Todo el Universo el mundo México. Frida Kahlo

May 13 • destacamos, Reflexiones • 595 Views • No hay comentarios en Todo el Universo el mundo México. Frida Kahlo

 

Te compartimos el texto de Hilda Trujillo que apareció en la primera edición de Todo el universo Frida Kahlo. El mundo Mexico, del cual Banxico extrajo fragmentos sin autorización para la publicación de El universo Frida Kahlo, una segunda edición

 

HILDA TRUJILLO

A Carlos García Ponce quien confío en mi
para dirigir los Museos Frida Kahlo, la Casa Azul y Diego Rivera, Anahuacalli

 

En México no hay tragedia: todo se vuelve afrenta. Afrenta,
esta sangre que me punza como filo de maguey. Afrenta, mi
parálisis desenfrenada que todas las auroras tiñen de
coágulos. Y mi eterno salto mortal hacia mañana
Poeta sin conmiseración, artista del tormento, lépero cortés,
ladino ingenuo, mi plegaria desarticulada se pierde, albur,
relajo.

 

La región más transparente
Carlos Fuentes

 

A principios de enero de 2012, mi familia y yo pasábamos una temporada de “transición” —así le llamé—, en Nueva York, para recuperarnos de algunas vicisitudes que suelen presentarse, había que sacudirse las cotidianidades laborales. Una mañana me encuentro un artículo en el New York Times sobre Rosamond Bernier, legendaria editora de la revista Vogue para Europa, que daba cuenta de su amistad con Joan Miró, Brassaï, Fernand Léger, Georges Braque, Pablo Picasso, Diego Rivera, Frida Kahlo, Aaron Copland, Carlos Chávez, entre otros creadores. Al momento recordé un ejemplar de esa misma revista de octubre de 1937, atesorado por la propia Frida en su casa azul, que en sus páginas incluye un artículo titulado Señoras de México y coloca, en el lugar central una fotografía de Frida que al pie inscribe: “Señora Diego Rivera, esposa de un famoso artista mexicano”, ni siquiera da su nombre, menos su apellido. Ahí Frida viste una blusa estilo mazahua color azul, portando, a manera de falda un fondo blanco, como el que usan las tehuanas bajo su elegante faldón bordado con flores y líneas geométricas, al cuello, un collar de piedras prehispánicas talladas, diseñado por ella misma, un rebozo guinda de Santa María, peinada de raya en medio, con dos trenzas entrelazadas con listones de color también guinda, posando junto a un portentoso maguey. Luce muy bella, muy ella.

 

Me pregunté ¿por qué una fotografía de Frida ocupaba el lugar más destacado en este artículo de una de las más importantes y sofisticadas revistas neoyorquinas?, seguramente había llegado ahí por las relaciones que generaba la estancia de Diego Rivera en Nueva York, para entonces considerado gran maestro, artista de fama en los Estados Unidos y México, pero no estaba él, estaba ella. Hasta este momento -2012- ya se había escrito la famosa biografía de Frida Kahlo de Hyden Herrera, se habían realizado libros sobre sus obras, proyectado las películas de Paul Leduc y Julie Taymor, producida ésta última por Salma Hayek, incluso se habían ya descubierto los archivos de su casa en -2003- y realizado investigaciones y publicaciones al respecto.

 

Al regresar a México de aquel viaje, abrí un ejemplar del diario de Frida y encuentro una frase, marcada con lápiz color rojo que dice: El Mundo México, Todo el Universo, ésta llamó tanto mi atención porque intuitivamente unos años atrás, sin conocer, la había yo utilizado una frase similar como slogan del Museo Frida Kahlo “El mundo íntimo de Frida”, que impregné en la narrativa del folleto informativo, en las cédulas y en la audioguía que se distribuía entre los miles de visitantes, que ya para entonces ahí acudían.
Repentinamente, me di cuenta cuan equivocada estaba pensando que conocía el acervo de los archivos y al Museo al dedillo. Pero entonces ¿por qué no se había logrado explicar la potencialidad de la personalidad de Frida? La respuesta no era “quizá no se había logrado abordar a profundidad el mundo íntimo, formativo e intelectual del cual emanaba su potencia, la importancia de lo contenido en el continente de los archivos de la casa azul”, la respuesta era “No entendí nada y resultaba más que evidente”.

 

Decidí reiniciar, regresar y revisar los documentos, las fotografías, las obras, los objetos, abrir todos los archivos nuevamente y llamar otra vez a especialistas e investigadores, partir de cero. Volver a ver todo con ojos ya descansados del ajetreo de los primeros años; traer nuevas miradas que apelaran al entendimiento que da la paciencia y los años dedicados al cuidado, al detalle, a mirar con la suerte que me concedía y permitía el tiempo y la vida de seguir estando ahí como directora del Museo por más de diez años. Todo empezaba a cuadrar, un regalo más de la vida, pensé, como lo había sido descubrir los documentos y objetos personales de Frida y Diego en su casa azul. Las respuestas estarían ahí mismo, en la propia casa.

