Urioste, Hope y Roth: tres novedades violinísticas

Feb 26 • Miradas, Música • 1639 Views • No hay comentarios en Urioste, Hope y Roth: tres novedades violinísticas

 

Elena Urioste y Tom Poster presentan un álbum de lirismo y cariño cómplice, Daniel Hope se dedica a un repertorio de clásicos estadounidenses, mientras que Linus Roth interpreta con bravura y precisión el testamento musical de Mieczyslaw Weinberg

 

POR IVÁN MARTÍNEZ
Pareja artística y en la vida, la de la violinista estadounidense Elena Urioste y el pianista británico Tom Poster es una de las asociaciones musicales cuyos frutos más he disfrutado en los últimos años. De su discreta pero sustanciosa carrera juntos ya he hablado por sus discos anteriores (las sonatas de Grieg y los quintetos de Amy Beach y Florence Price, destacadamente), y su último lanzamiento es otro deleite: From Brighton to Brooklyn (Chandos, 2022), de cuyo título, se puede intuir bien, es literalmente un viaje desde la tierra de uno al país de la otra.

 

No se trata, como en los discos anteriores que mencioné, de un programa de gran calado donde escucháramos alguna gran sonata norteamericana o el resurgimiento de alguna de esas obras fundamentales de la Inglaterra de principios del siglo XX, sino un delicioso conjunto de miniaturas y piezas de carácter que, en los instrumentos de estos dos intérpretes, sirve también para revalorarlas como forma. El programa incluye los Cuatro souvenirs de Paul Schoenfeld, algunas piezas sueltas de Frank Bridge, Florence Price y Samuel Coleridge-Taylor, las Dos piezas de Copland, las Tres composiciones, op. 40 de Amy Beach, y la Suite, op. 6 de Britten.

 

El viaje fluye suave, con muchas paradas, pero sin contratiempos en ninguna de ellas; visto desde cada inciso, el resultado artístico es discreto y sin sobresaltos: es en su conjunto lo que, intuyo, surgió como un plan de pareja para mostrar con simpatía pequeñas joyas familiares en un proyecto sin mayores ambiciones, lo que refleja una visión artística más amplia. Si en teatro se dice que no hay papeles pequeños para grandes actores, podría decirse que no hay miniaturas que no valgan, cuando se abordan con carácter preciso por grandes intérpretes. Es el caso de este disco, donde hay nostalgia, cariño, lirismo y un fino humor cómplice.

 

Otro álbum recién estrenado, es el del violinista Daniel Hope dedicado al repertorio estadounidense: America (DG, 2022). También es un compilado de dulce, chile y manteca sin obras de gran calado, aunque está dividido en cuatro partes bien definidas (cuatro lados para la presentación en dos LP; o un programa que se siente largo y pesado en un solo disco de 90 minutos), protagonizadas cada una por un compositor: Gershwin, a través de una suite con acompañamiento de trío de jazz; Bernstein, desde una con orquesta de cuerdas con incisos de West Side Story (y una canción de Sam Cooke); Copland, en una pequeña colección de arreglos sueltos (y dos agregados de Price y Duke Ellington); y Kurt Weill, con otra suite a la manera de la primera, pero ésta con guitarra y percusión; culmina con “America the beautiful”, la tierna canción patriótica de Samuel Ward.

 

A diferencia del viaje de Urioste y Poster, que refleja un menú organizado en varios tiempos, éste parece más un buffet. Como en todo buffet, terminan sobrando muchas cosas y, para encontrar los platos suculentos, toca buscar cazuela por cazuela. No es que no pueda disfrutarse del todo, pero en general son todas piezas architocadas versionadas por enésima vez. Y aunque en otras ocasiones Hope suele ser un violinista al que busco por su peso sonoro (el repertorio romántico de cuarteto de piano, que suele hacer con la Chamber Music Society del Lincoln Center, por ejemplo), aquí, como solista y al frente de la Orquesta de Cámara de Zurich acompañándose, queda a deber en lo que más distingue al repertorio elegido, y que en la jerga musical popular llamamos “jícamo” (azúcar, sabor, soltura).

 

Hope se torna serio y frío mayormente, pero hay dos incisos que resultan conmovedores y valen todo el precio: la Adoración de Price y At the river de Copland. La partitura en boga de West Side Story es el gran apartado que sobresale: si bien la interpretación se queda en lo correcto sin deber, es el compositor Paul Bateman (quien preparó todos los arreglos del disco) con su versión para violín y orquesta de cuerdas el protagonista; trascenderá el álbum y se escuchará mucho en el futuro.

 

Unas semanas antes, también vio la luz el álbum Light in Darkness (Evil Penguin, 2021), del violinista Linus Roth. Se trata de la última adición a un proyecto multianual —ahora auspiciado por el Ministerio de Cultura y Herencia Nacional de Polonia—, que comenzó en 2013 convirtiéndose en aquel al que ha dedicado su vida artística: el registro y la promoción de la música de Mieczyslaw Weinberg, que en discos anteriores había incluido sus sonatas para violín y piano (2013), su Concierto (2014), su Concertino (2015), sus sonatas para violín solo (2016), y ahora el Trío, op. 24 y la Sonata para dos violines, op. 69, dos “Canciones sin palabras” y un movimiento en forma de sonata, al lado del pianista con quien suele hacer mancuerna, José Gallardo, del chelista Danjulo Ishizaka y del violinista Janusz Wawrowski.

 

El Trío, obra principal de esta nueva entrega, es la obra por la que Roth, un apasionado que siempre me impresiona por la vehemencia con la que me ha hablado de Weinberg, conoció al compositor en 2010. Y la que le llevó a descubrir el resto del catálogo que ha ido registrando. Es también una obra clave para entender la historia de vida de este apenas revalorado autor: es la primera obra que escribe cuando Shostakovich le salva la vida y se instala en Moscú (1943). Musicalmente, es una obra de determinación sonora; artísticamente, un testamento de su desesperada alma, y el registro que hoy está a nuestra disposición, baluarte del compromiso con que Roth lo ha abordado a los largo de los años: precisión, bravura y conciencia artística.

 

Musicalmente, el peso emocional y sonoro que distingue a este violinista, está presente también en las otras obras del programa: la Sonata para dos violines, pieza en tres movimientos, indica también esa belleza obscura e inquietante, definitoria del estilo de Weinberg, brillantemente lograda por la igualdad de prestaciones de ambos intérpretes.

 

Continuar como oyente el viaje que ha emprendido Roth por la música de Weinberg, no es tan placentero como el de las comodidades que ofrece el de Urioste y Poster, sino uno profundo, que pega hondo, y para el que, a cada estación, hay que llegar preparado. La catarsis es siempre excepcional.

 

FOTO: Portada del álbum Light in Darkness / Crédito de foto: Especial

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