Matrimonio: una elección siempre apresurada: entrevista con Tessa Hadley

Sep 9 • Conexiones, destacamos, principales • 1413 Views • No hay comentarios en Matrimonio: una elección siempre apresurada: entrevista con Tessa Hadley

 

Lo que queda de luz es la séptima novela de la autora británica, quien indaga en la complejidad de la vida en pareja

 

POR FRIDA JUÁREZ
Como buena millenial, me formé con una visión dividida sobre el matrimonio, pues crecí viendo que ya era una institución cuestionada, pero a la vez persistía la idea de que era la norma y un ideal. Esto hizo que la idea del matrimonio me generara intriga, como si se tratara de comprender el funcionamiento de una compleja maquinaria con engranajes. Me pregunto cómo dos personas pueden crear una dinámica a prueba del tiempo, triunfos y fracasos; si dos personas deciden estar juntos por amor genuino, por circunstancias o por trazar un camino de vida de forma calculadora; me pregunto en qué momento parece más conveniente llevar una doble vida a tramitar un divorcio o cómo es que algunos pueden obligarse a elevar su nivel de tolerancia ante faltas de respeto. El funcionamiento de un matrimonio me parece todo un misterio, sobre todo porque los involucrados tienden a ser los únicos en saber cómo funcionar o fallar. Esta intriga por el matrimonio es compartida por la escritora inglesa Tessa Hadley (Bristol, 1956), quien se apresura en afirmar en entrevista que está felizmente casada, para librar malinterpretaciones.

 

En su novela Lo que queda de luz, cuya edición en español recién publica por Sexto Piso (en inglés se titula Late in the Day, 2019). Como ya se ha visto en sus novelas previas, Hadley nos deja ver la dinámica, el caos y enredos de las relaciones familiares, esta vez a través de dos matrimonios unidos por la amistad. Se trata de la historia de Christine, una artista prudente y tímida; su esposo Alex, un escritor frustrado convertido en profesor de primaria e intelectual soberbio; Lydia, una glamorosa reina del drama que anhela aceptación varonil, y su esposo Zachary, un galerista de arte carismático y de buen corazón. Ellos han sido amigos inseparables durante 30 años, pero la dinámica se altera radicalmente cuando Zachary muere. Esto lleva a que inseguridades, pasiones e inconformidades pongan en riesgo los vínculos que hay entre los demás.

 

Sí, este libro trata sobre la decadencia de dos matrimonios y cómo la eventual amistad de estas mujeres se vio arruinada por los hombres de sus vidas. Esto puede parecer que es un gran cliché, pues desde las primeras páginas se puede prever cómo acabará. Pero el gancho del libro no está en cómo terminará la historia, sino en cómo ocurren estos eventos y en las reacciones de los protagonistas (críticos destacan la habilidad de Hadley de escribir sobre el comportamiento humano).

 

Lo que queda de luz es la séptima novela publicada de Hadley, más no escrita. En la prensa se ha manejado que comenzó tarde su carrera como escritora, pues publicó su primera novela a sus 46 años. La realidad es que Hadley, quien es profesora en la Universidad Bath Spa, confiesa que llevaba escribiendo desde sus 20, pero con rotundo fracaso. Ahora está trabajando en su novela número 13, es elogiada por la crítica internacional, ha ganado múltiples premios y tiene a las escritoras Zadie Smith y a Chimamanda Ngozi Adichie entre sus admiradoras.

 

En entrevista, habla sobre el “calculador” proceso creativo que realizó para escribir Lo que queda de luz y comparte tips para que las tímidas aspirantes a la escritura afronten la página en blanco.

 

¿Por qué escribir Lo que queda de luz?

 

Quería hacer una historia que la gente realmente disfrutara leer. Claro, siempre quiero hacer eso, pero esta vez fui casi calculadora. Amamos los árboles genealógicos, algo que podemos seguir a través del tiempo… así que pensé que sería encantador tener a dos parejas (AB y CD) y hacer algo travieso, que A se enrede con C, y B con D y mezclarlas entre sí durante un periodo de décadas. Así que esa fue mi primera idea, dos relaciones a largo plazo entrelazándose y enredándose. Aunque también vi que eso era muy lineal, así que tuve que pensar cómo hacer una historia circular, para esto debía ocurrir un gran suceso, como la muerte de alguien y cómo los escritores somos de lo más crueles, elegí que fuera el personaje más encantador de todos. Como iba a matar a este personaje que está en sus 50, sabía que no podía hacerlo a la mitad de la historia, porque si no el libro sería muy cruel, así que me di cuenta que si iba a matar a alguien tenía que ser al inicio.

