La rareza espacial de David Bowie
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El lanzamiento histórico de Space Oddity hace 50 años, significó una revolución musical en la discografía de David Bowie marcada por personajes cósmicos: el astronauta Mayor Tom y el alienígena andrógino Ziggy Stardust, ciclo que culminaría décadas después con el álbum Blackstar
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POR JOSÉ HOMERO
Mas aquél ya murió, víctima de su aciago destino, y no hay que esperar en su tornada, aunque alguno de los hombres terrestres afirme que aún ha de volver: el día de su regreso no amanecerá jamás.
LA ODISEA, HOMERO
… and put your helmet on
Un chiquillo esmirriado con pantaloncillos y gruesa chaqueta de cruda lana, la camisa abotonada hasta el cuello, deambula imaginándose un astronauta extraviado en el paisaje que aunque familiar pareciera una escenografía para una cinta de ciencia ficción barata. Casas ruinosas por los bombardeos de la guerra recientemente concluida, los muros ahumados por las explosiones y cubiertos por el hollín proverbial de la decadencia, charcos donde pululan ranas y tritones… El aspecto de las callejuelas de Brixton seguramente no distaba mucho de la apariencia del bosque vagamente férico ni mucho menos de las lodosas calles sin pavimentar en que juegan los niños –uno rico, otro pobre para patentizar las realidades paralelas que discurren/confluyen– al astronauta en dos secuencias de Roma que conforman un contrapunto plástico y significante. Ese niño con dientes afilados, blonda cabellera quebradiza y piernas como canillas de tubería, que vaga entre escombros y muros mellados, es el pequeño David Jones, quien a hurtadillas de sus padres, veía cada sábado por la noche los episodios de The Quatermass experiment, y el resto de la semana soñaba con cohetes espaciales mientras acezaba mariposas con su red.
Más allá de su valor específico dentro de la significación de la cinta, las escenas de los niños que se imaginan astronautas extraviados en un planeta insólito corroboran la importancia que dentro de la educación sentimental –y del imaginario– de Alfonso Cuarón tuvo Atrapados en el espacio (Marooned, 1969), la película que los hermanos miran en el cine Las Américas. Referencia autobiográfica que es también llave intertextual para incluir –y asimilar– Gravedad dentro del cuerpo fílmico cuaronita: no fue una concesión a las exigencias de Hollywood sino el cumplimiento de un impulso surgido con la visión de esta cinta de John Sturges.
“El eco es el espejo de los sonidos, como el espejo es el eco de las imágenes” escribió Andrea Emo. Inversiones, reflejos y movimientos contrarios, así como Atrapados en el espacio signa el imaginario de Cuarón, The Quatermass experiment, serie estrenada por la BBC poco después de la coronación de la joven y elegante reina Elizabeth II, sería la nuez, el rosebud, que cifra la personalidad de David Bowie.
There’s a starman waiting in the sky
Un viajero estelar sería determinante no solo dentro de la obra sino también en la personalidad de David Bowie. Tras varios intentos por alcanzar el éxito y un cancionero pergeñado con piezas imitativas y pasmosamente poco inspiradas, el Mayor Tom es el primer personaje memorable de quien en adelante sería fértil progenitor de criaturas alucinantes: de Ziggy Stardust a Button Eyes –¿guiño a Coraline?–, pasando por Aladdin Zane. Pese al cariz esbozado, reticente, de sus versos, lo cierto es que además de perfilar el drama de un astronauta enfrentado a los peligros del espacio, es también una alegoría sobre la comunicación. Irónicamente se ha construido sobre un esquema que imita un diálogo mediante la tecnología y se vale de su jerga. El final incluso es sardónico pues mientras la comunicación entre el centro de operaciones y la nave se pierde, el mayor pronuncia un lacónico pero imponente parlamento fúnebre… que nadie oye:
Heme aquí que floto en torno de mi bote de hojalata
revoloteando sobre la luna.
El planeta Tierra es azul
y nada hay que pueda hacer.
Reveladoramente la canción no sigue, líricamente, el habitual esquema de estrofa/estrofa/estribillo sino que se urde como un monólogo, aprovechando los recursos recientemente perfeccionados con Lindsay Kemp –pues el interés por las canciones parlamento antecede a esta sociedad, recuérdese The laughing gnome–, y expresándose musicalmente como un intercambio entre dos distintos motivos melódicos, en seguimiento del interés que por entonces Bowie tenía en el folk. (Dualidad evidente en las primeras versiones, grabadas con John Hutchinson, las cuales aunque previamente difundidas constituyen el motivo dentral de la celebración del aniversario cincuenta).
