Lutero, el reformista que dividió a Europa

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Hace 500 años, este fraile agustino comenzó su traducción del Antiguo y Nuevo testamentos, una empresa que lo llevaría a enfrentarse a la jerarquía católica y, finalmente, a encabezar el nacimiento del Protestantismo

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POR RAÚL ROJAS
Este mayo se cumplen 500 años de que el teólogo y fraile Martín Lutero (1483-1546) comenzara a traducir el Nuevo Testamento al alemán, durante su refugio en el Castillo de Wartburg. Con la traducción, Lutero proveyó a las religiones que emergían en Europa de un texto que los feligreses podrían leer e interpretar por sí mismos. De paso, estableció la versión inicial de lo que ahora se llama el “Hochdeutsch”, es decir el alemán que unificaría una región cultural dividida por numerosos dialectos. De Martín Lutero se ha dicho que era un pensador profundo, pero además capaz de inigualable ímpetu retórico. Nadie más adecuado que él para rescatar a la Biblia de su prisión en latín, o de las malas traducciones, para así convertirla en un texto vivo.

 

La primera conmoción que anunciaba la ulterior ruptura de la iglesia católica ocurrió en 1517. Lutero, monje Agustino en Wittenberg, clavó en el portón de su iglesia el listado de sus famosas 95 tesis en contra de las indulgencias. Éstas, como el nombre sugiere, se le compraban a la iglesia para obtener el indulto por pecados cometidos. Como toda mercancía de importancia, las indulgencias tenían un precio diferente según el tipo de falta. Era posible incluso adquirirlas para familiares que ya habían fallecido y hasta para saldar pecados futuros. Lutero criticaba este tipo de comercio como vil y contrario al espíritu de la religión católica, además de que ponía a las instituciones eclesiásticas en entredicho. Le parecía insostenible que se pudiera comprar la felicidad en el cielo, o que se pudiera liberar a un pariente ya fallecido de los tormentos del infierno, sólo por adquirir una indulgencia absolutoria. Se trataba de extorsión y engaño, pensaba Lutero, disfrazados de contribución a una “buena obra”.

 

Martín Lutero era en realidad un clérigo extremadamente conservador y seguramente no imaginaba que su protesta de 1517 se consideraría más tarde como el inicio de la llamada Reforma Protestante, la que fragmentó a la iglesia católica, abriendo paso a nuevas denominaciones eclesiásticas. En la época en que Lutero comienza a difundir su acerba crítica del catolicismo papal, era ya evidente que una religión centralizada en Roma había dejado de ser funcional para las necesidades de las naciones que surgían en Europa. Por un lado, se daban múltiples disputas entre las diferentes soberanías en proceso de consolidarse, y por otro, la nobleza tradicional y las oligarquías emergentes luchaban entre sí para dirimir su grado de participación en el poder terrenal. Es el momento en el que el capitalismo comienza a hacerse paso en Europa y nuevas capas sociales ponen en entredicho el tejido social de la Edad Media. Para dominar en este mundo había también que dominar en lo espiritual.

 

Si lo vemos desde el punto de vista de la aristocracia, la ficción del Dei Gratia (derecho divino), que supuestamente determinaba que los monarcas habían sido designados directamente por Dios para dirigir a sus pueblos, era un cuento muy útil. Para los súbditos no tenía ningún sentido rebelarse contra los designios de la autoridad, si el poder terrenal recibía su confirmación directamente del poder espiritual, porque entonces habría que rebelarse contra la iglesia. El insurgente no podía más que acabar en el infierno. Sin embargo, la interferencia del Papa en todas las sucesiones dinásticas en Europa comenzaba a ser opresiva. Nada le fastidiaba más a un soberano absoluto que no poder asignar los obispados de acuerdo a su voluntad, o no poder escoger a su sucesor libremente.