 

En esa complejidad de mundos y vidas encerradas en la casa azul hubo que destejer y destejer, volver a tejer y nuevamente destejer, así sucesivamente, para armar el rompecabezas de todo aquello que rodeaba a Frida. Entonces, cómo aspirar a comprender, a explicar a un artista que toca tantas fibras en personas de cualquier parte del mundo, que en algunas despierta admiración, compasión, en otras un franco rechazo, hasta repulsa, pero no pasa desapercibida. Entender a un personaje, a una artista, tendría que ser a través de sus múltiples intereses y facetas, pero sobre todo por las emociones que enmarcaban su cotidianidad… Un reto que sobrepasa capacidades.

 

Releer sus escritos, sus frases que van de lo naíf a lo mordaz, las cartas a sus amigos y amantes, tan originales como su obra, llenas de sinceridad, cargadas de emociones, sentimientos, sexualidad abierta, amistad entrañable, amor, ironía, diversión por todo lo que rodeaba a Frida, pues siempre fue, antes que nada, ella misma; no tenía barreras ni ataduras sociales. Cómo entenderla con relación a quienes le rodearon como Diego Rivera, Guillermo Kahlo, Alejandro Gómez Arias, Nikolas Murray, Isamu Noguchi, León Trotsky, André Breton, Marcel Duchamp, Kandinsky, Ives Tanguy, Carlos Pellicer, Juan O´Gorman, Dolores del Río, Concha Michel, Chavela Villaseñor, Aurora Reyes, Cristina su hermana, entre tantos otros personajes que la vida le acercó. Admirada y querida.

 

Releer sus escritos, sus frases que van de lo naíf a lo mordaz, las cartas a sus amigos y amantes, tan originales como su obra, llenas de sinceridad, cargadas de emociones, sentimientos, sexualidad abierta, amistad entrañable, amor, ironía, diversión por todo lo que rodeaba a Frida, pues siempre fue, antes que nada, ella misma; no tenía barreras ni ataduras sociales. Cómo entenderla con relación a quienes le rodearon como Diego Rivera, Guillermo Kahlo, Alejandro Gómez Arias, Nikolas Murray, Isamu Noguchi, León Trotsky, André Breton, Marcel Duchamp, Kandinsky, Ives Tanguy, Carlos Pellicer, Juan O´Gorman, Dolores del Río, Concha Michel, Chavela Villaseñor, Aurora Reyes, Cristina su hermana, entre tantos otros personajes que la vida le acercó. Admirada y querida.

 

La intención fue contemplar el entorno global y nacional que le tocó vivir, sin dejar de perder de vista a la persona, a la artista; sus obsesiones, sus emociones, sus pasiones, sus atenciones, gustos, viajes. Estudiar estas fases distintas, tan enriquecedoras para su vida; aunque resulte tarea imposible, pues para el pensamiento explicar a otro ser humano, por más estudios acuciosos que se tengan, así sea seguir a una persona en su vida minuto a minuto, es imposible. La esencia del ser humano es inexplicable, pero tratar de entender y argumentar el porqué de la creación de un artista, rebasa todo límite racional.

 

Eso es la maravilla del ser humano, más aún de la creación artística, porque estamos hablando de un don, de una sensibilidad, una expresión inherente a ciertas personas. Así que este libro es un intento de acercamiento.

 

Esos archivos se abren con la indicación a mi persona como directora de los Museos, por parte de los miembros del Comité Técnico y los abogados del Fideicomiso del Banco de México para “abrir unos espacios cerrados y ver que había ahí”. Se sabía que existían cosas de Diego y Frida encerradas en lugares de la Casa Azul, Museo Frida Kahlo. Reconocidas expertas como Tere del Conde o Raque Tibol habían presionado a las autoridades del Instituto Nacional de Bellas Artes, INBA, para interceder ante Dolores Olmedo y el Fideicomiso de los museos pidiendo abrir un lugar, que había sido cerrado por el propio Diego Rivera.

 

Al iniciar los trabajos, me pregunté, por qué un baño de la recamara de Diego Rivera permaneció cerrado por tantos años, porque también quedaron cerrados otros espacios: el baño de Frida, los cajones, baúles, bodegas y roperos, sería por azares, indiferencia u olvido… el hecho es que así fue.

 

Diego Rivera, según la propia Dolores Olmedo, le pidió no abrir por 15 años el baño de su recamara, pero “Lola” vivió muchos años más después de que se abre al público el Museo en 1958, más de cincuenta. Cuando se le inquiría sobre los espacios, ella argumentaba que “respetaría la voluntad del maestro”, fue hasta su muerte, que se logran abrir, aunque, por cierto hay que decirlo, se notaba que en esos lugares y espacios, había usmedo ella y los trabajadores encargados de “custoridiar” la casa.

 

Aunque, públicamente, Lola argumentaba esa razón, en el fondo, la verdad es que no quería a Frida, quizá por celos, quizá por envidia, vanidad o competencia entre mujeres, incluso decía a amigos, con un maquinado dejo de desprecio: “mira quien diría que ‘ésa’ ahora me da para comer y para lujos”.