 

Aunque hoy se diga que el matrimonio es una institución anticuada, me parece intrigante y veo que a ti también, ¿por qué te gusta escribir historias que abordan este tema?

 

Pienso igual que tú, el matrimonio es muy interesante y no creo que uno a fuerza deba tener una opinión sobre si está de acuerdo o no para poder darse cuenta de lo extraordinario que es. No es como tu familia, que tú, tus padres y hermanos pertenecen entre sí desde el día uno; esto inicia como una elección. Por fortuna tenemos el derecho de decidir salir de ahí si resulta ser un desastre. Pero en este libro me interesaba que los personajes se mantuvieran dentro de esas relaciones.

 

Hay un cuento popular en Europa que narra la historia de una pareja. Uno de ellos es raptado por las hadas y para poder recuperarlo, la otra persona debe aferrarse a su pareja, aunque este se vaya transformando continuamente en un ratón, un dragón o un monstruo y creo que esa es una metáfora brillante sobre lo que le sucede a las personas en un matrimonio. Cuando se está con alguien durante décadas, hay cambios, constantemente, ya sea por el trabajo, la felicidad, el poder, la salud… uno siempre se estará renovando o derrumbando una y otra y otra vez. Si la pareja logra permanecer juntos, es una historia de la que vale la pena escribir porque es interesante.

 

Es curioso porque hablas de “elegir”, pero en tu libro las circunstancias juegan un papel importante en estos matrimonios, lo cual es aterrador.

 

Lo sé. Cuando se es tan joven claro que es aterrador que sea por circunstancias. Cuando hablo de “elegir”, no me refiero a que sea racional, lógico y calculador, realmente me refiero a un momento apresurado, porque se está enamorado o porque se está desesperado. Tan solo Christine, no sé qué tan enamorada está de Alex, pero de alguna forma él es muy fuerte, poderoso y la persuade. Así que en realidad por mil razones uno toma estas decisiones, pero realmente cuando uno se decide es como dar un paso hacia la incertidumbre. Tengo la teoría de que probablemente el matrimonio por elección y el matrimonio arreglado tienden a ser igual de exitosos, porque elegir no garantiza que será un éxito. Y claro, aunque ya nadie debería casarse por arreglo, puedo apostar a que le irá igual de bien.

 

En este libro no sólo escribes sobre matrimonio, sino que abordas otro tipo de relación: la amistad. Esta parte también es muy abrumadora por la ruptura que hay.
Sí. Me gustaría escribir un libro sobre dos amigas mujeres cuya amistad no se ve arruinada por un hombre y escribiré algún día ese libro. De alguna forma he hecho algo muy clásico, la historia de las dos mujeres que son tan unidas, que crecen juntas influenciándose entre sí, formándose entre sí y, al final, los hombres las separan. Es muy old fashioned, pero es una historia real, sí pasa. Sería agradable contar la otra historia.

 

Sí, sería bello. Pero pienso que es importante escribir sobre la amistad porque cuando uno se va convirtiendo en adulto no sólo es difícil hacer amigos, sino conservarlos… implica casi el mismo trabajo que requiere una relación romántica.

 

Todos los personajes son buenos amigos, hasta que Lydia hace que su relación con Christine sea imposible. Pienso que Alex y Zachary son grandes amigos, creo que hasta Alex habla con su amigo con la franqueza que nunca habló con Christine, su esposa; cosa que ocurre en las vidas reales. También siempre amé escribir estos diálogos entre las amigas, porque ellas me parecieron más interesantes cuando sus maridos no estaban presentes. Por eso me entristeció mucho cuando la amistad se rompe, porque Lydia es una mujer chapada a la antigua y romántica; aunque también disfruté mucho escribir el último gesto que hubo entre las amigas.

 

¿Cómo definiste las personalidades de los protagonistas? De alguna forma las parejas crean balance por sus formas de ser, pero a la vez creo que esto hace la fórmula perfecta para el desastre.