 

Mucho mejor que depender de Roma era no depender de nadie, e incluso convertirse en el patriarca de la propia iglesia. La Iglesia de Inglaterra, por ejemplo, el núcleo más importante de la iglesia anglicana, se separó de Roma en 1534, sólo 17 años después de los sucesos en Wittenberg. Ya la discusión teológica estaba en marcha, como en toda Europa central, pero fue el hecho de que el Papa Clemente VII le negara a Enrique VIII la anulación de su matrimonio con Catalina de Aragón (que sería la primera de sus seis esposas) lo que condujo directamente a la ruptura con Roma. El operador del proceso fue Thomas Cromwell, futuro Lord Protector de Inglaterra, quien logró que el Parlamento aprobara leyes convirtiendo a Enrique VIII en la “cabeza suprema” de la Iglesia de Inglaterra. El mismo Cromwell se convirtió en “vicerregente espiritual”. Así, la gestión del “derecho divino” quedó directamente en manos de los agraciados mismos. En otras regiones de Europa la iglesia católica se descentralizó en diversas denominaciones protestantes, con diferentes coloridos nacionales, pero no en algo tan cínico como la Iglesia de Inglaterra.

 

Las 95 tesis de Lutero son muy sencillas, podían haber sido sólo tres. El Papa León X, de la familia de los Médici, necesitaba dinero para ampliar la Basílica de San Pedro, así que le dio un giro adicional a la manivela de las indulgencias, otorgando lo que ahora llamaríamos “franquicias” a los obispados. Los obispos podían nombrar representantes que viajaban de ciudad en ciudad, vendiendo las indulgencias, y esos encargados recibían una comisión por su labor. El obispo mismo descontaba después su participación en la franquicia y transfería el resto a Roma. En los pueblos visitados se instalaban vistosos cofres en las plazas públicas para que los compradores de indulgencias depositaran su dinero. Uno de esos pregoneros fue el enemigo número uno de Lutero, el cura Johann Tetzel. Sus expediciones por las ciudades alemanas lo hicieron muy adinerado, de tal manera que se daba el lujo de hacer donaciones para reparar capillas. Algunas de sus incursiones, a nombre del obispo Albrecht de Brandeburgo, lo llevaron a la zona de influencia de Lutero y de ahí surgieron las 95 tesis de Wittenberg. Lo que Lutero argumenta en ellas es que el Papa sólo puede levantar castigos que la iglesia misma hubiera impuesto, pero no los castigos divinos. Estos últimos sólo dependen de la voluntad y gracia de Dios.

 

Ya denunciados los principales actores y su esquema, la estrategia más sencilla hubiera sido reducir la venta de indulgencias por un tiempo, pero el Papa en Roma no admitía que lo contradijeran. Lutero fue conminado a retractarse de las 95 tesis y de otros escritos. Se negó, de ahí que fuera excomulgado en 1521. Y aunque Lutero no había planeado romper totalmente con Roma, la iglesia católica lo expulsó de sus filas. La excomunión resultó contraproducente para el papado. Lutero se convirtió automáticamente en un mártir y héroe popular en un país donde multitud de príncipes, duques y condes sólo estaban esperando la ocasión para deshacerse del control de Roma. Todavía durante el famoso juicio durante el Reichstag de Worms, con la presencia de obispos y representantes de la nobleza, se le exigió a Lutero retractarse de sus escritos y aunque fue declarado culpable de herejía, siguió contando con la protección de sus aliados. Con el Edicto de Worms se prohibió leer los folletos de Lutero, que ya para 1521 estaban siendo difundidos profusamente. Aun así, el Príncipe elector de Sajonía lo escondió durante un tiempo en el Castillo de Wartburg, simulando un secuestro.

 

Lutero estuvo detenido/protegido durante un año en ese castillo, que hoy domina la salida por carretera de Turinga hacia Hessen. El fraile Agustino aprovechó ese tiempo para continuar traduciendo la Biblia. Ya en los años anteriores se había ocupado del Antiguo y ahora acometió la traducción del Nuevo Testamento. Según la leyenda, Lucifer lo trató de distraer de esa labor diaria, pero Lutero le lanzó un frasco de tinta que se reventó en la pared. En el Wartburg actual, en aquel cuarto donde Lutero escribió su traducción de la Biblia, todo el yeso del muro que supuestamente albergaba la mancha ha sido arrancado por miles de uñas, hasta los ladrillos. Y es que los turistas o peregrinos que desde hace siglos visitan el Wartburg terminaron por llevarse todo el recubrimiento de una pared que ya no vale la pena resanar. Si les dieran tiempo y oportunidad, nuevos turistas se llevarían hasta los ladrillos.