 

Lo que llama la atención es que lo encontrado en el baño indicado por Rivera, documentos básicamente de corte político, libros, carteles, mapas, gráficos, con el tiempo, la mayor parte de la información, ya se conocía por en otras fuentes, eso envejeció, sin embargo, lo íntimo, lo personal, las cartas, los perfumes, los textiles, las joyas, los juguetes, los costureros, los dibujos, los subrayados en los libros, que se encontraron en los otros espacios que por azares o por voluntad también quedaron cerrados, curiosamente con el paso del tiempo son los que hoy conmueven y emocionan.

 

Sin recursos para trabajar en la tarea que me fue encomendada no había recursos económicos, como siempre ocurre para los proyectos culturales así que, acudí con quien tengo el privilegio de su amistad, la Dra. Isabel Grañén Porrúa, que a través de la Asociación de Archivos y Bibliotecas de México (Adabi) de la fundación Alfredo Harp Helú, dedicada a auspiciar la salvaguarda de nuestra memoria impregnada en los documentos de la historia. Ella generosamente asignó a un grupo de expertos en archivos para limpiar, clasificar, organizar, digitalizar y documentar lo que ahí se encontraba.

 

El contenido de los espacios cerrados, que más tarde sería llamado “Los tesoros” de la Casa Azul”, por el maestro Ricardo Pérez Escamilla, constituyó años de trabajo, entre 2003 y 2007 se dieron a conocer los archivos de Diego y Frida, se clasificaron por especialistastas miles de objetos que permanecieron guardados en armarios y bahúles, entre los cuales se contraron fotografías, textiles, joyas, cartas, recortes de periódicos, dibujos, documentos y obras de arte, esto arrojó más de 22 mil documentos, casi 6 500 imágenes fotográficas, alrededor de 12,000 publicaciones periódicas, 1,630 gráficos, más de 2,700 libros, alrededor de más de 300 textiles, dibujos, collages e intervenciones de Frida en objetos, obras de Diego Rivera y otros artistas, joyas, juguetes, artículos de escritorios y otras pertenencias personales. Todo esto, hoy se conoce como “Los archivos del museo Frida Kahlo”.

 

En ese tiempo, se sucedieron muchas anécdotas dignas de compartirse, como la del día en que atorado en el fondo de un librero se encontraba un cuaderno de dibujo conteniendo, de manera suelta, casi una centena de dibujos de Frida, entre ellos, Las apariencias engañan, único realizado a colores; o cuando, en un mueble en el que la pintora guardaba sus juguetes se encontraba una caja intervenida por ella con un delicado trazo en xilografía, dentro contenía un dibujo a pluma, también de ella, éste era de pequeño formato, de trazos sencillos con lápiz de color rojo en el que aparecían algunos círculos unidos por líneas rectas, representando constelaciones, como indicaba la palabra escrita por ella ahí: constelaciones.

 

Igualmente, sorpresivo fueron dos hechos, el primero, al destapar la urna prehispánica con una figura que representa una rana colocada encima del tocador de la recamara de Frida, al abrirla se encontraba al interior un rebozo y un huipil, debajo un saco de textil blanco que contiene sus cenizas, se trata de una composición queriendo decir, Frida descansa en Diego; o cuando al abrir una caja de plástico, emerge uno de los aretes con la forma de una mano que, según algunas narraciones, fue un regalo de Picasso a Frida.

 

En los libreros del estudio, abajo, casi escondidas, se encontraban unas carpetas en la parte inferior, en las que Frida archivaba algunos de sus documentos, la artista colocó, para distinguir, cartas de la lotería mexicana, un juego con imágenes de figuras representativas de extracción popular, creadas principalmente en el siglo XIX, impregnadas de humor, cargadas de fuerte ironía y doble sentido; en una de ellas, a manera de collage, escribe en el lomo: “Frida personales”, ahí coloca las imágenes, de una sirena, una calaca, una víbora, una rana y un alacrán, simbolizando su discapacidad en referencia a su cuerpo mutilado, incompleto; la segunda, la muerte que la acecha día a día, sin descanso, la tercera simboliza la fertilidad en ciertas culturas prehispánicas; una rana, para hacer referencia a Diego Rivera al que apodaban “sapo-rana” y el alacrán que quizá haga alusión a la ironía con la que se identificaba Frida. Estas imágenes simbólicas para ella, son colocadas con un sentido del humor puntilloso, burlándose de su vida misma.

 

Otros objetos encontrados y sorpresivos fuero un óleo bastante deteriorado y hoy restaurado, que resultó ser de Diego Rivera “Cañada de Mixcoac”, un cartel con la imagen de Stalin, un gráfico en el que se representa el desarrollo de un feto, algunos corses, un par de muletas, un bastón de buena factura, una prótesis cubierta con una bota roja con intervenciones de textil de seda china verde con flores, a la que se le bordan monedas y chaquiras. Frida intervenía todo con una mano que solo se da a los artistas, muy seguramente sin intención solo porque así en el momento así lo deciden.

