Yoko Ono: arte por la paz

Mar 5 • destacamos, Miradas, principales, Visiones • 6713 Views • No hay comentarios en Yoko Ono: arte por la paz

POR ANTONIO ESPINOZA

 

Yoko Ono está de regreso. Después de su memorable exposición de ataúdes-árboles que con el título de Ex It se presentó en el Museo Rufino Tamayo en 1997, la gran pionera del arte conceptual exhibe nuevamente su obra en México y nos trae un mensaje de paz y esperanza… que tanto necesitamos los mexicanos en estos momentos. Con la curaduría de Gunnar B. Kvaran, en el Museo Memoria y Tolerancia (Av. Juárez 8. Col. Centro) se presenta la exposición Tierra de esperanza, que incluye 19 obras de la artista japonesa, entre ellas varias piezas emblemáticas de su producción que abarca ya más de cinco décadas. La muestra de Yoko Ono, con su mensaje en contra de la violencia y su deseo de sembrar la semilla de la esperanza entre los mexicanos, es el eje central del llamado Proyecto Paradiso, de la Comisión de Cultura del Arzobispado de México, que incluye otras actividades culturales en distintos puntos de la ciudad.

 

Son cuatro las obras que dan la bienvenida al público y que revelan el carácter lúdico y optimista de la exposición: Árbol de los deseos (1996-2016), Juega con confianza (1966- 2016), Rayos de la mañana (1996-2016) y Lecho de río (1996-2016). Rayos y Lecho son instalaciones que se exhiben juntas porque son complementarias. La segunda es una obra interactiva, en la que Yoko Ono invita a la gente a tomar una piedra, sentarse a meditar con ella en su regazo, para transmitirle el dolor y la ira al objeto y lograr la purificación. Son muchas más las obras en exhibición que requieren la participación activa del espectador, una idea que Yoko Ono ha manejado desde los inicios de su carrera. Recordemos que en su primera exposición, en la AC Gallery de Nueva York en 1961, presentó un par de obras “pictóricas” que fueron pisadas por el público. La autora declaró entonces que para apreciar la pintura había que pisarla y sentirla en la mente. De esta manera, inició su diálogo como artista con el espectador.

 

No se puede entender el arte de Yoko Ono (Tokio, Japón, 1933) si ignoramos su participación en Fluxus y sus orígenes vanguardistas “antiartísticos” en los años sesenta. Influido por el espíritu anárquico de Dadá y Duchamp, así como por la música indeterminada de John Cage, Fluxus fue el movimiento “antiartístico” más radical de la década, un movimiento vanguardista internacional que combinaba la experimentación con el activismo político y social. Sus integrantes eran artistas, escritores y músicos con horizontes e inquietudes diversas que pretendían escapar de los circuitos oficiales de difusión del arte. Joseph Beuys, George Brecht, Nam June Paik, Ben Vautier, Wolf Vostell, La Monte Young y Yoko Ono, entre otros, integraron un movimiento que a través de distintos medios (conciertos, desnudos, happenings, manifiestos, videos), rechazaba el objeto artístico tradicional y, aún más, pretendía la gradual eliminación de las bellas artes.

 

Un incendiario nacido en Lituania, George Maciunas, fue el líder del movimiento y quien acuño el término fluxus para referirse al flujo incesante de la vida que es creación y destrucción. De acuerdo con Maciunas, el movimiento Fluxus pretendía “purgar al mundo de la enfermedad burguesa y del arte muerto, para promover un diluvio revolucionario en el arte, disolver las estructuras culturales, políticas y sociales en un frente unido de acción común”, con el fin de que el arte llegase a todo el mundo. Yoko Ono aprendió muy bien esta lección y de su época fluxiana data una de sus piezas más celebradas: Cut Piece, realizada por primera vez en la sala de conciertos Yamaichi de Kyoto en el año de 1964. La acción consistió en que la joven artista japonesa, sentada sobre el escenario, en actitud contemplativa, era “violentada” por distintas personas que subían y cortaban pedazos de su ropa con unas tijeras. Al plantear la cuestión de la feminidad y la sexualidad femenina por medio de la vestimenta, aquella acción terminó por convertirse en una obra fundamental del arte feminista.

 

En la exposición se presenta la proyección del performance Pieza para cortar en la versión del Carnegie Hall de Nueva York (1965). Otra obra abiertamente feminista en exhibición es Resurgiendo (2013-2016), una instalación en la que participan mujeres que, respondiendo a la convocatoria de Yoko Ono, envían al museo testimonios escritos de alguna experiencia violenta que hayan sufrido por el sólo hecho de ser mujeres y además fotografías de sus ojos. La obra es una suerte de work in progress que crece todos los días con nuevas impresiones que son colgadas con pinzas en el espacio de exhibición. Pero si en la obra mencionada sólo pueden participar mujeres, en otras puede participar libremente cualquiera. Así tenemos que en Pieza de reparación (1966-2016), la gente toma pedazos de cerámica para reparar y construir nuevas obras en un ejercicio simbólico de curación; que en Imagina la paz. Pieza de mapas (2003-2016), un muro repleto de mapas de México y del mundo, la gente estampa su sello en el lugar en que desee la paz; que en Memorias horizontales (1997-2016), la gente camina sobre fotos –cubiertas con acrílico– de mexicanos representativos de los sectores más discriminados de la sociedad, una acción “agresiva” que tiene como objetivo la reflexión. Sobra señalar el entusiasmo y el interés que muestran las personas al realizar estas tareas.

 

Una de las obras más conmovedoras de la exposición es Gente invisible (2011-2016), dedicada a las víctimas de las explosiones nucleares de Hiroshima y Nagasaki. La instalación electrónica se activa cuando se coloca una persona en la pared y su sombra es capturada por un procedimiento lumínico. La sombra queda fija en la pantalla por unos segundos y luego se esfuma como se esfumaron decenas de miles de cuerpos por la radiación atómica. Igualmente conmovedora es La guerra terminó. Si tú quieres (1969-2016), un cartel que nos recuerda la gran obra pacifista de Yoko Ono y John Lennon a fines de los años sesenta. Bien conocido es el trabajo de la artista japonesa y de su marido a favor de la paz: desde las acciones pacifistas en la cama hasta la creación de carteles y vallas publicitarias en contra de la guerra. Esa relación a un tiempo amorosa y creativa no habría existido sin una obra que festeja la vida y está presente en la muestra: Pintura del techo o el Sí Pintura (1966-2016), una escalera blanca que nos lleva a una lupa, que a su vez nos revela la palabra “sí” escrita con letras pequeñas sobre una tela. A través de esta pieza, John y Yoko se conocieron e iniciaron su aventura creativa juntos.

 

*FOTO: “La guerra terminó. Si tú quieres”, 1969-2016. En medio: “Tres montículos”, 1999-2016. Adelante: “Cascos”, 2001-2016/ AP

 

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