“Me interesa la humanidad de los monstruos”, entrevista con el escritor Santiago Roncagliolo
Y líbranos del mal, novela más reciente del escritor Santiago Roncagliolo, es un viaje por el pasado familiar de un joven neoyorquino de padres peruanos que viaja a Lima para cuidar a su abuela desahuciada, a quien deberá enfrentarse para conocer los secretos de su propio padre, señalado de pertenecer en su juventud en una sociedad religiosa marcada por el abuso
POR GERARDO ANTONIO MARTÍNEZ
Hay una marca común en los personajes de Santiago Roncagliolo (Lima, 1975). Se trata de la inquietud, obsesión, más allá de la simple curiosidad por conocer el pasado, ya sea el inmediato. Esto sucede con el fiscal Félix Chacaltana en sus averiguaciones sobre el terror que Sendero Luminoso sembró en una población rural en su novela Abril rojo (Premio Alfaguara 2006), como en su experiencia propia en La cuarta espada (Debate, 2007), en la que narra su propia experiencia como cronista que asume el compromiso de reconstruir con todo el rigor periodístico la vida de Abimael Guzmán, líder de esa misma secta guerrillera de corte maoísta que desató una ola de violencia en el Perú de los años 80 y 90.
En esa misma línea, pero con la renovación temática y estilística que se puede exigir a un escritor de su trayectoria, en su nueva novela titulada Y líbranos del mal (Seix Barral, 2021) regresa a esas mismas obsesiones, pero ya no desde el sectarismo revolucionario, sino desde los secretos vergonzosos que existen en muchas comunidades religiosas.
En esta entrevista, a la que se enlaza desde Madrid, responde algunas preguntas sobre las correspondencias que este lector encuentra entre esta novela y las dos obras mencionadas. Al hablar sobre la defensa que ha hecho en varios artículos periodísticos de la literatura de terror del escritor estadounidense Stephen King, responde: “Yo siempre digo que escribo novelas de terror pero los verdaderos monstruos son los que están en la historia de los países, en la cabeza de las personas, dentro de nosotros”.
En Y líbranos del mal, la búsqueda del pasado familiar es una obsesión que impulsa a Jimmy Verástegui, el adolescente que protagoniza esta historia, quien a punto de convertirse en adulto decide viajar desde Nueva York a Lima para cuidar a Mamá Tita, su abuela paterna, una mujer agobiada por la edad, las enfermedades y quien ha recibido pronósticos que la colocan en la antesala de los velatorios. Jimmy no sólo se acerca a su pasado familiar en un país desconocido. Para él, un estadounidense de familia católica a punto de entrar a la universidad, la ciudad de Lima se le revela como un mundo nuevo en el que debe conducirse en la lengua reservada sólo a los espacios familiares.
La dedicación de Jimmy en los cuidados de su abuela comienza a resquebrajarse cuando la aparición de un heraldo misterioso, que dice ser amigo de juventud de su padre, lo hacen descubrir que uno de los motivos por los que éste habla poco de sus años en la Lima de los años 90 es su filiación a un grupo religioso acusado de abusos a menores de edad.
“El pasado se come todo como un monstruo”, escucha Jimmy de voz de uno de los testigos de ese cuestionable pasado de Sebastián Verástigui, padre del propio Jimmy, penate y al mismo tiempo monstruo familiar. Remata Roncagliolo en esta entrevista: “Una de las guías que más te conducen convertirte en un monstruo es creer que eres bueno”.
En tu novela Y líbranos del mal (Seix Barral, 2021) encuentro algunos paralelismos con otros libros tuyos, como Abril rojo (Premio Alfaguara, 2006) y La cuarta espada, la amplia crónica que dedicaste a la historia de Abimael Guzmán y Sendero luminoso, se trata del fanatismo y la maldad humana.