 

El proceso de abrir los muebles, los cajones, los espacios fue realmente emocionante, aunque al principio no se sabe lo que se tiene en las manos, frente a los ojos, la realidad supera la expectativa.

 

Tan importante había sido organizar el acervo como conocer que se tenía ante los ojos, en las manos; Me rebasaba el hecho, por lo que invité a Carlos Monsiváis y Gerardo Estrada para mostrarles lo encontrado, Carlos se quedó callado por unas horas, salió del Museo sin decir palabra, unos días despues, sin aguantarse como era él, contó a manera de chisme a un periodista lo que había visto y en una nota casi perdida de Javier Aranda Luna en el periódico La Jornada, da cuenta de lo encontrado,”madre mía” pensé al leer, se propioció que en unas horas se propagara la noticia, no solo a nivel nacional, sobre todo internacional que es en donde más llama la atención Frida Kahlo. Al día siguiente hubo que organizar una rueda de prensa para enterar de lo encontrado.

 

Con una actitud, diametralmente dististinta, aquel día Gerardo me aconsejó acudir a los especialistas, por ello, el segundo reto fue buscar y llamar, sin recuros, apelé a la Cámara de Diputados, que, en distintas épocas, apoyaron Kenia Lopez Rabadán, Armando Baéz, Margarita Saldaña, Inti Muñoz, Arturo Saucedo, Alfonso Suárez del Real y también busqué el apoyo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, a cargo en ese entononces de Mario Espinosa. Todos ellos generosos, asignaron recursos. Hoy, el nivel y la calidad que han alcanzado los Museos Frida Kahlo y Anahucalli se debe, en mucho, a su apoyo incondicional.

 

A ese primer llamado a los especialistas acudieron Ricardo Pérez Escamilla, Teresa del Conde, Alicia Azuela, Martha Turock, Pablo Ortiz Monasterio, quienes vinieron a aclarar y precisar el calibre de lo encontrado. Debajo del rigor científico de cada uno de estos grandes especialistas, afloró su entusiasmo. La emoción se multiplicó al ver sus rostros, siempre críticos, esta vez verlos entusiasmado con lo encontrado, acostumbrados a la maravilla del arte, se maravillaba una vez más.

 

Frida y Diego seguían sorprendiéndo y quizá jugando con sus espectadores. Lo que de ahí salía a la luz destacaban por su calidad y cantidad. En los documento, obras y objetos encontrados se hablaba no solo de la fuerza creativa, sino también de un amplio panorama de la cultura de la primera mitad del siglo XX de México y del mundo de la época.
El resultado de las investigaciones se materializó en el centenario del nacimiento de Frida Kahlo, 2007, con la exposición Tesoros de la Casa Azul, además, se realizó una publicación en formato de periódico, con el mismo título, esos materiales arrojaron nuevas luces, nuevos datos y caminos de interpretaciones.

 

Cinco años despúes, 2012, todas esas emociones se desvanecen al encontrar el artículo de Rosamond Bernier sobre Frida en el New York Times; ahí surguió reto de volver y releer, como se ha narrado y que fructifica en la primera y ahora en la segunda edición de este libro acariciado por años. Todo el Universo, el mundo en México: Frida Kahlo, editado en 2013; el cual contó con el apoyo de Marcella Lembert de Bank of America, Eva Hughes y Karina Balderas de Conde-Nast-Vogue para la primera edición. Se publicaron tan sólo mil ejemplares. Siempre fue la intención poder reeditar el libro, con el impulso de Pablo Ortiz Monasterio, quien convenció a Ramón Reverté RM aún que por varios años constituyó un pendiente hasta que Vogue-Conde Nast autorizó la presente reedición en 2019.

 

Para esta segunda edición, las investigaciones han avanzado; se han llevado a cabo, con gran éxito, la exposición Los vestidos de Frida. Las apariencias engañan, que en su versión en inglés se le llamó: Frida Kahlo, Making Her Self Up, presentada en el Museo Victorian and Albert en Londres, la cual rompió los récords históricos de asistencia; se ha reeditado, por tercera ocasión, el libro Las Fotos de Frida, con idea original y coordinación de quien esto suscribe y curaduría de Pablo Ortiz Monasterio, además de que el archivo ha seguido siendo consultado por expertos y estamos a punto de concluir la ejecución del proyecto La Ciudad de las Artes, el sueño de Diego Rivera para el Anahuacalli, cuyo diseño arquitectónico de Mauricio Rocha ganó el concurso convocado para el fin, basado en la investigación del Dr. Renato González Mello y sus estudiantes, además del tiempo que esto ha tomado la recaudación de fondos, concursos y ejecución, son más de 15 años, que han arrojado nuevas luces sobre el interés de Frida y la pasión de Diego en el arte de las culturas originarias. El desarrollo arquitectónico de la Ciudad de las Artes que tuve el privilegio de promover, impulsar y encabezar está llamado a ser uno de los grandes proyectos arquitectónicos de México del siglo XXI y es el sueño cumplido de Diego Rivera.

