120 años del baile de los 41: nuevas aproximaciones

Nov 6 • destacamos, principales, Reflexiones • 1595 Views • No hay comentarios en 120 años del baile de los 41: nuevas aproximaciones

 

Sobre este evento, en el que fueron encontrados 41 hombres homosexuales entre los cuales llamaron la atención aquellos que vestían con prendas femeninas, se han contado múltiples versiones a partir de las cuales es necesario construir la verdad

 

POR SERGIO TÉLLEZ-PON
Vivo desde hace unos años en la colonia Tabacalera, donde tuvo lugar el famoso y polémico Baile de los 41. Tal vez por esa razón, y por mi ya largo interés en los temas gays, el editor de un portal de noticias LGBT+ me contactó una vez para consultarme sobre la casa donde había sido el Baile. Me envió primero la imagen de Google Maps de un edificio en la esquina de Puente de Alvarado y Ezequiel Montes, pero dudé de que hubiera sido allí. Luego me envió el link a un video en YouTube de unos chavos que habían hecho su propia investigación y fueron a tocar a una casona de la calle Ezequiel Montes número 4. Pero la casona no es porfiriana, aunque podría parecerlo a simple vista, si uno se fija con atención, podrá verse que es posterior, quizá de los años 30 o 40, que es la época del auge de la colonia. Pero, ¿habrá sido allí el Baile?

 

Un día un amigo también muy interesado en los temas gays compartió en Facebook algo sobre Los 41 y algunas amistades suyas francesas le preguntaron un poco más al respecto. Entre las cosas que mi amigo les contestó en la lengua de Rimbaud es que habían sido detenidos porque en aquel entonces la homosexualidad era un delito, lo cual es inexacto pues en México la homosexualidad nunca ha sido penada en ninguna ley. Sobre el mismo punto, en un texto el periodista Braulio Peralta afirma que fueron condenados por “pecado nefando”, aunque su artículo, escrito a vuelo de pluma para un periódico, no tiene ningún rigor histórico y, no obstante, así lo volvió a publicar en un libro, junto con el comentario en Facebook de mi amigo me provocaron otra duda más. ¿Pecado nefando? ¿A poco ya iniciado el siglo XX seguía ejerciendo la Santa Inquisición?

 

Todo lo anterior hizo que me surgieran varias preguntas sobre este suceso que ahora cumple 120 años, así que para tratar de aclararlas consulté a algunos escritores que han abordado el tema. Carlos Monsiváis, Miguel Capistrán, Robert McKee Irwin, Braulio Peralta, Alejandro Brito, Carlos Bonfil y hasta a Guadalupe Loaeza (quien no es que sea especialista en el tema, pero escribió sobre el caso y es más leída que todos los anteriores juntos) fueron los autores que leí y me encontré con que cada uno tiene una versión distinta que hace que en algunos puntos se contradigan entre ellos mismos. El resultado fue peor porque al leer a quienes yo pensaba que tendrían las respuestas, no sólo no las contestaron, sino que dieron paso a más y más incógnitas. Además caí en la cuenta de que si quienes han escrito e investigado sobre los gays, en general, y sobre el Baile, en particular, no tienen claros algunos puntos, ya puede preverse el mar de confusión que hay alrededor de este suceso.

 

Entonces tendría que ir más allá, hurgar más en el pasado, de ser posible en las fuentes que dieron origen al escándalo luego convertido en leyenda popular. Es decir, a las notas periodísticas que se publicaron en aquellos días, que diario fueron dando cuenta del Baile y que, además, son las notas que la gente leyó con avidez demandando así más y más datos morbosos, en suma, esas notas que dieron pie al escándalo, que incluso lo alimentaron y lo acrecentaron. Si, como escribe Monsiváis, el Baile de los 41 le dio visibilidad a la homosexualidad en México, entonces se hace necesario abordarlo como un hecho histórico (puesto que forma parte de la historia de un movimiento social del siglo XX) y dejar de verlo como una leyenda o mito o chisme que los gays nos pasamos de generación en generación (y al pasarlo, por lo general de voz en voz, lo deformamos en algún detalle). Gracias a esas notas periodísticas, claro, si se saben leer bien esas notas, el hecho puede reconstruirse casi con facilidad y aunque, como en todo hecho histórico, queden algunas lagunas se puede armar una secuencia lógica.