El estreno de Space oddity se programó para aprovechar el lanzamiento de la misión espacial del Apolo XI. Venturosamente la BBC adquirió el tema para acompañar su cobertura del viaje en una decisión desconcertante incluso para Bowie. Con todo sólo se tocó el día del alunizaje; no volvió a emitirse hasta el regreso de la nave, pues el desdichado desenlace de la misión de Tom ciertamente no pasó inadvertido. Más allá de la condición casi cronística y totalmente oportuna con el espíritu de la época, lo cierto es que el Mayor Tom habría de convertirse en la máscara más duradera de ese hombre de las mil caras al punto que contrario con otras representaciones esa máscara terminaría convertida en su cara, como en el relato de Poe. Además de retomarlo en “Ashes to ashes” (incluido en Scary monsters, 1980), donde a través de un narrador no confiable –ya que narratológicos estamos– convierte al explorador estelar y su viaje de reminiscencias míticas en el cuento de un drogadicto ( “Ashes to ashes, funk to funky / We know Major Tom’s a junkie / Strung out in heaven’s high / Hitting an all-time low” ), uno más de los cadetes espaciales de los últimos sesenta, el personaje reaparecerá evocado en “Hello spaceboy” (Outside, 1995), New killer star y se especula que es el astronauta muerto del video de Blackstar; guiño con acentos intertextuales que cierra el periplo de la correspondencia del mayor con la cinta 2001: odisea del espacio (1968) de Stanley Kubrick. ¿No es suficientemente revelador que el epílogo de la epopeya del Mayor Tom coincida con el término de la obra y de la vida de Bowie?
Lee Neil Armstrong y Buzz Aldrin: choque de egos en el Apolo 11
La clave de la importancia del Mayor Tom en la vida de su creador está en Ashes to ashes. Crónica del combate contra la adicción, la canción refiere la zozobra emocional inherente a la enfermedad y los cambios de humor, cifrados en una alusión tópica a las subidas y bajadas. Son esos subidones y caídas entonces a las que probablemente se refería –o no– el Mayor Tom y también la misteriosa dolencia que lo aqueja (“I’m feeling very still”). Más allá de esta nueva propuesta de lectura, lo importante es que Bowie, quien por entonces sufría su propia desintoxicación, expone nítidamente la relevancia en su vida del astronauta, auténtico Gilgamesh cuyo viaje trasciende el polvo estelar para adentrarse en las tinieblas mistéricas, como habrá de revelarse justamente en Blackstar… si es que el astronauta convertido en objeto de culto es Tom. Si Bowie fue un creador de historias contadas a través de un personaje, Mayor Tom –cuyo nombre me sugiere al Lord Jim de Joseph Conrad– siendo el primero de una vasta progenie de personajes –Ziggy Stardust, Aladin Zane– es también de alguna manera el padre/patrón de los demás.
Look up here, I’m in Heaven
En una época que fatiga los anaqueles y archivos para encontrar composiciones inéditas o rarezas, o que ante la falta de novedades recupera tomas alternativas, primeras tomas o los borradores de las piezas clásicas, en un ejercicio de voracidad mercantil más que estudio de fuentes, era previsible que en ocasión del cincuenta aniversario de la icónica canción y de David Bowie, el álbum de 1969, se recuperaran las legendarias maquetas que grabó David Bowie con John Hutchinson, Hutch, conocidas como The ‘Mercury’ demos. Para revestir esta exhumación, se han remezclado asimismo otros demos que incluyen versiones de la canción o bien de las melodías que conformarían el segundo disco homónimo –el anterior fue editado por Deram en 1967–. En enero de este 2019 apareció la caja de discos Spying through a keyhole (demos and unreleased songs) y en mayo una colección de sencillos en vinilo denominada Clareville Grove demos; todos bajo el sello discográfico Parlophone.
