#LosPajarosNoSonReales

Feb 26 • destacamos, principales, Reflexiones • 1739 Views • No hay comentarios en #LosPajarosNoSonReales

 

Actualmente nuestra vida parece dominada por las redes sociales y las opiniones que en éstas se consumen, al punto de asumir creencias peligrosas que se vuelven tendencia sin importar lo absurdas que sean y que dejan en duda nuestra capacidad crítica

 

POR DANIELA TARAZONA
En el reino de lo existente apenas se distingue el sentido. Fuera de los hashtags, las etiquetas y múltiples clasificaciones, más allá de la superficialidad de los discursos, cuesta comprender de qué se trata la realidad; podríamos delirar con la existencia verdadera de perros robóticos cuya baba sea de glicerina y tendríamos bastante razón.

 

En diciembre pasado, la consigna Birds Aren’t Real señaló el absurdo. Un grupo de activistas en Estados Unidos afirmó que los pájaros ya no eran reales, sino drones empleados por el gobierno para espiar a los ciudadanos: aquí está en anuncio del futuro. ¿Cómo no darles la razón a estos jóvenes de la Generación Z? Cualquier usuario de internet y cliente de las redes sociales sabe hoy que lo visto no es lo que está y, sin embargo, existe.

 

En el tránsito hacia la endemia, el Covid ha incrementado nuestra vida en las pantallas. Hace apenas unos meses, Zuckerberg anunció su nuevo proyecto virtual: el Metaverso. El nombre es perfecto: más allá del signo lingüístico de Saussure se alzará un territorio inmenso en donde podrán firmarse contratos. Nuestras vidas paralelas se expandirán, aunque el horizonte de las montañas que veamos allí no sea natural sino falseado. Si Facebook fue creado para establecer la venganza en contra de una exnovia, podríamos imaginar que el Metaverso existirá para que nuestra percepción termine de transformarse: habitaremos sin mirar el cielo. La venganza más cruel consiste en hacer pasar una cosa por otra. El cielo que veremos será oscuro, pero productivo. No habrá oxígeno sino éxito. Las pantallas han venido a sustituir lo que antes llamábamos paisaje y han expulsado de la realidad el sentido de reunirse en torno al fuego o alrededor de una mesa, como si ya no tuviéramos historias que contar con nuestra propia voz.

 

En el tiempo de la posverdad la salud mental se verá aún más comprometida. Los trastornos mentales se han agudizado a causa de la pandemia. Los adolescentes transitan en medio del fango de la desconfianza y la incertidumbre. ¿Cómo habitarán los jóvenes este mundo inmediato? Por eso, quienes son un poco mayores, nacidos y educados a través de internet, han decidido afirmar que los pájaros no son reales. Porque, es cierto, la consciencia y la subjetividad se han visto modificadas por los cables y los algoritmos. ¿Si veo un pájaro sosteniendo su vuelo en mi timeline? ¿Qué significado oculta en realidad? (Misterio disfrazado de tweet.)

 

Como las etiquetas y los trendig topics, como el propio algoritmo y su manipulación intrínseca han modificado nuestra manera de comunicarnos y han convertido al lenguaje en algo automatizado, mecánico y metálico, podemos creer con firmeza que los pájaros son robots. Del mismo modo, podemos creer que el éxito es encarnado por las personas que cuentan con millones de seguidores y hordas de likes por segundo. Las plumas de las aves son de plástico, sus picos de poliuretano, su corazón es un chip injertado.

 

Los parámetros de lo correcto son dictados en internet. Nuestro comportamiento en sociedad es determinado por los acuerdos de privacidad y cada uno de los contratos que firmamos sin leer. Así como la escritora Ariana Harwicz fue expulsada de Twitter el año pasado tras escribir un tweet que fue considerado apología del suicidio, estaremos siendo objeto de censura.

 

En medio de la corrección y los algoritmos, el ejercicio de la escritura se ve sometido. Tal vez a eso se deba la multiplicación de libros que no indagan en la condición humana, sino que solamente muestran ideas hashtageables y apegadas a la corrección tan de moda. El conocimiento se esfuma para dar lugar a pequeñas cápsulas comprimidas que no le hacen daño a nadie. La escritura pareciera encontrarse en una encrucijada, porque escribir no es redactar textos inofensivos. Sin embargo, más allá del mercado, las redes sociales necesitan temas tratados de manera superflua para ser, en verdad, asuntos masivos. La manipulación no ocurre de manera mínima, las ventas tampoco. La escritura comienza a inscribirse en acciones correctas que formen parte de las cláusulas contractuales del uso de datos personales. Escribir hoy se asemeja a hacer publicidad prediciva. Así, el filósofo Boris Groys en Volverse público. Las transformaciones del arte en el ágora contemporánea, señala que: “se acusa al diseño contemporáneo de seducir a las personas, debilitando su capacidad, vitalidad y energía, y convertirlas en consumidores pasivos que carecen de voluntad y son manipulados por la omnipresente publicidad y volviéndose víctimas del capital.”

 

El miedo opera en el espíritu del propio algoritmo. Si pensamos que nuestros algoritmos responden a lo que solemos ver, a lo que le dedicamos tiempo, todo aquello que queda fuera de la imagen es, de hecho, el tiempo fuera. El algoritmo encarna la manipulación posible para cada usuario y no somos nosotros quienes decidimos qué ver, sino él. Aquello que no incluye es, según su procedimiento, lo que no nos interesa o, quizá, lo que no nos debería interesar. En el reino de lo existente apenas se distingue el sentido porque, y retomo a Groys de nueva cuenta: “¿cuáles son los contextos ocultos que Google crea a partir de observar las prácticas de búsqueda de los usuarios individuales?”
En el transcurso de la pandemia hemos sabido que la ansiedad, la depresión y otros trastornos se han presentado de manera habitual. La Organización Mundial de la Salud, OMS, estima que en 2030 los padecimientos mentales serán la principal causa de discapacidad en el mundo. Tendremos que ingerir las píldoras recetadas por los médicos y, además, decidir si estamos dispuestos a consumir esa literatura comprimida para convivir de manera pacífica con el algoritmo que representa a los otros. La opción alternativa quizá consistirá en afantasmarnos dentro del Metaverso para observar de cerca y sin ser vistos los cuerpos de los pájaros convertidos en drones.

 

Lo que hemos aceptado en los contratos digitales será, a todas luces, parte de nuestra vida material. Veremos plana a la Tierra. No será demasiado temprano ni demasiado tarde cuando encontremos en nuestras propias palabras la lengua gugleada. Entonces, quizá viajaremos de regreso a encontrar el cielo y el oxígeno en un verso.

 

FOTO: Hay conspiraciones tan absurdas como la que sostiene que los pájaros son drones espías / Crédito de foto: Facebook: Birds Aren’t Real

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