativa no se presentó a la redacción, porque la bohemia lo había atrapado. Félix Palavicini fue al diario y se alarmó por la ausencia del enviado especial para esa nota, pues era imperioso saber si fusilaban o no al general. De pronto, el mensajero se ofreció.

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¿Usted sabe dónde es la cárcel de Belén?

Sí señor, de ahí salí yo.

Me aventó una moneda (creo que era un centenario de aquella época, que se usaba ese dinero) y me dice: Bájese usted rápidamente, busque un coche (en aquella época eran coches de caballos) y se va usted a la cárcel de Belén y pregunta allí a cualquiera que esté, conserje o lo que sea, qué pasó con Lucio Blanco. (7)

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Realizó la encomienda, regresó al periódico y escribió el reportaje, asombrando, por su capacidad de plasmar los detalles del acontecimiento, tanto al jefe de redacción como al director. Al día siguiente, EL UNIVERSAL publicó el reportaje con la firma de Hernández Llergo, quien iniciaría, a partir de ese momento, una extraordinaria carrera en el ámbito periodístico de México. (8) El diario publicó a ocho columnas el trabajo. Al respecto, Jorge Davo Lozano dijo: “Con cabeza en rojo, y firmado por Regino Hernández Llergo. El asunto es sensacional. Llergo ha logrado una entrevista con el condenado a muerte. Sus frases hacen llorar al público, su nombre suena por primera vez, sus palabras, extraordinariamente bien escogidas, han roto con los primeros obstáculos que todo reportero tiene en la vida. Hernández Llergo triunfa”.

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Las páginas de EL UNIVERSAL se convirtieron en semillero de generaciones de reporteros; éstos día a día recuperaron las diferentes temáticas de la realidad nacional. Una realidad turbulenta, pues el país se encontraba en plena Revolución.

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El periodista escaló con prontitud los peldaños de la naciente empresa de Palavicini para convertirse en fundador de proyectos. De esta manera, inició con Armando Manzanilla El Universal Taurino. Para 1919 realizó un trabajo, desde mi punto de vista, de gran madurez en su carrera: “El Trágico fin de la expedición Blanquet”. Durante esos años, Regino se desempeñaba como jefe de redacción de EL UNIVERSAL.

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Recibió un boletín donde se informaba: “el general Aureliano Blanquet, ministro de la Guerra que había sido del presidente Victoriano Huerta, había desembarcado en Palma Sola, Veracruz, con un puñado de hombres, dispuestos a iniciar un movimiento armado para derrocar al Presidente Carranza. Batido y derrotado en la barranca de Chavastla, agregaba el boletín oficial, Blanquet había sido muerto y cortada su cabeza para ser exhibida en el puerto de Veracruz”. (9)

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Entre los presos se encontraba el general Francisco P. Álvarez, a quien se le efectuó un Consejo de Guerra, que luego de deliberar llegó a este resultado: “Por el delito de rebelión, se condena al procesado, general Francisco de P. lvarez, ex federal, a sufrir la pena capital.” El trabajo de Llergo se concentra en los últimos momentos de vida del general.

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A las seis de la tarde había ya preparativos de ejecución en el cuartel Morelos. Cuando entré a la Sala, el general Álvarez estaba sentado escribiendo cartas, a la débil luz de una estearina. Al verme, dejó la pluma y me tendió la mano. ‘¿Cómo le ha ido, señor repórter?’. Y luego, moviendo la cabeza angustiosamente: ‘Ya no hay esperanza, señor repórter!’

Me invitó a sentarme a su lado:

-Ya no puedo; ayúdeme a terminar estas cartas, señor repórter. (10)

El relato periodístico concluyó con la ejecución del general Álvarez.

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En el clímax del drama, o sea en los momentos precisos en que los dos soldados colocaban al reo en una silla para ser ejecutado, pensé que el documento gráfico más sensacional de aquel asunto, era la fotografía del fusilamiento. Rápidamente recordé [relata Hernández Llergo] también las palabras de Palavicini: ‘En la competencia periodística se perdona todo, menos el asesinato y el robo’. (11)

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De esta forma, el reportero derribó las cámaras de los fotógrafos para quedarse con la exclusiva. Al día siguiente, los diarios solo publicaron un dibujo como representación del fusilamiento, pero El Universal ganó la exclusiva. En ese momento, se debe precisar, la batalla informativa se daba entre EL UNIVERSAL de Palavicini, El Nacional de Gonzalo de la Parra, Excélsior de Alducin, El Pueblo. Diario de la Mañana de José Solórzano, El Demócrata de Rafael Martínez, por citar algunos.

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Con lo anterior, se reafirmó la temprana labor en el oficio periodístico, donde el reportero inaugura un sesgo sensacional que desarrolló toda su trayectoria. Roberto Blanco Moheno consideró a Regino como “un reportero sensacional desde el momento mismo en que halló una oportunidad en el jurado de Lucio Blanco, cuando no era sino el engrasador de las máquinas de El Universal que dirigía Palavicini”. (12)

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El sensacionalismo es la “exageración, efectismo en la difusión de hechos, en los medios de comunicación de masas a fin de suscitar fuerte impresión y excitación en la opinión pública. Una estrategia seguida por ciertos Medios para aumentar sus ventas y sus audiencias”. (13)

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Notas:

  1. Regino Hernández Llergo, “Una semana con Villa en Canutillo”, El Universal, 12 de junio de 1922, segunda sección, p.1; “Una semana con Villa en canutillo”, El Universal, 13 de junio de 1922, segunda sección, p.1; “Una semana con Villa en canutillo”, El Universal, 14 de junio de 1922, segunda sección, p.1, “Una semana con Villa en canutillo”, El Universal, 15 de junio de 1922, segunda sección, p.1; “Una semana con Villa en canutillo”, El Universal, 16 de junio de 1922, segunda sección, p.1; “Una semana con Villa en canutillo”, El Universal, 17 de junio de 1922, segunda sección, p.1; “Una semana con Villa en canutillo”, El Universal, 18 de junio de 1922, segunda sección, p.1.

  2. Ross, Stanley R., Fuentes de la historia contemporánea de México, periódicos y revistas. Introducción, p. XXIII.

  3. Vid. Antonio Sierra García, De la Revolución Mexicana a la revolución del periodismo: Regino Hernández Llergo, tesis de licenciatura, México, UNAM, 2002.

  4. Regino Hernández Llergo. El office boy que se hizo periodista”, en Bicentenario. El ayer y hoy de México, volumen 7, número 25, 2014, p. 88.

  5. Idem.

  6. Ibid., p. 89

  7. Regino Hernández Llergo. El office Boy que se hizo periodista”, 89-90.

  8. Regino Hernández Llergo, “El Gral. Lucio Blanco fue absuelto ayer por el C. de Guerra”, El Universal, 21 de septiembre de 1917, p.1.

  9. Regino Hernández Llergo, “El trágico fin de la expedición Blanquet en 1919”, en Impacto, 29 de septiembre de 1954, p. 47.

  10. Ibid., p. 52.

  11. Ibid., p. 54.

  12. Roberto Blanco Moheno, “Papá Regino”, en Impacto, número 909, agosto de 1967, p. 21.

  13. Diccionario de Comunicación, p. 383.

FOTO: En sólo cinco años, Regino Hernández Llergo se ubicó como un reportero de referencia en EL UNIVERSAL. En junio de 1922 obtuvo uno de sus máximos logros: entrevistar a Francisco Villa. / Fernando Sosa. Archivo EL UNIVERSAL 

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