Entre el primer y segundo disco de Bowie, el lapso que comprende de 1967 a 1969, ocurrieron sucesos que cambiaron su vida y concepción musical. Tras una mediocre recepción tanto por la audiencia como por la crítica del álbum debut, Deram anuló el contrato; rompimiento que provocó cambios de agrupación y también de representante. La situación económica por otra parte era apremiante pues hasta entonces David había vivido en el hogar familiar y recibiendo dinero del padre –o de sus ocasionales amantes ricos–. Las peripecias económicas y la inestabilidad laboral no fueron la única afectación. En 1968 se sintió atraído hacia el budismo tibetano entrando en relación con Chime Rimponche. Conoció también a Lindsay Kemp, artista escénico quien transformó la sensibilidad de Bowie hasta acercarlo a una temprana interdisciplinariedad –aunque el concepto estaba en boga, no olvidemos que uno de los pioneros de esta curiosidad estética-intelectual fue Paul McCartney–; y se enamoró de Hermione Farthingale. Si estas vicisitudes influyeron para encaminarlo hacia nuevos derroteros, lo cierto es que musicalmente el acontecimiento fue Bookends, “una clave para la siguiente fase en su obra como compositor”, según sentencia Marc Spitz, uno de los biógrafos de Bowie. En la satisfactoria armonía del cuarto disco de Simon & Garfunkel, David encontró una alternativa a Feathers, el trío –hechizo– que había integrado con Hermione y Hutchinson. En vez de componer canciones que implicaran tres armonías, lo haría únicamente para dos. Claro, la solución además de estética era una salida a la reciente deserción de Hermione de la pareja y del grupo. Huelga decir que siguiendo el sello del creador, esta inspiración implicaba copiar el método y la estructura de las piezas de Simon & Garfunkel. Al respecto, Hutch ha confesado el rol modélico que desempeñó el dueto durante la fase previa a la grabación del segundo álbum. Es tal formato el que se aprecia especialmente en Space oditty.
Dana Gillespie, cantante y empresaria, antigua groupie de Bowie –de la época de the Manish Boys– y ocasional compañera y mecenas, recuerda la primera vez que escuchó la canción. David llegó al departamento y dijo: “Acabo de escribir esta canción hace apenas hora y media” y comenzó a cantar: “Ground control to Major Tom. Ground control to Major Tom”.
Sobre su origen y significado se ha escrito tanto como sobre William Shakespeare. Referencias indudables son la cita oblicua a 2001: odisea del espacio de Stanley Kubrick, estrenada en los cines del West End londinense en febrero; la manera en que esta cinta despertó la antigua y pueril seducción de David por la ciencia ficción –en el mencionado Experimento Quatermass figura también un astronauta perdido–; y la desolación, hasta entonces insólita, que sufrió tras la ruptura con Hermione. Todo ello confluyó para alumbrar ese melancólico relato de un astronauta a la deriva en el espacio circunvolucionando como un satélite de hueso en torno al distante planeta azul.
En Psychedelec Suburbia, Mary Finnigan, asimismo pareja esporádica de Bowie por la época, recuerda cuando escuchó por primera vez el estilófono, que confiere a la canción su peculiar sonido: “sonaba como una mezlca entre un órgano y el mecanismo de un jet, plenamente adecuado para una canción sobre una misión espacial que resulta mal”.
Mientras para sus biógrafos –devenidos con frecuencia hagiógrafos– la relación entre Bowie y el Mayor Tom es elusiva, no lo es para su parroquia devota. Entre los mensajes del velatorio virtual con que se despidió a Bowie, varios aludían al Mayor Tom o a Space Oditty, desde el primer ministro David Cameron hasta el vocero del Vaticano, el cardenal Gianfranco Ravasi, quien manifestó su duelo tuiteando versos de la canción. Acaso la oración fúnebre más conmovedora fuera la del comandante Chris Hadfield, un astronauta canadiense retirado, convertido en celebridad viral tras interpretar Space Oddity en la Estación Espacial Internacional en 2013:
Ceniza a las cenizas, polvo al polvo estelar. Tu brillantez nos inspiró a todos. Adiós, hombre de las estrellas.
Justo corolario para cerrar la epopeya de ese hombre que cayó en la tierra; el auténtico astronauta cuya carne se convierte en polvo estelar y de esa manera revela que la verdadera odisea del espacio la realizó su vida y su obra.
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« La frecuencia del eterno loop Gabriel Zaid o la corrupción del poder »