 

Las investigaciones que conforman este libro son resultado de años de estudio y análisis de los archivos, a través de las cuales Gerardo Estrada, Jaime Moreno Villarreal, Luis Enríquez y su equipo de especialistas, Luz Emilia Aguilar Zínser, Octavio Murillo, Luis Roberto Vera, Circe Henestrosa, Martha Turok, Beatriz Scharrer Tamm y Pablo Ortiz Monasterio nos comparten sus estudios e información relevante sobre las inquietudes artísticas y estéticas, así como los temas que a Frida y Diego les causaban interés y en el caso de ella, curiosidad. De esta forma, se presenta un amplio panorama del mundo que rodeaba a Frida Kahlo y Diego Rivera.

 

Teniendo en consideración que en los años recientes se han suscitado manifestaciones sociales que han sacudido el estatus político de la cultura misma en la orbe, en parte con el advenimiento de las redes sociales que han evidenciado demandas de grupos hasta ahora marginales o relegados de franjas sociales excluidas históricamente y que han luchado por el reconocimiento de derechos y condiciones de igualdad, entre estas, la diversidad sexual, la aspiración de las mujeres a la equidad social, la discapacidad y el reconocimiento de las culturas originarias o diferentes, y que, en mi opinión y propia interpretación, Frida Kahlo responde a esas inquietudes y se ha vuelto un símbolo de muchas de estas demandas y luchas. La fama de Frida que venía creciendo impresionantemente, se potencializa hasta ser hoy una de las artistas más reconocidas a nivel mundial y mucho tiene que ver con los recientes fenómenos sociales.

 

En el presente volumen, Luz Emilia Aguilar Zínser habla de Frida como “persona y cómo metáfora”, entiende lúcidamente, con su gran sensibilidad e inteligencia, esta asociación simbólica de Frida con las marginalidades sociales y sus pasiones amorosas vividas con hombres y mujeres, con Diego su amor entrañable y paternal, con su gran pasión erótica, Nikolas Murray, sus amantes y las transgresiones de Frida.

 

La presencia de Jaime Moreno Villarreal en esta publicación es muy valiosa, pues cuando le invité hace un par de años a revisar los archivos, en particular se interesó por la estancia de Frida en París, con su sensibilidad, amor por el arte, meticulosidad, conocimiento y delicadeza para intuir y escribir, revisó desde hace varios años las cartas, los libros, documentos, un día me dijo que debía ir a París y le apoyamos, visitó los lugares en donde Frida había estado durante su estancia en 1939. Jaime habló con la hija de André Bretón, Aube, quien le permitió acceder a los documentos de su padre, asimismo contacto a Marc Petitjjean hijo de Michel “el amante feo” de Frida, empleado de la galería en la que ella expuso durante su estancia en París. Poco después, éste descendiente plagió a Jaime la idea y publica un libro Le Cour, Frida Kahlo à Paris, en francés, en español El Corazón de Frida Kahlo en París.
En este ensayo, Jaime narra el viaje que Frida hace a París para realizar una exposición prometida por André Bretón sobre su obra, quien no le cumple y debe entrar Marcel Duchamp y su pareja Mary Reynolds a ayudarle a concretar la exposición titulada Le Méxique, que tiene lugar en la galería Renou&Colle, ahí se presentaron además de sus obras, arte prehispánico, popular, exvotos y fotografías de Manuel Álvarez Bravo, el montaje y acomodo de las piezas fue realizado por el propio Duchamp como da cuenta Jaime. La exposición resultó bastante concurrida y logró agrupar a primeras figuras del arte, ahí estuvieron entre otros concurrentes, Vasili Kandinski, Peggy Guggenheim, Joan Miró, Wolfgang Paalen, Yves Tanguy. Éste último le escribe a Frida: “Quería decirte cuánto me maravillaron tus cuadros que vi ayer”, Kandinsky por su parte envía a Joseph Alberts una carta en la que narra la velada de la inauguración y le dice “ahí estaban todas mujeres elegantes, pero la más hermosa, la que destacaba era ella, refiriéndose a Frida”. Después de esa exposición Peggy invitaría a Frida a exponer en Londres, quien no acepta, me pregunto, qué habría pasado con su obra de haber aceptado.

 

En París, Frida conoce a artistas de la corriente surrealista, Remedios Varo, Benjamín Péret, Wolfgang Paalen y Alice Rahon, llamados subrrealistas, quienes le escribirían unos meses más tarde para pedirle ayudarlos a llegar a México, según consta en una carta enviada y firmada por ellos y que Tere Arcq, especialista en el tema, encontró en los archivos de la Casa Azul.

 

Resulta anecdótica una carta acerca de los surrealistas, en la que Frida desde el hospital en que se encontraba enferma en la ciudad luz, escribe a Diego Rivera de manera irónica “…pues me trajo -Bretón- un astrólogo para disque curarme, tú te imaginarás que a los colibacilos no les importa una chingada si nací en julio o en diciembre o si Venus o Neptuno, si dan o no maromas en el firmamento”.