 

La traducción del Antiguo Testamento la realizó Lutero partiendo de los textos en hebreo y arameo. Para lograrlo, a partir de 1507 aprendió el hebreo por su cuenta y se apoyó en un equipo de expertos en aquel lenguaje. Su estrategia fue evitar hacer una traducción palabra por palabra, es decir literal, y en vez de eso buscó entender el significado y mensaje del texto para expresarlo en el mejor alemán posible. Un ejemplo sería la traducción de los nombres de las monedas hebreas mencionadas en la Biblia, a las que Lutero convierte en monedas utilizadas en su tiempo. Para la traducción del Nuevo testamento, Lutero se apoyó en la versión de la Biblia en latín (la llamada Vulgata) y en la versión en griego publicada por Erasmo de Róterdam. Eso le daba suficiente licencia literaria para apoyarse ya en una, ya en la otra versión, según juzgara conveniente. La traducción de Lutero estaba ya lista en 1522 y con apoyo de Lucas Cranach y otros mecenas, la versión en alemán del Nuevo Testamento fue publicada el mismo año, convirtiéndose en un éxito inmediato. La traducción del Antiguo Testamento tardó más tiempo en estar lista, pero ya en 1534 apareció la versión completa de la después llamada Biblia de Lutero. No era ésta la primera traducción al alemán de la Biblia completa, pero sí la mejor y más influyente. Era, además, un paso esencial para el objetivo luterano de arrancarle al clero el control de la palabra de Dios, es decir, para convertir la lectura propia de las sagradas escrituras en un elemento de responsabilidad y fe individual.

 

La Reforma se propagó como el fuego por toda Europa. En 1529 los luteranos protestaron contra la limitación de la tolerancia religiosa que les quería imponer Carlos V (de ahí que posteriormente se les llamara protestantes). En los treinta años posteriores a la publicación de la Biblia de Lutero se separaría la Iglesia de Inglaterra de Roma, los calvinistas se establecerían en Ginebra y la llamada iglesia luterana tomaría una fuerza enorme en Europa Central. La península ibérica y la itálica, así como Francia, seguirían siendo fieles a Roma, mientras que la región cultural germánica se dividiría en una zona protestante y una católica. Al calor de las guerras de religión el mapa religioso de Europa cambió radicalmente durante todo el siglo XVI, al paso que la imprenta de Gutenberg procreaba, incansable, más y más ejemplares de la Biblia de Lutero.

 

¿Pero se puede en verdad traducir la palabra de Dios? El Corán, el libro religioso de los musulmanes, evitó desde el principio el problema de las traducciones al declarar divino el texto en árabe, por ser una revelación. Cualquier traducción se considera entonces sólo como una interpretación de la persona que la ha escrito. Por eso en ceremonias religiosas se recita del original, como todavía hacia la iglesia católica durante las misas hasta el Concilio Vaticano Segundo. Pero los mormones fueron, si se quiere, más creativos. Eliminaron el problema de raíz, ya que según la iglesia mormónica su fundador, Joseph Smith, fue dirigido alrededor de 1820 por el ángel Moroni a una colina donde encontró unas láminas de oro con el contenido completo del Libro del Mormón. Dios mismo iluminó a Smith para que pudiera traducir las láminas del antiguo lenguaje al inglés y con eso la iglesia fundada por Smith (un estafador que había estado en prisión) tendría su libro sagrado, adicional a la Biblia, y además en un lenguaje más que conveniente para misionar en los Estados Unidos. Según la iglesia mormónica, el Juicio Final tendrá lugar en un templo suyo en Missouri.

 

Martín Lutero no contó con la ayuda de ningún ángel, pero su crítica incansable a la iglesia católica y su traducción de la Biblia fueron elementos centrales de la era de la escisión religiosa en Europa con la que culmina el Renacimiento.

 

FOTO: El 31 de octubre de 1517, Martín Lutero clavó sus 95 tesis contra las indulgencias en la puerta de la Iglesia de Todos los Santos de Wittenberg. Alemania./Especial

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