Navidad, una guía cinematográfica

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POR MAURICIO GONZÁLEZ LARA

 

Crítico de cine y especialista en temas de administración; @mauroforever

 

Esta lista demuestra que no todo el cine de tema navideño tiene que ser sinónimo de lágrimas y azúcar.

 

Es la época en la que el lugar común reina en nuestros corazones. No hay escapatoria posible. Comidas de fin de año, comerciales que invitan a la armonía, tiendas repletas de consumidores deseosos de gastarse el aguinaldo, espectáculos de luz y sonido en las plazas públicas, coches disfrazados de renos, coros improvisados, en fin, todos los indicadores que asociamos con las celebraciones que rodean el 25 de diciembre se encuentran ya presentes con una intensidad imposible de ignorar.

 

La Navidad ha llegado, nos guste o no.

 

Tradicionalmente, las salas de cine solían exhibir en estas fechas cintas relacionadas con el espíritu de la época. Las más de las veces, se trataban de productos lacrimógenos y propagandísticos que promovían la reconciliación, la unidad familiar, la fe, la justicia cósmica y, sobre todo, la exaltación de la felicidad por la felicidad misma, sin reservas ni cuestionamientos. El “cine navideño”, sin embargo, sufrió un visible desgaste a finales del siglo pasado. Siempre dispuesta a jubilar las fórmulas que no le rinden dividendos, la industria hollywoodense dejó de fabricar esta clase de productos para las vacaciones decembrinas. La Navidad funciona ahora como un segundo verano: es decir, para estrenar blockbusters al estilo de la saga de The Hobbit —desde hace ya algunos años se puede dar por descontado que en diciembre se estrenará alguna película dirigida por Peter Jackson­, o como una ventana para la exhibición limitada de cintas que buscan competir por los premios Oscar a celebrarse en los meses siguientes—. En la actualidad, el “cine navideño” vive en la televisión: es ahí donde respiran películas que van desde clásicos como ¡Qué bello es vivir! (It’s a Wonderful Life, 1946) a comedias inofensivas como Realmente amor (Love Actually, 2003).

 

No todo el “cine navideño” despliega una cursilería insoportable. A continuación, presentamos una lista de obras que consiguen ser fieles al espíritu decembrino sin sacrificar inteligencia ni belleza. También se incluyen filmes que, sin ser necesariamente “cine navideño” (o incluso presentándose como sátiras del mismo), utilizan al ánimo de la temporada y sus tropos narrativos para dotarse de vida y sentido. La lista tampoco le hace el feo a los trabajos exhibidos solamente por televisión, pues son tan o más influyentes que los largometrajes mostrados en salas.

 

¡Qué bello es vivir!

 

Durante toda su vida, George Bailey (James Stewart, icónico) tuvo el sueño de abandonar el pueblo de Bedford Falls y hacer algo grande con su vida. El destino, sin embargo, ha jugado en contra suya. La generosidad de corazón de Bailey —siempre dispuesto a sacrificar su bienestar por la felicidad de los demás— no sólo lo ha atado a su pueblo de origen, sino que lo ha colocado en una encrucijada: un sinfín de infortunios lo ha hecho presa de un agiotista que busca arrebatarle una compañía que ayudó a buena parte del pueblo a salir adelante en tiempos difíciles. Desesperado y solo, Bailey, quien posee un seguro de vida, piensa que vale más muerto que vivo e intenta suicidarse. Cuando está a punto de lanzarse al río, observa cómo un anciano cae al agua. Fiel a su naturaleza, olvida todos sus problemas y acude a salvarlo. El viejo no es un mortal, sino un ángel que le enseña cómo habría sido la vida de Bedford Falls sin su presencia. Esta cinta de Frank Capra es el clásico absoluto de Navidad. La secuencia en la que un agradecido Bailey corre por las calles de su pueblo es uno de los momentos más emotivos en la historia del cine. El optimismo desaforado del final tiende a oscurecer varios subtextos oscuros. Con un par de vueltas de tuerca, ¡Qué bello es vivir! podría ser un relato en extremo perturbador, ya que a diferencia de Scrooge (el personaje de Cuento de navidad, de Charles Dickens), Bailey es un hombre bueno al que Dios parecía haber abandonado. Ese trasfondo religioso —donde la Navidad opera como una época de reordenamiento cósmico— explica en buena medida la inmensa popularidad del filme.

 

Blanca Navidad

 

Este musical dirigido por Michael Curtiz (White Christmas, 1954) cuenta la historia de un par de entertainers (Bing Crosby y Danny Kaye) que salen en ayuda de un general retirado que lucha por mantener a flote un hotel de descanso en la década de los cincuenta. La película, obviamente, incluye risas, romance y espectaculares números de baile. Si bien el tono promilitar de la cinta resulta un tanto extraño (los protagonistas cantan con jocosidad “lo bien que se la pasaban en el ejército” durante la Segunda Guerra Mundial), las canciones son memorables, sobre todo “Snow” y el número que le da nombre al filme. Crosby, quién lo duda, era un crooner impecable.