 

Perplejo y desconcertado por el plagio, hecho tan común en las mezquindades y falta de ideas propias de las personas. Jaime ha continuado empeñado en su investigación y escribiendo; creyendo apasionadamente en su proyecto y en este libro publica estas primeras líneas, bajo el título de Cartas a Diego desde París. Aquí logra evidenciar la trascendencia e importancia que aportan los archivos descubiertos de la casa azul a la historia del arte, no sólo para México al mundo del arte internacional.

 

Antes de su viaje a París, incluso antes de la llegada de Bretón a México, Frida ya había iniciado nuevas rutas en su obra, con temas más íntimos, más representando sus sueños, por lo qué al conocerla en su viaje a México, Bretón la calificaría de surrealista nata, y ese viaje a París la catapulta en ese camino, tanto que la lleva a pintar las Dos Fridas y La mesa herida, por ejemplo. Estas obras y la llegada de los artistas surrealistas a México harían de nuestro país una potencia artística en esa corriente. Debemos mucho en la historia del arte de México a ese viaje de Frida a París.

 

En otro orden, el vestir fue para Frida un tema central en su vida y en su obra, como lo muestran, solo por citar algunos ejemplos, el autorretato dedicado a León Trotsky, (1937), Autorretrato en la frontera entre México y Estados Unidos (1932), Raíces (1943), Escluincle y yo (1938), Autorretrato con resplandor de tehuana (1948), Autorretrato de Frida y el doctor Farill (1951), Las dos Fridas (1939), Recuerdo (1937), Mi vestido cuelga ahí (1934), incluso en esta última el vestido o traje de tehuana es el personaje mismo, es la metáfora en su autorretrato.

 

Portaba con orgullo indumentaria de las diferentes regiones de México y algunas piezas incluso creadas por ella misma, siempre inspirada en la vestimenta indígena. Es cierto que este tipo de ropa le permitía esconder la cortedad y delgadez de su pierna derecha, afectada por la poliomielitis a los seis años, además constituía una manera de agradar a su esposo Diego Rivera, pero sobre todo le permitió vindicarse como una mujer independiente, sin prejuicios, y orgullosa de sus orígenes culturales. Ante todo, Frida utiliza la vestimenta mexicana para crear su propio personaje y hacer de ella misma una obra de arte. Para analizar la indumentaria de Frida Kahlo participan en esta edición Martha Turock y a Circe Henestrosa quienes escriben desde perspectivas muy diferentes, enriquecedores ensayos.

 

En Frida Kahlo la originalidad y la creatividad no sólo está en su obra plástica, no sólo pinta o dibuja, sino que interviene y transforma todo lo que está a su alrededor, incluyéndo a ella misma. Se creó una imagen, se construyó una personalidad a través de su forma de vestir. Por este hecho, creadores de la moda como Jean Paul Gaultier, Yves Saint Laurant, entre otros, le han dedicado, homenajes en sus creaciones.

 

Sobre el arte indígena, para la primera edición, una de las ensayistas invitadas, por alguna razón no entregó el texto solicitado y como el tiempo apremiaba, quien esto suscribe, se atrevió a publicar un ensayo titulado Aportes a la identidad desde lo cotidiano, que habla de la Casa Azul como fuente de inspiración de la obra plástica de Frida, en particular sobre las piezas de “arte tradicional” como acertadamente las nombra Octavio Murillo, gran especialista en el tema y a quien he invitado a escribir en esta segunda edición. En su casa, con creatividad, cuidado y detalle, la artista colocó por doquier piezas de arte indígena que aunadas a los colores con que pintó las paredes, pisos, muebles y las plantas de su jardín hizo del lugar una obra de arte en sí misma. Frida admiraba por sobre cualquier otro tipo de arte, las expresiones estéticas indígenas, a las que les reconocía ausencia de pretensiones, sinceridad y espontaneidad, éstas constituyeron una fuente de inspiración de primer orden en su obra.

 

Hasta el día de hoy la Casa Azul, en gran parte, se conserva básicamente como Frida y Diego la habitaron, gracias a que cuando ella muere, Diego Rivera llama a su entrañable amigo, el poeta y museógrafo, Carlos Pellicer, para adaptarla y convertirla en Museo en 1958, tal como fue el deseo de Frida. Salvo las cinco primeras salas que fueron adecuadas como áreas de exposición del museo donde se colocaron sus obras artísticas, el resto de la casa, salvo algunos detalles, se conserva íntegro. En una carta póstuma a Frida, Carlos Pellicer escribe “Fridita, ¿te gusta lo que hicimos con tu casa?… El salón, que hace muchos años ocupabas como estudio y en el que pintaste tantas cosas maravillosas, lo arreglé con puros cuadros tuyos”.