 

¿Qué pasó en realidad? A continuación reconstruyo el Baile a partir de las notas periodísticas de varios periódicos que se publicaban durante el porfiriato. Esas notas son, como ya dije, las que leyó la gente en los meros días en que todo sucedía y son las mismas con las que contamos 120 años después los lectores de hoy. Estas notas, más los volantes con grabados de Posada y los expedientes judiciales con los pocos amparos de algunos de los detenidos (que no pueden consultarse por la Ley de Protección de Datos), son las únicas fuentes documentales que existen sobre el Baile de los 41.

 

Las tres primeras notas aparecieron el martes 19 de noviembre de 1901. Son notas breves publicadas, respectivamente, en El Diario del Hogar, El Universal (otro anterior a éste en que se publica este texto) y La Tribuna, pero en ellas se cifra prácticamente todo desde el principio. El primero escribió: “Repugnante es el hecho que descubrió la policía el sábado en la noche en una casa de las calles de la Paz. Celebrábase ahí un baile en el que se estaba produciendo más ruido del necesario en una diversión”. En su nota, El Universal informó: “Notó el gendarme de la 4ª calle de la Paz que en una accesoria se efectuaba un baile a puerta cerrada y para pedir licencia fue a llamar a la puerta”. Y La Tribuna: “En la casa número cuatro de la calle de la Paz, se daba un baile clandestino, haciendo los concurrentes gran escándalo. Presentándose la policía en el lugar del suceso, encontró haciendo gran bola a 42 individuos, muchos de los cuales se hallaban vestidos con trajes de mujer. Fueron todos los escandalosos conducidos a la comisaría, originando su conducción una rechifla general”. Con esas breves líneas ya hay varios datos que desmenuzar.

 

El primer punto confuso sobre el Baile es la fecha exacta en que se realizó. En los volantes que salieron de la imprenta de Antonio Vanegas Arroyo con los grabados de Posada se dice: “Los 41 maricones encontrados en un baile de la calle la Paz el 20 de Noviembre de 1901”. No me explico cómo teniendo los acontecimientos sucediendo en su cara Vanegas Arroyo o Posada pudieron poner esa fecha a todas luces errónea porque, como se vio, un día antes los periódicos ya habían dado la noticia. Semejante confusión la continuó Monsiváis: en su prólogo a La estatua de sal, de Salvador Novo, también pone que fue el 20, luego en otra crónica, “Los 41 y la Gran Redada”, escribe que fue el 18 pero cuando la traducen al inglés para el libro The Famous 41 le cambian al 17; el 17 de noviembre también es el día para el que convocan en la película El baile de los 41 (Dir. David Pablos, 2020). La nota de El Diario del Hogar, que dirigía Filomeno Mata, deja claro desde el principio que fue “el sábado en la noche”. Si las primeras notas salieron el martes 19 y ésta dice que fue el sábado anterior, es fácil contar hacia atrás para determinar que ese sábado fue 16 de noviembre.

 

Una de las lagunas en toda esta historia es el lugar donde sucedió el Baile. Unas notas dicen que fue en la “cuarta calle de la Paz”, que hoy se llama Ezequiel Montes, pero otras dicen que fue en el número 4 de la misma calle (además de La Tribuna, así lo repite el 20 de noviembre El Popular). Si fuera en el número 4, en efecto, la casa habría estado cercana a la esquina con Puente de Alvarado, pero si hubiera sido en la cuarta calle (o cuadra, como decimos ahora) entonces el lugar de la fiesta habría estado donde hoy lo ocupa el camellón poniente que lleva al monumento a la Revolución. De manera que con esa información tan poco precisa no puede determinarse el lugar exacto de la reunión.

 

Luego se dice que fue el ruido de la fiesta lo que llamó la atención del policía de la esquina por lo que fue a tocar y se encontró con la sorpresa de que los 42 concurrentes estaban vestidos de mujer. Otra nota publicada el viernes 22 de noviembre en La Patria, que dirigía Ireneo Paz (abuelo de Octavio Paz), cuenta otra versión: el policía que los descubrió estaba parado en su esquina desde donde “observó que llegaban continuamente carruajes conducidos por algunas parejas”, así que “movido por la curiosidad se acercó a la puerta de la casa observando que el patio había sido convertido en salón de un baile indecente”. Sea por el ruido o por los llamativos carruajes que llegaban, el policía fue y tocó la puerta y descubrió a los 42 maricones “muy chulos y coquetones”. Parte de la leyenda dice que cuando la policía los descubrió, los bailarines intentaron huir por la azotea y, en efecto, “pretendieron huir para quitarse los vestidos del sexo contrario al suyo; pero comprendiendo la policía que se trataba de algo grave, no dejó salir a ninguno y a los 42 aún los vestidos de mujeres fueron llevados a la Comisaría respectiva, de donde pasaron a la Cárcel de Belem, por ataques a la moral” (El Popular, miércoles 20 de noviembre).

