Una saga mexicana de vampiros

May 3 • destacamos, Lecturas, Miradas, principales • 7439 Views • No hay comentarios en Una saga mexicana de vampiros

 

POR JAVIER MUNGUÍA

 

Con la publicación y amplísima difusión de su exitosa saga Crepúsculo (2005-2008), Stephenie Meyer impuso una moda que se volvió fiebre entre muchos hacedores y consumidores de literatura juvenil en el mundo: la de las series novelescas del llamado romance paranormal. Adolescencia, romance y elementos sobrenaturales son los ingredientes de los que se valió y aún se vale un enjambre de autoras (mujeres, por lo general) para volver a contarnos Crepúsculo una y otra vez, con leves variaciones. Los vampiros, hombres lobos y otros seres antes peligrosos se volvieron cursis, inocuos y muy dispuestos a dar amor y protección a curvilíneas y jóvenes humanas. Ante este panorama, el lector desprevenido podría haberse figurado que la narrativa de vampiros y creaturas afines no volvería a levantar cabeza.

 

El aludido lector debe recordar, sin embargo, que no son los temas sino los tratamientos específicos los que se desgastan. Prueba elocuente de ello es Mundo Umbrío, la saga vampírica emprendida por el escritor mexicano Jaime Alfonso Sandoval en 2011, que ya va por su segunda entrega. Sandoval no se permite ser un epígono más de Meyer, sino que elude con fortuna los lugares comunes que la también autora de La huésped instauró. A cambio, Sandoval crea un territorio ficticio singular, muy elaborado, tan amenazante como pletórico de humor, que aspira a algo más que alborotar la hormona de sus efervescentes receptores.

 

Lina Posada, la protagonista de Mundo Umbrío, dista mucho de ser la típica chica en apuros del romance paranormal: no es bonita ni voluptuosa ni tonta. Es más bien una adolescente pelirroja y flaca, con aspecto de gárgola (pálida, grandes orejas, gran nariz) y una mente brillante. Semejantes “defectos”, que no le acarrean sino sinsabores en el mundo de los humanos, le resultan de mucha ayuda cuando debe internarse en un territorio subterráneo e insospechado en el que habitan decenas de sus excéntricos familiares paternos, que, para más señas, viven miles de años, duermen en ataúdes y se alimentan de sangre.

 

En el Mundo Umbrío, Lina no solo no es discriminada por su aspecto: es considerada una de las mayores bellezas jamás avistadas por ojos nosferatus. En cuanto a su inteligencia, con frecuencia debe echar mano de ella para enfrentar los desafíos que le salen al paso. En Las dos muertes de Lina Posada, la primera entrega de la serie, la recién llegada tendrá que frenar, con ayuda de sus nuevos amigos, la amenaza de una epidemia que destruiría a su familia y buena parte del Mundo Umbrío. En La traición de Lina Posada, la continuación, el reto no es menor: evitar una gran guerra que podría acabar con la civilización vampírica.

 

Como he dicho, la serie está recorrida por el humor, que se da no solo por medio de constantes gags, disparados incluso en los momentos álgidos de la aventura, sino a través de alusiones chuscas a la cotidianeidad de los umbríos, que toman globusodas light para mantener la línea o sorben ratas muertas para refrescarse y, a pesar de sus longevas vidas e inquietante naturaleza, son tan vanidosos, vulnerables, veleidosos, admirables y patéticos como los seres humanos. Aunque siempre presente, este humor nunca cobra protagonismo al grado de volver el conflicto una farsa, un pretexto para la risa. Bien administrado, este recurso no es un obstáculo para que el lector comparta con los personajes ese aire de incertidumbre y peligro que se intensifica conforme avanzan las novelas.

 

No espere el lector de Mundo Umbrío una saga juvenil más, apresurada, incongruente y ligera, escrita para complacer un mercado que exige reiteraciones, fórmulas probadas. La serie de Sandoval aspira a la originalidad, a la construcción minuciosa y cuidada de un mundo propio. Estamos ante un narrador que conoce a fondo su oficio: unos personajes caracterizados con solvencia, un conflicto que se presenta pronto y se desgrana con sabiduría, unas anticipaciones e indicios que excitan las expectativas de quienes leen. En primer término, Mundo Umbrío cumple con su indudable función de retener a los lectores entre sus páginas, pero no aspira solo a eso: si en el primer tomo el trasfondo primordial era una crítica a los sistemas totalitarios del siglo XX, en el segundo lo es una advertencia sobre los espejismos del mundo, que tiene siempre más de una cara, de modo que, si no miramos con atención, fácilmente nos puede dar gato por liebre. Tal premisa, por supuesto, no está planteada como una lección que se ha de memorizar: queda como un eco de una aventura en varias entregas, apasionante antes que didáctica.

 

Cabe destacar del segundo tomo el acertado tratamiento del sexo entre jóvenes. Si en el primer libro era un tema ausente, pues la protagonista de trece años recién estrenaba su primera relación sentimental, en el segundo, un año después, sí es una de las inquietudes de Lina. El autor no transige con el erotismo barato que otras sagas usan como gancho ni con la moralina al uso de los mojigatos: se adentra en el tema con la seriedad requerida, y presenta el inicio de la vida sexual circundado de deseos y dudas, de estímulos contrapuestos, como una decisión delicada que no se toma a la ligera, y lo adereza con las prevenciones jocosas de la madre de Lina, quien de ninguna manera quiere que su hija llegue con su novio “a tercera base”.

 

Novelas como La traición de Lina Posada y su predecesora deberían ser capaces de combatir los prejuicios respecto de las sagas de literatura fantástica y, en general, de la literatura “infantil y juvenil”, a la que a menudo se quiere colocar completa en un mismo saco de bagatelas destinadas a los chicos, esos “seres incompletos”. Parafraseando a la escritora Laura Escudero, los niños y los jóvenes son seres tan complejos como los adultos, y no hay derecho a desdeñarlos como lectores. Sea esta una invitación a juzgar la literatura por lo que es y no por prejuicios ante etiquetas poco precisas, impuestas por mercadólogos.

 

Jaime Alfonso Sandoval, La traición de Lina Posada

SM, México, 2013, 672 pp.

 

*Fotografía: Jaime Alfonso Sandoval / ESPECIAL

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