 

Los personajes en su mayoría son inventados, pero sí trazo algunos gestos de personas que conozco o de personajes de otros libros. Cuando estoy por escribir una novela, me preparo y tengo una idea lúcida de cómo serán los personajes y dejo que cobren vida en mi imaginación. De hecho, es muy importante saber el nombre, ese es un gran momento, cuando digo: “claro que es toda una Lydia”, que es un nombre que me gusta porque es muy decidido, romántico y muy al viejo estilo. Pero tienes toda la razón, no sólo creo personajes por separado, sino que trazo todo un patrón para el libro y trato de balancearlos para que sean muy distintos entre sí, de ser lo contrario, no habría historia. Christine es escéptica, seca y nada romántica, y por otra parte está Lydia, que de alguna forma tiene una fijación por los hombres, sueña con el amor de su vida. Contrastarlas de esa forma hace que no te quedes sin material.

 

Es fácil identificarse con las protagonistas, a quienes conocemos desde que tienen 20 años y vemos cómo van envejeciendo. ¿Dirías que este libro muestra la experiencia femenina de envejecer?

 

Me encanta que te sientas identificada con ellas, porque de alguna forma estoy contando la historia de mi generación, que es mucho mayor que la tuya. Lydia y Christine son jóvenes en la década de los 70 y 80 y se consideran feministas, pero en realidad siguen en un mundo donde la identidad de una mujer depende en nivel profundo en la validación del hombre porque toma mucho tiempo cambiar estas percepciones. Al final de la novela, Lydia de alguna forma sigue en esa maquinaria, mientras que Christine está en otro punto, desde los capítulos previos al final podemos ver que ella va hacia otro camino. Quise contar dos finales contrastantes, uno más a la antigua y otro más feminista.

 

En cada artículo sobre ti como escritora se dice que comenzaste a escribir “tarde”. ¿Realmente lo consideras así?

 

Sí lo creo, pero en realidad no es que hasta los 40 haya empezado a escribir. Ya llevaba tiempo escribiendo y fracasando. Escribí varios libros que no me publicaron y la verdad me alegra que no lo hayan hecho entonces, no eran buenos. Es verdad, empecé tarde, pero creo que depende en gran medida de cómo lo ve cada individuo. A tu edad, tenía muchas opiniones e ideas, tenía un sólido gusto literario, sabía quienes eran mis escritores favoritos. Pero me llevó mucho tiempo descubrir qué es lo que quería decir y quién era. Esa forma de tener conciencia sobre mí misma sí llegó tarde, no sé por qué, tendría que ver a un terapeuta para descifrarlo aunque tengo algunas ideas del porqué. Afortunadamente ahora vivimos más tiempo, en comparación a las hermanas Bronte, D.H. Lawrence y Katherine Mansfield… Imagínate si se hubieran descubierto hasta sus 40, habría sido muy tarde.

 

¿Cómo cambió tu vida ahora que eres una escritora publicada?

 

De alguna forma no cambió. Tengo una vida privada, mis amigos, mis hijos ya eran adolescentes cuando comencé a ser publicada. Mi estilo de vida ahí sigue, porque ya sabía cuál es mi identidad. Pero hay felicidad, mucha felicidad porque estaba desesperada en ese tiempo en el que estuve fracasando. Tenía esta necesidad irracional por escribir y trataba de detenerme y me decía que tenía que dedicarme a otra cosa, ser algo más, como una enfermera —aunque no podría, soy muy floja y egoísta— o quizá ser maestra de literatura, que lo soy y me encanta.

 

¿Qué consejo le darías a las mujeres que les gustaría ser escritoras pero no se han atrevido a iniciar?

 

Antes que nada lean, lean, lean y descubran los escritores que les encantan, estudienlos y luego imítenlos. ¡Copien, copien, está bien! Recuerdo cuando empecé a escribir mis historias, entonces estaba leyendo mucho a Alice Monroe y sólo pensaba: “¡Por Dios! Notarán lo similar que es mi escritura a la de ella”, pero claro que no era así, no se parecían en nada, al final era yo misma.

 

 

 

FOTO: Hadley (Bristol, 1956) ha sido elogiada por la crítica y ha ganado múltiples premios como el Hawthornden.

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