La nota citada de La Patria se llama “Los cuarenta y un bailarines”: desde el título ha cambiado todo y apenas a unos días de conocerse el escándalo ya falta uno. De las primeras tres notas, una dice que los asistentes eran una veintena, otra que eran 42 parejas y la última que eran 42 individuos. Si habían 42 parejas entonces eso quiere decir que eran el doble, 84 personas. Luego todas coinciden en que fueron 42, hasta que La Patria dice que son 41: al parecer, entre los detenidos había una señora a la que no pudieron reconocer como mujer porque estaba “entre aquellos que verdaderamente tenían el aspecto de hembras” (El Universal, miércoles 20 de noviembre), eso explica el cambio repentino de 42 a 41. Pero ese faltante pronto disparó el mal pensamiento de la gente y, como si hiciera falta más morbo al escándalo, las malas lenguas empezaron a correr el rumor de que, ese que ahora faltaba, había comprado su libertad y que no era otro más que Ignacio de la Torre y Mier, yerno del dictador Porfirio Díaz. A partir de eso, el 41 estará estrechamente relacionado a la homosexualidad.

 

Fueron 42 los detenidos, ninguno pudo escapar puesto el policía fue a pedir refuerzos a la 8ª comisaría. El comisario Manuel Palacios dio la orden y la redada propiamente dicha se dio a las 3 de la mañana ya del domingo 17 de noviembre (La Patria, 22 de noviembre); fueron llevados a la comisaría. Es entonces, escribe Miguel Capistrán, cuando aún travestidos “se les obligó a barrer las calles inmediatas a la comisaría, pena que era aplicada a faltas como vagancia, embriaguez, etcétera”. La película exagera el escarnio y muestra que los apedrean, lo cual no pudo haber sucedido porque esa madrugada sólo los pudo haber visto el lechero o el barrendero. Las notas dicen de momento que los mandaron a la espantosa cárcel de Belén, pero luego informan que los dividen en dos grupos: a 22 los remitieron al cuartel de 24 batallón del ejército y a los 19 vestidos de mujer al cuartel de la policía montada. Allí los raparon y los vistieron con ropas de presos (es decir, después ya no pudieron haber barrido las calles travestidos) y al tomarles sus nombres varios de ellos se los cambiaron.

 

Todo sucede muy rápido: el viernes 22 La Patria informa que serán “consignados al servicio de las armas”. McKee Irwin hace notar que nunca pasan por un juez o por alguna instancia judicial que los sentencie por “ataques a la moral”. Antes se ha informado que “fueron puestos a disposición del gobernador del Distrito”, que a finales de 1901 era Ramón Corral. Eso hace suponer que, ante la ausencia de un juez, fue el gobernador del Distrito Federal quien tuvo el suficiente poder para mandarlos a Yucatán, lo que demuestra que había una concentración de poder y nula división de poderes. Pronto se sabe que los mandarán a Yucatán, Monsiváis dice erróneamente que a Valle Nacional (que estaba, y aún está, en Oaxaca), pero es a Yucatán, donde el ejército está por terminar la guerra de castas con los mayas rebeldes. Así que primero los llevan a la estación de Buenavista hacia Veracruz en tren y en el puerto abordarán un barco con rumbo a la península. Mientras tanto, ante la falta de un juez y de un delito claro, algunos familiares interponen un amparo para liberar a su pariente, por su parte, los periódicos dejarán la información de lado para dar paso a supuestas crónicas y notas en las que se burlan sin límites de los “famosos jotitos”.

 

El baile de los 41 fue, sucesivamente, un acontecimiento mediático, un escándalo social, luego, al saberse de la presencia de Ignacio de la Torre, una burla popular y más tarde un número maldito hasta convertirse en una leyenda. 120 años después se hace justo y necesario acercarse un poco a la verdad.

 

FOTO: Los 41 maricones encontrados en un baile de la Calle de la Paz el 20 de Noviembre de 1901, grabado de José Guadalupe Posada/ Crédito: Met Museum

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