 

De las obras de arte que se muestran en el espacio, varias están inacabadas o fueron obras de menor calidad, salvo algunas, por ejemplo, una naturaleza muerta con marco redondo que hace alusión a la matriz femenina, también sobresalen las obras Viva la vida, 1954, Retrato de mi padre 1952, y la fotografía de su obra Autoretrato con terciopelo, 1926 delicadamente coloreada al óleo por ella.

 

Como se muestra en fotografías encontradas en los archivos, en los jardines y comedor solían departir con amigos, Frida y Diego. La cocina, las recámaras y el estudio se conservan como Frida los vivió, el comedor decorado con arte tradicional mexicano, mantiene los muebles que Frida eligió para compartir momentos con invitados a la casa, mientras que la cocina, igualmente decorada tiene ollas y utensilios originales, ésta se volvía el corazón de los manjares tradicionales, prehispánicos y mestizos que ahí se ofrecían; el tequila, la música popular, los debates sobre política y arte hacían de las fiestas la cotidianidad de la casa. En la recámara donde Frida descansaba durante el día permanece la cama con el espejo que su madre le instaló para que se observara en sus períodos de recuperación; y en la recámara de noche se encuentran sus libros y juguetes, su colección de mariposas y la urna prehispánica que contiene sus cenizas. El jardín se preserva adornado con esculturas prehispánicas que Frida y Diego coleccionaron a lo largo de su vida.

 

Carlos Pellicer la describe así: “pintada de azul, por fuera y por dentro, parece alojar un poco de cielo” y en uno de los cajones del escritorio de Frida, apareció una nota de ella dedicada al poeta: “¿Se pueden inventar verbos? Quiero decirte uno: Yo te cielo, así mis alas se extienden enormes para amarte sin medida”.

 

En la primera edición no alcancé a incluir el tema de la fotografía, pero justo como este libro busca abordar, de la manera más amplia, el universo de Frida y no se puede entender su vida y su obra sin contemplar la fundamental importancia que ésta jugó. Había que reparar la omisión, así que pedí a la editorial llamar a Pablo Ortiz Monasterio para escribir sobre el acervo fotográfico de los archivos, nadie mejor que él, quien me ha acompañado por años en esta aventura de estudiar los acervos del Tesoro de la Casa Azul.

 

Una de las influencias determinantes en la obra de Frida fue la fotografía, lo fue por el contacto que ella tuvo con las imágenes a través de la profesión de su padre y, más tarde, por la cercanía con artistas de la lente, con quienes entabló amistad entrañable, muchos de ellos le realizaron admirables retratos, Tina Modotti, Edward Weston, Nikolas Muray, Martin Munkácsi, Manuel y Lola Álvarez Bravo, Leo Matiz, Fritz Henle, Gisèle Freund, entre muchos más. Frida sabía de la fascinación que su persona p rovocaba a la cámara, un medio que consideró un instrumento para reflejar su fuerza vital.

 

Con meticulosidad y cariño, Frida acumula un amplio acervo fotográfico, aunque éste también contiene imágenes que debieron ser de su padre o de Diego Rivera. Para la pintora estas fotografías fueron objetos cercanos y queridos: las intervino coloreándolas, imprimiéndoles besos, recortándolas o escribiéndoles pensamientos; las atesoró como recuerdos de personas a quienes amaba o admiraba o como imágenes sugerentes de la historia, del arte y la naturaleza. Ella valoró y se inspiró en la potencia artística que ofrece la imagen fotográfica.

 

Gracias a este acervo, hoy se puede constatar que la afición al autorretrato del padre fue una influencia fundamental en la obra de la pintora y en la manera en que ella posaba siempre ante las cámaras, retando a la lente. Ya e n los retratos que su padre le tomara de niña puede percibirse un sorprendente dominio de la artista sobre sus mejores ángulos y poses. La vista fija al frente, directa al objetivo, provoca la mirada que refleja tanto en sus cuadros como en las famosas fotografías realizadas por grandes artistas de la lente, tema del que ya hemos hablado.

 

Las fotografías son reflejo de los cariños y amores de Frida, también de sus enojos y desprecios, la pintora intervino algunos de sus retratos por ejemplo la fotografía de su cuadro Autorretrato con traje de terciopelo (1926), que ella con cariño llamaba el «Boticelli», obra dedicada a su primer amor, Alejandro Gómez Arias. En otros casos, Frida recortó fotografías para utilizarlas en sus obras, las dobló o inclusive las rompió cuando tuvo conflicto con alguno de los fotografiados. Así sucedió con Carlos Chávez, quien, como director de Bellas Artes, se negó a mostrar el mural de Diego Rivera, Pesadilla de guerra, sueño de paz (1952). Esto provocó que Frida le enviara una airada carta de reclamación y lo censura de su álbum fotográfico. Otro ejemplo es un retrato de ella con Lupe Marín, segunda esposa de Diego, que Frida dobló a la mitad ocultándola para no verla.

