De gansos y pueblos. Claves para entender el populismo

Jun 5 • destacamos, Lecturas, Miradas, principales • 3114 Views • No hay comentarios en De gansos y pueblos. Claves para entender el populismo

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Los estudios de la destacada politóloga italiana, centrados en el fenómeno del populismo, resultan de una actualidad irrebatible en el contexto mexicano

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POR JOSÉ HOMERO

Por nada los gansos
tocan alarma
en sus trompetas de barro.
José Juan Tablada

“¿Será un indicio el hecho de que las amenazas que pesan hoy en día sobre la democracia proceden no de fuera, de los que se presentan abiertamente como sus enemigos, sino de dentro, de ideologías, movimientos y actuaciones que dicen defender sus valores? ¿O incluso un indicio de que los valores en cuestión no siempre son buenos?”. A tal cuestionamiento buscó responder Tzvetan Todorov con Los enemigos íntimos de la democracia (2012), donde glosaba que las actuales amenazas son excreciones de la propia democracia: el ultraliberalismo, el mesianismo y el populismo; y no de otros sistemas de gobierno, como el comunismo, el fascismo o el terrorismo.

 

El reconocimiento del populismo como una forma pervertida de la democracia y no como un radical externo sustenta, igualmente, Yo, el pueblo. Cómo el populismo transforma la democracia (Grano de Sal/INE, 2020) de Nadia Urbinati, cuyo impulso responde, también, a una pregunta central:

 

¿Qué clase de consecuencias democráticas produce el populismo? Mi respuesta es que, hoy en día, la democracia representativa es tanto el entorno en el que se desarrolla el populismo como su objetivo, o aquello en contra de lo cual exige ejercer su poder.”

 

La catedrática de teoría política en la Universidad de Columbia, Nueva York, se aparta por igual de la rijosidad con que popularmente se ha abordado el fenómeno –pienso en El estallido del populismo, 2017, cuyo afán resume Mario Vargas Llosa desde el prólogo: “El comunismo ya no es el enemigo principal de la democracia liberal —de la libertad—, sino el populismo”– como de los enfoques académicos. Se aborda el populismo como una forma de gobierno, con lo que descarta su ponderación como un movimiento con tintes anarquistas.

 

Cabe asentar que si en principio la politóloga traza su línea con respecto a la polémica y las perspectivas teóricas, reconoce que su estudio se inscribe dentro de una amplia corriente académica que considera al populismo dimanado de la crisis de representación política o de un modelo de gobierno representativo. Reprocharía que esta admisión se declare en una nota y no en la introducción, donde habría sido más esclarecedora. Con todo, sería un reparo menor frente a una empresa meritoria por su fenomenología del populismo mediante un análisis prolijo de los ejes que lo sustentan. A saber: la relación directa entre el líder y un segmento de la sociedad –el “pueblo”–, y lo que la teórica denomina “la autoridad superlativa de su público”. Conforme a ello, el objetivo antidemocrático de esta tendencia –y de ahí su peligro– es la intermediación que impide la comunión de líder y sociedad: partidos políticos, medios de comunicación, sistemas constitucionales, organismos independientes… Las instituciones, en suma, que aseguran la igualdad y el pluralismo.

 

Los cuatro capítulos que componen la obra razonan los elementos que de acuerdo a Urbinati constituyen el populismo. El primero es su oposición al sistema y arremeter contra aquello que se interpone entre el Estado y el “pueblo”. Su coartada es moral: quienes no han ejercido el poder son buenos y por tanto los únicos que deben contar socialmente pues los excluidos son “corruptos”. El siguiente tópico sondea la relación entre el pueblo auténtico y la mayoría. Si el primer capítulo mostraba la desviación del universalismo consustancial a la democracia en tanto al privilegiar a una parte excluía a las restantes, el segundo reitera la conversión del régimen partidista y el individuo como enemigos del “pueblo”. Asimismo se indican la vocación autocrática y la tentación de alterar la Constitución que caracterizan a los sátrapas. El tercer punto es la entronización del líder. Aquí se descubre que la representación directa prefiere la encarnación, con lo que siendo un término propio del campo religioso el simulacro adopta visos de teología política cuyo despliegue será un acto de representación, de espectáculo, “lo cual les da la capacidad de ser vistos y aceptados por el pueblo como la encarnación de ese mismo pueblo”. Tal componente explicaría el rasgo de campaña permanente que distingue las administraciones populistas y su uso indiscriminado de los medios de comunicación, sean públicos o privados. Finalmente, el cuarto capítulo explora la representación directa y la inclinación a los plebiscitos y referendos como presuntas formas de democracia directa. “La transformación –sentencia la politóloga– tiene que ver con la representación pero no con la democracia”. Así la supuesta novedad del fenómeno se agota en la esfera de la representación. No es el pueblo el que se construye sino una ideología que habla en su nombre la que cimenta el populismo.

 

Exhaustiva, incisiva e iluminadora, esta monografía es parte de un ambicioso proyecto que postula a la diarquía como elemento constitutivo de la democracia. Sus componentes: la voluntad –el derecho al voto y a la afiliación partidista– y la opinión –el debate y la crítica–. Además de celebrar que se razone una corriente usada como espantapájaros retórico –aunque de poco sirvió para ahuyentar los cuervos que actualmente destruyen al país–, valoro la intención ciudadana por dialogar y comprender la perspectiva que llama maximalista; es decir, la creencia de que el populismo revitaliza las democracias y que su sedimento maniqueo contribuye a la libertad. Se percibe aquí el lunar que señala la ascendencia de la autora –el linaje italiano de teóricos liberales: Norberto Bobbio, Giovani Sartori–, manifiesta también en el diálogo con Aristóteles, quien ya avizoraba la tentación populista agazapada como demagogia, y con Ernesto Laclau, cuya La razón populista (2005) permitió articular el kirchnerismo, y parcialmente la cuarta transformación. No en vano el difunto teórico del antagonismo y de la movilización permanentes elogió el caudillaje de Hugo Chávez. En estos gestos de acercamiento a una concepción radicalmente opuesta se revela asimismo la idea ciudadana que sostiene el criterio de Urbinati, contrario al talante anatemizador de profesores convertidos en airados profetas callejeros.

 

Celebro el aporte teórico, el escrupuloso examen y el enfoque global de esta primera obra de Urbinati traducida al español –por lo que igualmente la editorial Grano de Sal amerita reconocimiento–, mediante la cual el lector mexicano discernirá el gobierno populista y su amenaza a la igualdad y la libertad. No, no es más un grito de alerta de los gansos sino la constatación de que el peligro son precisamente los gansos, quienes por nada se declaran las víctimas tocando a rebato con sus trompetas de barro, mientras claman: ¡El pueblo soy yo!

 

FOTO: Yo, el pueblo, Nadia Urbinati, México, Grano de Sal-INE, 2020, 304 pp. Traducción de Aridela Trejo y Alejandra Ortiz Hernández

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