Louise Bourgeois, una escultora excéntrica
POR ANTONIO ESPINOZA
Afuera del Palacio de Bellas Artes se encuentra una araña gigante. Se trata de una obra monumental: Maman (1999), realizada en acero inoxidable, bronce y mármol, por la escultora franco-estadounidense Louise Bourgeois (París, 1911-Nueva York, 2010). Esta gran araña escultórica –una “oda a mi madre”, dijo Bourgeois– es la obra más emblemática de la autora. La pieza fue colocada ahí el 14 de noviembre, dos semanas antes de la inauguración de la magna exposición Louise Bourgeois. Petite Maman, en el Museo del Palacio de Bellas Artes. Curada por Philip Larratt-Smith, la muestra está conformada por 75 obras (esculturas, pinturas, dibujos) de la que quizá sea la más grande escultora del siglo XX. Es una exposición de alto nivel que nos permite conocer el arte de Bourgeois y su relación con el psicoanálisis.
Abstracción excéntrica
En 1966, en pleno apogeo del arte minimalista en Estados Unidos, Lucy Lippard organizó una exposición memorable: Eccentric Abstraction (Fischbach Gallery, Nueva York, septiembre-octubre). La muestra reunió a ocho artistas cuyo trabajo calificó Lippard de “excéntrico” por novedoso y original, por estar fuera de las corrientes dominantes de la época y por su exotismo y sensualismo: Alice Adams, Louise Bourgeois, Eva Hesse, Gary Kuehn, Bruce Nauman, Don Potts, Keith Sonnier y Lincoln Viner. En su artículo “Eccentric Abstraction”, publicado en Art International (noviembre de 1966, pp. 28 y 34-40), la crítica de arte defendió el trabajo de aquellos artistas (hasta entonces prácticamente desconocidos) y los definió como creadores de un estilo que a pesar de que tenía ciertos elementos minimalistas, reivindicaba el arte como una expresión vital, incorporaba materiales flexibles e informes, al tiempo que introducía dosis de humor y de incongruencia discursiva.
Según Lippard, el lenguaje excéntrico de los participantes en la exposición revelaba ciertos vínculos con el surrealismo y se encontraba más cerca de la pintura abstracta que de cualquier otra expresión escultórica. (De hecho, varios de los escultores seleccionados por Lippard –como Bourgeois- se habían iniciado en la práctica pictórica para después incursionar en la escultura). Eran autores con lenguajes atrevidos, que tenían predilección por materiales sintéticos, de contacto agradable y sensual; creadores de formas indeterminadas en el espacio, capaces de provocar una respuesta sensitiva –no simbólica como los surrealistas- en el espectador. Las obras exhibidas en la muestra invitaban a ser sentidas y tocadas antes que ser objeto de lectura e interpretación. Lippard presentó la “abstracción excéntrica” como una escultura al margen de la corriente escultórica en boga, como un tipo de abstracción que buscaba la implicación de todos los sentidos, del visual al táctil. Era una expresión tridimensional que anticipaba las corrientes antiinformalistas.
Excentricidad e inconsciente
Cuando Lucy Lippard definió la obra de Louise Bourgeois como “abstracta y excéntrica” se refería, por supuesto, al tipo de obra amorfa que la escultora realizaba en aquel momento. La verdad es que es difícil, si no es que imposible, definir la obra artística de Bourgeois, pues se trata de una producción sumamente rica realizada durante más de sesenta años. Es una obra muy compleja, a veces más abstracta, a veces más figurativa, en varios momentos muy vinculada al surrealismo, en otros más vinculada al movimiento feminista. Bourgeois fue una de las artistas que participaron activamente en el proceso de deshumanización de la escultura que caracterizó al siglo XX; una autora ecléctica, que abrevó en las más diversas fuentes para crear un lenguaje personal, plenamente contemporáneo; una escultora, sí, de personalidad excéntrica, de una imaginación desbordada, que podía ser dramática, erótica, feminista o simbólica.
Casada con el historiador del arte Robert Goldwater, Louise Bourgeois se estableció en los Estados Unidos en 1938. En ese país se desarrolló su carrera artística, primero en la pintura y el grabado y después en la escultura. Sus primeras obras significativas datan de los años cuarenta. Me refiero a la serie Femme-Maison (1946-1947; se exhiben dos piezas en Bellas Artes), cuadros con imágenes de mujeres con cabezas de casa. Son piezas críticas sobre la situación de la mujer artista. “En esas inquietantes obras”, dice Whitney Chadwick, “la domesticidad, plasmada mediante fachadas vacías con ventanitas, define a la mujer, pero le niega la voz” (Mujer, Arte y Sociedad, Singapur, Destino/Thames and Hudson, 1992, p. 304). En los años setenta, Bourgeois participó activamente en el movimiento feminista en las artes.
En 1951 Louise Bourgeois se introdujo al psicoanálisis, primero con el Dr. Leonard Cammer y luego con el Dr. Henry Lowenfeld. Su vida melodramática comenzó a aflorar desde las profundidades del inconsciente. Sus temores infantiles, la fijación edípica con su padre, el retorno a la madre… todo esto se fue reflejando muy conscientemente en su trabajo. De ahí que en su obra abunden falos, vaginas, senos, cabezas y elementos autobiográficos, más o menos perversos. Bourgeois fue una artista que logró expresar a través del arte sus angustias, culpas y miedos. Se dice que en más de una ocasión estuvo al borde de la locura, pero afortunadamente esto no sucedió, pudo liberarse de lo que la atormentaba y reconciliarse con su pasado. Cuando el Museo de Arte Moderno de Nueva York albergó su exposición consagratoria en 1982, la artista, que contaba con 71 años de edad, ya estaba en paz consigo misma.
*Fotografía: JOSÉ JASSO CORTESÍA MUSEO DEL PALACIO DE BELLAS ARTES “Sin título”, 1996
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