En general, muchas de mis novelas lidian con ese segundo tema que mencionas, qué es el mal y las formas que tienen las personas de hacerse daño mutuamente. Son exploraciones de cómo personas normales se convierten en monstruos. Y una de las guías que más te conducen convertirte en un monstruo es creer que eres bueno, es creer que lo que estás haciendo es para mejorar al mundo, defender al mundo de una amenaza o mejorar al mundo en general. Estos libros que mencionas están protagonizados por idealistas que se convierten en monstruos en uno o en otro extremo sobre las ideas de la sociedad. Desde la idea de que la salvación del mundo la tiene el comunismo a que la salvación del mundo sólo existe si se derrota al comunismo. Cada una de estas ideas genera sus propios monstruos, sus propios vampiros, sus propios fantasmas. Yo siempre digo que escribo novelas de terror pero los verdaderos monstruos son los que están en la historia de los países, en la cabeza de las personas, dentro de nosotros.
En Y líbranos del mal conocemos la historia de Jimmy, un adolescente nacido en Nueva York de padres peruanos, quien va descubriendo su pasado familiar. Esto nos lleva al tema de los secretos familiares, del ámbito privado, un asunto que contrasta con lo que leímos en Abrir rojo, en la que el protagonista busca desentrañar secretos en el ámbito público.
Si Abril rojo lidia con la violencia, Y líbranos del mal lidia con el abuso. El abuso es el daño que te hace alguien que dice que te quiere. En cualquiera de sus formas es una enfermedad del amor. Eso hace que frecuentemente la víctima piense que su agresor también la quiere y, por lo tanto, tienda a culparse a sí misma, a pensar que la víctima es culpable de lo que le ocurre, si es que llega a pensar que lo ocurrido es algo malo. La novela nos obliga a hablar del amor, de la intimidad de los cuerpos, de qué tipo de amor esperamos de las personas. Yo diría que hay una característica común entre los personajes que integran los grupos marxistas, en el caso de Abril rojo y los grupos conservadores de Y líbranos del mal, es la necesidad de un padre. Todos entran a estos grupos siendo adolescentes, vienen de familias destruidas, lejanas, disfuncionales. Buscan un padre que les dé un orden, que sea un referente y les dé un sentido a sus vidas. Eso que buscan es lo que los arroja las fauces de ese padre.
En Y líbranos del mal también es claro el cuestionamiento a los roles tradicionales de la familia. Pensamos que éste es el núcleo más bondadoso dentro de la sociedad. ¿Qué descubrió Jimmy sobre el concepto que tenía de su familia?
Bueno, hay una generación entre la de Jimmy y la de su abuela, que es la de su padre, quien rompe la unidad física de su familia, huye de su pasado y de los secretos que lo torturan en su país. Sebastián, el padre de Jimmy, busca en Estados Unidos lo que buscamos muchos inmigrantes en otros países: otra vida, nuevo comienzo, ser una persona diferente a la que fueron. Pero cuando Sebastián tiene un hijo resulta que su pasado ya no sólo es de él, sino también es el pasado de su hijo. Y allí falta información sobre su padre que también es sobre sí mismo, información que él necesita para saber qué quiere hacer con su vida, en ese momento de su adolescencia, en un punto en el que está por convertirse en adulto. Y Jimmy lo va a buscar cuando se salta una generación y va en busca de su abuela, la que se ha quedado en Lima con todos los secretos que su padre dejo atrás. Mamá Tita tiene que vivir con todo el peso de un pasado y se lo traslada a Jimmy, quien descubre junto con ella de dónde viene él mismo. Son cosas que te hacen ver el hecho de tener una familia. Tú puedes alejarte, pero tu pasado se convertirá en el pasado de la gente que viene detrás de ti. Ellos también pueden buscarlo. En ese sentido nunca puedes escapar de tu pasado. Lo llevas encima.
Ya conocemos tu postura acerca de la literatura de terror. Lo has manifestado públicamente en tus artículos acerca de la literatura de Stephen King. ¿Qué paralelismos detectas en este tipo de literatura con novelas como Y líbranos del mal o Abril rojo?
