Reflexiones sobre los libros de texto

Ago 26 • destacamos, Lecturas, Miradas • 1191 Views • No hay comentarios en Reflexiones sobre los libros de texto

 

Una radiografía al proceso editorial de los libros educativos en México, tarea en la que no hay lugar para la improvisación, cuenta el presidente de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana

 

POR HUGO SETZER
Celebro que tengamos oportunidad de discutir sobre los libros de texto de educación básica, aunque hubiese sido deseable hacerlo en las consultas previas a su publicación, como lo marca la ley.

 

En todo caso, nos permite recordar el papel tan importante que juegan los libros de texto en los procesos educativos. Un buen libro de texto es la principal herramienta a la mano de los maestros, a fin de guiar la educación de nuestros niños hacia un futuro promisorio.

 

La experiencia internacional demuestra lo anterior. Los países que sobresalen en el Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos, o prueba PISA, son aquellos en los que la industria editorial trabaja de la mano con autoridades educativas y con los maestros, a fin de brindar a los alumnos una amplia gama de recursos didácticos de la más alta calidad.

 

Los resultados de la última prueba PISA disponible, de 2018, muestran que en México estamos muy por debajo del promedio de los países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Es precisamente con los países desarrollados con los que debemos compararnos, no con estados fallidos como Cuba, Venezuela o Corea del Norte.

 

Además, la pandemia vino a agravar las cosas, cuando, según estudios de la Universidad Iberoamericana, la proporción de alumnos de primaria en México en nivel insuficiente en lenguaje y comunicación subió de 49.1% a 70.2%; y en matemáticas, de 59.1% a 78.3%.

 

En este entorno y con la discusión que se ha generado sobre los libros de texto, vale la pena aclarar algunos puntos que se han estado confundiendo en fechas recientes:

 

La industria editorial está excluida desde hace muchos años de la educación primaria. En 1959, en un entorno de altos niveles de analfabetismo (50%) y muy bajos niveles educativos, se crea la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos, bajo la guía de su primer presidente, el eminente escritor, periodista y diplomático chihuahuense Martín Luis Guzmán. Era entonces secretario de Educación Pública el célebre escritor, ensayista, poeta y académico Jaime Torres Bodet.

 

Se crearon, para toda la educación primaria, libros de texto únicos y gratuitos, producidos por el gobierno. Era, en esa época y como medida emergente, la estrategia correcta, que permitiría elevar el nivel educativo del mayor número de alumnos en el menor tiempo posible. Lo mismo hizo China en aquellos años, a fin de atender el grave rezago educativo que se tenía también allá, al igual que aquí.

 

Sin embargo, el modelo se agota. China lo reconoció en los años 80 y abrió el mercado de textos escolares a la competencia, a fin de garantizar una mayor bibliodiversidad. En México, no. Aquí seguimos, en términos educativos, en el México de los años 60.

 

Es importante aclarar también que los editores no somos impresores. Se confunde el trabajo de los editores con el de la industria de las artes gráficas. La Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos es la responsable de imprimir los libros de primaria, cuyo contenido desarrolla la Secretaría de Educación Pública. Sin embargo, la Conaliteg no tiene la capacidad para producir 140 millones de libros, por lo que subcontrata este proceso a diversas empresas del sector de las artes gráficas, quienes hacen un trabajo de impresión de la más alta calidad, a precios sumamente competitivos.

 

El trabajo del editor es fundamental para lograr un libro bien hecho, sobre todo en los libros educativos.
Las editoriales educativas cuentan con amplios equipos de trabajo multidisciplinarios: maestros, pedagogos, especialistas en diferentes campos, ilustradores, correctores, diseñadores, etc, todos ellos bajo la guía del editor. No es suficiente tener un conjunto amplio de contendidos para hacer un buen libro. Se requiere de la mano de un buen editor, cuyo oficio toma años en aprender.

 

El editor es el responsable de poner orden a todos estos contenidos, de darles una secuencia didáctica adecuada, de cuidar la gradualidad de los conocimientos. Hacer un libro educativo requiere mucho trabajo, conocimiento y experiencia. No hay lugar para la improvisación.

 

La educación secundaria presenta un caso muy interesante. Desde 1998, el gobierno decidió adquirir libros de texto de la industria editorial, para entregar de manera gratuita a estudiantes de escuelas públicas.

 

El primer paso de este proceso eran los programas de estudio definidos por la SEP. Estos programas son un requisito indispensable para poder hacer los libros de texto.

 

Las diferentes editoriales afiliadas a la Cámara de la Industria Editorial preparaban, con una inversión millonaria, diferentes propuestas de libros de texto para cada materia de cada grado de educación secundaria.

 

Estos libros se sometían a un proceso de evaluación en la SEP, en el que algunos eran aprobados y otros se rechazaban por no cumplir con los criterios establecidos por la autoridad educativa.

 

Los libros aprobados pasaban a formar parte de un catálogo que tenían a disposición los más de 300 mil maestros de educación secundaria en el país. En un proceso de absoluta transparencia, realizado de manera impecable por la Conaliteg, cada maestro podía elegir, de entre cuatro o cinco alternativas disponibles, el libro de texto que más se apegara a sus necesidades.

 

La Conaliteg se encargaba de consolidar todos los requerimientos de los maestros en un pedido para las diferentes editoriales participantes. Gracias a las economías de escala y a la capacidad de negociación de la Conaliteg, el estado pagaba precios hasta 10 veces menores que los precios de venta al público por los mismos libros.

 

Posteriormente, estos libros eran entregados en un proceso complejo pero eficiente, a las más de 30 mil escuelas secundarias públicas en el país, en beneficio de 5.5 millones de estudiantes.

 

En este ciclo escolar que apenas inicia, los maestros de secundaria no podrán elegir más el libro que se adecue mejor a sus necesidades, sino que les será impuesto un libro único, que además ha sido objeto de innumerables críticas por parte de especialistas educativos.

 

Me parece que, en lugar de poner la mirada hacia el futuro, estamos obsesionados con el pasado. En 1970, México y Corea del Sur tenían un PIB similar. En ese entonces, Corea decidió apostar por la educación. Hoy día Corea es el tercer lugar del mundo en patentes registradas y tiene un PIB per cápita que dobla al de México. ¿Cuál fue el secreto del milagro coreano? La educación.

 

En este entorno, los editores mexicanos seguimos dispuestos a dar todo nuestro apoyo a la educación de nuestros niños, niñas y jóvenes. Solo es cuestión de que nos permitan ayudar.

 

 

 

FOTO: Los libros de texto de la SEP han generado polémica por su contenido.  Crédito de imagen: Archivo El Universal

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