 

La Navidad de Charlie Brown

 

“Debe de haber algo malo conmigo, Linus. La Navidad se acerca, pero no me siento feliz. No me siento como supuestamente me debo de sentir. Supongo que no entiendo la Navidad… siempre termino sintiéndome deprimido”. Así comienza el primer especial de Navidad de Charlie Brown: sin anestesia ni concesiones. Esta pieza animada —escrita en plenitud de facultades por Charles M. Schulz, creador de Peanuts, y dirigida por Bill Melendez en 1965— es una obra maestra de la desolación posmoderna. Por un lado, Charlie ve con tristeza cómo la Navidad es asumida como una reunión vana y materialista; por otro, como el lamentable antihéroe existencialista que es, intenta encontrar sentido en medio de la burla y el rechazo. Lo consigue, aunque, intuimos, no de manera duradera y contundente. Este programa de media hora es una influencia fundamental y declarada en artistas como Woody Allen, Jonathan Franzen y Wes Anderson, por mencionar algunos nombres. Cuando los ejecutivos de CBS vieron por primera vez el programa predijeron que iba a ser un fracaso. Error: A Charlie Brown Christmas es hoy un clásico que ha sido visto por decenas de millones de personas y se transmite todas las navidades alrededor del mundo. La música es del jazzista Vince Guaraldi.

 

Dr. Seuss´ How the Grinch Stole Christmas!

 

El término Grinch es popular fuera del mundo anglosajón gracias al éxito de la adaptación protagonizada por Jim Carrey del cuento clásico de Theodor “Dr. Seuss” Geisel, estrenada en 2000. Es una pena, pues esta versión animada de Chuck Jones (1966) es infinitamente superior en términos plásticos y narrativos. Al igual que Seuss, Jones comprende que la infancia es un estado mental eminentemente alterado, tanto visual como sónicamente. La voz del Grinch es de Boris Karloff, quien le hace justicia plena al surrealismo intoxicado e intoxicante de las rimas de Seuss. Una influencia palmaria en la sicodelia ácida sesentera. Media hora de timing perfecto.

 

Mi tío Antonio

 

Esta radiografía agridulce de un pueblo minero quebequense está contada desde el punto de vista de Benoit, un adolescente que trabaja en la tienda de raya de la comunidad. Durante los primeros dos tercios, el relato parece ser una celebración pintoresca y feliz del espíritu fraternal del pueblo durante las fiestas navideñas. Sin embargo, la parte final revela la miseria, frustración e infelicidad detrás de los usos y costumbres de la clase trabajadora agraria. La última secuencia —un funeral de la inocencia: la transición de Benoit a la edad adulta— es devastadora. Mi tío Antonio (Claude Jutra, 1971) ha sido nombrada dos veces por la revista Sight and Sound como la mejor película canadiense de todos los tiempos.

 

Gremlins

 

Un padre de familia de un suburbio estadounidense le compra a un misterioso anciano de origen chino un Mogwai, una criatura cuya simpatía y ternura harían palidecer de envidia al koala más encantador. El anciano le señala que debe obedecer tres reglas: no exponerlo a la luz, no darle de comer después de la medianoche y no acercarlo al agua. La familia, evidentemente, no cumple con ninguno de los tres lineamientos y el pueblo se llena de cientos de pequeños monstruos verdes que tornan a la Navidad en un infierno. Debajo de una engañosa apariencia de parábola infantil, Gremlins (Joe Dante, 1984) esconde una crítica ácida a la idea de los suburbios y el consumismo estadounidense (tan inmanente a la época decembrina). Imposible no aplaudir el delirio con el que los gremlins destrozan los lugares claves de la comunidad —incluido, claro, el centro comercial—. Dante llevaría está dinámica al límite en la secuela, al situar la acción en un edificio “inteligente”, ese icono instantáneo del capitalismo de fin de siglo. Con todo, el humor siniestro de la primera parte es insuperable: ¿cómo olvidar la escena en la que el personaje de Phoebe Cates revela la razón por la que odia la Navidad? Más cercana a los hermanos Marx que a las comedias de la era Reagan. Repleta de ingeniosas referencias pop.

 

Duro de matar

 

Si bien la reconciliación familiar —uno de los temas recurrentes de la narrativa navideña— es usada como un mero elemento secundario para construir contexto emocional, es imposible situar a Duro de matar (John McTiernan, 1988) como una película ajena a la época decembrina. Desde el cadáver del “terrorista” con gorrito de Santa Claus (“ahora tengo una metralleta, jo jo jo”) al uso de “Let it Snow” en los créditos finales, Die Hard es todo un festejo de tópicos navideños. Plus: el uso espectacular del espacio la convierte en una de las piezas más entretenidas que haya dado el mal llamado “cine de acción”.

 

Batman regresa

 

La segunda entrega de Tim Burton (1992) sobre el “hombre murciélago” se anuncia como una sátira del cine navideño desde los créditos iniciales: la tergiversación de la historia del huérfano que busca a sus padres como una plataforma mediática para que El Pingüino sea electo como alcalde de Ciudad Gótica. No hay redención para los freaks de Burton, ni siquiera en Navidad. Momento cachondo: la secuencia en la que Michelle Pfeiffer (Gatúbela) lame la cara del rostro de Batman bajo el pretexto de cumplir la tradición del “beso bajo el muérdago”. ¡Feliz Navidad, Batman!

 

Bad Santa

 

La imagen del hombre que se pone el traje de Santa Claus tiende a inspirar películas que siguen dos dinámicas opuestas: la loa santificadora (Milagro en la Calle 34, 1947), o la explotación en busca del shock (véase la cinta slasher Silent Night, Deadly Night o la finlandesa Rare Exports). En ese sentido, el mérito de Bad Santa (Terry Zwigoff, 2003) es doble: por un lado es una espléndida comedia guarra, pero también construye un retrato de personaje sobre un hombre fallido que, en la mejor tradición del cine navideño, acaba reconciliándose con la vida. Después de Slingblade, el trabajo actoral más logrado de Billy Bob Thornton. “Fuck me Santa!”

 

*Fotografía: La Navidad de Charlie Brown, de la famosa tira cómica y serie animada de Charles M. Schulz, es una opción para estas vacaciones / Especial.

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