 

En el acervo existen fotografías que inspiraron la obra de Frida, por ejemplo la Stalin que utilizó para su cuadro inconcluso Frida y Stalin (1954) y El marxismo dará salud a los enfermos (1954); un retrato de la hija de Nikolas Murray que, sin duda, utiliza en una de sus telas; imágenes de su familia, de las que se sirvió para realizar el árbol genealógico en Retrato de familia (ca. 1950), fotos de su médico y amigo Leo Eloesser, de sus mascotas a las que plasma en La venadita (1946) y diversos autorretratos con su perico, su perro Xoloitzcuintle o su chango Fulang Chang.

 

Frida reprodujo en sus cuadros algunas imágenes que le resultaron impactantes o conmovedoras, como fue el caso de la fotografía de un pequeño niño que yace muertosobre un petate y que después plasma en su tela El difuntito Dimas Rosas (1937). Incluso Frida llegó a utilizar fragmentos de imágenes fotográficas que incluyó en su pintura, por ejemplo, en Mi vestido cuelga ahí (1933) en donde hace suya la imagen de la multitud.

 

Otro universo, lo constituyen los libros, la biblioteca de Diego y Frida contiene ejemplares por ella intervenidos con poemas, dibujos, comentarios e incluso algunas portadas como un ejemplar del Popol Vuh, libro sagrado de los mayas, que fue rediseñada, la forró con una tela cuadriculada de colores morado y gris y le pegó un trozo de papel, en él escribió, de su puño y letra “La antigua ocultadora”. Otro ejemplar así intervenido fue el de Lwis Spence, The Gods of Mexico, 1923, al que le pega en la segunda de segunda de forros recorte de una impresión, seguramente de una revista, que muestra la imagen de la pirámide del sol de Teotihuacán.

 

Disfrutaba ávidamente de la lectura, sus temas de interés se centraban en la obstetricia, la biología, el arte, la poesía y la literatura. En la revisión de los libros, se dieron grandes momentos particulares como cuando al hojear los libros y encontrar en muchos de ellos anotaciones de Frida, observar como en las páginas que le atraían, algún texto o imágenes las marcaba con flores, hojas de árbol, boletos de camión y otros separadores que tenía a la mano. Estos fueron fuente de inspiración en su obra.

 

Fue una sorpresa encontrar dos libros ocultos, envueltos, uno forrado con un periódico simple, el de V.I. Lenin, El extremismo, enfermedad infantil del comunismo, que en el ambiente estalinista que bordeaba en México en la época, sobre todo en el entorno de Frida, este libro debía parecer una injuria, y otro, con un periódico pintado con acuarela negra, al descubrir este último, apareció Mi lucha, de Adolfo Hitler. Seguramente lo leía a escondidas para que nadie la viera leyendo el ejemplar, movida por la curiosidad, con una actitud de niña pícara, traviesa, confrontativa, como era ella. En México como en el resto del mundo, es un libro rechazado.

 

Faltan estudiar varios otros universos de Frida, uno de ellos es el del cine, King Kong era una de sus películas preferidas, otro el de la música, en particular la mexicana aquella impregnada de ironía y humor, por ejemplo el corrido de Rosita Alvirez era uno de sus preferidos, también la música oaxaqueña como La Zandunga o Dios nunca muere, pero también gustaba de la música popular francesa y del Jazz, en el archivo hay un LP de Edith Piaf que seguramente compró en su viaje a Paris. Su marcado interés por la música se refleja en sus libretas en las que ensayaba notas musicales, en una de sus obras Ahora que estoy Pelona, 1940, perteneciente a la colección del Museo de Arte Moderno de Nueva York, representa una partitura con notas musicales y escribe la letra en la parte superior: “Ahora que estoy pelona”; varios de sus cuadros llevan el título de una canción : La venadita, Árbol de la esperanza, Viva la vida, mantuvo entrañable amistad con sus admiradas compositoras Concha Michel e Isabel Villaseñor, y en la última parte de su vida con la cantante Chavela Vargas, quizá en un futuro se podrá ahondar en estos temas. Así, pues este libro envuelve lo que en 18 años la fortuna y el trabajo me ha permitido conocer sobre Frida: su universo íntimo, la oportunidad de tratar de entender porque Frida Kahlo llamó y llama la atención desde siempre, porque la originalidad de su persona y su obra radica en la riqueza y diversidad de temas que la vida le acercó, sus inquietudes intelectuales, al mundo prehispánicos que buscó estudiar y entender, así como al del arte popular y el universal, su avidez por estudiar la historia de México, la literatura, la poesía, su pasión por la fotografía. Exponer estos universos para explicar la fuerza, la complejidad y riqueza cultural de Frida y que es también la de México, ambas tan indescriptibles, tan fuertes, tan pasionales.

 

La cultura viva ancestral que pervive con violencia en México, como sus terremotos y sus ciclones, tal como Octavio Paz lo describe en el Laberinto de la solidad cultura originaria viva hoy, del mestizaje que surge de civilizaciones. Vida-muerte, sangre-fiesta como fue Frida llena de vitalidad y riqueza creativa.

 

FOTO: Frida Kahlo. Foto: I.N.B.A. Imagen en acervo de El Universal.

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