Sandro Cohen, editor

Nov 14 • destacamos, principales, Reflexiones • 2558 Views • No hay comentarios en Sandro Cohen, editor

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El editor mexicano fue uno de los grandes promotores de la poesía nacional del nuevo siglo. En Confabulario lo recordamos con esta nota de despedida y reconocimiento

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POR DAVID HUERTA

Poeta y ensayista. Autor de Las hojas (Cataria, 2020)

Sandro Cohen tenía 67 años de edad en el momento de su muerte. Fue fulminado por el virus que nos tiene a todos aturdidos y temerosos. Escribió y trabajó con energía ejemplar. Aquí solamente quiero recordar sus tareas como editor.

 

Con el apoyo de la Secretaría de Cultura del estado de Puebla, la editorial Colibrí se echó a andar en 1999 y Cohen fue su timonel, capitán y navegante. Creó dentro de ese sello la colección As de Oros, en homenaje a su maestro, el poeta Rubén Bonifaz Nuño, de quien estuvo muy cerca durante largos años, aprendiendo sin cesar de su palabra de sabio, poeta y erudito.

 

Que un poeta se convierta en editor es una luminosa señal de su altruismo literario: se trata de un autor que piensa y considera a los otros autores a partir de esa forma impecable de la generosidad literaria que consiste en darlos a conocer al público lector, publicando sus obras y organizando su difusión. Cohen consiguió magníficamente ambas cosas con varios poetas de los que se sentía cerca y cuyos libros publicó con gusto y emoción. Una muestra: publicó a una poeta que no tiene el amplio reconocimiento que sin duda merece: la tapatía Adriana Díaz Enciso, cuyo libro Estaciones disfrutó de la hospitalidad de Cohen; menciono a Díaz Enciso porque tuve noticias de primera mano del entusiasmo de Sandro Cohen durante la presentación de esa obra.

 

No sé si Sandro Cohen tenía presente ese largo capítulo en la vida de T. S. Eliot en el que este trabajó para la editorial inglesa Faber & Faber; en cualquier caso, siguió la huella del gran maestro del movimiento moderno en la literatura de lengua inglesa, y lo hizo en su lengua de adopción: el español. Admirable, por donde se le vea.

 

Repartió su vida y sus afanes entre las clases universitarias, los libros que escribía, los que editaba y la familia. Tuvo además dos pasiones: la música —tocaba el piano con destreza— y la bicicleta, dos invenciones humanas que nada tienen que ver con la vocación destructiva ni con las ganancias fáciles. Para Cohen eran los instrumentos de una íntima felicidad.

 

Conversé muy pocas veces con él. Su muerte me ha impresionado hondamente. Desde aquí le envío un abrazo condolido a su esposa, Josefina Estrada.

 

FOTO: Durante más de una década, Cohen dirigió la editorial Colibrí, un refugio para los poetas./ Archivo EL UNIVERSAL

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