Versus: una colección desestabilizadora

May 2 • destacamos, principales, Reflexiones • 2689 Views • No hay comentarios en Versus: una colección desestabilizadora

 

POR VIVIAN ABENSHUSHAN Y LUIGI AMARA

@zingarona; @leptoerizo

 

Convencidos de que en el mundo hay cada vez más cosas que despiertan no sólo nuestra sospecha, sino que reclaman con urgencia una mirada divergente y crítica, en Tumbona Ediciones concebimos hace varios años (este mes la editorial cumple ¡diez!) la colección Versus, dedicada a rehabilitar el desgastado arte de la diatriba, que se encontraba atrapado entre las redes mediáticas de la “polémica”, un cuadrilátero de abucheos a modo, donde prevalecen los clamores del escándalo sobre el esgrima de la argumentación y la inteligencia. Vista a distancia, veinte años después de que la democracia liberal se autoproclamara como pensamiento (paradójicamente) único, la polémica podría leerse como su producto más acabado: una batalla en el terreno de las “diferencias”, un espectáculo donde hay ganadores y perdedores ambos, en el fondo, del mismo bando. (No olvidemos que Polemos era, en esa mitología de la que aún se nutre Occidente, una personificación de la guerra.) Para nosotros, Versus no es una colección que invite al debate público, aunque a veces, inesperadamente, lo suscite. Nos interesa, más bien, provocar una discusión en el sentido filosófico (o si se quiere: ¡patafísico!): un intercambio de argumentos donde no hay vencedores ni vencidos. Por más ácidos y belicosos que parezcan, estos ensayos en contra no presuponen la aniquilación del contrincante sino su radical espabilamiento, su autocrítica, su desconcierto. Se trata, en última instancia, de provocar la apertura de otras zonas discursivas, de generar efectos políticos impensados.

 

Desde el primer Versus, Contra la alegría de vivir, de Phillip Lopate, supimos que apuntar contra blancos fáciles, impulsar las argumentaciones ad hominem o derrochar papel y tinta en falacias destinadas a alimentar la opinión irreflexiva y las disputas personales, carecía de sentido. (Nos llegaron varios Contra Carlos Fuentes y Contra Monsi, que obviamente no prosperaron, porque pataleaban fuera del espíritu de la colección.) Esa alharaca que se olvida al día siguiente, ese ruido extenuado en las redes sociales, ¿no es la forma en que nuestra falsa democracia posterga (casi diríamos: derrota) cualquier disenso real? Por otro lado, en un paisaje en que las editoriales parecían haber fijado la mirada sobre las grandes discusiones, para dejar de lado las pequeñas discrepancias que describen nuestras manías y terminan por dibujar nuestro retrato, optamos por animar a aquellos autores que no tenían empacho en escribir desde su veta más visceral, en recuperar esa antiquísima tradición que ha extraído su fuerza creativa del menosprecio, las manías y las opiniones insalvables que sacan de quicio.

 

A manera de primer combate, la serie inaugural de Versus reunió 12 rounds: 12 temas en jaque, impugnados desde distintas regiones del mundo por ensayistas dotados con un olfato especial para detectar las supercherías colectivas y los autoengaños masivos, para poner al descubierto el talón de Aquiles de las verdades que se presentan como inapelables. La serie no sólo se distinguió por discrepante e incisiva, sino también por sacrílega, pues los autores se decidieron a tocar lo intocable, a poner en cuestión los valores encumbrados en esta época desencantada (muchos de ellos, valores reconfigurados por el auge neoliberal): el amor, el trabajo, la salud, el copyright

 

Aunque en apariencia se diría que los autores de la colección no tenían nada en común, un elenco de pugilistas con temperamentos e intereses tan diversos que entre ellos figuran filósofos y economistas, maestros universitarios y narradores (De Jonathan Lethem a Antonio Ortuño, de Witold Gombrowicz a Rafael Lemus, de Jeremy Bentham a Laura Kipnis), en realidad bastaba que alguna vez hubieran sentido el impulso de distanciarse de las modas y costumbres de su época y haber sido atraídos por la diana de la invectiva para arrojar sus dardos críticos. Algunos se inclinaron a desmentir valores literarios tan arraigados como la originalidad o los poetas; otros denunciaron el agravio del consuelo —esa tendencia generalizada a dar consejos y proponer terapias alternativas, como si estar triste fuera un crimen de lesa humanidad—; otros se opusieron a los restaurantes “libres de humo”, porque veían en la censura del tabaco una fuente inagotable de fundamentalismo y persecuciones…

 

Cuando se publicó el número 12 de la colección —una antología contra el trabajo y sus sacrosantas pero cada vez más equívocas virtudes—, creímos escuchar la fatídica cuenta de protección —¡siete!, ¡ocho!, ¡nueve!— y, antes de caer de narices a la lona, pensamos que había llegado el momento de tirar la toalla, de “dar por terminado un ciclo”. Pero justo entonces nos llegó de Chile una propuesta que combinaba ironía e irritación, queja y agudeza, y cuyo autor se desenvolvía como un discordante de altura, como un genuino amante del riesgo, de modo que en contra de nuestros propios impulsos, a la manera del púgil que se pone nuevamente de pie a pesar de que su instinto de supervivencia le dicta lo contrario, nos convencimos de publicar el número 13 —Contra la belleza de Rafael Gumucio— y así dejar abiertas las puertas a un combate que se extendería durante varios rounds más, ya fueran los 15 pactados en los viejos compromisos de box, ya fuera indefinidamente…

 

Qué bueno que fue así. La colección Versus es la que más nos importa de Tumbona Ediciones en un sentido personal, porque es también la más compleja en un sentido editorial. Encontrar planteamientos excéntricos, perturbadores, paradójicos, capaces de abrir fisuras por donde dejar pasar un brillito irónico o por lo menos inédito sobre la apariencia rutinaria de los más afianzados valores y códigos (“una colección desestabilizadora”, podría ser su cintillo guasón en una formidable campaña de marketing condenada al fracaso); acompañados además de una escritura potente, arengosa y, en muchos sentidos, osada, con la voluntad y el brío necesarios para lograr que el estanque imperturbable de nuestro confort se revuelva, encontrar todo eso no es cosa fácil; pero con paciencia y un poco de suerte, hurgando en los márgenes de la escritura quedabién, azuzando directamente a quienes mostraban un perfil iconoclasta o un gusto nato por hinchar las pelotas, los nuevos títulos comenzaron a tomar forma: Lina Meruane nos envío su potente y personal Contra los hijos; Javier Toscano se atrevió a lo que muy pocos: a señalar las contradicciones del arte contemporáneo.

 

Unas palabras finales sobre el formato: al planear la colección, nos propusimos recuperar la vocación contestataria del fanzine. Creímos que ese espíritu, asociado con la escena punk, permite no sólo una exposición dinámica de los textos, sino también recupera la brevedad como el mejor vehículo para la interpelación quejosa. Así como un uppercut veloz y certero es más efectivo que una seguidilla de jabs vacilantes, el texto sucinto aventaja en impacto a la prolongada exposición de objeciones. A la distancia, una vez que se han publicado ya 15 libros, 15 auténticos libelos, podemos concluir que, a fin de cuentas, para el inconforme de verdad bastan unas pocas cuartillas.

 

 

*Con 15 rounds y contando, esta serie de ensayos abona por polémicas inteligentes y bien argumentadas / Foto: Especial

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