La palabra más utilizada en canciones y poemas

Dic 5 • Reflexiones • 1789 Views • No hay comentarios en La palabra más utilizada en canciones y poemas

/

El escritor portugués José Luís Peixoto escribe sobre cómo las experiencias individuales influyen en nuestra relación con la palabra

/

POR JOSÉ LUÍS PEIXOTO

No queríamos decir esa palabra, pero necesitábamos referirnos a ella. Sí, le teníamos miedo. En el pasado, la habíamos dicho en mil situaciones diferentes, todas muy distintas de aquella en la que nos encontrábamos. Esas situaciones, esos momentos, la persona a quien se la dijimos y la persona que éramos cuando la dijimos, fueron circunstancias que alteraron la palabra en sí misma. Su significado cambió para nosotros y por eso se transformó en lo absoluto, dado que nuestra percepción sobre cualquier palabra es parte del significado integral que esta adquiere. Tal vez, valga la comparación, es como en aquellos momentos en los que rechazamos posibles nombres para hijos venideros pues, en otro tiempo, conocimos a alguien llamado de la misma forma con quien, por mil motivos, tuvimos una mala relación. Es decir, una sola persona, individuo individual, acabó por alterar todo un nombre. Por un Alfredo, pagan todos. Por una Roberta, pagan todas.
En esa tierra de nadie, en ese terreno gris, nebuloso, entre querer decir y no decir, recordamos que tal vez, en muchos aspectos, esa palabra es un ángulo según el cual se define gran parte de nuestra contemporaneidad. Esa palabra es una especie de perspectiva, una especie de lente. En gran medida, esa palabra absorbe la tonalidad de cada era. No habiendo dudas de que se trata de una palabra que existe desde los primeros pensamientos del ser humano, la definición que cada era acepta de ese concepto la define a ella misma. De la misma forma, la definición que cada persona guarda de esa palabra define a la persona en sí. Interesante: una definición que define más allá de su propio ámbito, que hace definir. Un significado que hace significar.

 

Tal vez todas las palabras sean así. Es posible. Guardo esa posibilidad de duda, no lo afirmo con plena seguridad porque sé, aprendí en el ajedrez, que todas las afirmaciones deben ser estudiadas con rigor, todas las hipótesis deben ser consideradas, examinando todo, analizando todas las geometrías. Pero, aun así, me parece bastante probable, porcentaje alto, que son las definiciones que tenemos las que nos logran definir. El espejo de nuestra propia mirada sirve sobre todo para nosotros. Es el mundo el que tiene la capacidad de definirnos. Nosotros lo definimos a él y, justicia simétrica, él nos define a nosotros. Así, el miedo que podamos tener, que teníamos de una palabra tiene influencia en las curvas y aristas de nuestro propio contorno. La forma en que esa influencia se manifiesta está siendo trabajada, desarrollada por una legión internacional de especialistas de múltiples áreas. Si la ciencia evoluciona como hasta ahora, si el espíritu humano mantiene su constancia, las noticias de esos avances continuarán siendo presentadas con periodicidad. Unas todavía llegarán a tiempo, a lo largo de nuestra vida, otras llegarán después.

 

Aparentemente, estas consideraciones se alejan del problema con el que nos deparamos: no querer decir una palabra, pero tener la necesidad de expresar su significado. Entre todas las palabras, no querer decir aquella, con artículo definido. En muchos aspectos el problema también es fonético. Se trata de sonidos demasiado ardientes para esta época del año. Necesitaríamos de unos labios rojos, pintados con labial, para pronunciarlos, necesitaríamos una voz gruesa. No demasiado gruesa, claro, no una voz monstruosa, pero necesitaríamos una voz ronca de cantante de cabaret de los años veinte. Ninguno de nosotros posee ese tono. Cuando, en total conciencia, articular una palabra puede ser una actividad comparable a la escultura.

 

No soy capaz de agotar todos los motivos por los cuales no queríamos decir esa palabra, pero creo que no era porque quisiéramos generar un gran misterio a su alrededor. Ahora, al escribir, tampoco es con esa intención que todavía no la mencioné. Pienso que es por los mismos motivos que antes, en aquel momento específico, no teníamos ganas de decirla y, así, nos confrontábamos con una pregunta que nos trascendía en tantos aspectos. Al escribir cada una de estas ideas, al describirlas, siento que esa palabra está implícita en todas ellas y, en silencio, es como si la repitiera dentro de mí. A solas, no tengo miedo de decirla. A solas, sé que tengo que aceptar todo aquello que compone el mundo, las ventajas y desventajas de respirar.

 

Anduvimos en esa dificultad durante algún tiempo, purgatorio de todo lo que fuimos, corredor necesario para llegar al otro lado.

 

Pero, después, dijimos esa palabra.

 

Y nos encogimos, esperando que sucediera algo, un terremoto, que el mundo cambiara de color. No fue lo que sucedió. Sucedió otra cosa.

 

Y volvimos a decir esa palabra.

 

FOTO:  Pájaros en flores rojas, del artista chino Chen Jialing, exhibida en el Instituto Valenciano de Arte Moderno en 2008./ EFE

« »