A mí me encanta el ritmo de la narración de Stephen King y en general de la cultura popular, las historias clásicas de terror y del thriller. Siempre quiero que sea una historia que no se pueda soltar, que tengas que seguir pasando las páginas, que te angustie lo que pasará con estos personajes porque sientes que eso te podría ocurrir a ti también. Pero nunca he escrito historias sobrenaturales. Lo que me interesa es buscar esos aspectos de las personas y la sociedad que llevamos dentro, esa historia oculta, esa historia fantasma que constituye la historia de un país o de una familia. Sobre todo, me interesa narrar cómo muchas veces el terror está en los otros. Lo que le pasa a Sebastián nos hace pensar que es muy difícil saber si eres víctima o verdugo. Al final, lo que descubre Jimmy es que su padre tenía una historia de amor, pero fue el mundo el que hizo que esta historia de amor se convirtiera en una pesadilla. Me interesa explotar ese proceso, siempre de una manera muy realista. No hay cosas sobrenaturales en mis libros, simplemente hay demonios con forma humana.
Hay muchas correspondencias entre Y líbranos del mal y la historia de Marcial Maciel y los Legionarios de Cristo. ¿Cómo fue el proceso de documentación? ¿Qué diferencias notorias encontraste entre el proceso de investigación y el proceso de escritura de la novela?
Una novela comienza donde la información termina. Toda la información periodística que existía se basaba en las denuncias de las víctimas, que son lo más urgente, lo más importante. Lo que yo me pregunté en la novela es quiénes son los victimarios, cómo son. Porque ellos no hablan, ni en este caso ni en muchos otros en los que he basado mis novelas. Siempre hay alguien que causa dolor, que guarda silencio y a quien nadie nunca quiere molestar. Pero para acceder a esa persona tenemos nuestra capacidad de imaginación. Y líbranos del mal no busca denunciar a alguien o influir en una coyuntura. Busca que los lectores se pregunten “¿Este verdugo podría ser yo?” Es decir: “¿Es mala persona este personaje o yo mismo con dos o tres cambios podría ser él?” Me interesa la humanidad de los monstruos, conocer cómo se forman a partir de la necesidad del amor, de la fidelidad, de algunos ideales, de anhelos que cualquier persona puede tener. Esto hace que Y líbranos del mal esté ambientada en Perú, pero que si la lee un mexicano, un español o un tailandés encuentren casos cercanos. La novela no les habla desde la denuncia, como puede hacer en un periódico. Y líbranos del mal les habla desde el corazón de las personas de cualquier país.
En el caso de Abril rojo y La cuarta espada, en las que veo paralelismos con Y líbranos del mal, ¿en qué consistió la decisión de qué llevar a la ficción y que llevar a la crónica?
En el caso de esos dos libros ocurrió al revés. Primero se publicó Abril rojo, que tuvo mucho impacto. Entonces me invitaron a presentar a las cárceles peruanas, lo que significaba presentarla ante presos que nunca habían dado una entrevista. Entonces tuve posibilidad de hacerle preguntas a gente que nunca antes había dado una entrevista. A través de estas entrevistas fui tejiendo La cuarta espada. Había una historia muy buena y estaba en posición de poder contarla. Cuando encuentro una historia como El amante uruguayo o Memorias de una dama, me interesa contarla de la manera lo más real posible. Pero en el caso de Y líbranos del mal ya había otras denuncias. Cuando descubrí estos casos me sorprendió qué tan cerca habían estado de mi vida, cómo conocía a gente que estaba en esto de un modo u otro, y cómo se había construido un muro de silencio, y cómo nadie en su entorno (que era mi entorno) nunca hizo nada. En este caso fue el proceso opuesto. Partí de la historia real para hacer una novela que llenara los vacíos y las preguntas que me hacía. ¿Cómo gente devota, que cree en Dios, se convierte en eso?
FOTO: El escritor Santiago Roncagliolo, quien ganó el Premio Alfaguara en 2006 por su novela Abril Rojo /Crédito: El Comercio
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